Perspectiva, conocimiento y liderazgo

Tener una mentalidad abierta gracias al conocimiento.

Cuántas veces habremos escuchado decir que tal o cual persona “tiene una mente abierta”, que es accesible, que comprende a los demás, que se preocupa por sus semejantes, tanto a nivel de su entorno laboral como personal.

¿Tener una “mente abierta” está directamente vinculado al grado de desarrollo del Conocimiento que esta persona haya logrado? ¡Por supuesto que sí!

Vamos a relacionar en nuestra aportación de hoy, un triángulo perfecto conformado por tres lados: persona-pensamiento-conocimiento. ¿A qué se debe esta forma de focalizar? Porque si no se analizan como un mismo fenómeno científico, podemos caer en la tentación del análisis muy particularizado de las diferentes disciplinas que estudian la conducta y la acción humana: psicología, sociología, neurofisiología, biología, antropología, así como las ciencias sociales y económicas.

Todas ellas estudian y ponen en juego toda esta materia pensante que son los seres humanos en un entorno mucho mayor, que le contiene, que le facilita su desarrollo, pero que también le presenta sus resistencias y desafíos. En otros términos: el desarrollo del conocimiento humano nos ha permitido llegar al nivel de ciencia y tecnología del que gozamos hoy día, pero el gran reto para las generaciones actuales es sentar las bases de cuáles deben ser los comportamientos futuros en las aplicaciones de los nuevos conocimientos, así como los procesos metodológicos y formativos para que logremos un “gran conocimiento colectivo” que nos caracterice una vez más como civilización.

Este gran “programa humano” para potenciar y desarrollar el conocimiento colectivo, nos ha llevado a menudo a preguntarnos: ¿Qué somos y quiénes somos los seres humanos?

 

Una apreciación estrictamente biológica nos dice que estamos constituidos por materia

Somos materia. Sorprende observar que gran parte de nuestro cuerpo y todo lo que nos rodea está constituido por materia vacía. Ahora bien, si ya de por sí es muy complicado pretender explicar la materia de la cual estamos hechos, ¡qué decir entonces del interior de nuestro cerebro!

Nuestra mente. Nuestra inteligencia. Son como las grandes incógnitas del inmenso y aún desconocido cosmos. Esta materia inteligente cuenta con dos funciones esenciales del cerebro: racionalidad y creatividad.

Hasta hace muy pocos años, no se le había dado importancia a esta última capacidad funcional, tan importante y abundante. Ni hablemos cuando nos adentramos en el campo de la educación, porque aún hoy se siguen los métodos convencionales de trabajar la parte analítica y racional del cerebro.

Esto nos coloca frente a un tema fascinante y sobre el cual hay aún mucho que decir de parte de los investigadores en los diferentes campos de la ciencia. Y en nuestro campo de conocimiento del liderazgo, estamos influenciados muy directamente por disciplinas como

Psicología, Sociología, Antropología Economía, Ciencias Políticas y Teoría de las organizaciones. En todo caso, no debemos separar el conocimiento de la influencia decisiva que esa función creativa va a tener a lo largo de nuestras vidas.

 

Conocimiento: el gran impulsor del progreso.

Preocuparnos por el conocimiento es el trampolín desde el cual tienen que dar el salto todas las naciones de la tierra. Todos los seres humanos viven conforme a las posibilidades que sus circunstancias le ofrecen. A veces nos da la sensación de que el destino es un pasaje cerrado sin escapatoria, cuando en rigor el destino siempre nos pone en “bandeja de plata” alternativas que quizás tiempo atrás si quiera hubiésemos imaginado.

El cambio que viene operando la sociedad actual gracias a las Nuevas Tecnologías (NT’s) es un pasillo con salida del cual sí podremos salir airosos. Lo importante es darnos cuenta cuándo se nos presenta la oportunidad para aprovecharla, porque lamentablemente millones de seres humanos en el mundo no se percatan cuál es el momento del cambio, o cuando por ventura se dan cuenta de ello, no tienen las posibilidades de hacerlo. Y justamente saber gestionar este tipo de situaciones, sea en el ámbito político o en el empresarial, es el que hace que se produzca de manera espontánea esa aparición del líder que siempre ocupa ese espacio que las circunstancias requieren.

