Liderar como influyente

¿Jefea o lidera?  Es la pregunta que muchos nos hacemos cuando escuchamos a alguien hablar de sus equipos y su gestión. La clave no sólo esta en la estimulación de las personas que componen el equipo, sino en una cualidad que hay que trabajar a diario: la percepción de confianza por parte del otro. No cabe duda que lo que más impacta a las personas de un equipo de trabajo en cualquier organización es la capacidad de persuasión e influencia que tiene la persona que ejerce el liderazgo sobre ese grupo. Influir es generar confianza y seguridad en el líder.

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La percepción que se tenga de la persona que se está dirigiendo a nosotros es determinante a la hora de valorar sus palabras y especialmente las intenciones que creemos que tiene. Por tanto, existe una relación directa entre percepción y credibilidad en lo que dice. La confianza en las acciones que hará en el futuro (sus promesas y compromisos), están construidos en la mente de los que reciben el mensaje en base a esa credibilidad que es capaz de transmitir. Su capacidad de dirigir a sus equipos o de dirigirse a los ciudadanos es una relación directa a su cuota de influencia y hasta dónde llega su carácter persuasivo. La confianza que genera.

Cuando en una red social líder como Linkedin, hay artículos de personas de las que se especifica al lado de su nombre con el término influencer, significa que tienen influencia en miles de personas que siguen sus aportaciones doctrinarias. Debe tenerse en cuenta que cuando el líder habla frente a un auditorio, o se está dirigiendo a las personas que conforman sus equipos de trabajo, no es sólo la forma de expresarse (los aspectos formales de la presentación o discurso), sino su capacidad de expresar confianza y la convicción con la que contagia. O sea, los sentimientos que se transmiten a las personas que en ese momento están escuchando.

En el caso de los influencers que lo hacen a través de la escritura, la capacidad de influencia está en la claridad en la que es capaz de transmitir su pensamiento y una exposición que tiene reglas muy claras: sencillez y mensaje directo. La percepción que se tiene de este tipo de líderes del conocimiento por su gran experiencia como consultores y/o expertos en determinado campo del management o el liderazgo, se confirma automáticamente después de que leamos no más de tres o cuatro líneas del post que ese día ha subido a la red. Característica también típica de estas personalidades que nos impactan por lo que dicen y cómo lo dicen, es la originalidad tanto de su manera de focalizar como del contenido en sí de sus respectivos aportes. Y esta forma entra de lleno en lo que consideramos creación de confianza, credibilidad en lo que explica y propone, o sea que su capacidad de influencia es una sintomatología del liderazgo que está ejerciendo.

No es necesario gritar ni hacer o decir cosas estrafalarias para llamar la atención, porque este tipo de actitudes es más propio de personas mediocres. Los grandes oradores y los grandes líderes políticos de todos los tiempos siempre han sabido gestionar muy bien los silencios y la forma en que eran intercalados entre sus frases, sus movimientos de cabeza, manos, brazos y todo su cuerpo. Los grandes escritores en la literatura universal, así como los mejores divulgadores de lo que se conoce como “literatura técnica” en nuestro ámbito del liderazgo, también gestionan muy bien sus tiempos y palabras, porque a diferencia del lenguaje oral, el escrito requiere de mucho talento para provocar espacios en blanco (para reflexionar) y que no se pierda el sentido del argumento que se está transmitiendo.

Poses de poder y confianza

Amy Cuddy, psicóloga social y profesora asociada en la Harvard Business School, denomina “poses de poder” a la adopción de una postura confiada que genera seguridad en sí misma casi instantánea a la persona que la practique. Cuddy ha llevado a cabo un experimento con sus estudiantes de postgrado que demuestran que la celebración de una postura corporal asertiva, en tan sólo dos minutos, aumenta la cantidad de testosterona en el cuerpo, tanto en hombres como en mujeres.

¿Cuál es la primera cosa que podemos hacer para aumentar el peso de nuestra presencia, sea en una reunión o en un discurso, para poder encender el interés en nuestro particular auditorio? Ser más expresivos, mostrando un semblante que delata confianza, acompañado por gestos que están insuflando convicción en nuestras palabras y afirmaciones. Todo ello, aumenta no sólo el interés de los que escuchan, sino que les mueven (ganamos adeptos) en línea con lo que decimos, denunciamos o proponemos.

Al hacer esto, la calidad del contenido de lo que estamos diciendo no cambia (son las mismas palabras), aunque lo que sí cambia, es la percepción que la gente que nos escucha vaya teniendo de lo que estamos diciendo, por lo que van a prestar más o menos atención, en relación directa a las emociones que somos capaces de transmitir. Y esto es lo que marca la diferencia.

Primeras impresiones

Las investigaciones hasta la fecha en materia de psicología social son más que claras: las personas toman decisiones sobre la base de las primeras impresiones. Como oradores, tenemos que tomar ventaja de eso. La pregunta que cabe formularnos es, si son buenos indicadores esas primeras impresiones que reciben las personas de otra u otras, porque no necesariamente son elementos de juicio precisos de lo que en un futuro próximo, será la conducta y desenvolvimiento de esa persona en su actividad en general.

