Líder con piel de cocodrilo

¿Cómo tienes la piel? ¿Tu epidermis rezuma autenticidad? Si es así, estás de enhorabuena. La psicología se ha preocupado durante décadas en explicar qué es un “ser auténtico”, pero ha tenido que ser la psicología social aplicada a las organizaciones, la que ha diseccionado esta cualidad y analizado cómo encaja en las relaciones interpersonales. Y es que el líder auténtico lleva impresa en su piel la verdad de su vida. Como en realidad la lleva un cocodrilo africano del Nilo, cuya piel es lo que más le distingue del resto de especies.

Sin duda, la autenticidad es nuestra marca de piel al nacer, la que no miente, de la que no existen dos impresiones iguales en el mundo. ¿Somos cocodrilos? La piel de cocodrilo es una de las pieles exóticas más buscadas en el mercado, proporciona sofisticación y elegancia, un tipo de piel que sin duda se distingue del resto, dando ese aire de exclusividad que tanto nos fascina.

En cambio, en los seres humanos, la autenticidad hay que descubrirla o mostrarla, por ello la expresión de que “se lleva a flor de piel”, porque de las acciones y actitudes de las personas, surge nuestra metáfora humana que es como si marcásemos en nuestra epidermis las formas inconfundibles de un cocodrilo.

Aguantar los envites y resistir con la piel de cocodrilo

En una ocasión un profesor de Administrative Behavior (comportamiento organizativo) de una importante universidad estadounidense, se dirigió a sus alumnos y les explicó sobre qué era lo mejor que los líderes podían ofrecer, tanto a las organizaciones como a su personal, utilizando para ello un relato que resultó ser una experiencia muy personal del académico. Fue testigo de cómo un empleado de la división comercial de una gran corporación de la industria alimenticia, tuvo que aguantar media hora de bronca de su manager, a tal punto que en un momento determinado parecía que iba a llorar por la angustia y nerviosismo contenidos.

En confesión del empleado a este testigo (que resultó ser el profesor), le dijo que en todo momento la imagen que tenía delante era la del cartel exit de salida que obligatoriamente señalan todos los grandes espacios en los que se trabaja y pasan muchas personas. Este empleado -valga la metáfora- estaba convencido que dado lo que había sucedido, el exit de la empresa era su única salida real de la situación en la que se encontraba. Pero finalmente tal extremo no se produjo y la relación un poco intempestiva entre manager y empleado, continuó mucho tiempo más aún.

Lo que le explicaba este empleado al profesor, es que estaba persiguiendo un objetivo arbitrariamente fijado por su jefe inmediato que no tenía ninguna posibilidad de lograr a menos que se produjera un hecho milagroso (según sus palabras). Derivada de este relato aparece entonces la parte didáctica: lo que venía a decir el profesor es que cualquiera que haya estado en un puesto de ventas, sea en función de resultados o bajo alguna combinación de salario fijo, comisiones y otros emolumentos, lo que imperiosamente necesita es crear en su mente una relación cierta y cuánto más precisa mejor, entre cuáles son los objetivos orientados a resultados que no tienen un claro propósito, y menos aún de la visión o misión que están detrás de ellos. O sea: el empleado se encontraba en un auténtico limbo de relación contractual porque así lo había determinado su jefe.

Un claro despropósito de lo que significa crear y consolidar equipos de trabajo. Menos aún pensar en alto rendimiento, cuando toda posibilidad de motivación quedaba en este caso subsumida por la falta de dirección y un toque de atención no justificado porque no existían definiciones sobre qué hacer, cómo hacerlo y cuándo hacerlo.

¿Qué defecto evidente tenía este jefe?

Era tan clara la falta de autenticidad que le caracterizaba, que tenía que recurrir a este tipo de artes para justificar su puesto aún a riesgo de machacar y comprometer la carrera de su subordinado. Pero esto no debe llamar la atención de ninguno de los que hace años venimos conviviendo en y por organizaciones, porque a lo largo de nuestras vidas como consultores hemos visto muchos jefes que aún seguían viviendo en un mundo en el que prevalecía la sentencia “haz lo que digo y no hagas preguntas”.

Y esto presenta un problema añadido a la incompetencia natural de esa tipología de jefe: que cuando no se cumplen con las expectativas del que tiene el mando, por más irreales que sean, es el jefe que, con tal de dar estimaciones victoriosas a la dirección, descargará las culpas en esta u otras personas, justificando tales actitudes, como déficit de capacitación y/o formación, o que simplemente dicha persona no reúne las características mínimas necesarias para el puesto. Y así pasará otro empleado en reemplazo del que es expulsado, sea a otra sección de la empresa o directamente a la calle.

Steve Jobs en una ocasión afirmó que “la única forma de estar realmente satisfecho es hacer aquello que crees es un buen trabajo”. De ahí que la responsabilidad de los líderes efectivos es comunicar al equipo cuáles son los fines (de manera clara), pero además explicitar en toda su extensión que existe un propósito tanto para los miembros del equipo en general como a nivel individual.

Desde ya que el propósito es el mismo y extensible a toda la organización. Esta simple consideración hará despertar a las personas en cuanto a motivaciones e inquietudes. Pensarán lo afortunados que son en estar trabajando en y para determinado equipo. En abrazase sin ningún tipo de renunciamiento al proyecto que tienen entre manos. A afianzar su compromiso con el resto de los miembros (espíritu de cohesión y colaborativo) y de facilitar un canal de comunicación con la dirección, mucho más abierto en aras de que los compromisos desde arriba lleguen con la misma celeridad que los del personal en su afán de darlo todo a equipo y empresa.