 

Saber elegir el momento del cambio

Nos aferramos a las experiencias pasadas como si estar recordando los tropiezos de la vida nos permitiese resolver los nuevos a los cuales debemos enfrentarnos. Lo vemos todos los días en la clase política, que le es mucho más cómodo (también más fácil) hacer críticas sobre las acciones realizadas por sus respectivos opositores políticos (a menudo con poco fundamento), que competir en la lucha limpia de cómo encarar el futuro que ya la sociedad lo tiene en su propia casa. El cambio siempre llega… ¡no espera a nadie!

Una cosa es aprender de la experiencia pasada, y otra muy diferente es insistir en la negatividad de algunas acciones que siguen condicionando nuestra forma de pensar. Debemos ser más considerados con nosotros mismos, apelar a los buenos sentimientos e inteligencia para no caer recurrentemente en un pasado que nos condena. Del pasado saquemos lo positivo, apliquémoslo en el presente y fortifiquemos con esos valores y principios que siempre sostuvimos y que tanto éxito nos dieron en épocas pretéritas, lo que nos permitirá construir un futuro prometedor.

Esta manera de ejercer el pensamiento y consecuentemente la acción, no es ni más ni menos a lo que definimos como un comportamiento ético.

 

Vivimos una crisis de medios y fines

Confundimos muy a menudo unos con otros y las consecuencias son en todos los niveles de la sociedad muy negativos. Entonces, el papel que jugará cada vez más el conocimiento en el diseño futuro de la sociedad, ampliará su influencia, condicionará nuestra vida y por supuesto, las decisiones que se tomen en la alta política institucional, así como en las organizaciones privadas.

El conocimiento aplicado a través del mecanismo de toma de decisiones en las organizaciones, o de las medidas de política económica y social, por ejemplo, que implementan los gobiernos, es en definitiva el que nos va a conducir no solo a un estadio de mejora en la calidad de vida de las personas, sino y muy importante, en encontrar esa armonía que ayudará significativamente a que tengamos una contribución igualitaria entre nuestras emociones y sentimientos frente a toda la parte racional y crítica de nuestra actividad mental.

Y lo que hay que comprender, es que tanto personas como sociedades no son estáticas, siempre fluyen en una dirección. La cuestión es que estamos unas y otras en tránsito hacia un destino. Somos mutantes en cuanto al devenir histórico, por lo que lo único que nos ha quedado del pasado es el conocimiento y la experiencia, para poder aplicarlo en el futuro. Y más importante aún: poder anticiparnos a él.

 

El Conocimiento nos ayudará a comprender todo lo que nos rodea

Si encontramos sentido a nuestra vida podemos vivir más porque seremos más felices. Incluso, venceremos enfermedades y trastornos típicos de cada edad. Pero hay que marcarse a fuego una consigna: es nuestro conocimiento, tanto individual como el colectivo, el que va condicionando en cada época nuestra existencia. No hay mejor alusión al respecto, que el pensamiento del gran Marco Aurelio que decía que “nuestra vida es tal cual como nuestros pensamientos la hacen”.

 

Pensamiento y establecimiento de prioridades

¿Te has parado a pensar en esos días complicados, cargos de estrés que tienes, si la causa de tanta tensión no será a lo mejor debida en parte a tu falta de precisión en el establecimiento de prioridades?

Quizás pueda parecerte una cosa menor, que tus prioridades las tienes claras, que no es algo que te preocupa. Pero realmente ¿le estás dando la importancia que deben tener determinadas prioridades? ¿O crees que sí estás diferenciando sin duda alguna, lo que, para ti a nivel personal, y en tu ámbito laboral también para las personas que de ti dependan, crees que es lo importante? Y te aseguramos que este es uno de los errores más frecuentes que incluso han cometido algunos líderes empresariales destacados.

Cuando estableces tu prioridad del día o de la semana (sin duda hay algunas prioridades que son tan esenciales que no necesitas recordártelas, como las familiares), estás interpretando de manera muy específica cuál es tu rol y el de tu empresa en el contexto en el que se está moviendo. Buscas tener clara la perspectiva, mirar las cosas desde un ángulo con cierta visión.

De ahí lo de perspectiva. Que veamos con más claridad. Que podamos focalizar mejor.

