Estados Unidos, Europa y todo Occidente está a la búsqueda del tiempo perdido, como Marcel Proust en su obra de hace un siglo. ¿Ese liderazgo perdido lo acaba de reencontrar en la Cumbre de la OTAN de Madrid? Esa es la gran incógnita que sólo dentro de unos años podremos responder. De momento, toca el análisis de una nave sin rumbo claro y con el piloto automático esquivando el ataque alienígena.
La vida siempre nos enfrenta a momentos excepcionales, para bien o para mal. Nos prueba como personas, aunque también este test es válido para sociedades y países. De ahí que lo que hemos defendido durante una década desde este Foro ECOFIN, en relación a la necesidad de que organizaciones, instituciones y países mejoraran en sus respectivas capacidades para ejercer un buen liderazgo, tenemos la ocasión de dar la enhorabuena a Madrid (en la que sintetizamos todo, autoridades nacionales, comunitarias y municipales, junto a los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado) por el éxito y repercusión mundial que ha tenido este evento de primer orden.
La Cumbre de la OTAN en Madrid, no es una “cumbre más” de las tantas reuniones que las más importantes instituciones internacionales celebran según sus agendas anuales. Madrid es un punto de inflexión en las relaciones internacionales entre los países del orbe, pero especialmente un cambio geoestratégico y geopolítico que se ha producido como consecuencia del giro que la realidad política mundial ha tomado a partir de finales de febrero pasado, cuando la Rusia de Putin, invadía Ucrania.
Tampoco es correcto decir que se ha iniciado una “nueva Guerra Fría” como la que se iniciara después de la Segunda Guerra Mundial y durara hasta la caída del Muro de Berlín en noviembre de 1989. Las circunstancias son muy diferentes.
Lo que sí es cierto es que ese atributo que siempre se le ha concedido a Rusia de que es un país imperial y netamente expansionista, demostrado a lo largo de su historia, se mantiene incólume, a pesar que las reglas del juego del mundo actual son otras muy diferentes a las de los siglos XIX y XX. Pero Putin, con su actitud, además de provocar una guerra injusta y las tropas rusas no ceñirse a objetivos militares, bombardeando hospitales y centros comerciales, además de estar probado que se han ido cometiendo por parte de las tropas rusas crímenes de guerra contra civiles indefensos, ejecuciones indiscriminadas y todo tipo de barbaridades, está dando un mensaje claro que no le interesan ni reconoce las normativas (el derecho internacional) que rige la convivencia de los países.
Su visión como líder es que para hacer valer su liderazgo tiene que demostrar fuerza y dureza. A tal punto esto es así, que la ciudadanía rusa valora (es un dato de la realidad social de este país) mucho más la firmeza y el uso incluso arbitrario del poder que las buenas maneras de las democracias occidentales.
Es más, Putin cree en su fuero íntimo que la otrora “Decadencia de Occidente” que Oswald Spengler escribiera en la década del 20 del siglo pasado no era más que una profecía auto-cumplida y que la Rusia de los zares que hoy encarna un Putin moderno devolverá el poder que siempre tuvo el imperio ruso. Pero es que, para más INRI, está convencido que la única causa justa es la de llegar a una meta de primera potencia hegemónica (o al menos compartirla con Estados Unidos y China), para la cual no reconoce ni la OMC, ni el FMI, ni Naciones Unidas y, menos aún, la Alianza Atlántica, como se la conoce a “La Organización del Tratado del Atlántico Norte” (OTAN).
Ironías del destino, ya que Rusia siempre ha estado en el “Consejo Permanente de Seguridad de las Naciones Unidas”. Pero claro, esta institución supranacional surgida cuando la Segunda Guerra Mundial estaba a punto de terminar en 1945, y las naciones tanto aliadas como las del eje estaban en ruinas y el mundo quería la paz, sin duda era para la Rusia de Stalin lo mismo que para la Rusia de Putin. Un invento norteamericano porque Estados Unidos ya había impulsado en junio de 1944 la “Conferencia de Bretton Woods” en la que se acordó vincular las divisas al dólar norteamericano, pero con una condición: Estados Unidos debía de mantener el dólar a un tipo de cambio fijo respecto al precio del oro y la Reserva Federal era la institución encargada de cambiar los dólares por oro.
