Identidad común europea, ¿en serio?

Nadie duda de la identidad hispana en América. El pasado martes 14 de abril se ha celebrado, como todos los años, el Día de las Américas, que es una celebración anual que tiene lugar en todas las repúblicas americanas como símbolo de su soberanía y de su unión voluntaria en una comunidad continental.

Pero lo que hay que destacar es que, sea por promulgación presidencial o legislativa, esta efeméride es conmemorada en ciudades, pueblos y comunidades de todo el continente americano.

Se viene celebrando desde 1931 y dio origen a la Organización de los Estados Americanos (OEA) en 1948 con la finalidad de fortalecer tanto los intereses económicos como sociales y culturales de todas las naciones que lo integran.

Honduras, Guatemala y Haití han declarado el 14 de abril como fiesta nacional, mientras que en otras naciones se llevan a cabo recepciones diplomáticas, celebraciones públicas y civiles, programas en las escuelas y una gran cantidad de proclamaciones promoviendo los principios del panamericanismo, por los cuales se reafirman los ideales de paz y solidaridad continental que todos profesan, fortalecer sus lazos naturales e históricos y recordar los intereses comunes y aspiraciones que hacen a los países del hemisferio un centro de influencia positiva en el movimiento universal a favor de la paz, la justicia y la ley entre las naciones.

Volvamos la mirada a Europa

Las circunstancias actuales por las que está atravesando la Unión Europea como consecuencia del impacto del Covid-19 durante 2020 y lo que va de 2021, han puesto una vez más de manifiesto aquella gran asignatura pendiente de la identidad europea que parece sigue haciendo aguas a pesar de muchos otros logros ganados como espacio económico y político común.

Desde esta tribuna hace casi diez años que venimos analizando todas las vertientes posibles del amplísimo campo del liderazgo.

Y como suele decirse coloquialmente, no hemos dejado ‘ningún árbol de pie’, en el sentido que hemos abarcado la mayor cantidad de réplicas posibles, tanto de líderes empresariales como tratadistas académicos y expertos de primera línea, así como una crítica permanente al liderazgo político, especialmente el europeo.

Por eso abordamos hoy una cuestión trascendental como es la identidad nacional europea, si es que existe.

Vamos a dar réplica hoy a la Fundación Robert Schuman, que fue creada en 1991, tras la caída del Muro de Berlín, reconocida como de utilidad pública, y que trabaja a favor de la construcción europea.

Es un prestigioso centro de investigación de referencia, que desarrolla estudios sobre la Unión Europea y sus políticas y promueve sus contenidos en Francia, Europa y el extranjero.

Provoca, enriquece y estimula el debate europeo a través de la calidad de sus investigaciones, publicaciones y conferencias. Proporciona ayuda concreta a las nuevas democracias.

Respecto a esta problemática de la identidad, la Fundación Robert Schuman hace las siguientes consideraciones que nos parecen fundamentales a la hora de debatir esta compleja temática:

1º) Dice que “la Unión Europea guarda silencio sobre el tema de la identidad, y dado que, como la naturaleza, la política odia el vacío, el populismo y el extremismo están ocupando este espacio discursivo que ha quedado vacío”.

2º) Y hace una distinción esencial al señalar que “como parte de la integración europea, los Estados miembros llevan consigo identidades nacionales históricas y culturales específicas y que una Unión de Estados como la UE implica un grado mínimo de coherencia e identidad común”.

3º) La Fundación Robert Schuman introduce otro elemento que ayuda a este debate: “desde esa coherencia ¿quiénes son los europeos y cuáles son los fundamentos de esta identidad europea? Identidad europea: una identidad “intermedia” entre lo nacional y lo global”.

Una vez destacados estos fundamentos que la Fundación Robert Schuman pone sobre la mesa para definir y analizar la identidad europea, vamos a pasar al análisis y réplica.

  1. Nuestra coincidencia es total en cuanto a lo que señala como identidad geográfica de Europa, que se entiende en términos amplios, caso de la Organización para la Seguridad y la Paz en Europa (OSCE) que incluye 57 países desde Vancouver hasta Vladivostok; o el Consejo de Europa que tiene 47 miembros, incluidos Rusia y Turquía.
  2. El aspecto diferenciador de Europa respecto a otros bloques económico-políticos es, como señala la Fundación Robert Schuman, la continua ampliación de la Unión Europea, que se parece más a un proceso de extensión indefinida que a la definición de un marco territorial.

Y en este punto también la coincidencia es absoluta, porque si algo es constitutivo de la esencia nacional para el desarrollo de una identidad colectiva es el territorio.

La Fundación Robert Schuman advierte que deberíamos subrayar la ausencia de la palabra “territorio” en los textos jurídicos fundacionales de la Unión y en su Derecho primario. El territorio está asociado principalmente a los Estados que componen la Unión únicamente.

A contrario sensu, la Fundación dice que se utiliza la palabra “espacio” que está muy presente en el Derecho primario y secundario de Europa: en el Preámbulo del Tratado de la Unión Europea (TUE) y en los objetivos de la Unión se menciona la creación de “un espacio de libertad, seguridad y justicia sin fronteras interiores “, así como la construcción de un” mercado interior (…) que comprenda un espacio sin fronteras interiores (…) “.

Además, más allá de los territorios de los Estados miembros de la Unión Europea, esto parece estar tipificado por áreas que tienen funciones específicas: dinero, libre comercio, seguridad, justicia, etc.

