Antídotos para argumentos falaces

En las últimas horas nos hemos quedado perplejos -una vez más- con las declaraciones del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), que ha propuesto hacer “una pausa” en la relación entre México y España. Obviamente, el Gobierno español ha reaccionado con toda prudencia sorprendido por estas declaraciones.

De López Obrador, nadie se sorprende. Parece especialmente interesado en crear cortinas de humo con argumentos falaces, que en preocuparse de los problemas reales de su país como el narcotráfico, la corrupción, la migración y las tensiones económicas con su vecino del Norte, los Estados Unidos. Por ello, era más sencillo atacar a las empresas españolas que afrontar la última noticia de ayer: el asesinato de Heber López Vásquez, director del portal NoticiasWeb, asesinado este jueves en Salina Cruz (Oaxaca) y sexta víctima del periodismo independiente en lo que va de año 2022.

Ataque a Iberdrola, Naturgy y Repsol

¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?, titulaba una película española. Pues eso es lo que le pasa al presidente de los Estados Unidos de México, que en realidad quiere atacar la libertad de mercado energético con dos grandes campeones internacionales como Iberdrola, Naturgy y Repsol de protagonistas; mientras la pública Pemex pierde posiciones y el Gobierno pierde juicios en su intento de controlar, nacionalizar y beneficiarse de la distribución y la producción energética. Así lo explican los medios de comunicación especializados como La Información.

Según lo que estamos escuchando y leyendo en los medios españoles, la coincidencia es total en cuanto al despropósito e inoportunidad de estas afirmaciones. Porque para su pretendida pausa en las relaciones diplomáticas se construye un relato que va por la denuncia hacia autoridades y empresas españolas que se han aprovechado de México, diciendo que se sentían como dueños. No es la primera vez que hace una crítica hacia España, revolviéndose en la historia y en la voluntad de conquista española.

Desde Foro ECOFIN, que bregamos por el liderazgo efectivo y la verdad, no podemos ser más condenatorios con las afirmaciones de López Obrador. Como suele ocurrir con afirmaciones populistas y demagógicas, el relato está construido sobre falsedades y/o medias verdades; pero lo más grave es cuando en el liderazgo político se está utilizando con intencionalidad, amén de la necesaria distracción de la atención pública de sus compatriotas, o sea, la burda cortina de humo para tapar otras cuestiones.

Andrés Manuel López Obrador / Fuente imagen.

En una de las tantas publicaciones del Banco Mundial, se dice que “la definición estándar de inestabilidad política es la propensión al colapso de un gobierno debido a conflictos o competencia desenfrenada entre varios partidos políticos. La inestabilidad política tiende a ser persistente”. Y agrega algo que está probado a lo largo de los últimos setenta años, o sea desde la reconstrucción de las economías del mundo como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, que afirma que “el crecimiento económico y la estabilidad política están profundamente interconectados. Sin embargo, la estabilidad política se puede lograr a través de la opresión o mediante la existencia de un partido político que no tenga que competir para ser reelegido”. Y si se persigue la estabilidad política en base a la utilización espuria de información, datos, estadísticas, etc., la verdad se podrá mantener oculta un tiempo, disfrazándola, pero siempre saldrá a la superficie.

A tal punto es importante la estabilidad política que entre los factores encontrados para reducir la corrupción se encuentran décadas de tradición democrática y estabilidad política. Y esto es un argumento validado por la historia de estas siete décadas a las que referimos.

Liderazgo efectivo y verdad

Ambos conceptos desde el punto de vista ontológico van de la mano. Uno no puede subsistir sin el otro. Pero en los hechos, la cuestión, como suele suceder, se retuerce en función de intereses que no corresponden por lo general a las mayorías que representan un país.

¿Qué es lo que nos interesa en el debate de ideas?

