Liderar el día después de mañana

La película “The Day After Tomorrow” (El día de mañana). de 2004, de Roland Emmerich, tiene un título muy subjetivo, porque representa qué es lo que va a ocurrir el día después de mañana, que es lo que resulta de su traducción literal. Y justamente las investigaciones que un climatólogo hace sobre el calentamiento global, que podría desencadenar un repentino y catastrófico cambio climático de la Tierra, a pesar de las advertencias que este investigador hace a los políticos, llegan demasiado tarde y el filme muestra de manera impactante una serie de anómalos fenómenos climáticos que empiezan a producirse en distintas partes del globo y ponen al planeta al borde de una nueva era glacial.

Creemos que los que han visto la película se están dando cuenta del camino que vamos a seguir en nuestra aportación de hoy para garantizar que sigamos liderando un futuro factible desde organizaciones y gobiernos.

Arthur Koestler (1905-1983) fue un novelista, ensayista, historiador y filósofo húngaro que sostenía que “La principal marca del genio no es la perfección, sino la originalidad, la apertura de nuevas fronteras“. Y no hay mejor apertura para definir un liderazgo que mire por el futuro, como estas características que Koestler señala como la originalidad y apertura de nuevos horizontes. El liderazgo efectivo, en particular el que le exigimos a la clase política y empresarial para que ejerza de manera de que garanticemos una mejor calidad de vida para las generaciones venideras, se trata de esto: romper con los límites y ataduras y buscar siempre el nuevo ángulo de miras. Esa visión única y original que tiene un líder efectivo.

Por ello, en este inicio de nuevo ciclo del Newsletter habitual de los viernes, nos queremos preguntar: ¿está en crisis el futuro de la humanidad?

Lo que sí sabemos es que este futuro enfrenta actualmente desafíos significativos que han llevado a muchos a considerar que estamos en una situación de crisis. Pero una observación: cada vez que escuchamos que la humanidad se encuentra en una profunda crisis, en realidad no estamos poniendo todas las cartas sobre la mesa, ya que la propia evolución de nuestra civilización desde el paleolítico se ha debido a una sucesión encadenada casi imposible de cuantificar de miles de crisis.

Etimológicamente, crisis significa cambio, aunque con la propia evolución del idioma, la semántica como la semiótica, que también han evolucionado, nos vincula más a un problema cuando mencionamos la palabra crisis que a algún proceso de cambio. Y este es un punto de vista importantísimo en el liderazgo efectivo que venimos defendiendo desde esta tribuna: el que hace que la crisis, más allá del problema que esté afectando a la organización, o si se trata de una nación, caso de la pandemia que trajo de cabeza a los líderes políticos mundiales, sea considerada una oportunidad. Y este es un posicionamiento clave, más bien diríamos crítico, a la hora de que el líder tome una posición, lo que indica preparar la acción correspondiente para enfrentar y repeler todo lo que se pueda esa crisis.

Algunos de los principales factores que contribuyen a esta percepción bastante negativa sobre el futuro de nuestras sociedades no tiene que ver con ideologías políticas, sino con realidades que vivimos y también soportamos los ciudadanos del orbe, y contra las cuales hay que ofrecer un liderazgo adaptativo capaz para que las organizaciones, países y ciudadanos puedan tener mejores condiciones de vida. Ellas van desde crisis ambientales y climáticas, pasando por conflictos y tensiones geopolíticas, hasta las guerras declaradas, como son las de Ucrania y Gaza. En cuanto a las transformaciones abruptas que se vienen produciendo en el clima y el medio ambiente, esta mutación climática está alterando rápidamente las condiciones de vida en nuestro planeta, lo que representa uno de los mayores desafíos para la supervivencia y el bienestar de las generaciones futuras.

Este debe seguir siendo uno de los principales desafíos del liderazgo de los líderes políticos mundiales. Tres cuartos de los mismo, para los empresariales también de todas las naciones, especialmente de las grandes corporaciones multinacionales que pueden contribuir de manera positiva o muy negativamente en dicha alteración. Tienen en su mano abrir un camino de esperanza para hacer realidad, por ejemplo, que se reduzca en serio la huella de carbono, o que se hagan esfuerzos por desarrollar tejidos que no consuman tanta agua para confeccionar un metro de tela, etc.