Casi treinta años después, el gobierno de Richard Nixon se enfrentó a un problema: los dólares superaron las reservas de oro del país, de manera que el precio del oro en dólares superó el precio fijo del oro. El incremento de los gastos del Gobierno no ayudó precisamente. Nixon siguió el consejo de Milton Friedman: eliminar la convertibilidad del dólar en oro dado que la divisa valía por el propio respaldo que ofrecía el gobierno de Estados Unidos. De esta manera, el domingo 15 de agosto de 1971, Richard Nixon declaró la inconvertibilidad del dólar en oro, y terminó de manera unilateral con el acuerdo de Bretton Woods. Una vez más Estados Unidos imponía las reglas del juego del mundo civilizado.
Por eso, los representantes de 50 países se reunieron en San Francisco, Estados Unidos, en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Organización Internacional del 25 de abril al 26 de junio de 1945. Durante los siguientes dos meses, procedieron a redactar y luego firmar la Carta de la ONU, que creó una nueva organización internacional, las Naciones Unidas, que, se esperaba, evitaría otra guerra mundial como la que acababan de vivir. Probablemente sí evitaron otra guerra mundial, aunque no toda la serie de calamidades que otras guerras regionales provocaron en todas las latitudes, donde en todas ellas, estaba detrás de los que sostenían teóricamente la bandera de libertad, los Estados Unidos dándoles apoyo militar y económico; y los otros, los que simpatizaban con la URSS también recibían apoyo militar y financiación de Moscú.
¿Y la culpa es occidental?
¿Pero tiene Occidente algo de culpa en que se haya llegado a la situación actual? ¿Cuál es la lección de liderazgo que debemos sacar de lo que ha ocurrido con este encuentro de la OTAN en Madrid, el más importante de carácter internacional de todos los que se van a celebrar durante 2022?
En el planeta, como si fuera un juego de mesa, hay muchos países, jugadores de diversas culturas con intereses más y menos importantes a nivel de determinadas regiones, y una permanente estrategia de posicionamiento en este tablero, porque cada vez que uno de los jugadores más relevantes da un paso, los otros, también relevantes dan el siguiente.
Hasta ahora, después de Afganistán e Irak, se había producido cierta “tensa calma”, pero la preocupación surgida a partir de la Crisis Financiera Internacional de 2008-2009 a la que se le sumara la del Covid-19 durante 2020 y 2021 (de ésta última no hemos salido definitivamente aún) era el crecimiento económico y especialmente la desigualdad que se manifestaba en las clases obreras y trabajadoras de todos los países.
Las economías del mundo desarrollado, especialmente los 38 países miembros de la OCDE, como consecuencia de aquellas crisis quedaron muy tocadas. Qué decir la de los países subdesarrollados y en vías de desarrollo. La suma de todo este desconcierto originario en el ámbito económico, tuvo un nombre que nos viene martirizando ya hace unos años: incertidumbre e inestabilidad.
Dentro de este contexto, la Unión Europea que es la región de mayor PIB del mundo, tuvo que ocuparse de cuestiones tan básicas como la compra de deuda a través del BCE para evitar el colapso de los países de la Europa del Sur (Grecia, Italia, España y Portugal). Y salidos de todas las rémoras provocadas por la Crisis Financiera Internacional, nos pegó muy fuerte la pandemia, provocando un colapso de millones de pymes en todo el mundo, no siendo Europa una excepción.
Si a esto le sumamos que desde las instituciones europeas no se tomó debida nota de la necesaria disposición de fuentes de energía alternativas al proveedor ruso, esto generó durante todos estos años una dependencia energética que también es la que ha provocado que, independientemente del sistema de compra mayorista que las empresas energéticas vienen utilizando, la Guerra de Ucrania disparara el coste de suministro a las familias y empresas. Todo ello ha provocado un alza de los precios en cadena, porque este insumo forma parte del coste de prácticamente todo lo que consumimos.
Dependencia energética
¿Hubiera sido distinto el impacto de la Guerra de Ucrania en la economía si la Unión Europea no hubiera tenido esta dependencia de Rusia? Por supuesto que sí. Hay otros mercados y otros proveedores.
La inteligencia de Estados Unidos venía advirtiendo durante los últimos meses de 2021 (en concreto desde octubre) de movimientos inusuales de tropas en las zonas fronterizas de Ucrania, desde la región de Bielorrusia, y también en la región del sur pegada a la actual zona del este de Ucrania.
