¿Imaginan a Julio César preocupado por haber perdido dos legiones en una batalla que finalmente daba el triunfo y la conquista en otra de las tantas regiones que se iban incorporando al Imperio Romano? Por lo que se sabe, el gran general romano, y uno de los grandes estrategas militares de la Antigüedad, no caía en el derrotismo por lo perdido, sino que arengaba a sus hombres por lo ganado. El fracaso, que sin duda en parte se producía por la pérdida de hombres, era compensado por una victoria no solo militar, sino política y de más largo plazo. En otros términos, siempre había que perder hombres para poder lograr extender los límites del imperio y/o mantenerlo a salvo de los pueblos bárbaros que vivían en los mismos límites de aquel.
En tiempos ya actuales, hay una cita de Michael Jordan: “He fracasado una y otra vez en mi vida y es por eso que tengo éxito”, es mucho más que un pensamiento de esos con los que uno queda bien: es un auténtico axioma. Sabemos que el axioma es una proposición tan clara y evidente que se admite sin demostración. Se aplica en el campo de conocimiento de las ciencias exactas y también en otras disciplinas, correspondiendo a cada uno de los principios indemostrables sobre los que, por medio de un razonamiento deductivo, se construye una teoría.
Lo que Jordan refleja en su pensamiento es lo que ha trasladado de manera constante a todos los actos de su vida. Es un recordatorio de que el fracaso es una parte necesaria del camino hacia el éxito. Nadie ha alcanzado jamás el éxito sin los sinsabores de la derrota, seguramente más de una. Que hay excepciones…siempre las habrá. Pero no es la norma, justamente lo que nos interesa en nuestra aportación de hoy, es cómo hacemos para garantizarnos ese camino hacia el éxito.
Competiremos con nosotros mismos, con los reveses, el infortunio y las decepciones. Pero si tenemos la fortaleza de soportar uno o más fracasos, dándonos la explicación de por qué han sucedido, y especialmente, de la manera que lo han hecho, estaremos haciendo una pedagogía de lo sucedido y adquiriendo el invalorable capital del aprendizaje. Y la forma en que aprendemos de nuestros fracasos y nos recuperamos, es lo que determina si finalmente tendremos éxito o no.
Otra persona relevante, nada menos que John Watson, fundador de IBM, sostenía lo siguiente: “¿quieres una fórmula para el éxito? Es bastante simple en realidad: duplica tu tasa de fracaso”.
Sara Blakely, empresaria y fundadora de Spanx, tuvo una infancia en la que su padre siempre le preguntaba: “¿en qué fallaste hoy?”. Y para ella y su familia la pregunta sobre cuál había sido el fallo del día replanteaba que el fracaso simplemente implicaba no probar cosas nuevas. O sea, cerrar la puerta a nuevas oportunidades y, esa era la verdadera tragedia.
Nos movemos en un mundo cada vez más complejo a pesar de contar con más tecnología y mejores recursos a nuestro servicio. Esto nos lleva a que tenemos un exceso de inputs y de cosas que aprender y experimentar a diario. Con frecuencia los pensamientos exagerados de fracaso pueden detenernos. El miedo al fracaso puede incluso sofocarnos mucho más de lo que lo haría la realidad. De ahí que, si nos replantemos la pregunta como modelo terapéutico, al querer saber en qué hemos fallado hoy, es una forma útil de reformular la tradicional dicotomía fracaso-éxito. Es relativizar el fracaso y quitarle importancia. Es no tener vergüenza de afrontarlo.
No implica que nos debamos conformar. Lo que decimos es que de esta manera evitamos que ciertos pensamientos de fracaso y vergüenza se vuelvan salvajes, agobiándonos una y otra vez.
Por ello, recomendamos aplicar esta nueva forma de ver, desde otro ángulo, para así, al re-focalizar lo que hasta ahora era un problema se convierta en un impulso hacia el re-direccionamiento de la acción. Principalmente, es una forma de limpiar los pensamientos negativos.
Entonces, al preguntarnos “¿en qué hemos fallado hoy?”, cambia nuestra relación con el fracaso. Porque al repensarlo nos ayuda a poner el miedo al fracaso en el lugar que le corresponde. De esta manera, podemos mejorar nuestra toma de decisiones, no temiendo en aumentar las acciones para fortalecer el camino que ya habíamos tomado, teniendo en cuenta, que al estar libre de ese temor nos centramos más en la capacidad ejecutoria que la propia experiencia nos da, y favorecemos que se acometa una acción y/o respuesta favorable que está esperando que se haga.
¿Qué puedes decir sobre el fracaso?
El fracaso es retraso, no derrota. No te des por vencido de antemano, ya que es un desvío temporal, no un callejón sin salida. El fracaso es algo que no podemos evitar si creemos que con no decir nada o no hacer nada al respecto nos va a eximir de fracasar.
