Entre la debacle y el fin de ciclo, siempre los políticos tienen una justificación tras resultados electorales tan contundentes como los de las recientes elecciones en Andalucía.
El voto es libre. El voto es ciudadano. Se puede influir, pero nunca imponer. Es de primero de Ciencias Políticas. Pero hay que ver lo que cuesta que los líderes de las formaciones políticas acepten que no tienen la propiedad sobre las papeletas. La escucha es una verdad a veces ausente de las cúpulas de los grupos políticos.
El reto está ahí. Probablemente, escucharíamos menos disparates en declaraciones públicas si hubiera mejor formación en la clase política.
La ciudadanía se ha acostumbrado en casi todos los países al ‘todo vale’. Y no hay aprendizajes previos, sino en el ejercicio de cargos públicos electos. Parece que asumir tareas políticas de gran responsabilidad no exige experiencia previa, que sería lo lógico. Pero es que, además, se convierte en una práctica usual y complicada, consecuencia de la cual la sufren como siempre los ciudadanos.
Es que ese político que de repente se encuentra en una posición de poder y sostenido por un presupuesto que gestiona de miles de millones de euros, teniendo a disposición miles de empleados que forman parte de una estructura también complicada y eminentemente burocrática, que abarca temáticas desde la seguridad social, la economía, la industria, el transporte, la educación, la cultura, la tecnología, etc., termina convirtiéndose en una presión difícil de llevar por la gran diversidad temática (a veces inabarcable) que deben atender con los equipos humanos de que dispone.
A algunos políticos (no son pocos) les cuesta comprender la importancia de manejarse con criterios estrictos del Management profesional, porque creen que su proyecto político difiere de lo que puede ser un Business Plan de una corporación privada, pero justamente cuando en la mente de ese político tiene este pensamiento, es el inicio de todos los problemas a los que va a enfrentarse, pero sin las herramientas necesarias que el buen hacer del Management y liderazgo exigen.
Los que aplauden, pero no critican
En el momento en el cual los que forman parte de un equipo están más por las loas y aplausos que, por la crítica, es el inicio de todo proceso de mediocridad, y esto es válido para ámbitos públicos y privados. Jamás debe alejarse el pensamiento crítico, el debate, y la reflexión dentro del propio núcleo duro, porque lo que se tiene que hacer es tomar buenas decisiones, no azucaradas ni acomodadas.
Los que siempre quieren darle al máximo responsable de un gobierno, sea el propio presidente o un ministro, las recetas para tratar determinado asunto, pero, además, quiere cada uno de ellos ser el escuchado, o sea, el consejero preferido, al que se le sigue y hace caso. Porque esto les da la sensación de poder, y como propia naturaleza humana, se enfrentarán o incluso boicotearán a aquellas otras personas que con buenas ideas y aportaciones para lo que se está debatiendo y puesto sobre la mesa, porque les preocupa que les puedan hacer sombra. O sea, una caza de brujas.
Y cuando esto sucede, el listón de exigencia va bajando y se entra en el círculo de la mediocridad, aunque ese presidente o ministro sea brillante en su profesión, pero en el ejercicio de su liderazgo lo está convirtiendo en algo mediocre porque se ha dejado invadir por esas personas que no están a la altura.
Y esta tipología de personalidad es muy tóxica, porque por dar un reconocimiento a una persona que ha trabajado mucho en la campaña y se ha querido premiar, finalmente se va creando sin que el auténtico líder político se dé cuenta (con frecuencia es lo que ocurre) una corriente de opinión por la cual se están tomando decisiones desde un atalaya que no necesariamente es el reflejo de la ciudadanía. Eso que se dice que los políticos están ahí arriba en el cielo y tienen que ser más terrenales.
Cuando el líder político por más poder que tenga se mete en un proceso de aislamiento de la realidad, que le importa lo que dicen los medios y las páginas y minutos que dedican a su gobierno, acciones y especialmente a su persona, se empieza a creer que se es el centro del mundo. El ego crece y hace perder el sentido de realidad. Se percibe un entorno diferente al que realmente es. Creerse que se tiene un mandato popular y que es lo que el pueblo quiere. Ver lo que se quiere ver y no lo que realmente es.
