Vacaciones para el cerebro

Amanece un nuevo horizonte. Los miedos se desvanecen en las sombras. Un nuevo océano azul se abre ante nuestros ojos. Es tiempo de reflexión. Es tiempo de conversión.

Las ideas -como las bicicletas – son para el verano. Hay que pedalear en nuestra cabeza para estimular nuestras glándulas que generan las hormonas de la felicidad y del amor (la dopamina), pero también de la creatividad y el optimismo.

Cuando las temperaturas medias suben y los días de nubes dejan paso a cielos azules, sin duda estamos próximos a tiempo de vacaciones. Y aunque parezca mentira, también de utilizar algo de nuestro tiempo de descanso en lo que podríamos llamar “tiempo para pensar”.

¡Pero no se preocupe! No es excluyente con el disfrute de actividades deportivas, visitas a lugares que no conocemos y especialmente pasar tiempo con la familia.

Cuando faltaban 25 años para que naciera Cristo, el emperador Octavio Augusto tuvo una idea brillante y generosa: decidió que sus legionarios veteranos se merecían una divertida ciudad de vacaciones como premio tras las duras Guerras Cántabras y mandó construir una especie de Marina D’Or del siglo I A.C. justo donde la Vía de la Plata cruzaba el río Guadiana.

Aquel primer “resort” de la Península recibió el nombre de Emerita Augusta y en su construcción no se escatimaron medios. O sea que las vacaciones son inherentes a nuestra herencia romana y que en Occidente han formado parte de nuestra esencia como sociedad desde sus inicios.

¿Por qué decimos que tenemos un tiempo para pensar?

Porque durante el año prácticamente vamos con el piloto automático puesto. No es que no planificamos, porque a diario estamos tomando decisiones e implementando acciones que en algunos casos llevan al menos seis meses en cartera. Pero no nos engañemos, porque al ritmo que vivimos hoy día, en la gran mayoría de situaciones no tenemos más remedio que gestionarlas sobre la marcha.

En ocasión de una reunión de cátedra previa a la salida de vacaciones de todo el equipo de profesores, todos los adjuntos y asistentes estaban más que extrañados por lo que su catedrático les había dicho. De manera directa, como desvelando cuál era la llave de unas vacaciones exitosas dijo: “He estado durante muchos años pensando en vacaciones y esperando ese momento en el que podía relajarme, reflexionar, planificar y hacer una composición de mi agenda”.

No está lejos de lo que realmente son unas vacaciones, que, a parte del descanso físico y mental, debemos empezar a comprender que además son el momento idóneo para pensar en libertad, sin presiones de reuniones, objetivos a cumplir, etc.

No es extraño que algunas personas incluso hagan una lista de las cosas, tanto de los planes específicos de descanso, como el lugar elegido, vuelos, previsión del tiempo, compañía de otras personas además de la familia, etc. Pero esa lista mágica también incluye (al menos es lo que aconsejamos) un recordatorio de aquellos problemas que exceden el espacio temporal de nuestro descanso, que corresponden seguramente al primer semestre después del período vacacional, pero que nos da más seguridad que pensemos al respecto, algo así como tener la cosa controlada.

¿Por qué no lo hacemos con una dosis de tranquilidad en cualquier otro momento del año?

Porque para hacer la lista debemos estar libres de esas tensiones que elevan nuestro factor ansiolítico, a veces nos mantiene ocupados en cosas menores que no son las que deberían preocuparnos, pero como suele decirse coloquialmente, son las que hacen ruido.

La cuestión es que va más allá de la profesión que tengamos o del negocio que regentamos. Se trata de plantearse un cambio que necesitamos hacer, ya que nunca tenemos la mente despejada para pensar en ello, pero que con seguridad está afectando también el tiempo de disposición que dejamos para nuestra propia vida personal.

No es de extrañar que cuando nos montamos en un avión con un destino que está a 6.000 km de distancia, tengamos el placer de leer el libro sobre la historia y cultura de las ciudades que vamos a visitar, lugares naturales exóticos y espectaculares, mientras que también pensemos sobre esa lista a la que nunca prestamos atención y ahora nos parece atinado hacerlo a 9.000 metros de altura mientras nos tomamos un refresco.

Es que, con un poco de espacio y sobre todo tiempo, nuestra vida puede cambiar, sencillamente porque sentimos el placer de la disposición de las horas y que podemos controlar nuestro reloj, justamente lo contrario que hacemos todos los días durante 11 meses de trabajo.

No se trata de algunos ratos de descanso no más

Pero no se crean que sólo se trata de pensar en algunos ratos que nos dediquemos en ese viaje, sino que específicamente son muchas las personas, especialmente que están en puestos de alta dirección, con un exceso de responsabilidades y mucho personal a cargo, que además de encajar los momentos de ocio junto a familia y amigos, cuestión que da gusto compaginar, la realidad es que es frecuente que estas personas se reserven al menos una semana en la más absoluta privacidad.

Nada más que mujer e hijos, buscando también ese hueco de tiempo para pensar y madurar algunas ideas que no tuvieron el tiempo de hacerlo durante el resto del año. Compaginar familia y momentos de exclusiva reflexión, para lo que no hay mejor cosa que un libro al que le pongamos como señalador de páginas nuestra propia lista que veremos una y otra vez.

A veces, sucede que no nos exige más que unos minutos cada mañana mientras disfrutamos del buen tiempo y del paisaje, a pensar sobre esa lista que hicimos a lo mejor de prisa y corriendo antes de partir o, como decíamos, durante un vuelo transatlántico.

