La crisis es amiga de la arruga. El peso de la responsabilidad deja huellas indelebles en nuestros rostros. Y desde Foro ECOFIN no podemos aportar sugerencias estéticas para reconstituir las arrugas a piel lisa, pero si podemos tratar de aliviar las tensiones que producen esas arrugas. Porque lo preocupante no es la cantidad de horas que se dedican a ejercer responsabilidades, sino cómo afectan éstas y la carga de tensión que producen. Porque a todas las personas, tengan el cargo de responsabilidad que tengan, les va la salud en ello.
Si no aprenden métodos para lograr cierta distensión, el cuerpo y también la mente pasan factura. Cuántos de nuestras/os lectoras/es que por la noche en familia están visualizando una película cómodamente con sus piernas estiradas en una pequeña extensión del sofá, al mismo tiempo tienen apoyado en sus muslos un portátil con la excusa de repasar los emails, creyendo equivocadamente que de esta forma se avanza, aunque no es precisamente una forma de quitar tensión al largo día. Más bien es agregar una buena carga emocional hasta el último minuto antes de irse a la cama.
¿Se puede modificar este hábito?
Sólo es viable cuando se comprende el beneficio que para nuestra salud representa crear nuestro pequeño mundo de distensión en la intimidad del hogar. Esto nos provocará una gran satisfacción porque podemos compartir más horas con los nuestros, además de valorar el uso del tiempo que hacemos y cómo compatibilizamos vida laboral y familiar.
¿Qué tipo de sentimiento es el que se crea?
Uno positivo que nos ayuda a ser conscientes que estamos dedicando a cada cosa su tiempo y espacio, entonces nuestra capacidad para manejar el estrés y la carga acumulada de tensión no sólo mejora, sino que aumenta nuestra confianza.
Lo de dejar el portátil en la mesa y no sobre las piernas mientras reposamos en el sofá es una señal clara de que ya hemos comprendido que es mejor sentirnos bien y relajarnos. No es bueno creernos eso de que somos imprescindibles, con el agravante de pensar que toda la organización y las personas que tenemos a cargo, dependen de que nunca desconectemos debidamente de nuestras rutinas y responsabilidades. El portátil siempre abierto hasta que el cansancio nos haga caer en la cama, no es precisamente la mejor receta para nuestra salud física y mental, que es la primera de las cosas que debemos de tener en cuenta, si queremos estar al frente de los retos que se nos presentan a diario como líderes, que se manifiestan por los agobios que el cambio produce en la forma de hacer los negocios como consecuencia de la complejidad actual de los mercados, la necesaria competitividad que tienen que mantener las organizaciones y el permanente estado de incertidumbre sobre cómo van a suceder las cosas a nivel macro.
Es evidente que todo esto nos abruma y nos consume en exceso las energías disponibles, lo que provoca que hagamos uso de la expresión tantas veces dicha aunque no por ello menos cierta de: “Hoy no puedo con mi cuerpo”.
El tiempo finito y la tensión garantizada
No sólo el tiempo es limitado, sino que es democrático; porque todas las personas disponen de la misma cantidad de horas. La cuestión que ya no puede garantizarse es que todas y cada una de las personas en la organización hagan un uso eficiente de ese tiempo del que disponen.
Los líderes tienen agendas demasiado comprimidas para poder llevar a cabo todos los planes que tiene cada semana. Lo que sí está garantizado es la carga de tensión a veces injustificada, por una mala gestión del tiempo. De ahí que cada vez más líderes buscan el tiempo y espacio para introducir ejercicios de meditación tipo yoga o similares (gimnasia respiratoria), que operen como un dique de contención contra el agobio que la rutina y estrés diario producen. Esta sobrecarga que tiene el líder es difícil de eliminarla, como consecuencia que día tras día vaya posponiendo esa decisión que no toma nunca de hacer un alto en el camino e interrumpir la secuencia de tareas y responsabilidades para incorporar determinados ejercicios físicos y mentales.
En una ocasión, un alto directivo de una corporación multinacional de máquinas herramientas, habituado a ir una vez por semana a su terapeuta que le ayudaba a comprender mejor por qué se sentía tan cansado y que no podía reducir el nivel de tensión y preocupación que le generaba su cargo, le dijo al psicólogo:
– No sé como puedo hacer para generarme algo de tiempo para hacer ejercicio. No puedo parar mis tareas y el ritmo que llevo.
– Verá, o usted decide parar el ritmo de las tareas y responsabilidades premiándose con un momento de relajación, por ejemplo, deporte, meditación, respiración profunda, etc.; o será su actividad profesional la que lo pare a usted. Y sepa una cosa, generalmente es tarde y produce efectos duraderos en la interrupción de su vida laboral.
El consejo era directo y claro: saber cortar a tiempo y no que sea el cuerpo el que nos obliga a hacer un alto en el camino. Por ello, existen ejercicios que no sólo ayudan a mantenerse en forma, sino que pueden vincularse cada uno de ellos a un aspecto de su responsabilidad de liderazgo. Hay que ser conscientes que es bueno para nuestro cuerpo y mente, pero también tiene consecuencias en el ánimo que transmita a las personas que a diario comparten espacio y tiempo en la empresa. A quiénes tiene que dirigir y quiere que su semblante y expresión de la cara también refleje serenidad y buena predisposición para la escucha activa y el diálogo.