Estamos acostumbrados a las luchas tribales desde el paleolítico, pero parece que no han cesado cuando los que se enfrentan en el presente son partidos políticos cada cual, con su ideología y verdad. Pero finalmente poco queda tanto de una como en otra respecto a las reales necesidades de los ciudadanos: el trabajo, sus familias, la carestía de la vida, el desempleo, el coste del alquiler, los estudios de los hijos, etc.
Cada persona vota creyendo que determinado candidato es el que va a solucionar sus problemas, pero vivir fuera de la realidad con el síndrome de que todo lo que hace este gobierno lo hace bien, sin tener en cuenta el termómetro de la calle, es perder sentido del tamaño de esa realidad. ¡Porque claro que tiene una dimensión y es medible!
De ahí la importancia de contar con equipos con personalidad y formación. Que les mueva el espíritu de crítica y saber diferenciar sin paliativos lo que está bien de lo que no. No es lo que le conviene al gobierno, sino lo que le conviene al ciudadano. Y esto que parece tan sencillo, se olvida cuando se está rodeado de aplaudidores.
El liderazgo y el Management político no trata de autoridad y obediencia, sino de persuasión y convicción. Hay que hacer creer a las personas en la visión del líder, para lo cual hay que transmitirla y enseñar por qué.
Por eso, los equipos deben ser los primeros en creer y compartir la visión del líder. Es más, en muchos momentos, cuando hay que hacer ajustes y tener en cuenta la innovación tecnológica que todo lo afecta, puede que, la visión de algunas personas del equipo, ayuden a que la visión general y conjunta de líder y seguidores se corrija, porque se habrá mejorado la que se tenía. Se ha actualizado. No se ha caído en la tentación de dibujarla o manipularla a gusto del líder. Cuando esto sucede, la mediocridad impera y la garantía de finiquito de ese gobierno queda puesto en una etiqueta como si de una rebaja de precios de tratase.
Además, los equipos pueden y mejor deben, también estar integrados por personas independientes al partido, pero de las que se le supone una gran formación y experiencia profesional en el sector privado, o en el caso de que hayan ejercido solo en el ámbito público, ver si realmente la trayectoria acreditada es garantía suficiente para escalar en el poder.
El liderazgo político es una cuestión muy seria y complicada. Porque requiere que el líder no solo posea la dimensión política, sino la operativa. La de “bajar la visión al terreno de juego”. Y por supuesto, un equipo de gobierno que actúe como en una organización privada, es decir, con criterios de exigencia de rentabilidad en las acciones. No como se dijo en más de una ocasión que el dinero público no es de nadie.
Los gobiernos requieren que, se sienta que de parte de todo el equipo existe un apoyo fuerte y estructurado, de manera que se determinen con claridad las políticas (diferentes medidas que haya que ir tomando) que señalen sin dubitaciones cuál es la estrategia y que se diga sin temor a avergonzarse que existe una titularidad (propiedad) de dichas políticas, aunque no sean populares. Pero para ello hay que explicarlo al ciudadano.
El gobierno en pleno tiene que alinearse en función de unos objetivos que requieren diversas estrategias, y que, para implementar las acciones, hay que planificar, organizar, asignar recursos, coordinar, controlar y también al igual que en las organizaciones privadas, hacer un proceso de Feed-back (retroalimentación del sistema). Esta cuestión de la corrección y/o ajuste sobre acciones ya implementadas es la esencia del buen Management y la exigencia de los líderes efectivos a su personal. En el ámbito de la política, pareciera que el proceso de revisión no es un deporte nacional, menos aún lo es la autocrítica.
Cuando están bien claras estas bases y se comparten entre los miembros de un gobierno, especialmente los equipos que entran en juego de uno o más ministerios en algunas de las políticas a implementar, se está garantizando la orientación política general, además de proporcionar orientación temática estratégica y decisiones sobre acciones. Es que se está participando en la elaboración de los planes estratégicos y por supuesto, en su ejecución.
Es labor de dichos equipos recordar a los máximos responsables de cada área cuáles están siendo las urgencias y cuáles siguen siendo las prioridades. Porque sin duda deberán formar parte del mensaje (la comunicación política) a través de los canales adecuados. Pero no pude avanzar ningún sistema democrático moderno hacia un estadio de confianza ciudadana y tranquilidad que a la ciudadanía le merece un gobierno, si no hay comunicación transparente, oportuna y también pedagógica sobre algunas cuestiones que requieren explicación.