Entre estos retos para la dirigencia mundial, por supuesto que tienen que estar sobre la mesa los desafíos urbanos y demográficos, que son un dato que hay que tener en cuenta, ya que la población mundial sobrepasa los 8.200 millones de habitantes, previéndose que siga creciendo durante la segunda mitad de este siglo. Por tanto, las ciudades absorberán la mayor parte del crecimiento demográfico futuro. Para 2050 se espera que el 70% de la población viva en zonas urbanas.

Esto plantea retos significativos en términos de un liderazgo desde la clase política mundial, especialmente las instituciones supranacionales como es el Banco Mundial, Naciones Unidas, FMI, UNESCO, OIT, OMC, etc., y muy especialmente aquellas instituciones como la Unión Europea que desde su Comisión Ejecutiva tiene la responsabilidad de gobernar un espacio económico-político de 448,4 millones de habitantes.

Este liderazgo exige respuestas en todos los ámbitos:

– reducción de la pobreza y desigualdad.

– gestión de la diversidad cultural.

– mejora de las infraestructuras.

– provisión de servicios básicos.

– incorporación de los avances tecnológicos que mejoren la calidad de vida de los ciudadanos.

Es por ello, que algunos expertos de la talla de Eudald Carbonell Roura (1953), que es prehistoriador y premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica e IGOR PARRA (Santiago de Chile, 1958), que es arqueólogo licenciado en 1984, con Premio Extraordinario Fin de Carrera, en la Universidad de Barcelona; palinólogo licenciado en Evolución de Medios y Organismos, son los que proponen un “optimismo crítico” y la necesidad de desarrollar una “teoría de la evolución social humana” para abordar estos problemas de manera efectiva. Digamos que es imprescindible una visión desde el liderazgo que mire desde una perspectiva balanceada. Porque a pesar de todos los desafíos a los que la humanidad se enfrenta, hay que mantener una visión equilibrada, y esto es responsabilidad de un buen liderazgo político e institucional, así como de los responsables de las acciones de las organizaciones privadas, como también de una mayor concienciación de las personas en el plano individual.

De ninguna manera puede sostenerse que el futuro que tenemos por delante como sociedad esté predeterminado. Porque, en primer lugar, las últimas crisis que hemos vivido desde la Crisis Financiera Internacional de 2008-2009 hasta la Pandemia de 2020-2021, nos ha dejado sin duda un futuro abierto que hay que gestionar. Y la dirigencia mundial y empresarial tiene la capacidad de influir en su propia evolución y destino. Lo cual nos lleva a otra cuestión clave en el liderazgo: la capacidad para cooperar globalmente, implementar soluciones innovadoras y adaptarnos a los cambios venideros.

¿Está el liderazgo actual muy comprometido con el futuro de la sociedad?

Con frecuencia nos formulamos esta pregunta, incluso nos la hacemos de manera inconsciente, aunque no estemos tratando el tema con otra persona, en nuestro fuero interior, es una preocupación constante que se retroalimenta, sencillamente cuando vemos imágenes en un telediario de un bombardeo que en un instante mata a ciento veinte personas, por ejemplo, en un núcleo poblacional con gran proporción de mujeres, niños y ancianos.

A pesar de toda esta marabunta de información negativa que recibimos diariamente, sostenemos, y esta es nuestra responsabilidad desde este Foro, que el liderazgo actual muestra un creciente compromiso con el futuro de la sociedad, aunque aún hay margen de mejora. Y esta percepción no es menor: es la clave de la acción futura. Por ello, habrá que observar con mucho recelo cuáles serán los próximos pasos de líderes políticos y organizacionales en su camino evolutivo hacia un liderazgo más consciente, que implica una mayor conciencia de su impacto en la sociedad y el medio ambiente. Lo que exige un compromiso con la creación de valor a largo plazo.

Que la prioridad son las generaciones futuras a las que le estamos pasando el testigo, lo que exige a los líderes rebajar la gran carga de la hipoteca que ya les estamos dejando. Porque se trata de buscar un equilibrio entre el éxito económico y el bienestar social, lo que exige tener una visión clara, un fuerte compromiso ético y la capacidad de inspirar a otros hacia un futuro más sostenible.