Pero en Europa cuesta mucho tomar decisiones por la propia naturaleza de cómo están organizadas y estructuradas las instituciones europeas. Obviamente, cuando estalla de Guerra de Ucrania también se produce por vez primera una toma de decisión de urgencia, caso de las sanciones a Rusia, porque la situación era excepcional. Por ello, cabe preguntarnos si también era excepcional la falta de decisión sobre fuentes alternativas de energía más allá de Rusia. La respuesta también es afirmativa, pero nada se hizo al respecto.
¿Qué fichas tenemos en el tablero de este juego estratégico de la energía?
A corto plazo, es probable que los países de la UE puedan soportar una interrupción a gran escala del suministro de gas ruso durante el verano, gracias a mayores importaciones de gas natural licuado procedentes de Estados Unidos y Qatar, así también como hacer uso de las reservas almacenadas de gas y también a los recortes en la demanda. ¡Pero cuidado! A esta circunstancia que pone en la balanza el volumen de metros cúbicos demandados en Europa para el consumo, hay que sumarle la variable a la que nos estamos enfrentando en España y el resto de Europa: el aumento de los precios que está siendo tremendamente perjudicial para la recuperación económica europea, amén del impacto socio económico en las familias.
Y la “Excepción Ibérica” en cuanto a las cotas puestas al precio del gas, aún no han tenido todos los efectos que se esperaban. Aunque la medida es buena, lo que sería mucho mejor, algo que ya ha propuesto la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, es cambiar el sistema de concurso de precios sobre la energía (el famoso mercado mayorista europeo).
El gobierno de Washington se comprometió a aumentar sus envíos en barco de gas natural licuado a Europa en 15.000 millones de metros cúbicos. Se sumarán a los 22.000 millones de metros cúbicos del año pasado. Pero como suele decirse, “una golondrina no trae el verano” ya que la colocación del proveedor ruso de gas a Europa es de 155.000 millones de metros cúbicos.
Hay una gran brecha que requiere buscar nuevos proveedores. Y en el norte de Europa contamos con uno: Noruega. Este país nórdico cuenta con grandes yacimientos marinos y es el tercer exportador mundial de gas tras Rusia y Qatar y cubre el 20% de la demanda del gas natural europea y actualmente es el único país que provee energía a Europa dentro del continente, estando entre sus principales clientes Alemania, Reino Unido, Países Bajos y Francia, teniendo Noruega con todos ellos gasoductos directos que cruzan el Mar del Norte.
En cierta manera, Polonia y Bulgaria ya estaban preparadas para esta desconexión de Rusia gracias a que la red de gas europea está conectada para poder compartir suministros entre sus miembros. Ambos países, con la ayuda de la Unión Europea, ya se habían preparado hace un tiempo para una circunstancia como la actual, razón por la que también fueron de los primeros en anunciar la eliminación total de los contratos de suministro rusos en este mismo año. Hay dos gasoductos que están a punto de ponerse en servicio a mediados de año, lo que conectará a Polonia y Bulgaria con la red de gas natural de Europa y les ofrecerá acceso a suministros marítimos noruegos o extranjeros. Uno de ellos es el Baltic Pipe, entre Noruega y Polonia a través de Dinamarca.
Crisis de liderazgo de la Unión Europea y Occidente en general
No es una conversación de café en la que encontramos esta manera de referirnos al liderazgo europeo. Es una expresión que se viene utilizando en el ámbito académico, tanto económico como político, circunstancia que finalmente convierte en un espacio común de conversaciones cotidianas, más cuando entran en juego decisiones que las organizaciones quieren que se tomen desde Bruselas, por ejemplo, para frenar la invasión de producción china (la famosa imagen de contenedores que inundan (nunca mejor dicho) los puertos europeos.
Generalmente se utiliza para dar una explicación fácil a los tiempos convulsos sociales, políticos y económicos que estamos viviendo. De hecho, un liderazgo deficiente puede proporcionarnos una explicación rápida y sencilla de nuestras dificultades cotidianas y nuestras pocas esperanzas para el futuro cercano. ¿Pero es esta la focalización correcta? Seguro que no.
Sin embargo, cuando escuchamos esta expresión, es natural que nos hagamos la pregunta sobre a qué nivel de realidad se aplica la expresión “crisis de liderazgo” y cómo debe entenderse.
