Pensar diferente y liderar

En los últimos quince años, si algo se ha planteado la doctrina con bastante frecuencia es sobre la importancia del pensamiento crítico en el liderazgo actual. ¿Qué es la crítica? Preguntarnos todas las veces que sea necesario para dilucidar la naturaleza de una cosa, sea un problema, un reto, un conflicto personal, etc., y poder actuar en consecuencia.

Y lejos de ser uno de tantos enfoques intelectuales derivados de la investigación académica, pasa a ser durante este período, una respuesta clara que en la práctica deben dar los líderes en cualquier ámbito en los que actúen.

Vivimos inmersos en una sociedad tecnológica porque pareciera que todo el pensamiento filosófico, político, económico y social que se desarrolla con fuerza a partir del siglo XVIII, hoy ha perdido vigencia frente al poder de la ciencia y tecnología.

También es cierto, que no hay evolución de pensamiento sin un salto en la ciencia, ya que el avance social como consecuencia del cambio tecnológico, impone la necesidad de una adecuación de normas y procedimientos, que van desde la manera en que hacemos nuestras tareas diarias hasta la forma en que consumimos productos de primera necesidad o qué programas vemos por televisión. Todo…absolutamente todo, está condicionado por la innovación tecnológica.

De “homo economicus” a “homo tecnológico”

Ha sido un salto mucho más grande que el que imaginábamos, incluso cuando estábamos pasando el umbral de este siglo XXI. Si bien los hombre y mujeres de 2023 tienen la misma fisiología cerebral e inteligencia, que los de la década del 90 del siglo pasado, no así ha sido su evolución. ¿Por qué? Porque son muy importantes las diferencias en cuanto a la forma en que un hombre o una mujer de 2023 perciben la realidad y actúan sobre ella, respecto a ese mismo hombre o mujer de hace tan sólo cinco años. Qué decir, si miramos dos décadas atrás por nuestro retrovisor personal. A veces, dicho coloquialmente, ¡mete miedo!

La evolución tecnológica mueve hacia arriba las curvas de la industria y también nuestro cociente intelectual, no en cuanto a que se amplíe la inteligencia, sino en lo que respecta a hacerla más eficaz y racional en el uso de los recursos de nuestra actividad mental. Algo así como saber equilibrar mejor nuestras habilidades frente a la materia gris que se supone todos tenemos.

Por ello nos gusta hablar de pensamiento crítico, siguiendo como es habitual en nuestro estilo, las corrientes doctrinarias que van haciéndonos notar estos cambios necesarios, para reflexionar sobre cuál es la importancia que ellos van a tener en el liderazgo actual y a medio plazo de las organizaciones, que es nuestro principal cometido.

Implica el examen de estructuras de pensamiento que forman parte de nuestro razonamiento, lo que nos hace detenernos en el estudio de cuál es nuestro objetivo, problema al que nos enfrentamos, preguntas que nos formulamos, suposiciones que nos ocasionan dudas en nuestra mente, así como la percepción que tenemos de una o más cosas, conceptos, o la manera en que decidimos, etc.

Pensar diferente no debe ser una isla

Es evidente que el pensamiento crítico (pensar diferente) no es una isla, sino que forma parte de una familia de modos de pensamiento humano, tales como el pensamiento científico, o también el matemático y el histórico, pasando por el antropológico, el económico o el filosófico.

Su estructura intangible, no morfológica, es la que nos coloca en un pensamiento crítico de dos velocidades: aquellas habilidades generadoras y procesadoras de información y creencias, que terminan conformando nuestros principios y valores; el hábito (nuestra conducta) basada en la habilidad intelectual de poder hacer uso de todos nuestros recursos (habilidades) para poder guiar nuestro comportamiento.

En el ámbito del liderazgo, por ejemplo, podemos encontrarnos con situaciones diferentes que evidencian el mejor o peor uso del pensamiento crítico, lo que calificaría a esos líderes de manera automática, en líderes más o menos efectivos. Por ello, es perfectamente igualable hablar de pensamiento crítico que referirnos a pensar diferente, en la medida que para marcar la diferencia tiene que haber un planteamiento riguroso en cuanto a qué es lo que tenemos que resolver, qué decisión hay que tomar, o cómo vamos a implementar la acción que materializará dicha decisión, etc. En todo caso, en la acción de pensar diferente está implícito (al menos debe estarlo en liderazgo) el pensamiento estratégico y el pensamiento crítico.