Cuando la sostenibilidad entra a formar parte en la estrategia

Cada vez que se pone el énfasis en la sostenibilidad, nos está garantizando que se sigan incorporando más líderes actuales al concepto de la sostenibilidad como un componente central de su estrategia, que conlleva considerar el impacto ambiental y social de sus decisiones. Que ninguna decisión es gratuita, que cualquier práctica empresarial y/o política tiene un coste medioambiental. Hay que persistir en generar un impacto positivo en la sociedad más allá de los beneficios económicos.

Los líderes tienen que desarrollar nuevas competencias para abordar los desafíos futuros

El modelo de “Liderazgos del futuro” propone evaluar cuatro dimensiones clave:

– Liderazgo digital

– Liderazgo sostenible

– Liderazgo innovador

– Liderazgo resiliente

De estos cuatro liderazgos, el resiliente se ha vuelto cada vez más relevante en el entorno empresarial actual, caracterizado por la volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad. Destacan como sus principales características:

– Adaptabilidad y flexibilidad ante los cambios y desafíos.

– Fortaleza emocional para manejar situaciones de crisis.

– Enfoque en soluciones y aprendizaje continuo.

– Capacidad para inspirar y motivar a los equipos en tiempos difíciles.

– Visión optimista pero realista del futuro.

– Habilidad para gestionar el estrés propio y de los demás.

Sin duda, cuando estas competencias están bien desarrolladas de parte de un líder efectivo, se derivan beneficios que van desde el desarrollo de equipos de alto desempeño, pasando por un mayor compromiso y satisfacción de los empleados, hasta promover la innovación y creatividad.

Cuando se cuenta con un liderazgo efectivo con estas capacidades, se mejora la capacidad organizacional para enfrentar desafíos, que lleva a la creación de una cultura resiliente en toda la organización.

Y las competencias clave, como identificar con precisión las causas de los problemas o también gestionar las propias emociones e impulsos bajo presión, deben ser patrimonio común de líderes efectivos sea en su actuación en ámbitos privados y/o en la política.

Si lo miramos desde este ángulo, o sea, un empleado que está disconforme con su puesto de trabajo, o de un ciudadano que no está satisfecho con unas políticas que ha aplicado el gobierno, este liderazgo que mire hacia el futuro sin complejos, tiene la obligación de explicar los pasos que se están dando, hacia dónde se va y por qué.

Las metas tienen que estar claras, y mantener un optimismo realista, que se pueda explicar y al mismo tiempo comprender empleados como ciudadanos en cada circunstancia, es una manera en que el buen liderazgo sirve a un fin superior: ser la auténtica correa de transmisión, la que conecta la empatía que debe demostrar la dirigencia con la conexión emocional con los demás (empleados y/o ciudadanos), que se dan cuenta de que hay nuevas oportunidades y reglas de juego a que atenerse, pero que como se las han explicado con claridad, entonces se facilitará la capacidad adaptativa.

Los líderes resilientes son capaces de guiar a sus organizaciones y/o las instituciones públicas que dirigen, a pesar del momento de crisis que se esté atravesando, manteniendo el enfoque no solo en que se está abordando el problema y/o reto para dar la mejor solución posible, sino que se están creando simultáneamente nuevas oportunidades para el crecimiento y bienestar. Es evidente, que este tipo de liderazgo requiere de autoconocimiento, práctica continua y la voluntad de aprender de los desafíos. En última instancia, el liderazgo resiliente no solo ayuda a sobrevivir y a recuperase de los golpes en tiempos difíciles, sino que permite transformar las adversidades en oportunidades, lo que conduce a un crecimiento al mismo tiempo que fortalecimiento organizacional.

¿Cómo se mide el impacto del liderazgo en la sociedad

No es cuestión de sacar una regla de cálculo y un compás para medir. Este no es el sentido de la medida que requiere conocer cómo impactamos desde el liderazgo. Lo que pretende es que, como de por sí las transformaciones sociales derivadas de medidas políticas y de las acciones que a diario llevan las empresas, por supuesto también personas y familias, todas ellas en conjunto representan lo que a nivel macro social y macroeconómico son procesos complejos de comprender en todo su alcance y consecuencias de las acciones públicas y privadas tomadas. Por ello, el impacto del liderazgo en la sociedad es como derivada de lo antedicho, también parte de ese proceso que exige interpretar diversos enfoques y metodologías.