¿Qué cómo se logra? Al pensar en el ejercicio de esta manera, no se sentirá tan culpable por el tiempo dedicado a practicar footing, o gimnasia o paddle. Lo curioso es que cuanto más practica y organiza su tiempo para este tipo de relajación, se convierte no sólo en un entrenamiento que el físico agradece y no se sentirá cansado como antes al cabo de cada jornada, sino que también le inspirará a ver las cosas desde otro ángulo.
Hemos insistido en varias ocasiones en el principio que regula el estudio de las competencias emocionales: tener claro que las personas somos una masa de emociones contenidos en un cuerpo y mente. Ésta última actúa como un disco duro de un ordenador, dando entrada a todo tipo de estímulos generados en el exterior que nos van sucediendo todos los días a lo largo de nuestra vida.
Por tanto, la pregunta es: ¿con qué frecuencia debemos hacer que nuestra mente haga un ejercicio de distensión, para liberarla de tantos inputs que terminan agobiándola? Esta percepción es privativa de cada persona, pero les daremos una pista a través de hábitos que las personas realizan a diario. Por ejemplo, aquellas que tres o cuatro días a la semana (algunos todos los días) se ponen el equipo deportivo y practican unos 50 minutos aproximadamente de marcha forzada, footing o simplemente caminar.
Cuando estas actividades deportivas se convierten en un hábito que no podemos dejar de hacer, porque cuando no los practicamos nos sentimos mal o que nuestra sensación es que estamos cargados de tensión, etc., es entonces la señal de que sí hemos logrado desarrollar nuestro particular método de relajación que nos permite recargar “baterías” (llenarnos de energía) y revitalizar nuestra mente y nuestro estado anímico.
Pero si no complementamos la relajación mental con el ejercicio físico, no se termina de descomprimir el mapa de tensiones que afectan nuestra salud. Esa sensación constante de sentirnos cansados, que nos cuesta levantarnos e incluso entrar al ritmo habitual de nuestras tareas, algo así como nuestra velocidad de crucero. De ahí que sea bueno que repartamos tiempo entre actividad física con meditación, lo que no significa que una se tenga que hacer prescindiendo de la otra. Puede perfectamente hacerse marcha forzada durante una hora, pero previamente hacer ejercicios de pre calentamiento muy suaves que consisten en gimnasia respiratoria que aprovecharemos para que nos ayude a pensar en el día o semana que tenemos por delante.
La música como terapia
Hay ejercicios que debemos hacer en casa, como por ejemplo, centrar nuestra mente en la música que escuchamos con la cabeza reclinada. La posición cómoda se tiene que lograr no sólo por acomodarnos en un sofá o sillón que nos sea agradable y facilite la relajación, sino que hay que quitar o neutralizar los ruidos externos todo lo que se pueda (ventanas cerradas si viene mucho ruido de la calle) y de alguna manera concentrarnos en la música suave que nos hace bien (la elegimos porque es de nuestras preferidas). Si logramos eliminar los estímulos externos (cualquier forma de ruido), la concentración será mucho más útil porque permitirá un nivel de relajación mayor y liberación de energías negativas.
Respirar es gratis
Es conveniente hacer unas cuantas inhalaciones y exhalaciones profundas, porque la respiración lenta y pausada ayuda a que todo nuestro metabolismo se ponga en un punto neutro de tensión, justamente lo contrario a la carga constante de tensión que hacemos de nuestra mente mientras trabajamos.
La llave de este ejercicio es que debemos ser conscientes de que estamos practicando la relajación y que no queremos pensar en nada. Pero justamente para que nuestra mente no se vuelva a cargar de pensamientos y recuerdos sobre las tareas y responsabilidades que tenemos entre manos este mismo día de hoy, lo que hay que hacer, es inhibir la entrada de pensamientos y datos así como recuerdos, bloqueándolos de dos maneras: no dejar que entren en este momento (por ejemplo, olvidarse de la preocupación de una reunión que tenemos este mediodía) o directamente, si hemos sido incapaces de frenar dichos pensamientos que nos abruman, hacer que salgan inmediatamente de nuestro estado mental de relajación, para lo cual hay es recomendable concentrarse y pensar en una imagen que nos sea grata y nos alivie las tensiones (por ejemplo, recuerdo de unas vacaciones en las que practicamos submarinismo) y sentir que esas emociones positivas se adueñan de toda nuestra mente y bloquean la agenda a la que inconscientemente siempre terminamos apelando.
El pensamiento positivo no sólo es vital para emprender las acciones que debemos implementar día a día, sino que nos ayuda a superar enfermedades o problemas.
Y si nada de esto le parece posible. Le aconsejamos un reseteo total aunque sea una escapada de un día laborable a pasear por el campo, remar en las barcas de un parque o salir a comer a un pueblo cercano donde poder dar una caminata antes de almorzar. Una escapada a tiempo es una visita menos al servicio de Urgencias.
Artículo coordinado por José Luis Zunni director de ecofin.es. En colaboración con Salvador Molina presidente de ECOFIN, Javier Espina Hellín miembro de ECOFIN Business Schools Group, y Ximo Salas, miembro del ECOFIN Management & Leadership de ECOFIN.