¿Sabes fracasar bien?
No es un error plantearlo así. Es lo que dice Eddie Obeng (1959) que es un teórico organizacional, educador y autor británico, que se desempeña como profesor en Henley Business School y Ashridge Executive Education de Hult International Business School al afirmar cosas como “hoy en día, el ritmo actual, la escala y la interconexión del cambio superan nuestra capacidad de aprender volviéndose cada vez más común”
Y agrega que “para tener éxito, los líderes de hoy deben estar preparados para fallar y fallar bien. Fracasar bien, o lo que llama “fracaso inteligente”. ¿Por qué? Porque significa reconocer que el fracaso le sucede a los mejores y desarrollar las habilidades necesarias para aprender y fortalecerse a partir de los propios errores es algo que han aprendido bien los buenos líderes.
¿Es posible hacer de nuestro lugar de trabajo un sitio seguro para hablar sobre el trabajo?
Se requiere de líderes efectivos que actúen con humildad y sean los primeros en reconocer sus probabilidades de fracasar como los demás. Esto hará que el resto de personas de los equipos y/o departamentos se animen, porque el líder habrá alentando al personal a desafiar sus ideas y enmarcando iniciativas complejas, incluso cuando tienen que experimentar, porque el objetivo es aprender en el camino hacia el éxito.
Debemos admitir que es un giro de 180 grados porque con esta filosofía de vida se está desafiando lo convencional, lo que se está acostumbrado a hacer y decir, especialmente aquella forma de liderar de líderes que siguen creyendo que tienen que tener todas las respuestas, cuando en realidad lo que se puede hacer hoy es liderar consensuando las acciones y respuestas de todos, incluyendo la capitalización de los errores y las correcciones que se han tenido que hacer. Sin miedo a corregir, sin complejos por reacomodar los fracasos y abrir esa puerta a nuevas oportunidades.
¿Cómo podemos visualizar el fracaso?
En una organización de la importancia como es la NASA, cuando está en marcha un nuevo proyecto se plantean simultáneamente todas las posibles maneras en que pueda salir mal. Para ello se toman todo el tiempo del mundo. Esto tiene menos que ver con elaborar planes de contingencia detallados y más con cultivar una detección temprana y actitudes saludables hacia los potenciales errores cuando surjan.
Cuando se produce el fallo técnico que casi cuesta una catástrofe a la misión de la Apolo 13, el jefe de sala de control de vuelo de la Nasa en Houston, ante las dudas de algunos de los técnicos que estaban en la sala, de manera contundente les instó a hacer lo posible por revertir la situación, que cada puesto de control estuviera exigiéndose al máximo y les dijo: “el fracaso no es opción”. Sin duda, era como decir o el fracaso o la vida, porque de cómo actuasen en los siguientes minutos, dependía de traer sanos y salvos a la tierra a los astronautas de esa misión.
Adoptar una práctica de fracaso inteligente
Si integramos en el corazón de la cultura corporativa de la organización, la autoconsciencia y aprendizaje de experiencias pasadas, incluyendo muy especialmente cuando se produjeron errores en la planificación o en la implementación de las acciones, se está facilitando la capacidad de detección de errores y asumir responsabilidades de manera directa, transparente y también sin miedo.
La capacitación de los empleados podría incluir la definición de la diferencia entre lo que se considera aceptable o no en cuanto a fracasar. Dejando claro cuáles son las que necesariamente nos conducen a la innovación, en comparación a aquellos fracasos en los que lo que ha ido mal tiene que ver con la moral y la ética.
Nuestra forma de educación desde los primeros años se basa en que el aprendizaje se circunscribe a cómo tener éxito, pero rara vez pensamos en fracasar bien como una habilidad. No sorprende entonces que reaccionemos improductivamente cuando el fracaso inevitablemente ocurre.
Por todo lo dicho, creemos que es mucho más productivo que se adopte un enfoque positivo respecto al histórico temor al fracaso, introduciendo un cambio de cultura para poder lidiar con el fracaso y entonces utilizar herramientas que sabemos nos van a ayudar a corregir, sin miedos a qué puedan decir. Y esta es una manera también productiva de que los líderes pueden aumentar su resiliencia y adaptabilidad, lo que los capacita mejor para tener éxito en el mundo cambiante de hoy.
Artículo coordinado por José Luis Zunni, presidente y CEO del Instituto Europeo Ecofin de Liderazgo (IEEL), director de ecofin.es, vicepresidente de Foro ECOFIN y autor del libro recién publicado ‘El Cubo del Líder’ (Ed. Kolima; disponible a la venta pinchando aquí), en colaboración con Salvador Molina, presidente de Foro ECOFIN y presidente honorario del Instituto Europeo Ecofin de Liderazgo (IEEL) y también autor del libro ‘El Cubo del Líder’.