Veamos los puntos comunes que este análisis nos muestra

Un líder efectivo requiere:

1º) Contar con la información veraz y oportuna. Asegurar la fiabilidad de la misma desde el instante cero. Cuestionar la validez no significa oponerse porque sí, sino facilitar el proceso de toma de decisiones, al no tener que alterar (por errores en la información de base) los mecanismos decisorios (especialmente si se tomaron acciones en base a información errónea).

2º) Tratarla de la manera más adecuada en función de si es un mero mecanismo operativo o entra en la esfera de toma de decisiones.

3º) La mera posesión de un conjunto de habilidades, implica el uso continuo de ellas.

4º) El uso de esas habilidades es la capacidad en sí misma de ejercerlas, aunque sin necesidad de garantizar los resultados.

5º) No tendrá valor ni consecuencias positivas aquel pensamiento crítico que persiga la satisfacción de fines personales del líder en vez de estar al servicio del interés del personal y/o equipos.

Poner sobre la mesa un pensamiento diferente es enriquecedor

Siempre y cuando esté alineado con las bases sobre las que se toman las decisiones. O sea, un pensamiento diferente como amplificador de oportunidades, no porque cuestione el crítico. Entendemos que la crítica es en sí mismo una metodología inherente a la inteligencia humana, y la manera diferente de pensar, es justamente la corroboración de que se están ampliando las posibilidades de éxito (más oportunidades, más acciones posibles, etc.).

Una consideración a tener muy en cuenta, es que no existe ningún líder, por más destacado que sea, que su pensamiento crítico sea universal, porque dependerá del grado y dependencia de muchos elementos y factores. Es aquí en dónde juega un papel preponderante la experiencia en determinadas competencias del ámbito de los negocios y las organizaciones.

Nadie puede dominar la amplia gama del pensamiento crítico ni tener en su cabeza presentes frente a un problema, un abanico de todas las posibilidades diferentes para enfrentar un problema, sino que por sus características (tipología de personalidad) y circunstancias personales que le han llevado a esa posición, sí puede profundizar en un determinado tipo de pensamiento que le facilite responder las preguntas o enfrentarse a problemas puntuales.

Nadie es un pensador crítico de principio a fin, sino sólo en un grado determinado, con puntos fuertes y débiles, con determinadas tendencias a pensar y/o actuar de determinada manera. La cuestión no es si lo tiene o no en determinado grado. La eficacia del líder se ve por cómo lo aplica y a cuál pensamiento crítico se somete ante situaciones diferentes, o siendo similares, no están contextualizados de la misma forma.

Por esta razón, el desarrollo de habilidades y disposiciones de pensamiento crítico es un esfuerzo de toda la vida. En realidad, el pensamiento crítico termina formando parte de nuestra conducta. Esa forma en cómo nos relacionamos con los demás y especialmente con las cosas sobre las que tenemos que decidir.

¿Puede una persona inteligente hacer cosas incomprensibles por su capacidad intelectual?

¡Claro que sí! Son parte de las reglas del comportamiento humano. Se puede ser muy inteligente en una disciplina y muy torpe en las relaciones sociales. De ahí que la inteligencia emocional haya ido evolucionando en cuanto a su aceptación definitiva por parte de las organizaciones, como un elemento esencial para la dirección de personas.

Las habilidades directivas se conforman por la sumatoria de las técnicas más las emocionales. Si éstas últimas no se tienen en un porcentaje mínimo, aquella capacidad intelectual, incluso razonamiento crítico puede inhabilitar a un directivo para llegar a la más alta posición de liderazgo.

La inteligencia no es lo mismo que el pensamiento crítico, y la diferencia importa

En el ámbito de las organizaciones, el uso diario del término inteligente está destinado a describir una persona que está bien informada, que toma decisiones acertadas y con un sentido de oportunidad. En principio, esta descripción encajaría con cualquier líder, porque no hay duda que el nivel de inteligencia es una ventaja innegable para ejercer ese liderazgo. Pero sólo con la inteligencia en el concepto convencional del término no se logran los mejores resultados ni en el trabajo ni en la vida. Así de simple.