Para encontrarla debemos mirar hacia nuestro interior, porque aquella viene desde el fondo de nuestra mente y nuestra alma, simultáneamente a que también estés evaluando ese exterior (lo que técnicamente llamamos visión exterior). Ambas funcionan al unísono. Es como cuando conduces tu coche. No puedes estar pendiente solo de tus mandos (aceleración, freno, marchas, etc.) sino estás pendiente de lo que tienes delante tuyo y muy importante: mirando el retrovisor.

Ten en cuenta que la perspectiva se le considera en la visión humanista de las organizaciones que defendemos y por la que venimos luchando hace años, como uno de los más importantes intangibles del liderazgo, porque justamente liderar requiere de saber dirigir personas comprendiendo los deseos y requerimientos de éstas, así como percibiendo los niveles de satisfacción y adhesión que mantienen hacia la dirección.

Este intangible en el líder efectivo marcará la diferencia, y será en su ejercicio de liderazgo que tratará de enseñar y formar en la visión que cree que su personal tiene que tener para que también tomen decisiones y se conduzcan en los actos que a diario realizan, sin perder de vista aquella visión (la perspectiva desde la cual aprendieron a ver las cosas, las de dentro y las del entorno).

En términos generales, más allá del ámbito organizacional, en la escala humana e individual de cada persona, hay muchísimos individuos que no la encuentran nunca. Otras personas se impacientan porque no la han encontrado, pero no hay que asustarse ni impacientarse si uno no tiene claro la perspectiva de su vida. No es para nada fácil buscarla, requiere tiempo, años de experiencia y madurez. Y en todo grupo humano, por ejemplo, en el departamento de marketing de una organización, cuando las cosas no vienen bien dadas, justamente ocupar la posición de mayor rango en él, es la que garantiza al personal que, a pesar del último fracaso, no se perderá la perspectiva para seguir valorando en su justa medida cómo está siendo el comportamiento del entorno.

 

Conocimiento y perspectiva

Poseer un conocimiento medio, el que normalmente se le atribuye a una población de un país desarrollado, a su clase media, es una condición necesaria pero no suficiente para poder encontrar aquella perspectiva. Justamente el ritmo vertiginoso al que vivimos, nos está dando muchísimos quebraderos de cabeza en cuanto a problemas de salud física derivados del estrés, principalmente laboral y también para la salud mental, alternado este tránsito normal y armonioso en nuestro devenir histórico que nos hace dudar de nuestras acciones, especialmente frente a la incertidumbre en la que se está viviendo en la sociedad global de los últimos años.

Es evidente que la pérdida de perspectiva es más normal de lo que podamos imaginarnos, por lo que tampoco hay que desesperar. Y siempre tener en cuenta, que la gran ayuda silenciosa pero efectiva que potenciará definitivamente a hombres y mujeres hacia su condición de tal, tantas veces olvidada, es cada vez un mayor nivel de conocimiento en todas las sociedades a escala mundial. Crece el conocimiento y de manera proporcional crecerá la perspectiva.

En los ámbitos de las decisiones de gobierno, requiere de políticas claras, transparentes, que el ciudadano entienda el fin de una medida, que pueda comprender no solo el hoy, sino cómo se está gestionando su futuro (porque las políticas de hoy condicionan cuando no hipotecan el futuro de los ciudadanos).

El conocimiento implica aprendizaje, por lo que, para una sociedad, esto que parece tan simple, no lo es si observamos los errores históricos que han cometido sociedades enteras, resistiéndose en muchas ocasiones, a asumirlos y depurarlos de manera de enfrentar un futuro sin complejos, dejando que salga a la superficie lo mejor que esa sociedad puede ofrecer.

En sociedades y en personas, en ambas, hay una resistencia a asumir el pasado y las responsabilidades de las acciones cometidas. Si esta manera de ver más allá de un día se hubiese hecho carne en gran parte de los hombres que siguieron sin titubear los pasos de muchos dictadores, seguramente menos sufrimiento habría habido en el mundo. Basta recordar ese seguimiento enfermizo de parte del generalato nazi a su líder que llevó a Alemania al desastre y la destrucción.

 

El conocimiento y la realidad

Seamos estudiosos de la realidad que nos rodea, la que está más próxima e influye directamente en nuestras vidas y también la que lo hace de manera más indirecta.

