Directivo, ¿eres útil o importante?

El presidente estadounidense John F. Kennedy acudió a un acto de graduación en la Universidad de Harvard y les dijo a los jóvenes graduados: “A partir de este momento tienen una obligación. Y no sólo porque forman parte de la época que les toca vivir, sino porque forman parte de la nación”. El presidente Kennedy se refería a que cada generación tiene la responsabilidad de encarar y resolver los problemas de su tiempo.

Es frecuente que a los estudiantes universitarios, y especialmente los que están haciendo formación postgrado, les invada con cierta frecuencia un sentimiento de frustración. Tal y como afirma el escritor Thomas Thiss: “Tener un propósito es la diferencia entre ganarse la vida y hacer una vida”. No cabe duda que le da trascendencia a las metas y objetivos que nos fijemos.

En el amplio mundo de las organizaciones y el liderazgo, la meta es algo que debe alcanzarse. Para ello hay que establecer con claridad cuáles son los objetivos y las estrategias a utilizar. Pero en el plano personal, que incluye obviamente a los líderes efectivos, la precisión en la utilización de la palabra meta debería pasar por una sustituta: propósito. Cuando leemos su significado se dice que es la intención o voluntad de hacer algo. También objetivo, fin o aspiración que se desea lograr. No sólo es cubrir la meta, sino saber por qué estoy aquí y ahora, en este puesto y con esta responsabilidad. ¡Qué es lo que está destinado a que yo haga o participe en este momento en la organización, en los estudios o a medio plazo en mi vida!

Cuando los alumnos de un master creen que tienen un objetivo claro a corto plazo que es la mejora en sus relaciones laborales, es porque podrán acortar tiempo de dedicación a las tareas y responsabilidades que tienen asignadas para pasar a puestos de más responsabilidad. Es evidente que la formación y capacitación acelera cualquier carrera profesional. La cuestión es si esta meta cubre su propósito vital. La respuesta es: no necesariamente. ¿Cómo se sabe cuándo se tiene un propósito claro como persona en la vida? Y, ¿por qué se necesita encontrarlo?

La forma más inteligente de encontrar el propósito (ese alcance que nos fijamos en nuestra mente) es cumplir de manera responsable con las obligaciones que tenemos entre manos. Cumpliendo debidamente nos genera satisfacción. La humildad de no querer ser importantes sino útiles, tanto en el trabajo como en todos los ámbitos de la vida. El propósito de cada persona, de ese alumno que está finalizando un master, es de suma importancia, independientemente del tamaño o la escala de alcance, porque cada uno de manera individual tiene un importante rol que jugar en la sociedad.

No vayan a pensar nuestros lectores que todo el mundo sabe cuál es su propósito en la vida. Una gran mayoría de personas vive engañada o también (con frecuencia) se engaña a sí misma, creyendo entender el significado de cuál es su propósito.

Algunas consideraciones para comprender cuál es el auténtico propósito en su vida son:

1.- La búsqueda de la felicidad.

Debe diferenciar entre lo que le gusta hacer y lo que en realidad está obligado a hacer. Puede que esté relacionado con su vida profesional o más allá de ella, por ejemplo, asesorando a una ONG.

La cuestión subyace en que el sentimiento de utilidad debe partir de la base del servicio que damos a los demás. No sólo porque cumplimos con lo que hacemos, sino porque pretendemos trascender de alguna manera. Que se nos reconozca el esfuerzo y que después de tantos sacrificios de estudio y dedicación, sintamos la satisfacción de que efectivamente hemos seguido a rajatabla una vocación de servicio a los demás. Mirado desde éste ángulo, nos permite sentir que estamos vivos y nos invade la felicidad. Aprendemos a querer lo que hacemos al cabo de un tiempo, porque tiene la carga emocional del esfuerzo y los propósitos que nos habíamos fijado.

2.- Humilde pero sin menoscabar sus habilidades.

Sabe que es bueno. Ha sido el mejor de la promoción en la universidad y lo ha corroborado con su MBA, siendo también el alumno más destacado. Pero sabe que para llegar a la meta, el valor de la humildad no tiene precio. Pero cuidado: no exagere en ser humilde más allá de lo que la prudencia y su ética le indican. Es posible que tenga la capacidad de construir cosas, la paciencia para ser un mentor o la visión de un líder. Encontrará más fácil el camino del éxito en el uso de las fortalezas naturales que en tratar de deshacerse de sus debilidades o malos hábitos.

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3.- El dinero no lo es todo

Impresionaba ver cuando en plena efervescencia del fenómeno ébola, empezamos a conocer la existencia de una serie de profesionales de la sanidad (médicos, enfermeras, etc.) que estaban trabajando ya hacía varios años en las zonas africanas consideradas de alto riesgo epidemiológico. A ninguno de estos profesionales, como tampoco a los que forman parte de organizaciones del tipo de Médicos sin fronteras o Save the children, les mueve el dinero ni el poder. El único poder, si cabe, que tienen, es el de sentirse útiles para los fines que han elegido en su vida. Su propósito de salvar vidas, de entrega total y absoluta a los más desfavorecidos y marginados del mundo.

Pero sin ir a ejemplos extremos que nos llenan de orgullo a la especie humana y aproximándonos al ámbito de las organizaciones, la pregunta es si el dinero está importándole en este momento o su nivel de satisfacción se mantiene porque puede estar desempeñando un trabajo y responsabilidad profesional, que le permite ir acumulando experiencia y haciendo carrera en su vida.

Aquellos jóvenes profesionales que cuentan con formación de postgrado y aguantan salarios no acordes con la capacidad que se supone tienen, sepan que están directamente encaminados a cumplir con su propósito porque éste no surge de la noche a la mañana ni se compra en la tienda de la esquina.

La respuesta que se dé a sí mismo apunta en la dirección de su verdadera felicidad. El sacrificio de hoy es como la cuenta de ahorro en un banco: le dará felicidad mañana. Pero tiene que saberlo. Saber que aunque no haya sido consciente hasta hoy, tiene un propósito hermoso en la vida y debe persistir en los pequeños pasos para alcanzar su meta. Que habrá fracaso y decepciones no le quepa duda. Pero la felicidad no está al fin del camino, esperándole porque a nadie espera, salvo que sepa vivirla día a día en las cosas pequeñas. Las pequeñas alegrías, conversaciones, reconocimientos, trabajos, etc. que conforman el largo camino del éxito no exento de tropiezos.

¿Qué papel quiere y jugará en su búsqueda del propósito en su vida?

Todos hemos escuchado frases tales como: “puedes ser lo que quieras ser” o “tienes que quererlo”. También las que afirman que “sólo con voluntad se abre el camino del éxito”, pero si bien todas ellas pueden tener algo de verdad, su uso es peligroso en la medida que creamos que somos hacedores (creadores de nuestro destino) y que sólo basta proponérselo. Craso error. El destino no está en nuestras manos,aunque podemos poner medios para que sea más favorable (como un estudiante de MBA que se forma para mejorar sus condiciones laborales). El propósito de la vida no es ser feliz. Es ser útil, ser honorable y ser compasivo para que se haga alguna diferencia entre vivir simplemente o haber vivido bien. La felicidad entonces surge de manera automática. Sentiremos que hemos contribuido a la sociedad y por supuesto a la familia.

Artículo coordinado por José Luis Zunni director de ecofin.es en colaboración con Salvador Molina presidente de ECOFIN, Javier Espina Hellín miembro de ECOFIN Business Schools Group, y Ximo Salas, miembro del ECOFIN Management & Leadership de ECOFIN. 

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