En todo caso, no nos engañemos, porque del mismo modo que durante el año tenemos dificultades serias para planificar con la debida antelación por el ritmo al que se suceden las cosas en nuestro trabajo, también ocurre que llegamos a veces sólo con diez días antes a planificar el sitio a donde finalmente iremos, con los consabidos inconvenientes de reservas de hoteles o alquiler de bungalows, peor aún, los horarios estrambóticos en los que hemos conseguido los vuelos porque ya no quedaba nada, lo que nos obliga a leer en los aeropuertos de madrugada porque nuestro vuelo parte a las 5 hrs. de la mañana.

Si nos fijamos el mecanismo mental que utilizamos durante las jornadas laborales, no difiere mucho del que empleamos en vacaciones. La diferencia radica en que estamos capacitados para energizar nuestro cerebro, aunque parezca que nuestro estado es demasiado relajado e improductivo.

La situación se convierte en una apertura de escenarios nuevos en los que sólo teníamos en nuestra mente problemas y cuestiones que debían resolverse, pero durante el abrumador ritmo diario no los podíamos convertir en oportunidades.

Esta es la virtud de los líderes efectivos y experimentados, que aprovechan este tipo de situaciones para justamente formar a su personal en cómo adaptarse al cambio y no evitarlo. En vacaciones, podemos alimentar mejor nuestras neuronas por la simple razón biológica de que respiramos mejor y más tranquilos. Las investigaciones científicas así lo corroboran.

Es frecuente dar en el clavo con una idea que no se nos había ocurrido durante el año porque no tuvimos el tiempo de necesario para relajarnos y a su vez darle tiempo de maduración a un negocio o a una decisión. Cuando no se tiene la capacidad de darle esa atención que necesitan ciertas acciones y decisiones, podremos felicitarnos por nuestra velocidad de respuesta en mercados altamente competitivos y empresas que nos exigen una respuesta rápida y certera. Es más, desde esta tribuna hemos ponderado la importancia de la toma de decisiones rápidas y la capacidad de respuesta inmediata de los líderes efectivos frente a los retos del mercado.

Justamente diferenciamos en nuestras aportaciones doctrinarias, la ventaja del líder que actúa sobre la marcha por su pericia y experiencia, no siendo menos importante su grado de intuición. La distancia que le separa al líder efectivo del simplemente directivo gestor, es que la gran mayoría de ejecutivos de alta dirección pierden demasiado tiempo en planificación y consecuentemente se demora la toma de decisiones.

Pero el fondo de la cuestión sigue siendo la misma: ¿hemos evaluado todos los costes de oportunidad hablando en términos estrictamente financieros? ¿Hemos aplicado adecuadamente los recursos que disponíamos, materiales y humanos o no hemos sido capaces de hacerlo de manera óptima?

Y este tipo de situaciones a diario nos lleva poco a poco a ese agotamiento del cual queremos salir como sea en el período vacacional. Pero, aunque parezca que no es el momento oportuno, justamente es el idóneo para volver a pensar en cosas que ya han ocurrido o las que tenemos que afrontar, pero con otra visión diferente, como si nos hubieran limpiado el horizonte de la agenda y tensión diarias a la que estamos sometidos.

La paradoja de cuándo tomamos las vacaciones

La realidad es que cuando pensamos en vacaciones durante el año es cuando más desesperadamente las necesitamos. O sea, en el momento de más fatiga física y mental, cuando llegamos a casa y seguimos con el ordenador pretendiendo adelantar trabajo quitándole horas al sueño y descanso, es justo el instante en que deberíamos ser salvados por la campana. Pero nunca ocurre así.

Por qué nuestro cerebro necesita vacaciones

La mayoría de las personas estamos razonablemente satisfechas con nuestro trabajo, por la posición que ocupamos, que es por la que hemos luchado durante muchos años. Pero esto nos ha llevado a un exceso de trabajo y estrés, debido especialmente en los últimos tiempos por los desafíos a los que nos hemos enfrentado, tales como que en un lapso de siete años hemos afrontado una terrible Crisis Financiera Internacional (2008-2009) y que cuando pudimos salir de la misma nos llegó el azote del Covid-19.

No hay duda que no ha habido tiempo sobrante para el relax. Perdernos, como suele decirse, en un lugar de bosques y montañas, al menos una semanita, nos permite no hacer nada y hacerlo todo, en referencia a ese universo de cosas que no hemos hecho durante el año y que ahora podremos hacer plácidamente: releer un libro, escuchar música, disfrutar del paisaje y unas buenas caminatas y en esos momentos en el que nuestro cerebro funciona a tope por el descanso que le hemos dado, repasar ideas, proyectos que tenemos casi enterrados y que han aflorado en nuestra lista de vacaciones.

Las vacaciones nos dan una nueva perspectiva, no sólo de lo que tenemos entre manos y lo vemos desde otro ángulo, sino nuestra visión global sobre nuestra vida, cómo la estamos compaginando en cuanto al balance entre trabajo y familia.

Del mismo modo que cuando pedimos consejo a un amigo o un familiar, en todo caso una persona a la que respetamos y que escuchamos con mucha atención, porque nos da una opinión objetiva, tomando distancia lógica del problema que le estamos planteando porque no está involucrado en esa situación.

De igual forma, las vacaciones operan en nuestra mente y espíritu como un consejero que nos hace tomar distancia, ver los problemas de otra manera y pensar sobre las cosas que vamos a encarar en el nuevo año, pero con calma y buen feeling. Esto es lo importante.

Artículo coordinado por José Luis Zunni, director de ecofin.es, vicepresidente de Foro ECOFIN y autor del libro recién publicado ‘El Cubo del Líder’ (Ed. Kolima; disponible a la venta pinchando aquí), en colaboración con Salvador Molina, presidente de Foro ECOFIN, y Antonio Alonso, presidente de la AEEN (Asociación Española de Escuela de Negocios) y secretario general de EUPHE (European Union of Private Higher Education).

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