¿Qué es el estilo de liderazgo político?
Un estilo de liderazgo es el método de un líder para proporcionar dirección, implementar planes y motivar a las personas. En la doctrina del liderazgo político, son varios los autores que proponen identificar los diversos estilos de liderazgo que diferentes líderes, tanto a nivel nacional como internacional, están ejerciendo tanto en el ámbito empresarial como en el público, que es terrero de los políticos, aunque no debiera estar ajeno a cómo se cuecen las políticas en el ámbito privado.
¿Cuál es el significado de los líderes políticos?
Un político es una persona activa en la política partidaria, o una persona que ocupa un cargo de responsabilidad en el ámbito público. También puede que sea un funcionario que está buscando formar parte del equipo del partido en el poder, ascendiendo posiciones que de otra manera no hubiese logrado, como, por ejemplo, lograr un cargo electo por designación directa del partido, es decir, nombramiento de un asesor de ministerio, o de un ayuntamiento o de una comunidad autónoma.
En esencia, el poder político proviene de la capacidad de comprender lo que otras personas necesitan y también desean, o dar respuesta a reclamos de la ciudadanía sobre una cuestión que afecta a determinado colectivo y un largo etcétera, de cuestiones que rigen la vida diaria de los países.
Los políticos tienen que comprenden muy bien cuáles son los problemas, pero muy especialmente, qué se puede hacer para resolverlos. No menos importante, se solucionen antes o después las cuestiones planteadas, o no se resuelvan en absoluto, los políticos tienen que saber utilizar esa comprensión para influir en el comportamiento ciudadano, o sea, que haya menos contestación social ante un problema social que ya se han iniciado las acciones para resolverlo, por ejemplo, la disparada de precios por la energía, o bajar ese nivel de crispación en la ciudadanía explicando con lujo de detalles los comportamientos de los precios que están sucediéndose en el presente y cómo van a seguir comportándose en pocos días adelante. O sea, transmitir serenidad y confianza.
¿Se puede enseñar el liderazgo político?
Sin duda se puede aprender mucho sobre el liderazgo político, pero como sucede en general en la materia de liderazgo, lo que más influye es la manera cómo lidera una persona, su experiencia y estar acostumbrado a haber gestionado empresas y obtenido resultados, lo que le habrá supuesto liderar equipos de trabajo y cumplir con planes y presupuestos, para dar cuentas a los accionistas y/o propietarios.
Las cuentas en el ámbito de la política se revisan cada cuatro años, al menos así es en casi todos los países del mundo desarrollado, que provoca sencillamente que el examen de las urnas, refrenden o no la acción política de esa legislatura que ha acabado.
Pero la política como ciencia también puede estudiarse como se estudian las ciencias empresariales. Otra cuestión es, la capacidad de un líder y especialmente su visión, sea en lo privado o en lo público. Lo que sí es cierto, es que en el campo académico se ha crecido mucho a lo largo del último cuarto del siglo pasado y lo que va del XXI, por el cual tenemos alguna evidencia limitada de que la capacitación y el crecimiento, así como el desarrollo personal y profesional del líder político, no solo es factible, sino que pueden lograrse resultados positivos para los comportamientos de liderazgo en el ámbito público.
¿Qué hace a un buen líder de gobierno?
El liderazgo político requiere que un líder se focalice no solo en las medidas de corto plazo, sino muy especialmente, en cuáles deben ser las de medio y largo para su país. Y esto tiene que estar por encima de los intereses partidarios, cuestión que, al día de hoy, no hay ningún partido que se salve a escala mundial.
Un liderazgo político fuerte requiere una buena dosis de integridad y honestidad, además de proximidad y esa chispa especial que le hace a un líder político merecedor de esa expresión que dice “llega a los ciudadanos”. Capacidad de ponerse en el lugar de los que tienen un sufrimiento, o necesidades o exigencias. Pero no podrá hacerlo sin humildad y aquella integridad referida. Cuando su liderazgo une ambos atributos, es lo que conocemos por carisma y que decimos de tal líder que es muy carismático.
