Liderar desde la virtud

Transitamos tiempos en los que escasean valores y principios. Entre ellos, y apelando a pensamientos destacados a modo de introducción, tenemos que “la gratitud no es solo la mayor de las virtudes, sino el padre de todas las demás” (Cicerón 106–43 a. C.); no menos impactante cuando recordamos que “una persona noble es consciente y está agradecida por los favores que recibe de los demás (Buda); o más recientemente que “la gratitud es una emoción que siente la mayoría de las personas frecuente y fuertemente”. (McCullough, 2002).

Cuando reflexionamos sobre la gratitud, siempre nos aflora la pregunta de si realmente es una virtud. En la actualidad hay una marcada tendencia a hablar mucho de gratitud, justamente tomando el pasaje de Cicerón en referencia a que es además de una virtud, el padre de todas ellas.

También existe un debate en términos de ética de la virtud, o al menos lo que podríamos llamar “moralidad de la virtud”. También existe una corriente de opinión que persigue solo focalizar los efectos positivos de la gratitud en la vida, la actitud e incluso la salud física de la persona agradecida. Quizás esta forma de pensar es más próxima a los defensores del arrepentimiento y el perdón, de manera de que la virtud para nosotros debe incluir el agradecimiento, aunque en sí mismo éste es una consecuencia, una derivada de la virtud.

La cuestión es hasta qué punto debemos extender la acción del agradecimiento como parte de la virtud, lo que nos lleva a la pregunta de si es la gratitud principalmente un sentimiento. Lo que habitualmente una persona que quiere expresar gratitud a otra por un gesto de ésta hacia la primera, no deja de ser un sentimiento de sentirse agradecido, lo cual es comprensible, ya que algún tipo de respuesta afectiva y emocionalmente resonante a menudo forma un componente para estar agradecido o expresar gratitud. Y más allá de la extensión de la misma o las corrientes de opinión, creemos que de la manera en que estamos describiendo al agradecimiento, pocas dudas caben que es una virtud en sí misma. También es cierto, que, en algunos casos, haya cierta confusión entre simplemente sentirse aliviado, estar gratamente sorprendido, la satisfacción de obtener lo que uno desea y realmente sentir gratitud hacia alguien, un benefactor o un salvador, por ejemplo.

Si partimos de la consideración que la gratitud es realmente una virtud, una especie de rasgo de carácter positivo, adquirido a través de los buenos hábitos y las elecciones inteligentes que hagamos, no parece que tenga mucho sentido practicar con la gratitud el reduccionismo dejándola como un simple sentimiento. De ahí que podemos preguntarnos ¿por qué no el agradecimiento es una virtud que se relaciona simplemente con una emoción o un sentimiento? Claro que sí.

Cada año se invierten millones de euros en la formación y capacitación de nuevos líderes en las organizaciones. Esto es un dato de la realidad. También es cierto que si buscamos el término liderazgo en Google vamos a encontrar más de cien millones de entradas. ¿Pero esto significa que tengamos mejores líderes? ¿O esto implica quizás que lo que proponemos en nuestra aportación de hoy aflore más virtud por doquier en el liderazgo empresarial y también el político? Pues va a parecer que no.

Si bien somos grandes defensores de la necesidad de alto nivel de formación y capacitación para una nueva clase de dirigentes en todos los ámbitos de la sociedad, asistiendo a programas de capacitación o tomar cursos en línea para aprender intelectualmente las muchas habilidades de liderazgo que son imprescindibles para dirigir personas, cada vez que un nuevo líder se hace cargo de su puesto de responsabilidad, se tiene que concienciar del impacto que tiene en los demás y el poder para influir en el cambio, y de cómo lo haga, qué metodología utilice, qué habilidades blandas demuestre tener, será la calificación que finalmente se haga de él, o sea, si se ha convertido realmente en un líder efectivo.

La realidad es que lideramos en virtud de lo que somos. Y de la virtud que demostremos lideraremos mejor. No es un galimatías, sino una evidencia clarísima del liderazgo efectivo.