Podría ser entonces, que todos los que escuchamos nos quedemos subyugados por la presencia física y la forma en cómo se conduce ese orador en ese momento puntual, pero después sus gestos que se suponían eran generadores de confianza y marcaban el énfasis en las palabras, no sean acompañados por los hechos que como suele decirse: “obras son amores y no buenas razones”.

O sea que, entre la primera impresión y lo que con el tiempo pueda corroborarse de lo dicho por esa persona (líder organizacional, político, etc.), por lo general se producirá una contradicción. ¿A qué se debe entonces estas diferencias de apreciación entre la primera impresión y la que se recoge con el transcurso del tiempo? En que la persona que transmite confianza y seguridad sobre lo que dice y promete, pero que luego no cumple, también puede deberse a que sacamos conclusiones precipitadas sobre dichas primeras impresiones porque no son del todo exactas.

Los científicos llaman a esta tendencia a pasar rápidamente a una conclusión (algo así como la sentencia que damos sobre un hecho o persona), el error fundamental de atribución, porque la forma en que las personas se comportan en una situación dada no tiene por qué ser un indicador preciso de su comportamiento en una situación diferente.

Uno de los problemas que inciden en este error, es que no le damos el exacto valor que tiene el entorno y como influye en nuestra forma de conducirnos en la vida (la conducta humana), por lo que es más que frecuente introducir juicios que no tienen toda la información necesaria para que se produzcan con un mínimo de razonabilidad.

Percepción y curiosidad

Un líder es por definición una personalidad que siente curiosidad por lo desconocido, pero no pierde ni la compostura ni la serenidad cuando ese desafío que tiene por delante, es el primero en su tipo. Pero además sabe, que si los receptores de su mensaje perciben su curiosidad como una duda sobre cómo actuar, es evidente que se resentirá su capacidad de crear confianza, credibilidad y consecuentemente, disminuye su capacidad de influencia.

En el caso de los líderes políticos, esto sucede con mucha frecuencia, porque la evolución de las circunstancias (aceleración del cambio)  que modifica el estado de cosas y los parámetros en que se había sostenido determinada política, deja descolocados a estos líderes cuando no tiene respuesta al nuevo estado de situación y hacen comentarios o declaraciones que poco tienen que ver con la naturaleza de lo que realmente está ocurriendo. Esto implica la pérdida de credibilidad inmediata, porque lo que se percibe en la ciudadanía es una clara falta de liderazgo (como poco) o que este político no sabe lo que dice (e incluso descalificaciones mucho más fuertes).

Siempre hemos sostenido, que el liderazgo efectivo busca reducir al máximo la incertidumbre de todas las variables que conforman nuestro entorno, lo cual no implica que inhiba la capacidad de curiosidad de los líderes que siempre buscan algo nuevo y mejor para la organización y las personas.

Como líder organizacional, le tiene que preocupar en primer lugar su personal, porque los buenos resultados y los logros se consiguen cuando los miembros del equipo están contentos, sienten un compromiso por la organización y en particular con su líder, por lo cual existe una cohesión de equipo y participación activa en todos los niveles, sean los técnicos inherentes al trabajo y función, o los emocionales. La empatía y confianza van abriendo el camino del éxito que emprenderán juntos, líderes y personal. Percepción, confianza y credibilidad van de la mano. Enseña a los suyos a no temer al desafío, por el contrario explica que hay que considerarlo una oportunidad.

Ésta es un elemento que fortifica las relaciones interpersonales con los miembros de sus equipos, porque han ganado confianza en su líder, cada vez que las avanzadillas que éste propone a su gente, terminan cumpliéndose. Busca la mejora continua de personas y organización, pero en este orden.

O sea, que la curiosidad se convierte en un factor motivador y que ayuda a pensar también en términos estratégicos. Incorporar todos los puntos de vista de las diferentes personas involucradas en un proyecto, escuchando cuál es la visión de cada uno y su ángulo de miras. O sea, la perspectiva.

Por tanto, la percepción de cada uno consensuando las tareas y fortificando la consecución de los objetivos, es lo que provoca que a escala global de la organización aquella perspectiva abarque un tiempo y espacio mayor. El líder ya tiene en su mente cuál será el nuevo o los nuevos escenarios en los que personas y organización tendrán que actuar. Obviamente, tendrá que explicar y formar a todos los miembros de sus equipos, cómo se estructurarán los escenarios y que papel les tocará a todas y cada una de las personas que tengan que intervenir. A ninguna persona le apetece el cambio para entrar a formar parte de nuevos escenarios, si no cree firmemente en que se va por el buen camino y tiene el convencimiento que el liderazgo que se está ejerciendo es creíble y confiable.

Si bien la curiosidad natural del ser humano operará como un factor aglutinante tanto en las relaciones entre todos como en las decisiones que tengan que tomarse para implementar determinadas acciones, mucho más fuerza tiene aún la credibilidad en el líder que siempre se manifiesta por la forma en cómo dice las cosas, cuándo las dice, por qué las dice y para qué.

Artículo coordinado por José Luis Zunni, director de ecofin.es, en colaboración con Salvador Molina, presidente de Foro ECOFIN, Javier Espina Hellín, miembro de ECOFIN Business Schools Group, y Ximo Salas, miembro del ECOFIN Management & Leadership de ECOFIN.

 

 

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