Estamos más que acostumbrados a escuchar la expresión “disrupción tecnológica” y también continuamente nos referimos al término reseteo; pero siempre indicando la acción del término en inglés “reset” (reiniciar), sea el móvil o el ordenador. Pero no está de más que lo analicemos en cuanto a nuestra capacidad reflexiva, por ende, de actualización de nuestro pensamiento, que debe necesariamente pasar por un reseteo también, de nuestros principios y valores.
Siempre nos hemos referido a la cuestión de los principios, como aquellos fundamentos que subyacen en nuestro interior, ese al que accedemos pocas veces en acciones reflexivas (introspección). Pero, justamente las acciones de los líderes efectivos tienen mucho de rápida respuesta que hay que dar en base a mercados complejos y altamente cambiantes; pero no menos importante es la capacidad de reflexión que ese liderazgo debe proporcionar.
En el ámbito de la tecnología, cuando se resetea es volver a las condiciones iniciales de un sistema. La pregunta es ver si a nivel de nuestra actividad mental que se acciona de manera consciente y también inconsciente, estamos en condiciones de resetearlo con la misma facilidad que lo hacemos en los procesos automáticos que la tecnología nos proporciona.
La buena noticia es que sí podemos hacerlo y los líderes efectivos sin duda están muy entrenados para esa adaptación contante a las circunstancias.
La cuestión es que adaptarse puede significar dos cosas:
- una mera actualización (igual que en la tecnología).
- o un cambio radical de posición (como si incorporásemos un software nuevo).
Para que esto tenga sentido, vamos entonces a refrescar qué entendemos por los principios y valores. No menos importante, cómo actuamos respecto a ellos.
Los líderes efectivos generalmente se guían tanto por sus metas y objetivos como por sus valores. Digamos, que los armonizan, los aplican simultáneamente. Y en cuanto a los valores, es un tema excesivamente tratado y no necesariamente bien explicado, para que puedas comprender el papel que realmente juegan los principios y valores, no solo en la toma de decisiones, sino en toda tu vida. Y es que son los que condicionan al 100% tus reacciones frente a los problemas, retos, obstáculos, etc. O sea, tus emociones diarias y especialmente tus estados de ánimo, se gobiernan básicamente desde tu ordenador central (tu cerebro) que está enviando mensajes de actuación en base a cuál es la tarea o solución para el problema, desde un punto de vista crítico (análisis de la situación), pero inseparable de la emoción que provoca.
No es lo mismo estar seguro de lo que hay que hacer y que la confianza que tenemos en nosotros mismos nos impulsa a una resolución rápida de la cuestión, o sea, ese tipo de problemas operativos diarios a los que nos enfrentamos, que resolvemos como si fuésemos con el piloto automático, que cuando lo que tenemos por delante sí nos exige un cambio de posición respecto a lo que veníamos haciendo. Aquí no es cuestión de volver a la casilla de salida, sino de cambiar de tablero, porque habrá valores que están siendo discutidos (nosotros mismos nos los cuestionamos) y nos vemos en la necesidad de cambiarlos o en el mejor de los casos, adaptarlos, a las nuevas circunstancias.
Por ejemplo, en los ámbitos laborales, en los momentos en los que tienes que hacer un análisis crítico de un problema sobrevenido que hay que resolver en el departamento porque corresponde a una de tus funciones, y te están pidiendo que quede resuelto esta cuestión antes del mediodía que es lo que se ha comprometido (la empresa) con el cliente. ¿Qué es lo que haces? ¿Actúas o reseteas?
Evidentemente en este tipo de decisiones hay una carga emocional, pero mínima, porque la cuota mayoritaria de decisión está condicionada por elementos tangibles como producto, servicio, servicio post-venta, atención al cliente, etc. Sin duda, que tener un límite de hora para resolver la situación genera tensión y puede ponerte nervioso. Aquí es en donde entran los factores emocionales, por lo que tu estado de ánimo dependerá de cómo estés racionalizando la respuesta que debes dar (tu know-how sobre la materia) y la confianza que tienen en ti mismo por haber resuelto una infinidad de situaciones similares en el pasado.
O sea, que como se dice coloquialmente “tus ondas son positivas” porque responden a que no estás teniendo esos pensamientos negativos que te dicen “¿estaré en condiciones de terminar en hora y con todo bien resuelto?”.
Pero hasta aquí has actuado según conocimientos, experiencia, formación y capacidad resolutoria (el nivel de autonomía que te da la empresa) y gestionado bastante bien las emociones, por las razones ya señaladas.