Para aclarar nuestra posición, ¿entendemos que hay una crisis de liderazgo en nuestros líderes europeos y occidentales en general? ¿Sabemos exactamente quiénes son, qué deciden, cómo se comportan? O por el contario, entendemos que estamos atravesando una crisis que cuestiona nuestro marco de referencia sobre el concepto mismo de liderazgo.
O sea, estamos poniendo al liderazgo en un plano de dos dimensiones, en el cual, la primera de ellas comprende los análisis y opiniones, también investigaciones y estudios que se hayan realizado, en los que tanto los formadores, como académicos, analistas, consultores y demás expertos, están de manera constante examinando a los líderes mundiales, en todos sus niveles, sea el primer ministro de Reino Unido, el presidente de Francia o la presidenta de la Comisión Europea.
Se los está mirando con lupa, son analizados, categorizados y juzgados diariamente. Estamos en un mundo de comunicación abierta como jamás había ocurrido, por lo que en tiempo real se ponen en el tribunal de los medios de comunicación las acciones, actuaciones, discursos, comportamientos, etc. de todos los líderes, sin excepción.
En la otra dimensión, está la que es nuestro marco de referencia para analizar la calidad del liderazgo que tenemos. En este caso, nos interesa el occidental. Por eso caben preguntas tales como ¿qué pasaría si nuestros líderes fueran elegidos para asumir una posición y desempeñar un papel que ya no se percibe como útil en nuestra sociedad actual? ¿Qué pasaría si estuviéramos eligiendo personas para cargos que ya no corresponden a una necesidad social y política real? ¿Qué pasaría si todos estuviéramos evolucionando lenta y sutilmente hasta el punto de que deberíamos replantearnos la necesidad de qué tipo de líderes, cuántos, en qué funciones, serían útiles?
Porque uno de los principios fundamentales que deben regir las relaciones sociales y económicas, es el de la utilidad. Ver si se acopla su estilo de liderazgo a las instituciones actuales, o por contrario, si son éstas las que necesitan un ajuste temporal para adecuarse a las necesidades de una sociedad que sigue evolucionando a gran velocidad, por consiguiente, un nuevo estilo de líderes.
Si gracias a la tremenda disrupción tecnológica a la que estamos sometidos, las organizaciones privadas han tenido que replantearse seriamente su misión, visión y especialmente los objetivos para que puedan ser empresas sostenibles en el tiempo, no creemos que el mismo marco de referencia se esté usando en el análisis tanto de instituciones como líderes políticos, especialmente nos referimos a los occidentales. El tema sobre el liderazgo de Oriente lo trataremos en un análisis posterior.
Estamos persuadidos que Occidente tiene que revisar seriamente sus diferentes marcos de referencia. Si bien defendemos la necesaria existencia de los organismos supranacionales, como es el caso de la OTAN, creemos que la Cumbre de Madrid ha dado un nuevo impulso. Que es posible que haya que revisar cargos y funciones de los líderes y representantes de los países que la integran, del mismo modo que la capacidad técnica y política de los que ocupan los cargos.
El mundo se mueve y los verdaderos líderes también deben moverse con él. No es cuestión de que las instituciones sean inamovibles. Es imperativo que se garantice su existencia en pos de la paz, seguridad y estabilidad. La OTAN es parte de esa filosofía de Occidente, pero era necesario una puesta a punto.
Rusia juega con otras reglas, pero las que nos hemos dado en Occidente finalmente prevalecerán. Lo que sucede, es que las carencias demostradas en el liderazgo internacional de los países occidentales evidenciada desde la disolución de la URSS, pone de manifiesto que entramos en una era de tenso equilibrio de fuerzas para garantizar la paz.
En la medida que afloren fisuras en el liderazgo occidental, la tensa calma habida cuenta de la guerra que se está librando en Ucrania, será difícil de mantener. Tenemos la obligación de incorporar nuevos modelos de liderazgo, porque los marcos de referencia han cambiado.
Creernos que Occidente es el ombligo del mundo ha sido un error que nos ha llevado a un actual dominio económico y geoestratégico del bloque Asia-Pacífico y de la preeminencia que significa el desarrollo y la investigación en un gigante como es China.
Si no nos damos cuenta que ha habido un trasvase de poder real a otras latitudes, tenemos un problema en ese marco de referencia aludido.