Investigaciones recientes confirman que la inteligencia no logra la mejor toma de decisiones en el mundo real y nuestra capacidad para relacionarnos bien con los demás (relaciones interpersonales). De ahí que es frecuente que una parte de la doctrina generada gracias a la investigación científica, sostenga que el pensamiento crítico es una colección de habilidades cognitivas que nos permiten pensar racionalmente en una forma orientada a objetivos y una disposición para usar esas habilidades cuando sea apropiado.

Se caracteriza por la flexibilidad, pero siempre sustentados en pruebas. La evidencia (soporte documental o la experiencia constatada) son pasos básicos del líder efectivo al ejercer su liderazgo, para poder especialmente dirigir personas a las que debe dar ejemplo y hacer que quieran emularle y seguirle.

Esto implica que desde el buen uso del pensamiento crítico se superen aspectos, por ejemplo, errores cometidos en el pasado (sesgos cognitivos) porque en el presente las circunstancias son distintas.

Este mecanismo lo hemos explicado en esta tribuna al referirnos a la teoría del “path dependence” (dependencia de la senda), que no es otra cosa que no saber ajustar las decisiones actuales a las circunstancias también de hoy cuando nuestra mente tiende al mecanismo decisorio ya experimentado en el pasado. Por ello, el pensamiento crítico es una especie de mecanismo de control de nuestra inteligencia que tiende a volver atrás porque le es fácil y cómodo. Digamos, que es un corrector del pensamiento o de nuestra tendencia a pensar desde nuestras habituales zonas de confort.

Una cuestión también a destacar, es que la inteligencia es innata pero que el pensamiento crítico se puede enseñar y mejorar. Como la preparación física del deportista en el gimnasio.

Visión y pensamiento crítico

Liderar el cambio transformacional en las organizaciones, implica ayudarlas a trascender su posicionamiento, desempeño y capacidades actuales. Es la mejora de los sistemas y procedimientos, pero muy especialmente poniendo en primera posición el interés de las personas. Esto requiere simultáneamente un pensamiento crítico y visionario, o sea, la capacidad de abordar problemas complejos para los cuales también se requiere la toma de decisiones difíciles.

Como muy bien señala John Baldoni, que es un experto en liderazgo de reconocimiento internacional, “el pensamiento crítico siempre ha sido un atributo preciado del liderazgo, pero a lo largo de los años, especialmente cuando las escuelas de negocios han enfatizado las habilidades cuantitativas sobre las cualitativas, el pensamiento crítico se quedó en el camino. Ahora, a medida que aumenta la tasa de complejidad, resurge la necesidad del pensamiento crítico”. Y conste que esta reflexión la hacía en 2010. Por lo que es evidente que en 2023 se ha agudizado la problemática en la toma de decisiones en función de una increíble cantidad de datos que gestionan a diario las organizaciones, lo que explica el terreno que han ido ganando los avances en la robótica e inteligencia artificial, para reemplazar una cantidad de actuaciones humanas que ahora nos dan a las personas más tiempo para concentrarnos en esas decisiones difíciles y de gran complejidad a las que referíamos. Por ello, con tanto Big Data a disposición, pensar diferente no es una excentricidad, más bien una necesidad.

La adopción de diferentes perspectivas

Pensar críticamente no es solo ser inquisitivo (saber preguntar lo que debemos preguntar, sin connotaciones políticas ni prejuicios), sino es básicamente cuestionar los supuestos que se están poniendo sobre la mesa para resolver determinado problema o enfrentar determinado conflicto.

El ADN del pensador crítico pasa por buscar de manera constante los por qué de las cosas, quién está detrás de determinada propuesta, en base a qué se cree que implementar determinada acción será beneficiosa, etc.

Estamos atravesando momentos de crisis bancarias puntuales, como las vividas las últimas semanas por algunas entidades financieras estadounidenses y también suizas, que sin bien no tiene nada que ver con la Crisis Financiera Internacional de 2008-2009, sí forma parte de esa cotidianeidad de inestabilidad e incertidumbre permanente en la que nos movemos. Por ello, cuando estamos en coyunturas como las actuales, tenemos la necesidad de agudizar nuestras respuestas a toda la serie de impactos (cambios obligados) que nos obligan a tomar decisiones.

Las crisis siempre han demostrado ser las grandes generadoras del mejor pensamiento crítico, ya que ha obligado a los líderes empresariales y políticos a preguntarse los por qué de los problemas y cómo atajarlos, especialmente cómo dar respuesta y proteger los intereses de los más vulnerables. Esto último para la clase política, pero en general, el pensamiento crítico para adecuarse a los impactos del medio, es un mecanismo ya natural en el liderazgo efectivo.