Pero, ¿cuál es el rol entonces de los valores? En primer lugar, debes tener bien en claro qué son los valores: pueden definirse como que son las cosas que tú crees que son importantes en tu vida, en la forma que te comportas, tu responsabilidad hacia tu familia y el trabajo, todas estas señas de identidad que determina el carácter de una persona.
No solo en cuanto a la acepción del término “esta persona goza siempre de buen carácter”, sino que es mucho más profundo: es cómo eres percibido por los demás, más próximos a ti (familia y amigos) o los que corresponden a tu entorno laboral (compañeros, jefes, etc.).
Evidentemente, en el caso del líder, cómo es percibido por todo el personal, por proveedores, terceros, inversores, etc.
Ese “cómo te ven” tiene aristas, porque en caso de que estén viendo como una persona seria, responsable, que siempre tiene buen humor, que se comunica bien con los demás (buenas relaciones interpersonales), y que además se te conoce como una persona de palabra, que no miente, que es de confianza, tu estarás siendo percibido como una persona confiable, sensible, que se preocupa por el trabajo y los compañeros, que tiene un compromiso con la empresa, etc.
Estos valores en los que tú crees son los que deberían determinar tus prioridades y, en el fondo, son probablemente las medidas que uses para saber si tu vida está saliendo como quieres que salga.
Cuando las cosas que haces y la forma en que te comportas coinciden con tus valores, la vida suele ser buena. Te sientes satisfecho y contento. Pero cuando lo que haces y dices no se alinean con tus valores personales, por el motivo que sea, es cuando las cosas terminan haciéndote sentir mal, también pudiendo afectar a personas de tu entorno, lo que sin duda puede ser una verdadera fuente de infelicidad.
La capacidad para identificar los valores
Por eso es tan importante hacer un esfuerzo consciente para identificar tus valores. Y los valores que tú tienes, que están en ese “mapa mental” que opera en tu cabeza, no solo deben existir, sino que tienen que ser reconocidos por ti en todo momento, para actuar en consecuencia. La vida puede ser mucho más fácil cuando reconoces tus valores y cuando haces planes y tomas decisiones que los respetan.
Es evidente que toda persona valora a su familia. Pero también es cierto que tiene que trabajar muchas horas por semana porque justamente asume siempre la responsabilidad y seriedad en su trabajo para dar lo mejor a esa familia que venera.
También es verdad que cuando debes emplear tantas horas de trabajo fuera de casa, sumándole quizás viajes, te tiene que producir un conflicto personal (aunque no lo demuestres) por no poder estar dedicándole el tiempo que quisieras a los tuyos. Es un conflicto interno. Tienes que procurar superarlo pensando positivamente que el esfuerzo que están haciendo hoy será recompensado mañana, no solo por tu empresa, sino lo más importante para ti, que lo haga tu familia. Esas cosas que no se dicen, pero se sienten.
Con todo este esfuerzo diario y también reconocido, fortificas tus valores, aunque estés en una sólida posición para darte el lujo, justamente cuando necesitas revisarlos para adecuarlos a la circunstancia que estás atravesando. El líder efectivo, por más valores arraigados que posea, siempre los adecua e incorpora a la cultura corporativa de la organización, pero además forma a su personal en ellos. Les indica qué es lo que deben seguir para lograr objetivos y metas. También les forma en cuanto a cómo gestionar los cambios, y especialmente, que estén preparados para afrontarlo.
Cuando el cambio se hace sin fundamento alguno en el que basarse, nos referimos a que no responde a la cultura corporativa, o sea que hay una crisis en los principios y valores de actuación, el esfuerzo formativo del líder es incalculable, porque cuesta hacer volver a la casilla de salida al personal, por aquella razón de la cantidad de funciones y responsabilidades que a diario hacemos de manera automática.
Comprender tus valores de será de gran ayuda
Veamos cómo debes proceder en el plano personal, que tendrá sin duda un fuerte impacto en el laboral. En este tipo de situaciones en los que se genera algún tipo de conflicto, comprender tus valores realmente puede ayudarte. Cuando conoces tus propios valores, puedes usarlos para tomar decisiones sobre cómo vivir tu vida y cómo interrelacionarte con los demás, pudiendo responder preguntas como estas:
– ¿Debo realmente seguir este ritmo de trabajo y por cuánto tiempo? O ¿quizás no sea prudente aceptar la promoción que me están ofreciendo porque alterará aún más, el poco tiempo que le dedico a la familia?
– A lo mejor debes plantearte si es tiempo de iniciar tu propio negocio, lo que te de esa libertad que te está faltando y que tus valores te están exigiendo.