Es un privilegio contar con el conocimiento que, en base a las experiencias pasadas, la información que se tiene en el presente sobre la materia que nos ocupa, así como la capacidad de analizar las diferentes variables que entran en juego, nos permite tener una percepción de esa realidad con bastante precisión. Cuánto más conocimiento apliquemos en la búsqueda de la verdad, mejor aflorará ante nosotros la imagen nítida de una realidad sin trampas.

El conocimiento para distinguir cuál o cuáles de las diferentes decisiones deben tomarse, sin duda es decisivo para acertar en la elección que se haga antes de pasar a la acción.

 

Confiemos en el Grupo

La sociedad es fría, pero no los individuos. La sociedad es más o menos evolucionada, pero no todos sus miembros. No todas las personas que tenemos alrededor en el trabajo son de nuestro agrado ni somos del suyo. Las diferencias de criterios, hábitos, pautas culturales, gustos, etc. establecen grandes espacios vacíos que ni con la amistad pueden llenarse.

Es aquí en dónde el conocimiento que caracteriza a cada individuo, que le pertenece a él como ser humano, le permite acortar distancias, rellenar huecos y abrir caminos de entendimiento.

Los grupos humanos que tienen unos conocimientos medios son más fáciles de coordinar y también son más efectivos en sus tareas como más felices en cuanto a aquellas angustias que el devenir va produciendo en las personas.

Nunca sentiremos la confianza de los nuestros, seres queridos o compañeros de trabajo, si primero no confiamos en ellos. El sentimiento de pertenencia a un grupo es fundamental en la búsqueda de esa perspectiva. Es por ello que cualquier sociedad, por más desarrollada que esté, puede perderse de la noche a la mañana, cuando sus ciudadanos se dan cuenta que no pueden confiar en los políticos y los diferentes líderes que se supone deben marcar la senda del progreso en beneficio de todos.

Cuántos más sean los ciudadanos que desconfíen de sus líderes, más desconcierto habrá en esa comunidad y más difícil será que aquellos puedan transitar su devenir histórico con una relativa armonía.

Si las sociedades más adelantadas tecnológicamente no cuidan este déficit de liderazgo, por más conocimiento que el ciudadano medio tenga, no estará en condiciones de asumir el nivel de incertidumbre y de riesgos al que las circunstancias le van retando, especialmente en situaciones como de las últimas crisis que hemos padecido a nivel mundial, caso del Covid-19 y más recientemente la Guerra de Ucrania y la Guerra de Gaza.

Es ahí en donde debemos “sacar lo mejor de nosotros mismos”.

Desde el punto de vista de la dirección de personas, cuando un líder está queriendo sacar el mejor partido de su equipo, tiene que considerar con mucha sensibilidad el nivel de esfuerzo, sacrificio lealtad, disciplina, conducta y buenos hábitos de todas esas personas de sus equipos y departamentos. Si a ello le sumamos el conocimiento, la ecuación es sencilla: capacitad y formación técnica + fuerza moral = nivel de autonomía y productividad individual.

 

Verdad y conocimiento

Nada hay más importante para una persona cuando sabe a ciencia cierta que quién lo dirige, o la persona con la que comparte equipo de trabajo, o su familia, siempre hablan con la verdad. Frente a la mentira hay escarceos, subterfugios y se toman decisiones no apropiadas a los hechos con los cuales hay que enfrentarse. Con la verdad y con el conocimiento de la verdad, se acortan distancias, se elige el camino adecuado y se puede sacar lo mejor de cada uno para enfrentarse al reto que se nos presenta en cada esquina de la vida.

Cuando el primer ministro británico Winston Churchill, en pleno bombardeo de Londres durante la Segunda Guerra Mundial por parte de los alemanes, solicitó el sacrificio al pueblo británico con su famosa frase “Sangre, sudor y lágrimas”, sabía que la respuesta de toda la población no sería otra más que la unión sin importarle a nadie el riesgo que supondría para su vida y su familia, porque Churchill había expuesto con claridad a qué se enfrentaban, que era más que las bombas que caían: era la pérdida de libertad. El mundo libre frente al totalitarismo.