Que no se produzcan debates estériles. Porque cuando no se produce ningún resultado útil, sin duda este resultado es sinónimo de un debate infructuoso y que produce esterilidad en el pensamiento estratégico que es el que tienen que tener los líderes con responsabilidad. Esto ocurre en el ámbito de las organizaciones y, por supuesto, especialmente en los ámbitos de la alta política. Caemos con frecuencia en tener que soportar personalidades individuales que se creen superiores, pero no tienen ni imaginación y menos nuevas ideas.

El espacio que ocupan es como una habitación fría y estéril en el cual se sabe que antes o después todos los destinatarios de ese liderazgo (sea de una empresa o de un estado) caerán en un pozo de desilusión y lo peor, de desesperanza por no ver con claridad cuál es la salida. Pero, además, es que no está al frente de ese gran colectivo el líder que se supone tiene que señalar el camino.

Y esto está ocurriendo a escala global y muy especialmente a partir de 2020 en que los mejores aliados de la falacia, han sido el ocultamiento de la verdad, el engaño y todos los ardides políticos que fueron utilizados en las naciones del orbe con diferente intensidad, siempre con la finalidad de ir mostrando las verdades a medias. Con frecuencia, se dosifican como si fuera una medicina, cuotas partes de dichas verdades a medias para no alterar los ánimos y menos crispar a la oposición política.

Se ha incurrido en lo que se llama en la ciencia de la lógica y metodología de las ciencias, el accidente, o falacia dicto simpliciter o un dicto simpliciter ad dictum secundum quid, que es una falacia que se comete al aplicar, de manera impropia, una generalización a casos individuales. Ocurre en un silogismo estadístico. Cuando se realiza a la inversa se comete una falacia de accidente inverso.

Además, debemos de tener en cuenta que hay tres falacias claves: las materiales y formales, a las que se le suman las verbales.

Llamamos falacias formales a aquellas en las que lo que falla es la forma del razonamiento, que parece correcta, pero no lo es. Mientras que las falacias informales (o materiales) serían argumentos convincentes, pero intencionadamente incorrectos (por defectos de expresión o por la constitución misma del razonamiento). Desde ya que las verbales tienen que ver con la conjugación de los verbos.

¿Cuál es el significado de las falacias en un debate y argumentación?

Hemos procurado desde esta tribuna durante diez años estudiar todos los fenómenos que afectan de manera directa o indirecta al liderazgo en todos los ámbitos. Por ello, es importante estudiar las falacias (al menos estar un poco atentos de que no proliferen en exceso) para que cuando la persona que tiene que dar una explicación, hacer una ponencia, un discurso, etc., trate de evitarlas en los argumentos que construye.

Lo que sí nos proporciona el hecho de estudiar las falacias es también contar con una base para evaluar y criticar otros argumentos. Y esto es grave, porque es el inicio de la tergiversación a la que nos tienen acostumbrados, lamentablemente, algunos políticos (no generalizamos) en todos los estamentos y en todas las naciones, y también suele ocurrir en algunas minorías de líderes empresariales que necesitan (para ambos tipos de líderes) esconder la verdad.

No menos importante es construir un relato mediante un constructum muy flojo en argumentos, para sostener una posición, que antes o después en ambos ámbitos ser caerá como un castillo de naipes y las consecuencias para los que sostuvieron estos argumentos débiles y/o falsos será definitivamente un terreno de arenas movedizas por las que será engullido como consecuencia de sus propias palabras y actos.

Pero desde este Foro no somos ingenuos y sabemos que cada vez que empezamos a estudiar y pensar en las falacias, ellas están en todas partes. Es inevitable que forman parte de nuestras vidas y que nos condicionen.

¿Por qué un argumento débil es una pendiente resbaladiza?

