Innovofilia versus innovofobia

Artículo realizado por: Salvador Molina, presidente de ECOFIN, José Luis Zunni, director de ecofin.es, Eduardo Rebollada Casado.

Esta semana el blog de Management & Liderazgo explica cómo la innovación es una cualidad implícita en todo líder que se precie. Liderar es gestionar el cambio, la adaptación al ecosistema, a la vez que apostar por la innovación y la investigación.

Dos amigos se sientan en una cafetería y uno de ellos, directivo de una multinacional del ámbito informático, comenta que ha leído un artículo sobre innovación, de un experto en management. Cuenta que en dicho artículo de opinión se establecen varias reglas para hacer efectiva la innovación. Estas son:

  • Pensar que siempre se puede mejorar lo que se hace.
  • Romper con la resistencia a innovar por parte de las personas.
  • Requerir un pensamiento creativo y una retroalimentación prácticamente constantes.
  • Precisar equipos de personas muy interrelacionadas y que estén suficientemente motivadas.

Su amigo, un profesor universitario de matemáticas, estaba de acuerdo en que hoy en día se está haciendo un uso indiscriminado y multisectorial del término ‘innovación’, y eso es bueno, pero también malo. La práctica, que es lo importante, suele conllevar errores de concepto que derivan en la confusión entre lo que es crear, investigar e innovar. Y qué decir de la política, muy dada a incorporar a su vocabulario palabras cuyo significado es tergiversado de manera inmediata para la dialéctica propia.

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El directivo continuaba con las recetas de las organizaciones, apropiadas para las lecturas internas por parte de directivos, pero que fallaban en los fundamentos conceptuales, en el uso adecuado.

Sí mencionó, sin embargo, uno interesante, firmado por Antonio Ten Ros, profesor de la Universidad de Valencia, pues con sencillas palabras, a propósito de la I+D+i, explica ambos conceptos a la vez y se deduce que la investigación, muy anterior a la innovación, debe darse por hecha (ya no se debate sobre ello, pues se da por hecho que cualquier organismo público o privado que se considere moderno en su visión del mundo, debería incorporar la investigación de manera natural en sus procesos), mientras que sigue siendo la innovación una asignatura pendiente. Quizá haya que ir pensando en otra idea conexa a ella: la comunicación.

Su amigo e interlocutor se dedicaba durante esos meses a mejorar sus aptitudes en un máster de formación. Una vez escuchado el resumen acerca de la innovación aplicada a las organizaciones empresariales, le pidió que le enviase copia del artículo del profesor Ten Ros, pues le interesaba bastante el enfoque sobre la comunicación.

También le explicó que ‘innovación’ era un término utilizado en otros ámbitos, como el educativo y que él, precisamente, había realizado un trabajo sobre una conferencia de una profesora mexicana, Sylvia Schmelkes, sobre investigación e innovación educativas. Le explicó que la innovación conlleva cambio y mejora del sistema, sea educativo o de otro tipo, pero que la investigación es un proceso previo, independiente en muchos casos.

La conversación iba y venía, pero lo importante es que ambos sabían que investigación no es lo mismo que innovación, que en todo caso son y que, como ya apuntan muchos investigadores en campos aplicados, sean de las ciencias experimentales o sociales, es la comunicación de los resultados de las investigaciones y la innovación derivada de ellas el aspecto en el que habrá que hacer hincapié. Por ejemplo, en la rama educativa se está focalizando gran parte de la investigación en aspectos psicológicos de la didáctica y el aprendizaje, en fundamentos pedagógicos basados en el modelo constructivista del aprendizaje y, concretamente, en la formación continua de los dos entes involucrados: educadores y alumnos.

Se hacía tarde y debían irse a casa. Se despidieron pensando cada uno en volver a retomar el asunto, aunque de manera menos filosófica. El profesor le recomendó a su amigo que leyese un libro sobre la ciencia y la innovación titulado ‘Análisis de la ciencia e innovación en España’, pues incluía algunos artículos que le podrían interesar en su organización y que quizá después de leerlo podrían volver a quedar para retomar el asunto, pero tratando del caso concreto de la innovación en ciencia, aspecto que les afectaba a ambos, al profesor como garante de la investigación científica, y al directivo como ejecutante de la innovación.

No perdió la ocasión el directivo para, a su vez, recomendar un manual que estaba por aquellos días leyendo, el Informe COTEC 2014 sobre innovación, que incluye un pormenorizado análisis de la situación española en este ámbito, y que dedica algunos apartados concretos a la innovación tecnológica en las empresas, pero también de la competitividad prevista entre las organizaciones punteras en materia tecnológica y cómo ello mejora la vida de las personas. Con un “Si la gente supiera lo importante de la innovación tecnológica…” se despidió de su amigo, que le agradeció el café y la charla. Para otra ocasión, seguramente, tendrían que hablar del innovicidio empresarial español, de cómo gusta tan poco el cambio, de la culpa que en ello tienen los amantes de la innovación, los innovófilos, que carecen de las herramientas necesarias para vender una idea de cambio y mejora.

Mucho tendrán que hablar los dos amigos, pues el informe COTEC desgraciadamente arroja datos que no apuntan al optimismo en materia de innovación: menos empleos, disminución del gasto, congelación de patentes triádicas y, finalmente, menos exportación tecnológica. Quizá puedan discutir sobre su percepción de la veintena larga de problemas del sistema español de innovación, entre las que destacan la baja consideración de los empresarios, el papel insuficiente de las políticas de apoyo, o la falta de cultura.

Pero ambos se llevaron en el subconsciente algunas ideas compartidas sobre la innovación en el liderazgo:

  • El líder debe facilitar un entorno donde se fomente la innovación. Esto conlleva, en primer lugar, una cultura abierta a las ideas y la participación de las personas.
  • También implica una filosofía que respete la creatividad de las personas y fomente que planteen ideas y soluciones sin temor a ser juzgados o penalizados si estas acciones son un fracaso.
  • Hoy en día no sólo hay que innovar sino tratar de mejorar el servicio o el producto que se ofrezca.
  • Liderar es el máximo exponente de acto creativo en las organizaciones. No hay mayor creatividad que la concepción de una nueva visión de empresa, y la capacidad de inspirar y arrastrar hacia ella a un equipo.

Pero, ¿qué caracteriza un líder innovador? 

El liderazgo es un acto creativo. No hay liderazgo sin innovación, pues es imposible liderar la rutina. Y no hay innovación sin liderazgo, pues la conducta humana suele ser reactiva al cambio y debe ser estimulada para avanzar hacia nuevos escenarios. Liderazgo e innovación son dos caras de la misma moneda.

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