Fracasar para triunfar

Decébalo, rey de la Tracia, decidió suicidarse por su propia mano y espada antes de conceder al emperador hispano Marco Ulpio Trajano un goce extra a su victoria en la Tracia: cogerlo vivo, pasearlo en su Triunfo por las calles de Roma y disfrutar con su ajusticiamiento en la capital del imperio. Se dice que en la antigüedad los generales experimentaban una sensación de placer duradero al vencer a su enemigo en la batalla; pero sabían que la sensación de victoria sería mayor cuánto más difícil hubiese sido la gesta, heróico el enemigo y humillante la derrota para éste.

Cuando experimentamos este sentimiento en la vida, en las batallas modernas que debemos librar diariamente, siempre pensamos en ser Trajano o Decébalo. Ser el triunfador absoluto o el triunfador pírrico en la derrota. A veces sin saber hasta ese preciso instante en que nos invaden las dudas, si vamos a tener el sentimiento heroico de los generales antiguos de que estamos abrazando el éxito, o de que vamos a morir en el intento por abrazar la victoria.

Thomas Edison

Thomas Edison

La cuestión es que tenemos que separar dos planos claros: el fracaso es una lección constante de vida, una especie de manual que nos aconseja los pasos a dar en nuestros nuevos intentos para acometer una meta y con buenos resultados; también saber que la sociedad no recompensa la derrota, que castiga severamente el fracaso, aunque a título personal sea importante en la construcción y fortalecimiento de una personalidad de líder efectivo que aprende de las enseñanzas del pasado.

No es frecuente encontrar los fracasos muy bien documentados de la pluma de los historiadores. Sí es casi lógico encontrar anécdotas reales de una historia que habiendo sido trágica, se convirtió después en un escalón necesario para otro hito histórico que sí es bien considerado y extendidamente referido.

Este es el caso de Thomas Edison que después de más de mil intentos por desarrollar la bombilla, su famoso invento, cuando le preguntaron por esta gran cantidad de fracasos, él respondió que ahora sabía mil veces qué cosas no debía hacer.

Pero no todas las personalidades están construidas como la de Edison. La gran mayoría de las personas tienen pánico al fracaso, o en la mejor de las situaciones, lo enfrentan tímidamente tratando de eludirlo, aunque esto significara no arriesgar y a veces la inacción absoluta.

El master de la derrota

Fracasar es casi un acto natural en nuestra vida, pero no puede convertirse en un mal hábito en los negocios. Es más, no solemos reconocerlo, es nuestra primera reacción casi instintiva, aunque si bien la humillación que sentimos podemos darla vuelta y convertirla en una fuerza impulsora para abordar nuevas oportunidades. Como hizo Edison. O sea, que tenemos que cambiar el ángulo de miras.

Lo que era un sonado fracaso se convierte en un elemento muy valioso, que nos da la confianza de comprender que lo que ha sucedido no es ni el fin del mundo ni de nuestra actividad profesional o empresarial. Aprender desde esta raíz alimenta el nuevo camino del éxito. Quizá por ello se dice que un fracaso empresarial es el mejor master para aprender a tener éxito en el futuro. Es una mirada optimista a la segunda oportunidad.

En una ocasión le preguntaron a un profesor de teoría de las organizaciones en una universidad estadounidense, qué aconsejaba cuando un equipo de dirección se encontraba de frente con un mal resultado que cuestionaba su gestión y su futuro. Si el elemento fracaso pesaba más que otros éxitos obtenidos en el pasado. El profesor dijo que todos los éxitos que habían caracterizado a la organización en los últimos años, se desdibujaban por los malos resultados y algunas decisiones desacertadas del ejercicio cuestionado.

Pero sí había una clara victoria de la dirección, en concreto de su líder, que había preparado tan bien a su equipo para salir de la crisis en la cual había caído la empresa, era que una vez superado el problema, a pesar de que la cuenta de explotación reflejaba un fracaso, había otro elemento no medible en dólares pero sí cuantificable en cuanto a la predisposición, capacitación, experiencia, actitud, etc. de todo el personal, porque sabían que el éxito estaba garantizado hacia el futuro por haber demostrado la organización y su equipo estar capacitados para aguantar tremenda crisis.

Reglas para lograr el cambio:

1º) Los problemas no son errores, sino oportunidades.

Cada problema en sí mismo es un vademécum de aprendizaje. Es el carril por el cual a nuestro lado pasa una nueva oportunidad que no podemos desaprovechar. Aprender de ellos no es que sea una virtud, sino una imperiosa necesidad.

2º) La psicología del éxito vs. la del fracaso.

Cuando las personas han sufrido un contratiempo serio, como haber sido víctimas de una catástrofe natural, los terapeutas psicólogos expertos en shocks postraumáticos explican lo que significa la capacidad de resiliencia del ser humano. Se ve en casos de niños refugiados de guerra como los sirios, que seguramente en poco tiempo en sus nuevos lugares de destino, volverán a estudiar y jugar haciendo una vida normal.

En el liderazgo se enseña que la experiencia traumática (porque la es) de enfrentarse a una situación de cambio inesperada que compromete seriamente a la organización, es el auténtico “diálogo” que las personas tienen que tener con ellas mismas, para escuchar que lo negativo es la base de una nueva oportunidad siempre y cuando nuestra actitud sea positiva. Ese diálogo interno, aunque no se diga, las personas lo mantienen con su interior. Esto el líder experimentado e intuitivo, lo sabe perfectamente. Lo utiliza en beneficio de las personas, al hacer que el diálogo interno salga como consulta, queja o cualquier otra forma de comunicación, para que pueda comprenderse (hacerse la composición de lugar) de lo que ha pasado y cómo hay que actuar en consecuencia. Este diálogo interno que sabe aprovechar el líder en su relación interpersonal, es el cambio que después mentalmente opera cada persona.

3º) La inacción como sostén del fracaso

Porque el proceso para llegar al final de un camino en el que las cosas no salieron bien, ha tenido que tener un inicio y una acción que pretendía implementar determinado cambio o corrección en algún procedimiento, o simplemente llevar a cabo una corrección.

La situación que se presenta siempre cuando se llega a este punto es que resulta mucho mejor hacer algo de manera equivocada y corregir o ajustar, que no hacer nada porque se busca la perfección. En realidad, el único fracaso verdadero es no hacer nada, lo que pone en serio riesgo a toda la organización. Por tanto, si no se hace nada, con toda seguridad se alimenta el fracaso. Atenuar su impacto negativo es tomar medidas e implementar acciones. Por tanto, mentalizar a las personas qué ha sucedido y qué es lo que hay que hacer.

Artículo coordinado por José Luis Zunni, director de ecofin.es, en colaboración con Salvador Molina, presidente de Foro ECOFIN, y Eduardo Rebollada Casado miembro del ECOFIN Management & Leadership de ECOFIN.

 

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