Comunicación, cuando la palabra crea la Realidad

Las palabras crean realidades. Cuando una idea se conceptualiza, nace una palabra nueva. Y el poder de esa palabra crece exponencialmente con su difusión, con su comunicación.

La Humanidad ha hecho su transferencia de conocimiento entre generaciones a través de los relatos: Mitos, Historia, Leyendas, Cuentos, Libros sagrados, etc. Y en la palabra, los hombres han encontrado sus banderas de liderazgo: religioso, político, cultural, social, económico.

No nos despistemos. Un buen relato es capaz de movilizar a las masas. Una palabra agraciada semilla el cambio en las siguientes generaciones. Los grandes pensadores y filósofos cambiaron el mundo a través del poder de sus palabras, aunque la comunicación y el paso del tiempo tuvieron que trabajar en ese derribo de pensamientos limitantes previos.

El lenguaje crea o corrompe

En varias ocasiones hemos abordado la profunda relación entre liderazgo y comunicación. Para los expertos en lenguaje, como es el caso de Robert Stainton que es un epistemólogo y filósofo del lenguaje, que, basándose en un amplio cuerpo de evidencia, argumenta enérgicamente que los hablantes pueden y usan meras palabras, no oraciones, para comunicar pensamientos completos. Luego considera las implicaciones de este resultado empírico para las relaciones lenguaje-pensamiento.

El genial George Orwell, que se caracterizaba por su forma incisiva de expresar sus ideas, decía en su novela “1984” que si el pensamiento corrompe el lenguaje, también el lenguaje corrompe el pensamiento”. Impresiona la agudeza de Orwell, que viene a decirnos algo así como, que, con sus luces y sus sombras, la palabra sigue siendo el principal instrumento que posibilita la civilización y la construcción de las sociedades modernas. Y obviamente, el liderazgo como instrumento muy desarrollado de las relaciones humanas, es quizás el más eficaz de los arquitectos sociales.

Sea la palabra dicha una manifestación incendiaria o una de paz, terminan siendo articuladoras de la experiencia humana. Y el liderazgo actual es uno de estos testimonios de evolución social más importante, nutrido por supuesto, de habilidades técnicas y emocionales, pero que depende también de la palabra.

¿Qué es el liderazgo humano?

Incluso antes de la pandemia, sabíamos que nos enfrentábamos a un mundo VUCA (volátil, incierto, complejo y ambiguo), pero estamos aún en un estadio de disrupción que jamás habíamos previsto, sumado al habitual cambio acelerado impulsado por la innovación tecnológica. Esto pone sobre la mesa una palabra (otra de esas que tienen gran peso) que se llama incertidumbre, que inevitablemente afecta a los individuos de manera diferente.

Esto lleva a impactos en la psicología individual, al menos si no afecta de manera estructural la personalidad, puede provocar estados de ansiedad que hacen que, por ejemplo, en una organización, los empleados se resistan al cambio, o permanezcan desconectadas de la realidad a la que se están enfrentando, o que establezcan hábitos de trabajar en silos, lo que reduce el compromiso y la confianza de los empleados.

Es comprensible que los líderes comiencen a sentirse estancados, estresados ​​y a dudar de sí mismos al acercarse a este territorio inexplorado, porque lo que en realidad falta es la conexión humana que únicamente se establece a través de la comunicación. O sea, la palabra expresada o escrita, pero que sea el nexo de relación.

Parece ser que en las circunstancias actuales en las que se encuentra la sociedad, se necesita mucho más liderazgo humano. Hay que tener en cuenta que los líderes que han dominado el arte de la conexión humana tienen en común una alta dosis de inteligencia emocional, son personalidades auténticas, empáticas y no solo transmiten calma y seguridad, sino que crean confianza en todo el personal, porque gracias a la conexión humana clara y directa a través de la palabra, despejan los nubarrones de la incertidumbre, traen el sosiego y aprovechan el cambio para un futuro nuevo y mejor. Para que todas las personas estén mejor conectadas entre sí, inspiradas y alineadas con su visión compartida.

Después de pasar doce años en la Universidad de Harvard, Shawn Achor se ha convertido en uno de los principales expertos mundiales en explicar, así como demostrar, que existe una conexión entre la felicidad y el éxito. Pensamientos como “estamos encontrando [se refiere a investigaciones] que no necesariamente es la realidad la que nos moldea, sino la lente a través de la cual nuestro cerebro ve el mundo que interpreta esa realidad”, se basa en la creencia de que, si podemos cambiar la lente, no sólo seremos capaces de modificar nuestra felicidad, sino que podremos influir en cada uno de los resultados de las cosas que hagamos, incluido, por supuesto, el mundo de los negocios.

