Los principios y valores de la Ética no deben convertirse en una obsesión; pero si deben ocupar un espacio importante en la acción corporativa. La igualdad, por ejemplo, es algo de los que todos presumen, pero pocos pueden demostrar con datos. No es una realidad -como creen muchos- o un mito imposible de alcanzar, como defienden otros. Y así lo defiendo en el artículo publicado en Cataluña Económica esta semana.
La igualdad es la normalidad, la normalización que por justicia debe presidir a las personas que nacemos libres e iguales. Luego llega la civilización y comienza con la diferenciación por género, al igual que lo hace por raza, cultura, religión o riqueza.
Pero, ¿cómo generar hábitos buenos (costumbres) que sean más igualitarias? Esta respuesta nos la sabemos todos. Muy fácil es el diagnóstico: educación, cultura y difusión (medios de comunicación). Es decir, que los valores sean inculcados en los años adolescentes en los que asentamos la personalidad, que sean ejercitados por las actividades públicas sociales y culturales, para que finalmente sean los altavoces mediáticos los que consoliden esa realidad como un principio cultural de nuestra civilización.
La gran cuestión es cómo diseñar la gestión del cambio. Los estrategas de la gestión del cambio defienden que los equipos que gestionan estas acciones en grandes organizaciones tienen que ser multidisciplinares, pero que la clave está en la gestión de personas. Es decir, no hay cambio sin compromiso de las personas que componen la organización. Y la llave para abrir la sensibilidad al cambio está en la formación y en la información; es decir, en la comunicación emocional que se traslade a todas las personas que deben convertirse en motor del cambio.
El precio de los intangibles
¿Hemos entronizado la Comunicación? Sí, es verdad. Parece que la Comunicación es el comodín que en las últimas décadas se ha convertido en el paradigma de la piedra filosofal. Muchas organizaciones han apostado porque la Comunicación les alivie de todos los retos de los intangibles. Delegan en estos departamentos todo aquello que no les cabe en una hoja de Excel, que no pueden parametrizar, que no es cuantificable y objeto de un scoring.
Y siendo verdad que está sobrevalorada la capacidad de éxito de la Comunicación, no deja de ser menos cierto que sin ser un fin, la comunicación es el medio sine qua non es imposible el cambio de las mentalidades colectivas. A través de una buena gestión de la comunicación se puede permeabilizar en la cultura corporativa, generar buenas prácticas, promover actividades igualitarias, establecer cánones más justos, difundir principios y valores, generar cultura ética y ser barrera colectiva a las conductas machistas, discriminatorias e injustas.
La comunicación es un acelerador social. Porque podríamos sentarnos en la sala de espera mirando el reloj del cambio mientras en el interior a paso lento se diseñan, implementan y difunden acciones educativas que generen una nueva cultura. Pero para los que somos más impacientes, además de caminar pasillo arriba y pasillo abajo, nos impele el paso a la acción. Y esa acción no puede ser otra que plantear estrategias que sean reactivas del cambio, aceleradores que potencien los pequeños pasos que llegan desde la educación, la cultura y las políticas activas de la Administración pública.
¿Quién manda, el Dircom o el medio?
Hay mucha densidad en las reflexiones que planteo. Quizá algún lector está confundido pensando en que hablo de la responsabilidad de las empresas de prensa, de los medios de comunicación y de los periodistas. La verdad es que también apelo a ellos, a todos. Pero lo que aquí se plantea va más allá.
La empresa debe ser el principal motor del cambio. En la vida laboral invertimos lo mejor de nosotros mismos, le dedicamos más tiempo que a nada y recibimos la formación y habilidades que luego nos enriquecen como ciudadano. En nuestra actividad profesional mantenemos relaciones personales formales e informales, tenemos compañeros de trabajo y amigos, gestionamos nuestro tiempo con objetivos laborales a la vez que repensamos nuestro tiempo libre. En esta dicotomía de trabajador e individuo es donde debe volcarse la responsabilidad social de las empresas. Dicho en un eslogan: mejorar a las personas es mejorar a sus empleados, apostar por el equipo mejora la organización; pero, sobre todo, mejora la sociedad.
La responsabilidad social de los departamentos de Comunicación en las organizaciones va más allá de las notas de prensa o las memorias de sostenibilidad, su trascendencia está en los intangibles que mueven a las personas que conforman sus organizaciones.