Sin un propósito, no hay realmente ninguna razón para que un equipo siga al líder

Y sin un líder que evidencie una personalidad auténtica, tampoco habrá razones para confiar y seguir su liderazgo. Cuando se establecen los planes, se determinan los mecanismos (asignación de recursos) para que dicha planificación pueda ser implementada. Pero el plan es mirar cómo serán los elementos que entran en juego hoy en las acciones que se implementarán en un futuro, por ejemplo, a seis meses. O sea, la planificación requiere tener una visión clara del entorno. Esta visión condiciona entonces una de las partes sustanciales del liderazgo: la misión.

La importancia de los por qué

Una misión es simplemente lo que se hace, para quién se hace y por qué se hace. De las tres cuestiones el por qué es clave. Sin la explicación de por qué no hay motivación ni compromiso. El ser auténtico, más cuando se ejerce como líder, es preocuparse mucho más por los “por qué”, que los “cómo” y los “cuándo”. Es que conocer la razón de una acción, aproximarse lo más posible a la verdad que hay detrás de una planificación, es fortificar el espíritu de autenticidad en jefes y personal. Esto requiere que se diga en un lenguaje muy sencillo, manteniendo bien focalizadas las actividades concretas que tienen que realizar personas y equipos. Lo auténtico se manifiesta en un hecho o en una acción, pero no puede haber dudas ni titubeos.

El liderazgo implica la visión, porque sin ella no sabemos dónde estamos llevando a las personas que hay que dirigir. Si los líderes no pueden comunicar de manera efectiva cuál es la dirección que se está tomando, no pueden exigir al personal que se sume al proyecto o a esta misión que se le ha encomendado.

La autenticidad se contagia

Su autenticidad forzará a que los demás también quieran ser auténticos. Esta cualidad se contagia porque se comprenden inmediatamente los beneficios de su aplicación. Se convierte en un principio de actuación. Pero, es más: forma parte definitiva de los valores de la organización, las personas y sus líderes (o su líder). Conforma la propia cultura organizacional.

Con demasiada frecuencia las personas tienen claro qué es lo que se espera de ellos y cómo van a ser responsables. Entonces, el profesor al que referíamos más arriba, una vez explicado todo esto a sus alumnos, les propuso que le plantearan dudas de todo aquello que no tenían muy claro. Y surgieron varias preguntas y la primera fue ¿qué es lo que aconseja para la buena relación jefe-empleado? La respuesta fue contundente, afirmando que “la mejor conversación líder-empleado que he oído era algo muy simple: un jefe de sección le dijo a un empleado de reemplazo cuáles eran las expectativas que tenía de él, pero al mismo tiempo le hizo saber cuáles eran sus puntos débiles y fuertes como jefe, al menos los que consideraba importantes”.

Un compromiso en cuanto a las limitaciones

La moraleja para el profesor, era que establecer de entrada esta relación es comprometerse a mantener una disciplina y conocer mejor las limitaciones de cada una de las partes: la que supervisa y ordena tareas y la que recibe órdenes y ejecuta. En caso de que alguno de los dos no cumpla, es evidente que alterará la relación y en parte la eficacia de las tareas realizadas. Porque la palabra que no se cumple, la promesa dada que no se lleva a rajatabla, resquiebra la confianza e inhibe la vocación de darlo todo. Se pierde el “ser auténtico”.

La otra pregunta que le hicieron a continuación fue ¿es la autenticidad la más importante de las cualidades de un líder? Entonces el profesor comentó que la autenticidad es una de esas cualidades de liderazgo en la que todos podemos creer. Al mismo tiempo, se caracteriza por ser una de las que más destaca de los líderes efectivos. Insistía en que las definiciones pueden variar, pero todos estamos de acuerdo en que la autenticidad es absolutamente esencial para el que pretenda ser un buen líder.

Aclaremos (los alumnos atendían con un gran silencio) que ser auténtico es ser verdadero. Pero la autenticidad tiene otra lectura en las relaciones interpersonales entre líder, equipos y personas: cualquiera que se sienta que es auténtico tiende con frecuencia a compartir información, que en algunas circunstancias puede comprometer a la empresa y a las propias relaciones entre las personas. “Me imagino que quieren saber ¿por qué? señala el profesor. ¿Por qué se da esta situación? Porque con el objetivo de ser eminentemente auténticos nos lleva a filtrar menos, tanto los datos como la información que se gestiona”.

Entonces les explica que el líder efectivo tendrá que equilibrar entre esta liberación de información para que se tenga acceso, con la circunstancia que determinado uso de aquella pueda hacer al líder o incluso a la empresa, vulnerables. Gestionar el nivel de vulnerabilidad a que se puede someter el liderazgo y la organización es parte de la responsabilidad del líder, que, sin necesidad de ocultar información, puede gestionarla de manera tal de que no afecte la verdad de lo que se quiere transmitir, aunque probablemente sí se altere la oportunidad. Que traducido al castellano significa, tener la prudencia de lo que se informa y cuándo se hace.

Artículo coordinado por José Luis Zunni, presidente y CEO del Instituto Europeo Ecofin de Liderazgo (IEEL), director de ecofin.es, vicepresidente de Foro ECOFIN y autor del libro recién publicado ‘El Cubo del Líder’ (Ed. Kolima; disponible a la venta pinchando aquí), en colaboración con Salvador Molina, presidente de Foro ECOFIN y presidente honorario del Instituto Europeo Ecofin de Liderazgo (IEEL) y también autor del libro ‘El Cubo del Líder’.

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