Cuando se dice coloquialmente que este político o este líder empresarial “no pisa suelo firme”, es obvio que no nos referimos a que no tenga los pies sobre la tierra. Lo que significa, es que su intencionalidad (una intención que tiende a desvirtuar hechos reales según intereses personales, o de partido o de la empresa) convierte el suelo en un espacio resbaladizo, que tiene la peculiaridad de rechazar cualquier curso de acción que esté bien documentado (información veraz) que choque de frente con la pretensión personal de ese líder de seguir insistiendo en argumentos construidos con poca o ninguna evidencia.

Cuando se precipitan los procesos de esta manera, conduce irremediablemente a una reacción en cadena, que resultará en un fin o una sucesión de fines indeseables. ¿Para quién o quiénes? Siempre, inequívocamente, para las grandes mayorías y las más vulnerables.

Y algo más pernicioso aún para los destinatarios de esa supuesta verdad teledirigida: la pendiente resbaladiza sobre la que ha estado tratando de mantener el equilibrio determinado líder, implica la aceptación por parte de sus destinatarios, de una sucesión de eventos sin evidencia directa de que este curso de eventos sucederá. O sea, la gravedad de cometer una acción a sabiendas, para el ámbito del liderazgo es tan grave como el momento de la construcción de ese relato falso sin pruebas suficientes que lo acrediten.

¿Qué es un argumento defectuoso?

Las falacias son errores comunes en el razonamiento que socavarán la lógica de su argumento. Las falacias pueden ser argumentos ilegítimos o puntos irrelevantes y, a menudo, se identifican porque carecen de pruebas que respalden su afirmación. Pero cuando un público destinatario, personal de una empresa, consumidores de una marca o ciudadanos seguidores de un partido político y de determinado líder, van observando y experimentando los hechos que van sucediendo, todos ellos (receptores de la información) van a tener cierta predisposición a cambiar de opinión.

“Decidnos la verdad sobre el coronavirus”.

Y en este punto entramos en un área medular del liderazgo, porque de los nuevos descubrimientos sobre la mente humana ya se conocen con bastante aproximación las limitaciones de la razón. Porque la cacareada capacidad humana de razonar puede tener más que ver con ganar argumentos que con pensar con claridad. Y esto es tremendamente efectivo en la política barata de bajo vuelo que desde hace unos años nos invade en todo el mundo. Construir argumentos en línea con intereses siempre sectarios, sean movimientos incluso a priori con vestimenta pacifista y etiqueta verde, pero como suele decirse, piel de oveja sobre un cuerpo de lobo.

En un nuevo libro, “El enigma de la razón” (Harvard), dos científicos cognitivos, Hugo Mercier, que trabaja en un instituto de investigación francés en Lyon y Dan Sperber, ahora con sede en la Universidad de Europa Central, en Budapest, señalan que la razón es un rasgo evolucionado, como cuando surge el de los seres humanos convertidos en bípedos.

Pero estos investigadores dejan de lado la ciencia cognitiva como centro de su investigación y se posicionan sosteniendo que la mayor ventaja de los humanos sobre otras especies es nuestra capacidad para cooperar. La cooperación es difícil de establecer y casi tan difícil de mantener. Para cualquier individuo, aprovecharse de la cooperación es siempre el mejor curso de acción. Y afirman que “la razón se desarrolló no para permitirnos resolver problemas lógicos abstractos o incluso para ayudarnos a sacar conclusiones de datos desconocidos; más bien, se desarrolló para resolver los problemas planteados por vivir en grupos colaborativos”.

No podemos estar más de acuerdo con este enfoque. Si bien en las profundidades del campo de conocimiento tan extenso que es el liderazgo, hemos defendido el conductismo durante años y lo seguimos haciendo, porque de esto se trata, de comportamiento y conducta humana, cuando sale a la luz alguna evidencia que promueve nuestro espíritu colaborativo, sin duda interesa doblemente, tanto para los ámbitos empresariales como los políticos, porque los seres humanos desde los primeros minutos que pusieron los pies en el planeta, tuvieron que ser gregarios y unirse frente a la adversidad.