Los famosos stakeholders o grupos de influencia de las empresas deben ser retribuidos no sólo con un dividendo económico, sino que en su dividendo social hay que incluir un componente importante de principios y valores. La acción social no es sólo donación, mecenazgo y altruismo. El dividendo social es hacer mejores organizaciones, más justas y con mejores condiciones de igualdad y diversidad.
El gestor de los intangibles
Me gusta decirles a mis colegas que dirigen la Comunicación en las empresas, los Directores de Comunicación (Dircom), que tienen un papel muy relevante en la construcción de la Cultura Corporativa. Y, en público y en privado, les pregunto cómo valora su capacidad como Dircom de inculcar valores éticos a las actividades de su compañía.
Defiendo apasionadamente que desde la Dirección de Comunicación hay que promover e implantar buenas prácticas en Igualdad para que participen diversos departamentos y áreas de la organización.
Trabajamos a favor de corriente. Hay que aprovechar la sensibilización existente en materias como: conciliación, flexibilidad, corresponsabilidad, diversidad, formación… Todas ellas reman en la misma dirección: la igualdad de oportunidades como medio a la justicia social (nunca como fin).
Muchos en la Fundación Woman’s Week y en otros think tanks como Foro ECOFIN, creemos que los Dircom son los verdaderos agentes del cambio en Igualdad y en Buenas Prácticas dentro de la compañía, pero que nada de ello será posible si no se acompaña de un verdadero respaldo desde la Alta Dirección; es decir, el comité de dirección y la propiedad (el accionista).
El poder del Dircom
El Dircom de las grandes corporaciones tiene un arma más de gran calibre que no podemos olvidar para gestionar el cambio. Hablamos de su capacidad de compra, de la gestión de importantes presupuestos de comunicación, publicidad, márketing, patrocionios y/o eventos.
Tiene cada año la capacidad de inventar y difundir mensajes internos y a la sociedad a través de acciones de comunicación en muy distintos soportes. Puede influir en los mensajes que la compañía trasmite en su comunicación comercial, publicitaria y de marketing. ¿Evalúan en sus mensajes: la Igualdad, la Imagen de la Mujer, etc.? ¿Creen que son respetuosos (en pasivo) o que incluso potencian mensajes de Igualdad (pro activos)?
Dormir tranquilos es responder positivamente a estas preguntas retóricas. Vuelvo a apoyarme en que además no hay riesgo reputacional; ya que remamos a favor de corriente en estos valores que socialmente están consolidados en nuestra conciencia social. El único riesgo, a veces, es defenderlo ante directivos de la vieja guardia que piensan más ‘en la raja de la falda’ (parafraseando al duo musical Estopa) que en el compromiso ético de sus empresas.
La inversión publicitaria y el patrocinio son otro arma con el que ayudar a que los medios construyan espacios respetuosos con la imagen proyectada de la mujer desde los medios, en los espacios de ocio, en los informativos o en los reality show.
Querido Dircom, pregúntese si su empresa patrocinaría una serie de ficción con estereotipos de una mujer retrógrada o mensajes machistas; o si financiaría un reality show que favorezca conductas sexistas o de maltrato. Razone su respuesta.
Y una última reflexión para los Dircom. Hay algunos profesionales y asociaciones (ProCom) que defienden la creación de un código deontológico que ayude no sólo a la lucha con la violencia de género o el sexismo de la información y la publicidad, sino que potencie la proyección de la mujer en todas las actividades de la sociedad promoviendo la Igualdad. Así que planteemos la pregunta hacia sus colegas y hacia sus jefes: ¿qué opinión tiene a este respecto?, ¿qué incluiría y qué no?, ¿tienen algún protocolo o manual de redacción que considere el lenguaje inclusivo?, ¿y un manual de estilo sobre principios respetuosos o proactivos con la Mujer y/o la Diversidad?
En cualquier caso, este artículo plantea reflexiones y un itinerario, un camino que puede ser transitado en una navegación de cabotaje con finales en cada puerto, en cada objetivo, sin la presión de tener que asumir todo, ni de inicio ni como objetivo global. Los caminos tienen que ser transitados con la fuerza muscular de cada organización. El reto es individual. No se trata de asumir un maratón que acabe con la muerte del corredor en la meta. Se trata de objetivos realizables, medibles y asumibles. En esto y en todo en la vida, los retos nos lo marcamos cada individuo, cada organización. Planteen los suyos en clave de Igualdad y en clave de cambiar a las personas, no sólo como trabajador.
Salvador Molina, presidente de la Asociación de Profesionales de la Comunicación (ProCom), vicepresidente de la Fundación Woman’s Week y consejero de Telemadrid (@SalvaMolina_COM)