Siempre tiene que pensar en términos de mayorías, porque lidera ciudadanos desde el poder, no 5.000 personas de una corporación. Aunque los principios de liderazgo son los mismos, las magnitudes naturalmente difieren.
Contar con un plan de carrera política
Casi siempre se asocia la carrera política como el ascenso en la estructura jerárquica del poder, y unas pocas de ellas abrigando el sueño final de ocupar el poder ejecutivo del gobierno de ese país.
Lo que ocurre es que cuando un político que llega efectivamente a las primeras posiciones, por ejemplo, ministro o incluso vicepresidente del gobierno, no sabe exactamente cuál va a ser su próxima posición en la jerarquía del poder. Puede que este gobierno esté más en salida que en permanencia. A lo mejor, por más posición privilegiada que esa persona ostente en ese momento, no tiene a ciencia cierta la certeza de que vaya a ocupar en seis meses por delante un cargo similar porque ya es consciente que se viene un cambio.
La cuestión es si esa persona en dicha posición requiere o no una estrategia sostenible para hacer una contribución significativa tanto para sí como para la sociedad a la que representa. Esto se explica con algunos presidentes que, siendo aún jóvenes en otros países, terminan su mandato y se enfrentan al vacío de no saber qué más hacer, sin dejar de olvidar a aquellos que no tienen ya la juventud, sino muchos años en la política pero que no se quieren retirar porque están acostumbrados a estar siempre o teniendo el poder o compartiéndolo o participando de él, aunque no estén en el gobierno.
Un factor común que se da en los que se retiran del poder es la psicología individual de estas personas que sienten y sufren la pérdida de poder después de haber ocupado puestos importantes y ni hablar, cuando han sido primeras posiciones en el estamento público. A veces se sienten muy afligidos debido a una cuestión no solo de adrenalina faltante que es la que sobra cuando se están tomando decisiones a diario, sino que están viendo que les ha sobrevenido otro elemento a tener en consideración, cuál es ver cómo va a ser su vida de ahora en más en términos de sostenibilidad económica. Existe un claro riesgo de depresión, sobre todo si esa persona no trabaja sobre sí misma ni recibe el apoyo adecuado.
Cuando el líder que llega a lo más alto, tanto en el ámbito público como el privado, sí ha hecho un ejercicio intelectual de pensar su carrera de liderazgo de una manera diferente a la clásica ascensión en la escalera del poder, le ayudará a visualizar la importancia de tener una estrategia inquebrantable. También se preocupará de cuidarse más y de mantener la perspectiva de su vida (encontrar su propósito) para no ir a ciegas a una carrera sin saber los próximos pasos, o para no volverse dependiente de estructuras que terminen aplastando su entusiasmo, dejándolo con la duda de por qué ha terminado haciendo lo que hace.
También tener ese plan de carrera facilita de cara al futuro, pensar en una diversidad de experiencias y objetivos, las cuales algunas de ellas le permitirán seguir disfrutando de un mayor desarrollo personal y otras no necesariamente le depararán éxitos, pero deberá estar preparado para asumirlos y gestionarlos.
Las nuevas generaciones y su formación
Venimos defendiendo durante una década desde esta tribuna que hay que hacer un esfuerzo por formar a los líderes de mañana, pero muy especialmente, a los que lo son hoy, y que están en puestos de alta responsabilidad, deben coadyuvar al necesario proceso de aprendizaje y experimentación que necesita una nueva generación de líderes.
Los tiempos actuales nos muestran cómo se abren y cierran ciclos que antes duraban años, a veces décadas, en lapsos cada vez más cortos. Que las decisiones y el proceso decisorio como herramienta vital del Management y el liderazgo, está integrado actualmente por elementos que ni siquiera eran considerados hace diez años en los ambientes empresariales, aunque sí se hacía en los académicos.
Es el caso de la sostenibilidad o el del liderazgo integrador o el liderazgo transformacional. Por eso, los líderes que están ejerciendo su liderazgo, la sociedad en general les requiere que también sean una guía para dirigir a estas nuevas generaciones. De ahí, que cuando se cuenta con ese plan de carrera, una vez finalizada la acción política, puede perfectamente venir la acción docente y de coaching político. Porque es en las personas con experiencia donde podemos encontrar futuros entrenadores de líderes emergentes, asegurando así el relevo intergeneracional que hoy nos falta.