Es evidente que cuando queremos hacer una evaluación integral de un proceso de liderazgo, lo que se busca en analizar y medir las habilidades, competencias y estilo de liderazgo de una persona en un rol directivo, así como las consecuencias de las decisiones que ha tomado. Éstas impactan en su personal y en el mercado. Obviamente afectan a personas (consumidores) y por ende, a la sociedad en su conjunto.

Ahora bien, en este proceso de evaluación, nos facilita identificar cuáles han sido las fortalezas que han destacado en ese liderazgo, así como las debilidades. De esta manera se facilita que se diseñen planes de desarrollo personalizados, que en cada organización tendrán que tener en cuenta:

– la evaluación del impacto del liderazgo en los resultados.

– la medición de competencias específicas.

El liderazgo efectivo se puede medir a través de su impacto en diversos aspectos de la organización:

– Cultura organizacional

– Clima laboral

– Productividad

– Satisfacción de los empleados

– Alineación estratégica y reducción de costes

En cuanto a cómo se refleja un liderazgo efectivo, lo vemos en:

– Acciones y decisiones alineadas con los objetivos organizacionales.

– Reducción de costes asociados a rotación de personal y capacitación.

– Disminución del absentismo laboral.

– Mayor fidelización de los trabajadores.

Si al mismo tiempo en que como observadores externos que estamos midiendo el liderazgo y analizando su capacidad en cuanto a cómo se ha reflejado, también nos interesará conocer cuál ha sido su impacto, de ahí que se refiere mucho últimamente la doctrina al liderazgo de impacto.

Este se focaliza en:

– Priorizar la inversión en ámbitos sociales y medioambientales. O sea, una consciencia clara de los desafíos futuros de la sociedad y problemas que ya hemos definido más arriba.

– Promover una cultura comprometida con el desarrollo y la co-creación.

– Impulsar el crecimiento organizacional considerando el medio ambiente, la sociedad y las economías inclusivas.

– Comunicarse de manera auténtica, empática y ética.

– Crear un impacto positivo en la sociedad.

– Fomentar la innovación social y un futuro más sostenible.

¿Cómo puede un líder medir su propio impacto en la organización?

Un líder puede medir su propio impacto en la organización haciendo una autoevaluación honesta y reflexiva de su desempeño, considerando:

– Alineación de sus acciones con los objetivos organizacionales.

– Efectividad en la comunicación y motivación del equipo.

– Capacidad para impulsar cambios y mejoras.

– Feedback de 360 grados.

– Solicitar retroalimentación de múltiples fuentes, subordinados directos, pares, colegas, superiores y también clientes y stakeholders externos.

Esto proporciona una visión más completa del impacto del líder desde diferentes perspectivas. Es la manera en que está capacitado para enfrentar el futuro al que todos temen. Por tanto, podrá considerar métricas de desempeño del equipo que le sirvan para hacer evaluaciones de indicadores clave del equipo que lidera, tales como:

– Productividad y eficiencia.

– Satisfacción y compromiso de los empleados.

– Retención de talento.

– Innovación y mejora continua.

Es obvio que este análisis facilitará cómo han influenciado tales indicadores en los resultados organizacionales, analizando cómo las iniciativas y decisiones del líder han influido en:

– Cumplimiento de objetivos estratégicos.

– Crecimiento y rentabilidad del negocio.

– Mejora de procesos internos.

– Posicionamiento en el mercado.

– Desarrollo de otros líderes.

– Identificar y desarrollar talento dentro de la organización.

– Crear una cultura de liderazgo y empoderamiento.

– Preparar sucesores potenciales.

– Evaluar cómo el líder ha influido en los valores y comportamientos predominantes en la organización.

– El clima laboral y la satisfacción de los empleados.

– La adaptabilidad y resiliencia de la organización frente a cambios.

– Cuál ha sido la contribución a la comunidad y sociedad.

– Iniciativas de responsabilidad social corporativa.

– Contribución a causas importantes para la comunidad.

– Promoción de prácticas éticas y sostenibles.