Pero nuestro convencimiento y alinearnos sin fisuras a estos investigadores, nos obliga a seguir revisando las falacias per se y su impacto en el liderazgo como ciencia social.

Por ejemplo, si revisamos lo que dice “La Enciclopedia de Filosofía de Internet (IEP)” que se fundó en 1995 para brindar acceso abierto a información detallada, académica y revisada por pares sobre temas clave y filósofos en todas las áreas de la filosofía, que respecto a las falacias dice que: “la gran mayoría de las falacias comúnmente identificadas involucran argumentos, aunque algunas involucran solo explicaciones, definiciones u otros productos del razonamiento. A veces, el término “falacia” se usa de manera aún más amplia para indicar cualquier creencia falsa o la causa de una creencia falsa”.

Por favor, tengamos en cuenta este punto de vista que nos parece sustancial para poder obtener ciertas conclusiones sólidas sobre el impacto de la falsedad en el ámbito del liderazgo. La IEP también nos advierte de que cuando se produce de parte de una persona sobre otra una acusación de razonamiento falaz siempre necesita ser justificada. La carga de la prueba recae sobre sus hombros cuando afirma que el razonamiento de alguien es falaz. Incluso si no da sus razones explícitamente, es su responsabilidad poder darlas si se le cuestiona.

Parece como cuando estamos viendo a través de una lente que está sucia, lo que distorsiona la imagen que estamos captando. No la podemos ver limpiamente y debemos limpiar este instrumento que nos permite ampliar la visión. Ampliar sí, pero con nitidez.

Por ello, cuando en el lenguaje del líder empresarial o político se hace una acusación grave, por ejemplo, de haberse incurrido en un ilícito (casos de corrupción mercantil o política), el que acusa tiene que estar muy fundamentado en la base de sustentación, o sea, la carga de la prueba, lo que nos parece razonable desde el punto de vista tanto jurídico como moral. Porque si no, facilitaría la acusación social como un deporte nacional.

El onus probandi (carga de la prueba) es una expresión latina del principio jurídico que señala quién está obligado a probar un determinado hecho ante los tribunales y su fundamento radica en un viejo aforismo de derecho que expresa que “lo normal se entiende que está probado, lo anormal se prueba”

Esto nos lleva a que quién hace la denuncia rompe el estado de normalidad, debe probarlo “affirmanti incumbit probatio” (a quien afirma, incumbe la prueba), por lo que se quiere significar con este aforismo es que la carga o el trabajo de probar un enunciado debe recaer en aquel que rompe el estado de normalidad (el que afirma poseer una nueva verdad sobre un tema).

Pero insistimos, tomemos el párrafo de la IEP que dice remarca que una gran mayoría de falacias involucran argumentos (esto es grave, porque están construyendo un abanico de pruebas falsas con total consciencia) que tengan la capacidad de defenderse de aquellas denuncias que sí están respaldadas por la verdad. También dice la IEP que esto sucede con frecuencia y que involucran solo explicaciones, definiciones u otros productos del razonamiento. Claro está, que no dejan de ser falacias, aunque buscando un relato necesariamente digerible por los destinatarios.

Hemos titulado nuestra aportación de hoy como “antídotos para los argumentos falaces” porque los que sostenemos la verdad como el ADN del liderazgo efectivo tenemos que contribuir, como si de un laboratorio se tratase, a elaborar los mecanismos de pensamiento que neutralicen y/o eliminen todo vestigio de falacias y las tan nocivas verdades a medias.

Artículo coordinado por José Luis Zunni, director de ecofin.es, vicepresidente de Foro ECOFIN y autor del libro recién publicado ‘El Cubo del Líder’ (Ed. Kolima; disponible a la venta pinchando aquí), en colaboración con Salvador Molina, presidente de Foro ECOFIN, y Antonio Alonso, presidente de la AEEN (Asociación Española de Escuela de Negocios) y secretario general de EUPHE (European Union of Private Higher Education).

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