Si bien los propios partidos políticos deberían cubrir entre otras funciones, la de ir formando a sus nuevos líderes, no estaría de más instar a las instituciones públicas que se conviertan en facilitadores para la formación y aprendizaje de nuevos valores que requiere el ejercicio serio y responsable de la política.
Cuando desde este Foro venimos hablando día tras día sobre un liderazgo más humano, más colaborativo, conectado indubitablemente con las emociones y los sentimientos de las personas para que sea no solo un camino para empresas más sensibles al factor humano, sino que también sean más eficientes, pero no a costa de la pérdida de nivel de satisfacción de las personas, entra también de lleno el liderazgo político. Más sensibilidad por el otro, aunque este otro sean millones de ciudadanos.
Para que el liderazgo sea más efectivo en el ámbito público, hay que diseñar y crear estructuras profesionales dedicadas a capacitar, apoyar y cuidar a los líderes políticos. Visto con las exigencias que aplicamos al liderazgo convencional que tradicionalmente hemos dedicado a las organizaciones privadas, la sociedad actual y sus instituciones, especialmente la formación de postgrado de las escuelas de negocio y demás asociaciones e instituciones, sean públicas o privadas, como es el caso del Instituto Europeo Ecofin de Liderazgo (IEEL), serán los jugadores esenciales en la formación de una nueva generación de líderes políticos y empresariales.
Si alguien cree que la inteligencia emocional que venimos enseñando hace más de veinte años en las escuelas de negocio no es aplicable en el ámbito público, se equivoca, porque cada día más que el anterior, el político que tiene que ejercer altas responsabilidades de gobierno, esté en el cargo que esté, requerirá tener un buen conocimiento de habilidades blandas, profundizar en aspectos de la psicología social e individual, perfeccionarse en la técnica de las negociaciones y especialmente estar preparado para gestionar conflictos.
Un político en el presente tiene altas exigencias físicas y mentales, por lo que deberá profundizar en técnicas de pensamiento creativo, paralelo y ejercitarse en la meditación, la reflexión y la respiración profunda, entre otros métodos para lograr un bienestar personal dentro de un entorno de estrés tan elevado que corresponde a su nivel de responsabilidad.
Pensar en la dimensión humana del liderazgo político, queramos o no, nos cambia la perspectiva de lo que significa ser líder hoy. Tiene que ver desde un ángulo diferente, focalizar con la lente transparente, que no esté opacada por cuestiones menores, de ahí la importancia de la priorización en la toma de decisiones. Construir este nuevo liderazgo político es posible y también necesario. Pero hay que sostenerlo y apoyarlo.
Las democracias actuales de los países más importantes del mundo, entre los que, por supuesto se encuentra España, deben asumir esta carga (responsabilidad) tanto en la exigencia como en facilitar los procesos para que no sea una quimera la formación y capacitación de nuevos líderes políticos. Los empresariales, ya hace años que se viene haciendo. Es hora que se le dé la importancia que tiene el liderazgo político.
Requiere de una nueva perspectiva sobre la que construir este nuevo liderazgo. También exige saber cómo se sostiene y analizar cuáles son las oportunidades que se abren para que las democracias más desarrolladas de las cuales España forma parte, puedan superar siempre con nota las crisis que lamentablemente se han ido incrementando sus frecuencias, así como la profundidad de sus impactos.
Artículo coordinado por José Luis Zunni, presidente y CEO del Instituto Europeo Ecofin de Liderazgo (IEEL), director de ecofin.es, vicepresidente de Foro ECOFIN y autor del libro recién publicado ‘El Cubo del Líder’ (Ed. Kolima; disponible a la venta pinchando aquí), en colaboración con Salvador Molina, presidente de Foro ECOFIN y presidente honorario del Instituto Europeo Ecofin de Liderazgo (IEEL), y Antonio Alonso, presidente de la AEEN (Asociación Española de Escuela de Negocios) y secretario general de EUPHE (European Union of Private Higher Education).