Cómo puede medir el político el resultado de las políticas que aplica

Para medir el resultado de las políticas que aplica, un político puede utilizar varios métodos y enfoques:

– Indicadores cuantitativos y cualitativos.

– Establecer métricas claras y específicas relacionadas con los objetivos de la política.

– Utilizar indicadores cuantitativos (cifras, estadísticas) y cualitativos (percepciones, opiniones).

– Medir cambios en aspectos como reducción de pobreza, mejora en salud, participación ciudadana, etc.

– Analizar los resultados obtenidos en relación a los objetivos iniciales.

– Evaluar el impacto real y los cambios producidos por la implementación de determinada ley y/ o decreto.

– Considerar resultados esperados e inesperados.

– Recopilación y análisis de datos. Hoy día, las facilidades que la IA proporciona para la gestión de grandes bases de datos y ayudar a la elección de alternativas (decisiones de políticas) que puedan tomarse en el menor tiempo posible para paliar el problema que pretenden resolver.

– Utilizar encuestas, análisis de datos, estudios de caso, comparaciones.

– Recopilar información de diversas fuentes (instituciones, ciudadanos, expertos).

– Realizar un análisis riguroso de los datos obtenidos.

– Hacer una autoevaluación rigurosa no solo de la gestión en cuanto a proceso, sino en cuanto al mínimo de resultados que se esperaba obtener de la aplicación de esa medida.

– Analizar los puntos fuertes y débiles en el proceso de implementación de la política, cuáles han sido los factores que han provocado interrupciones y/o dilaciones injustificadas.

– Hacer una evaluación justa de la asignación de los recursos y si se ha hecho de parte del área pública responsable, de manera eficiente en cuanto al uso, disposición, oportunidad, rendición de cuentas, etc.

– Identificar y prever para futuras acciones respecto a la aplicación de esta medida, de cuáles han sido obstáculos y/o áreas en las que se podría haber mejorado la ejecución.

Un liderazgo de futuro para la política basado en la evidencia

Una política basada en la evidencia, pero, además, que la ciudadanía comprenda lo hecho, las razones y los beneficios para el futuro.

Para ello, siempre hay que fundamentar las decisiones en datos empíricos y análisis rigurosos, haciendo el máximo uso posible de investigaciones y estudios para informar el diseño e implementación de las políticas.

Esto garantiza al ciudadano que los políticos estén haciendo una evaluación continua de su gestión, por lo que se está monitoreando de manera constante los resultados que se van obteniendo de la política aplicada. Es obvio, que de esta manera se pueden corregir estrategias según sean los resultados obtenidos. Esto acelera el proceso de incorporar medidas correctivas cuando sea necesario, haciendo participar a los actores clave de la administración. No menos importante, es involucrar a ciudadanos, expertos y partes interesadas en la evaluación.

Solo desde la consideración de diferentes perspectivas sobre el impacto de las políticas implementadas, se puede garantizar una acción política permanente que sea eficaz.

Lo que coloquialmente se dice que “el futuro es hoy” es una máxima de aplicación práctica en liderazgo. Cuánto mejor preparada esté la clase dirigente a nivel político y empresarial que tiene que tomar el relevo natural generacional, mejor administraremos ese futuro para liderar el día después de mañana. Tan simple como formación y capacitación. Estamos persuadidos que en el ámbito privado contaremos con ello si las organizaciones quieren seguir existiendo en el mercado. No estamos tan seguros que esta preparación finalmente llegue a un ámbito político que en términos globales en todos los países ha estado mostrando signos de agotamiento y falta de saber encontrar caminos alternativos.

 

Artículo coordinado por José Luis Zunni, presidente y CEO del Instituto Europeo Ecofin de Liderazgo (IEEL), director de ecofin.es, vicepresidente de Foro ECOFIN y autor del libro recién publicado ‘El Cubo del Líder’ (Ed. Kolima; disponible a la venta pinchando aquí), en colaboración con Salvador Molina, presidente de Foro ECOFIN y presidente honorario del Instituto Europeo Ecofin de Liderazgo (IEEL) y también autor del libro ‘El Cubo del Líder’; y Antonio Alonso, presidente de la AEEN (Asociación Española de Escuela de Negocios) y vicepresidente segundo de EUPHE (European Union of Private Higher Education).

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