Y aunque parezca mentira, esa lente es más o menos opaca para poder ver a través de ella en función del uso de las palabras que sin duda representan el pensamiento humano.

Es importante considerar la comunicación efectiva en el lugar de trabajo como un camino de doble dirección, pero también pasar por alto algunas de las complejidades involucradas en la comunicación en sí misma, particularmente desde una perspectiva de liderazgo.

La comunicación del liderazgo consiste en saber enraizar a través de palabras muy bien orientadas en cuanto a lo que significan y además lo que quieren expresar. Principalmente en una serie de mensajes que necesariamente deben de estar conectados con la cultura corporativa y y los valores fundamentales de una organización.

Estos mensajes son importantes para las partes interesadas clave de la empresa, incluidos los empleados, los clientes, los socios estratégicos, los accionistas y los medios de comunicación.

Venimos sosteniendo desde esta tribuna que una corriente de doctrina de liderazgo muy comprometida con el bienestar de las personas cree que es efectivo en cada uno de esos momentos en que hacemos un poco mejor la vida de los demás. Pero no sólo a nivel interno de la organización, buscando las mejores relaciones interpersonales y una dosis razonable de felicidad de los empleados. También se está refiriendo a las relaciones con clientes, actuales y potenciales, para que, siguiendo el pensamiento de Richard Branson, nos preguntemos al ofrecer nuestros productos y/o servicios “en qué vamos a mejorar la calidad de vida de las personas”. Y esto tiene que ver con el bienestar.

Desde ya que cuando se facilita la vida cotidiana, sea en el trabajo o fuera de los ámbitos laborales, se está incrementando esa química casi imposible de medir, pero que en realidad existe, que es la que determina la felicidad y estabilidad de las personas. Y las palabras y conversaciones son auténticas amalgamas para lograr niveles de satisfacción en los ámbitos laborales, así como en la vida personal.

También es la doctrina la que se pregunta ¿por qué se amplían las brechas de liderazgo cuando es tan importante la inversión en capacitación y desarrollo del liderazgo? O también ¿qué hacen los grandes líderes de manera diferente para prosperar y crecer? Esta segunda tiene una respuesta inmediata: la única manera de que el líder haga crecer la organización y su ámbito personal, es cuando renuncia a ser la prioridad y pone en primera fila al personal y la clientela. Los intereses de esta deben ser, por supuesto, los del personal y la organización. Pero no podrá lograrse el éxito sólo con la satisfacción de la clientela externa, sino buscando la estabilidad y las buenas relaciones entre todos los cuadros y de eéstos con la dirección.

En cuanto a la primera pregunta, si algo hay que está impactando positivamente para reducir los abismos existentes en liderazgos de diferente estilo, es que está prosperando e incorporándose rápidamente en la cultura corporativa un liderazgo mucho más humano, al mismo tiempo que efectivo, en el cual la comunicación es pieza sustancial de este nuevo escenario.

Los grandes líderes entienden que poder disponer de una red más diversa de opiniones, de consulta con personas y equipos, es una fuente clara de identificación de nuevos patrones de comportamiento en el liderazgo, que se nutre de más soluciones porque cuenta con personal que está pensando de manera diferente entre sí y con la dirección. En vez de reprobar la diversidad, por contario, se anima a hacer un ejercicio intelectual de contrastar posiciones, opiniones, etc., por más antagónicas que puedan parecer. La palabra vuelve a ser el eje de las relaciones a pesar de que el mundo digital pareciera que va en su contra.

De ahí que interese profundizar en las tipologías de personalidad que con mayor claridad se manifiestan en las organizaciones. Son de dos tipos: los que siempre buscan su beneficio personal (los tomadores) y los que son capaces de hacer cosas por los demás, especialmente desde una filosofía colaborativa (los que se entregan). Es evidente que no se pueden eliminar de un plumazo todas aquellas personalidades que únicamente están en modo tomar, aprovechar, disimular, evadir, etc., en relación a acciones, pensamientos u opiniones dadas.

Todo lo que el líder haga para facilitar que no sea un inconveniente de parte de un miembro de un equipo, pedir ayuda y/o colaboración, se convertirá en un gran avance para todos. Y para ello basta una palabra.

La manera de hacerlo es convenciéndoles que es importante ceder en comodidad para que juntos pueda lograrse la consecución de los objetivos. Es más, puede ayudar a que determinadas ambiciones personales de los que justamente son lo contario de ser agradecidos, facilitadores, etc., terminen alcanzándolas, porque de otra manera, manteniéndose únicamente en su posición de tomadores (egoísmo personal) pueden malograrse para ellos algunas, por no decir muchas, de dichas ambiciones personales.