Rusia una vez más nos complicará la vida, como ya lo hizo al entrar primero en Berlín los días finales de la Segunda Guerra Mundial, y demostrar sobradamente que donde ha puesto el pie jamás ha vuelto atrás. Ejemplo de ello ha sido el telón de acero. Pero ahora tiene Rusia otro telón, el del gas, el oro, el petróleo y una ambición desmedida de presidente bonapartista que rechaza las instituciones y los marcos de referencia legales internacionales, especialmente occidentales, porque todas las grandes instituciones supranacionales tuvieron el indudable impulso de las potencias occidentales. Esto no puede cuestionarse.
Lo que sí es cuestionable, es la manera de liderar al estilo apisonadora que siempre tuvieron las potencias occidentales con Estados Unidos a la cabeza. Y una buena razón para cuestionar la falta de liderazgo en Occidente, es que Europa aún hoy no cuenta con una fuerza de choque (por aire, mar y tierra) como le correspondería a un bloque político económico como es la UE de 550 millones de habitantes.
Este es el cuestionamiento que no se hizo, quizás porque desde la caída del Muro de Berlín en 1989, Europa estaba más centrada en lo que tres años más tarde tomara forma en Maastrich, dando el pistoletazo de salida a la actual UE y las instituciones de las que disfrutamos.
Esta preocupación por la construcción europea era más que justificada, que nadie se quedase atrás en aquella expresión utilizada de “la Europa de dos velocidades”, por lo que había que equilibrarla económica y socialmente, para que la armonización de un desarrollo más o menos estructurado en función de las contribuciones que cada estado miembro podía hacer y también lo que cada uno de estos socios necesitaba.
Eran muchos años de tensión y construcción europea, como para haber visto el gigante ruso que poco a poco tomaba posiciones. Y Putin llega al poder total en 2006 y los pasos que dio en África, en Siria y en Latinoamérica, deberían haber alertado a los líderes occidentales que Rusia iba a empujar a quién fuere para volver a ser la Gran Rusia.
Nos sobran las razones para haber creado el IEEL
Entre otras cosas que nos han impulsado a la creación del Instituto Europeo Ecofin de Liderazgo (IEEL) ha sido lo que siempre hemos defendido, de que tenemos que formar a los nuevos líderes, los que tendrán que tomar las decisiones más importantes a nivel de organizaciones y también en instituciones públicas y gobiernos, no más allá de 2025.
Pero también hemos sostenido que justamente aquellos marcos de referencia que el liderazgo ha mantenido en los ámbitos económicos y políticos en los últimos veinte años, había que adecuarlo. Hablamos de un tiempo nuevo y nuevos estilos de liderazgo. No se soluciona solo con decir que tenemos que ejercer un liderazgo integrador y transformacional, si, por otro lado, no cambiamos la cultura corporativa en el ámbito privado y la cultura política en las esferas de decisión de los gobiernos.
Cómo puede haber un liderazgo efectivo en la política si no hay una preparación adecuada para ejercerla, dejando a los partidos políticos como si fueran la escuela en la que aprenden por estar caminando pasillos y acompañando a viejos líderes que no se han movido un ápice en ese marco de referencia aludido. Por este camino no habrá calidad de liderazgo ni líderes con proyección.
Un nuevo tiempo para el liderazgo requiere grandes esfuerzos de formación y capacitación. Al mismo tiempo, un cambio de chip en aquella manera en que los líderes creen estar al servicio de sus respectivas sociedades perpetuándose 25 o más años y no dejando paso a las nuevas generaciones.
Mal le irá a cualquier sociedad occidental si lo que mueve del sillón a los líderes es la corrupción que fuerza el cambio, y no las ideas a las que le ha llegado su tiempo. No hay arma más poderosa en la política nacional o internacional, que cuando una idea toma forma de política porque es el momento de implementarla, porque es una necesidad a la que hay que dar respuesta, y por encima de todo, no está teñida de ideología, sino del sencillo concepto de que es útil y que beneficia de verdad al interés general.
Artículo coordinado por José Luis Zunni, presidente y CEO del Instituto Europeo Ecofin de Liderazgo (IEEL), director de ecofin.es, vicepresidente de Foro ECOFIN y autor del libro recién publicado ‘El Cubo del Líder’ (Ed. Kolima; disponible a la venta pinchando aquí), en colaboración con Salvador Molina, presidente de Foro ECOFIN y presidente honorario del Instituto Europeo Ecofin de Liderazgo (IEEL), y Antonio Alonso, presidente de la AEEN (Asociación Española de Escuela de Negocios) y secretario general de EUPHE (European Union of Private Higher Education).