Los líderes transformacionales no solo conocen las habilidades y los atributos de los líderes, sino que los encarnan. No llegan a su posición de liderazgo por la fuerza, sino a través de un proceso de reflexión continua, indagación personal y demostración de virtudes, no en el papel, sino en los hechos y en día a día.

Todo proceso de liderazgo efectivo parte esencialmente de la actitud y la conducta del líder, independientemente de su preparación técnica más o menos elevada que se le supone debe tener. Porque todo liderazgo comienza con el auto-liderazgo. No podemos esperar influir y crear un cambio en el mundo que nos rodea, hasta que hayamos asumido el arduo trabajo de crear un cambio en el mundo dentro de nosotros. Conocernos a nosotros mismos es vital para poder controlar e influir en el entorno en que nuestra organización y nuestras acciones ocurren. Los líderes efectivos tienen la capacidad de estar dispuestos a embarcarse en el viaje interior del autoconocimiento. En esa mirada introspectiva que hace que ese líder sea auténtico, aunque por ello pueda ser más vulnerable, lo que en definitiva lo hace más humano.

Entonces, será la virtud la que actuará en su consciencia para que no se convierta en una persona complaciente cuando todos los indicadores de su liderazgo le dan nota buena en cuanto a los éxitos externos obtenidos en el mercado, los internos en cuanto a las relaciones con el personal, así como su alto nivel de estatus y de influencia, o sea, empezar a sentir que tiene una posición y poder privilegiados en la organización. Justamente la virtud actúa como una especie de interruptor de energía, en este caso, de ese exceso de energía que pueda llevar a una sobreestimación tanto de sus acciones como de su persona. O sea, cuando esto ocurre, la virtud entre en cortocircuito. En cambio, los líderes de éxito han mantenido una corriente continua hacia y desde la virtud, a fin de no perderse en los indicadores de éxito que malogran antes o después las acciones futuras por exceso de confianza, o por creer que se pueden atender las cosas del futuro con los remedios aplicados en el pasado.

Lo que hay que saber es que no todo líder tiene lo que se necesita para convertirse en un CEO. No es frecuente encontrar personas en puestos de responsabilidad por los que hayan aspirado a posiciones para los que no tenían una disposición natural para ejercer ese cargo. Por la simple razón, que en estos niveles de liderazgo se requiere de la virtud de la autenticidad, y en cuanto se conocen los primeros pasos de un nuevo líder ya se le está categorizando respecto a si estaba llamado a liderar desde esa posición o es un puesto forzado, sea por las circunstancias o porque ha habido una sobrevaloración sobre el que sería su desempeño.

Pero eso no significa que todos no podamos, a nuestra manera, convertirnos en los mejores filtros para afrontar el cambio en nuestro trabajo. Habrá una minoría de elegidos que sí podrán hacerlo, o sea, demostrar que la autoridad que tienen es auténtica, porque emana de su propia virtud en el ejercicio del liderazgo.

A medida que las organizaciones actuales se vuelvan cada vez más planas y las trayectorias profesionales tradicionales se conviertan en cosa del pasado, las oportunidades de liderazgo surgirán cada vez más desde cero, en lugar de por decreto de arriba hacia abajo. Al encontrar tu propia marca de coraje, ayudas a otros a encontrar la suya.

José Luis Zunni. Director de ECOFIN Business School y coordinador de ECOFIN Management & Leadership. Director del Centro de Liderazgo de la EEN (Escuela Europea de Negocios) y coordinador académico de la Red e Latam del grupo media-tics.com. Miembro de la Junta Directiva de Governance2014. Conferenciante. Ponente de Seminarios de Liderazgo y Management de la EEN y coordinador del FORO DE MANAGEMENT Y NUEVA ECONOMÍA DE LA EEN. Autor de ‘Inteligencia Emocional para la Gestión. Un nuevo liderazgo empresarial’, coautor de ‘Liderar es sencillo. Management & Liderazgo’ y coautor con Ximo Salas de ‘Leader’s time (Tiempo del líder)’.

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