En realidad podemos cambiar la forma en que las personas definen el éxito, ya que en lugar de decir que es todo aquello vinculado a la competencia personal, finalmente la realidad demuestra que el éxito se trata realmente de la contribución que personas y equipos hagan en conjunto. La palabra y la conversación son grandes aliados en los procesos colaborativos.

¿La palabra y la empatía?

Nos parece que una buena manera de comprender qué significa ser empático, es explicar su alcance:

– Lograr una mejor comprensión de todas las palabras, gestos, emociones, etc. en las relaciones interpersonales. Lo que los investigadores llaman “lectura mental”.

– Que podamos sentir lo que las otras personas están sintiendo en ese momento, sea en una conversación o en compartir en silencio las tareas de los miembros de un equipo.

Tener la capacidad de ponerse en el lugar del otro. Hacerse cargo de cuál es su tarea, responsabilidad, etc., así como la circunstancia especial por la que está atravesando (haber salido de una operación y estar en proceso de recuperación; ser un recién graduado que requiere incorporar experiencia, etc.)

– Ser empáticos también pasa por compartir visión del entorno, o de una situación particular dentro de la empresa. También, cuando no se comparte esta visión, sí se es empático si podemos mirar desde el punto de vista del otro. Comprender cuál es su ángulo de miras.

Falta de empatía no implica falta de comunicación. Los tiempos acelerados en los que estamos conduciéndonos día a día para cumplir con nuestras obligaciones y responsabilidades, deben servirnos de advertencia de que hay una disminución en las comunicaciones verbales produciéndose la paradoja de que todas las personas están más conectadas gracias a sus dispositivos móviles, aunque la comunicación personal mediante la conversación es mucho menor.

Y esto ocurre también en los ámbitos laborales, en los que a veces es difícil cruzar unas palabras porque lo que está prevaleciendo es otra forma de comunicación.

Las organizaciones han acumulado cada vez más responsabilidades y complejidad en las tareas ante los retos del mercado, lo que hace que con más frecuencia se ven líderes que están casi obligados a disminuir sustancialmente las conversaciones cara a cara. Estamos en una época en la que prevalece la gestión por sobre la interactuación.

Una investigadora del nivel de Sherry Turkle (1948), que es la profesora de “Estudios sociales de ciencia y tecnología” de la cátedra “Abby Rockefeller Mauzé del MIT (Massachusetts Institute of Technology) ha llegado a la conclusión de que la falta de conversación afecta nuestra creatividad y productividad. Por el contario, la recuperación de la conversación cara a cara puede ayudarnos a recuperar el terreno perdido. Porque estamos inmersos en un universo tecnológico en el que siempre estamos conectados, pero del cual hemos sacrificado la conversación en aras de dicha conexión.

Tanto en el hogar como en los ámbitos de trabajo, existen una serie de caminos alrededor de la conversación que están constantemente tentados por las posibilidades de un SMS, un mail o un whatsapp. Sorprende ver en muchas reuniones familiares, cómo cada uno de los miembros de esa familia están más pendientes de sus dispositivos móviles que de la conversación real entre personas, que en los hechos se va teniendo de a ratos. Desarrollamos una cierta adicción por lo que ofrece la mera conexión.

En línea, sólo queremos compartir opiniones con las que nosotros o nuestros seguidores estamos de acuerdo, lo que marca una clara política de alejamiento sobre cuáles son las diversidades de opinión, incluso, los conflictos.

Pero no debemos olvidar que la sociedad actual se fundamenta en la democracia y que esta tiene como piedra angular la palabra, o sea: la conversación. Si en la esfera privada a través de la comunicación oral se construyen valores como empatía, amistad, amor, aprendizaje, etc., en el plano organizacional el líder instará a una mejor comunicación porque redundará en beneficio de la productividad, al facilitar que afloren esos mismos valores que hacen que las relaciones interpersonales sean mejores, las personas estén más a gusto unas con otras, haciendo del ambiente un lugar amable, cómodo y libre de tensiones.

A pesar de la conectividad que la tecnología nos proporciona de manera casi inconsciente, debemos procurar resistirnos a eliminar las conversaciones en nuestras relaciones. Siguen siendo la base del entendimiento humano y de la construcción de los países. No es menos cierto esto para las organizaciones.

Artículo coordinado por José Luis Zunni, director de ecofin.es, vicepresidente de Foro ECOFIN y autor del libro recién publicado ‘El Cubo del Líder’ (Ed. Kolima; disponible a la venta pinchando aquí), en colaboración con Salvador Molina, presidente de Foro ECOFIN, y Antonio Alonso, presidente de la AEEN (Asociación Española de Escuela de Negocios) y secretario general de EUPHE (European Union of Private Higher Education).

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