Por tanto, debes tomarte el tiempo y muy seriamente para comprender las verdaderas prioridades en tu vida y podrás determinar la mejor dirección para ti y tus metas en la vida.
Y en el momento en el que te detienes a hacer una reflexión y quieres redefinir tus valores para que no haya nada que en tu vida se te escape, manteniendo los tuyos tradicionales (esos principios a los que te aferras) e incorporando nuevos que has ido descubriendo en los últimos tiempos, como que también son importantes para ti, es el momento en el que terminarás descubriendo lo que es verdaderamente importante para ti.
Una buena manera de comenzar a hacer esto es mirar hacia atrás en tu vida, para identificar cuándo te has sentido realmente bien y seguro de que estabas tomando buenas decisiones.
Ya en el plano laboral es necesario:
a) Identificar los momentos en los que crees que han funcionado mejor las cosas en el equipo y/o departamento. Seguro que cuentas en tu haber con una serie de momentos muy positivos, que dieron alegrías y que formaron parte de tu vida profesional. Debes ponerlos en tu memoria (visualizarla en el presente) cosas que ocurrieron que fueron motivo de alegría y esperanza, que te reconfortaron el alma, que te sentiste más unido a tus compañeros de trabajo o al personal en el caso de haber estado en posición de liderazgo, y al traerlos estos recuerdos al día de hoy, se refleja una sonrisa en tu cara, que solo tú sabes a qué se debe. Estás recordando y viendo hoy al mismo tiempo, imágenes de cosas y personas que contribuyeron a tu felicidad.
b) Determinara cuáles son tus valores principales teniendo en cuenta esas experiencias de satisfacción, orgullo y felicidad que tuviste en el pasado. Si quieres preguntarte a ti mismo ¿por qué cada experiencia es verdaderamente importante y memorable? solo encontrarás la respuesta a través de este proceso de identificación de tus valores, reacomodación de los mismos en función de experiencias del pasado e incorporando las del presente que requieren de un acomodamiento de tu mapa mental.
En definitiva, a media que vayas aprendiendo cada vez más tus habilidades de meditación y reflexión, más fácil te será encontrar esos nuevos valores que debes incorporar a ese interior con el cual te comunicas, para que también se combinen con los tuyos (tus valores tradicionales).
c) Prioriza tus valores principales
Este paso es probablemente el más difícil, porque tendrás que mirar muy dentro de ti. También es el paso más importante, porque, al tomar una decisión, tendrás que elegir entre las soluciones que puedan satisfacer diferentes valores. Aquí es cuando debes saber qué valor es más importante para ti.
Un buen ejercicio intelectual que puedes hacer es escribir en una lista los que a fecha de hoy consideras tus valores principales, aunque estén en una lista de manera desordenada y no siguiendo ningún orden de prevalencia. Pero lo importante es que los tienes inventariados, los que de verdad crees que son importantes en tu vida.
Entonces, toma dos de ellos, por ejemplo, los dos primeros que pusiste en tu lista y pregúntate: “¿Si pudiera satisfacer solo uno de estos, ¿cuál elegiría?”.
Estás de esta manera sacando partido a tu visualización de los valores, desde ya a tus prioridades, porque tienes clara la importancia de cada uno en tu vida.
Consecuentemente podrás tomar una decisión muy ajustada a tus principios y valores, pero fundamentalmente acompañada por emociones positivas (estado de ánimo favorable porque estás confiado y seguro de cómo estás procediendo).
d) Consolidar tus valores de manera peramente
Ya que has sido capaz de seguir todos los pasos en cuanto a la identificación y posterior priorización de tus valores, es conveniente que te asegures en todas las acciones que hagas en tu vida de ahora en más, que siempre estés convencido y con la firme determinación de que esos valores elegidos deben mantenerse y aún ampliarse cuándo se justifique, para que en todo momento encajen bien en tu vida, y que puedas mantener también una buena visión de ti mismo y del entorno. No perder nunca la perspectiva de tu vida.
Artículo coordinado por José Luis Zunni, presidente y CEO del Instituto Europeo Ecofin de Liderazgo (IEEL), director de ecofin.es, vicepresidente de Foro ECOFIN y autor del libro ‘El Cubo del Líder’ (Ed. Kolima; disponible a la venta pinchando aquí), en colaboración con Salvador Molina, presidente de Foro ECOFIN y presidente honorario del Instituto Europeo Ecofin de Liderazgo (IEEL) y también autor del libro ‘El Cubo del Líder’.