Es por ello, que la adopción de diferentes perspectivas, aprovechando las visiones de mujeres y hombres, sin distinción de géneros, y una inclusión absoluta en cuanto a culturas, diversidad, etc., es esencial al liderazgo inclusivo y transformador actual.

Un miembro del equipo de diferente nacionalidad y cultura, puede no ver un problema de la misma manera en que lo hacen los otros tres, por ejemplo, que en un departamento de ingeniería de proyectos en los que, si bien cuentan con las mismas herramientas para realizar los trabajos operativos y resolver los problemas, no así serán iguales los puntos de vista para como focalizar la acción. Las diferentes experiencias enriquecen al equipo porque están dando información muy valiosa.

El pensamiento crítico también es sinónimo de eliminar tópicos, o de basarse en suposiciones débiles de fundamento (más bien especulaciones), y qué decir de cuestiones dogmáticas (tan habituales en la tendencia de la clase política al hacer declaraciones).

Lo cuestionable, es que, para un político, el dogma le lleva a tomar decisiones que no necesariamente pasan el más simple de los programas que puedan poner a prueba si se ha procedido viendo todas las opciones y alternativas posibles. O sea, lo que el pensamiento crítico nos enseña. También el dogma es un factor limitante a pensar diferente.

Cuando apelamos a las múltiples perspectivas, damos espacio a nuestra capacidad deductiva, y no menos importante, las habilidades naturales como la creatividad. El pensamiento crítico tiene que tener también en su seno esa capacidad innata de los líderes efectivos para echar luz (crear oportunidades) donde la mayoría no las ve, así como saber cómo hacer frente a los obstáculos, también con soluciones que el resto no se ha detenido siquiera a imaginar que era posible. La creatividad no tiene límites y en el pensamiento creativo es un elemento fundamental.

Necesitamos de más líderes políticos y empresariales (nos inclinamos a pensar que es más necesario en la clase política) que no tengan miedo en pensar diferente. Líderes responsables que se alejen de los dogmas, desterrando principios de actuación que no pasan un simple examen de si se ha procedido aplicando una metodología como es el pensamiento crítico.

Y un recordatorio: la sociedad actual, que está muchísimo más informada y, por supuesto, capacitada en términos generales que la de hace una década, por ejemplo, exige respuestas concretas a problemas concretos. Preguntarse los por qué debe ser inherente a la condición de líder.

Inmediatamente después del por qué, viene el para qué y a continuación el cómo. Parece una cierta tendencia de nuestro tiempo, más aún en épocas de campañas electorales, que se confundan (los políticos) el por qué (la existencia de un problema) y el cómo (medidas a implementar).

Y apelando al buen humor y la ironía, le decimos a nuestros lectores/as que no sea que termine ocurriendo lo de un político, que en una campaña electoral iba por las amplias extensiones de su país, dando discurso de pueblo en pueblo, repitiendo siempre lo mismo: “vamos a construir un polideportivo, un nuevo colegio, una carretera de circunvalación y el puente sobre el río”. Y en uno de esos discursos, su asistente le dijo al candidato: “perdone Ud., pero en este pueblo no hay río”. Entonces el político dijo: “Pues vamos a construir el río también”.

No es una exageración cuando escuchamos auténticas barbaridades a diario en algunos de los políticos, más en campaña. El pensamiento crítico y el pensar diferente es lo contario de los dogmas habituales de los partidos políticos. Ideología y dogma van de la mano. Son contrarios al liderazgo efectivo. Son contrarios a la evolución y crecimiento de países, por supuesto que de personas.

Artículo coordinado por José Luis Zunni, presidente y CEO del Instituto Europeo Ecofin de Liderazgo (IEEL), director de ecofin.es, vicepresidente de Foro ECOFIN y autor del libro recién publicado ‘El Cubo del Líder’ (Ed. Kolima; disponible a la venta pinchando aquí), en colaboración con Salvador Molina, presidente de Foro ECOFIN y presidente honorario del Instituto Europeo Ecofin de Liderazgo (IEEL) y también autor del libro ‘El Cubo del Líder’, y Antonio Alonso, presidente de la AEEN (Asociación Española de Escuela de Negocios) y vicepresidente segundo de EUPHE (European Union of Private Higher Education).

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