Pero los ingleses lo siguieron porque sabían que había un líder que hablaba con la verdad y que pedía a su pueblo que estuvieran de pie, mostrando el coraje de su estirpe, su tradición de gente fuerte y dura, así como que todos sabían en el fondo de sus almas, que finalmente Inglaterra triunfaría. Tenían el conocimiento de su experiencia en tantas guerras y enfrentamientos pasados, en los que habían demostrado su capacidad para resolver los problemas a los que se enfrentaban por más difíciles que fueran. Pero ahora se sumaba el llamado de un líder que les señalaba el camino de sacrificio ante la opción inaceptable de totalitarismo o libertad.

 

Conocimiento y visión

El conocimiento y la visión interior que tengamos de nosotros, de nuestra sociedad, es directamente responsable de nuestra forma de encarar también como personas y como sociedad nuestro futuro. De ahí la importancia que los líderes efectivos insten a sus seguidores, a no dejar de ejercitar la visión interior para ayudar a que nuestra mente y nuestros sentimientos se acomoden en una búsqueda razonable sobre la perspectiva de nuestras vidas.

Pero nos falta introducir la otra visión, no menos importante, que es la visión exterior. La que tenemos de nuestra vida, la que tienen los líderes políticos sobre nuestro país, sobre el diseño de estado que se quiere construir con el esfuerzo de todos. La visión que surge en una sociedad como si fuera un mismo “ojo colectivo” que mira hacia el futuro, lo que los antropólogos sociales y los sociólogos refieren como “pautas culturales” de una nación.

En los hechos, ambas visiones se alimentan recíprocamente. Y la pregunta entonces sobre ¿qué papel desempeña el conocimiento en nuestra visión?, tiene una respuesta clara: es decisivo.

Cuando los astronautas de la Apolo XI se posaron en la luna, nuestra visión literal del mundo cambió, pero más profundo aún fue el cambio que se operó en el conocimiento a partir del instante en que Neil Amstrong inmortalizara para la historia su frase “Es un pequeño paso para el hombre…pero un gran paso para la Humanidad”. ¡Qué trascendencia tenía esta afirmación! ¿Es que Amstrong podía tal vez imaginar las consecuencias? Evidentemente que no, pero como todo científico muy preparado, podía intuir lo que supondría para su país y para la ciencia y la tecnología, dicha conquista sin precedentes.

La conquista de la luna es la conquista del conocimiento, sin más. La ciencia ha sido siempre a lo largo de los siglos, un factor desestabilizador del statu-quo imperante. Los intereses de los que gobiernan, los acólitos del poder y cuántos colectivos próximos directa o indirectamente han regido los destinos de cualquier comunidad, se enfrentaban con la ciencia, con el conocimiento, porque era en sí mismo un desafío, porque se abrían no solo las posibilidades de un desarrollo social y progreso para las naciones, sino lo más preocupante para aquellos: era un nuevo despertar de las mentes a otras formas de pensamiento, al establecimiento de nuevos principios que como la propia ley física de la gravedad, caen por su propio peso. Porque la ciencia y el conocimiento no pueden ni podrán detenerse jamás.

 

Cómo vemos el mundo y la visión del líder

Un método pedagógico que no falla es observar la visión de los políticos y compararla con la visión de los escritores, filósofos, intelectuales en general. Podrá haber coincidencias de posiciones respecto de cada tema más próximas en el presente y corto plazo, pero será seguramente muy distantes dichas posiciones en el mediano y largo.

Es el caso sobre lo dicho en las elecciones americanas de 2000 por Nader, el candidato independiente que pretendía quitar fuerza a ambas agrupaciones políticas, la de Bush y la de Gore diciendo a los ciudadanos en justificación de por qué debían votarlo: “tanto Bush como Gore son la misma cosa, ambos representan los intereses de las poderosas Organizaciones”

En cambio, lo que Nader afirmaba cuatro años después en las elecciones americanas de 2004, ante la pregunta de los periodistas sobre si la queja de Bush y Kerry de que él les quitaba votos dijo: “Yo no soy quien les quito los votos… son ellos los que me los quitan a mí”.

No cabe duda de que Nader quería que el electorado tuviese su perspectiva distinta, que era la de romper con el antagonismo recurrente de los dos grandes partidos.

Estas anécdotas que forman parte de la moderna historia electoral de los Estados Unidos, nos permite comprender mejor el alcance e importancia de la visión que cada uno de nosotros tiene de la vida. Esta visión no es filosofía, es inherente a cada individuo, forma parte de nuestra inteligencia y tiene relación directa con los sentimientos.