Esta yuxtaposición, incluso entrelazado, de áreas funcionales conduce a tipos diferenciados de integración que luego conducen a un área segmentada y geométricamente variable: el mercado interior (28 Estados miembros, 27 después del Brexit); la Unión Económica y Monetaria (19 miembros de la UEM); el espacio Schengen (22 Estados miembros y 4 Estados asociados: Islandia, Liechtenstein, Noruega y Suiza), etc.

Por lo que se ve, en la propia construcción europea, tanto en los tratados, como la legislación y, lo más importante, la propia cultura de los países integrantes, se genera una diferenciación que crea un grado de complejidad jurídica, que también conduce a un problema de legibilidad y, a su vez, a un problema político.

La famosa legitimidad a los ojos de los ciudadanos, que en definitiva son los destinatarios de las acciones políticas de la UE.

No pueden quedar excluidas de estas consideraciones los aspectos sustanciales como son:

– Que la UE se caracteriza por ser un espacio de derechos y en una comunidad de valores establecidos en los tratados: el respeto de la dignidad humana, la libertad, la democracia, la igualdad, el Estado de derecho y el respeto de los derechos humanos.

– Que este espacio seguirá siendo el centro del proceso de ampliación de la Unión y de la extensión del espacio europeo.

– Que la identidad de Europa es necesariamente de naturaleza intermedia: debe aceptar económicamente y desde un punto de vista humano, ser parte de un todo globalizado y estar integrado por Estados-Nación que conserven sus identidades discretas.

La vocación específica de Europa dicta su identidad y viceversa.

Esta identidad implica encontrar un camino intermedio entre lo global y lo local, entre la dilución y el retraimiento, para evitar, en la medida de lo posible, un enfrentamiento brutal entre la interdependencia mundial y el aislamiento ciego, xenófobo y estéril.

Identidad y liderazgo

Si nos detenemos un momento en la caracterización más ortodoxa del liderazgo, veremos que la esencia que define a un líder efectivo es su personalidad, esa que le hace creíble y confiable por parte de las personas que lidera, así como las decisiones que toma, la empatía que demuestra hacia los demás, su flexibilidad en cuanto a las posiciones que hay que adoptar, así como la forma en que profesa sus relaciones interpersonales. Es evidente que todos estos atributos le identifican como un líder efectivo o, por el contario, lo descalifican.

Por tanto, con sus acciones y su pensamiento (y viceversa), está configurando su identidad de líder, sin lugar a dudas.

Una identidad que profesa por su orgullo de pertenencia a la organización que lidera, que es el que hace, a su vez, que las personas integrantes en todos los niveles de aquella también sientan ese mismo orgullo de trabajar y pertenecer.

Volvamos entonces a Europa

Por lo que se ve, todos los elementos que hemos reseñado más arriba deberían producir como en el ejemplo del líder efectivo mencionado, una identidad clara que no esté sujeto a ambigüedades.

Pero, lamentablemente no es así, incluso por lo que la propia Fundación Robert Schuman establece como esa zona híbrida de identidad intermedia, algo así como una zona gris entre identidad nacional e identidad global, nos parece que más que contribuir a esclarecer, lo que hace, es confundir.

Pero peor aún: no nos preocupa una confusión, porque ni bien un término o una expresión dicha o recogida puede explicarse inmediatamente a continuación, lo preocupante es que hay palabras cuyo valor continente es tan fuerte y decisivo para un país o para una región como la UE, que su mala utilización o un vació sobre la misma, ¡sí tiene consecuencias!

No olvidemos aún que la UE no tiene Constitución Europea; que, a la luz de los acontecimientos de los últimos tiempos en materia política europea, dudamos que pueda lograrse en el medio plazo.

Poner la identidad en medio de la nacional y la global es un error.

También nos llama la atención que una institución como la Fundación Robert Schuman que lleva el nombre de Jean-Baptiste Nicolas Robert Schuman (1886-1963), ​más conocido como Robert Schuman, que fue un político francés de origen germano-luxemburgués y que es considerado como uno de los “padres de Europa”, y que ha sido figura determinante en la creación de lo que es actualmente la Unión Europea, elija el camino tan de moda de lo políticamente correcto, sin molestar a nadie, más bien una tibieza que no es buena cuando se trata de afirmar y no poner en duda la identidad.

Las experiencias de la tibieza y la ambigüedad en el liderazgo político son los que han llevado siempre a malas decisiones, o en casos extremos vividos en Europa en el siglo XX, directamente a la Guerra, porque se creía negociar mediante un pacifismo estúpido lo que a la vista de todos era el nacimiento de un régimen nacionalsocialista que destruiría Europa.

Es imperativo forzar a las instituciones europeas y a los países miembros de la Unión Europea a que trabajen desde el colegio primario, como advertíamos que lo hacen las instituciones públicas, especialmente los colegios primarios y secundarios en América, para celebrar esta identidad común americana que corresponde al Nuevo Mundo.

Los problemas de identidad han pesado en el pasado en Europa, han provocado guerras y muerte, destrucción y vueltas atrás una y otra vez; pero parece que, en vez de aprender de la historia, los europeos tropezamos dos veces con la misma piedra.

La identidad europea es una necesidad. La identidad europea es clave para tener un liderazgo europeo que está en horas bajas.

Artículo coordinado por José Luis Zunni, director de ecofin.es, vicepresidente de Foro ECOFIN y autor del libro recién publicado ‘El Cubo del Líder’ (Ed. Kolima; disponible a la venta pinchando aquí), en colaboración con Salvador Molina, presidente de Foro ECOFIN, y Antonio Alonso, presidente de la AEEN (Asociación Española de Escuela de Negocios) y secretario general de EUPHE (European Union of Private Higher Education).

, , , , , , ,

Pin It on Pinterest

Share This