El presente, la realidad más allá del presente, la dimensión total que nos rodea, la de nuestras vidas.

¿Es esa visión únicamente de los líderes empresariales de las más grandes organizaciones? ¿Es esa visión propiedad exclusiva de los políticos de cuyas decisiones dependen la vida de millones de personas? Evidentemente que no.

Pero es indudable que hay personas a lo largo de la historia que han demostrado tener una visión diferente a los demás, a pesar de contar con los mismos recursos técnicos y estar observando las mismas cosas: Churchill, Kennedy, Napoleón.

 

Si perdemos los valores, perdemos como individuos

Uno de los héroes de la Revolución Mexicana dice: “Cuando iniciamos la revolución era tan joven y pura como una niña adolescente…y a medida que ha crecido se ha ido corrompiendo por las ambiciones y falta de escrúpulos de muchos de los que la hicimos nacer”.

“Una vez que enterramos a los muertos… actúan los políticos y el resultado es siempre el mismo: otra causa perdida”.

Si bien estas palabras responden a crónicas periodísticas de la época, no nos sorprenden para nada porque podrían ser aplicables en el siglo XXI. Se prometen cosas, esfuerzos, ética, compromiso y cuántas otras palabras que, en boca de los políticos, suenan cada día más vacías cuanto más conocimiento y experiencia democrática tiene un país.

“Yo soy inmortal… porque yo soy el pueblo… ¡Y el pueblo es inmortal!”, dijo Danton, aunque fue ejecutado en la guillotina como tantos otros que lucharon por un cambio en el status-quo de la época. El espíritu de la Revolución estaba en los hombres que la hicieron: D’Alambert, Diderot, Robespierre, Mirabeau, Danton, etc.

Tanto el héroe de la Revolución Mexicana como el héroe francés tenían una visión que provenía de la intuición que es materia inteligente, así como de la experiencia y conocimiento de sus gentes. Sabían que morían por la Revolución, porque como dijo Danton, “Finalmente ésta termina engulléndonos a pesar de haber sido nosotros la que la hemos creado”.

Pero ambos héroes sabían que su fin estaba próximo, porque el conocimiento nos permite aventurar cómo va a ser nuestro futuro. No es que estemos apelando a la futurología de las ciencias ocultas, sino a la lógica del conocimiento de los hombres, que antes o después es una luz que ilumina en la oscuridad de la noche. La noche de la ignorancia colectiva por el sometimiento y el miedo de los pueblos, ha sido desterrada por la luz de ese conocimiento que provenía de gente sencilla que quería mejorar las cosas o que interpretaba cómo eran realmente las circunstancias de esa sociedad.

Por eso, la clase intelectual, los científicos e incluso muchos revolucionarios en el sentido histórico y no actual del término, se anticipaban a su tiempo transmitiendo al resto de sus conciudadanos cuáles eran los cambios que estaban ocurriendo silenciosamente pero que sucedían al fin, para que juntos como una comunidad con los mismos intereses y objetivos pudieran dar un golpe de timón político para cambiar el estado de cosas y mejorar la vida de dicha sociedad.

Una sociedad que empezaba a ser iluminada por la razón y el conocimiento, desoyendo poco a poco las invocaciones religiosas y fanáticas que oscurecían el progreso de los pueblos y que los habían sometido durante siglos.

El auténtico factor revolucionario de la historia contemporánea, no cabe duda que es el conocimiento.

El conocimiento determina la fuerza de la visión que tengamos de nuestra vida y del mundo.

 

Artículo coordinado por José Luis Zunni, presidente y CEO del Instituto Europeo Ecofin de Liderazgo (IEEL), director de ecofin.es, vicepresidente de Foro ECOFIN y autor del libro recién publicado ‘El Cubo del Líder’ (Ed. Kolima; disponible a la venta pinchando aquí), en colaboración con Salvador Molina, presidente de Foro ECOFIN y presidente honorario del Instituto Europeo Ecofin de Liderazgo (IEEL) y también autor del libro ‘El Cubo del Líder’, y Antonio Alonso, presidente de la AEEN (Asociación Española de Escuela de Negocios) y vicepresidente segundo de EUPHE (European Union of Private Higher Education).

, , , ,

Pin It on Pinterest

Share This