El enfoque Wellby para vivir mucho y bien

Nuestra búsqueda continua de nuevos enfoques en materia de liderazgo, con frecuencia nos trae algunas dificultades entre lo que se propone desde el punto de vista de la investigación académica y la posibilidad de su implementación práctica, a través por supuesto, de las políticas que los gobiernos implementan en sus respectivos países.

Vamos a abordar hoy una temática que está despertando la atención por fin de políticos, porque sin duda, ya ha despertado el interés hace un tiempo de los investigadores de los ámbitos sociales y económicos.

Este es el caso de Richard Layard, que es el codirector del “Wellbeing Programme, Centre for Economic Performance, London School of Economics and Political Science” (Programa de Bienestar, Centro para el Desempeño Económico, Escuela de Economía y Ciencias Políticas de Londres) y Ekaterina Oparina, “Research Economist at the Centre for Economic Performance of the London School of Economics” (Economista investigadora del Centre for Economic Performance de la London School of Economics), que han elaborado un interesante informe “Living long and living well: The WELLBY approach” (Vivir mucho y vivir bien: el enfoque WELLBY) que nos parece esencial para comprender por dónde deben darse los pasos desde los gobiernos y la sociedad en general en los próximos años.

Los autores señalan que “la mayoría de las explicaciones sobre el bienestar se centran en la experiencia de los vivos. Pero, si vamos a juzgar el bienestar general de un país, también debemos considerar cuánto tiempo vive la gente. Esto es vital”.

Y aquí es donde introducen algunos conceptos interesantes, tales como que siempre que se quiere evaluar un cambio de política en algún país, se compara cómo lo están haciendo los diferentes países.

Por ello estos autores abordan cuatro preguntas principales:

¿Cómo podemos combinar la duración de la vida y su calidad en una sola métrica? Aclaramos nosotros, que el propósito es algo así como el PIB o un indicador como el desempleo, o sea estadísticos que resumen un concepto conocido y generalizado por todo el mundo.

– ¿Cómo podemos usar esta métrica para la política? Esto sí que es cuestión de bastante debate.

– ¿Qué muestra esta métrica sobre el desempeño de diferentes países? Cuánto más sepamos de lo que se hace siempre habrá mejoras posibles a introducir.

– ¿Qué implica esta métrica para el equivalente monetario de una vida perdida? Esto parece entrar más en línea con las compañías aseguradoras, pero en realidad es algo en lo que no pensamos cotidianamente.

Después de estas formulaciones, entonces vamos a ver cuál es el enfoque Wellby. Focalizando desde el lado del bienestar para estos temas los autores dicen que es simple (lo compartimos), ya que la gente quiere vivir bien y quiere vivir mucho tiempo. Por lo tanto, y este punto de vista que dan a continuación nos parece esencial, el grado de juzgamiento (crítica seria, diríamos nosotros o incluso debate de ideas de altura) es cuánto permite determinada sociedad a sus ciudadanos, experimentar vidas largas y llenas de bienestar. Parece que, para cualquier individuo, la medida de esto es simplemente el bienestar que experimenta cada año sumado a todos los años que vive.

Un nombre natural para el bienestar experimentado durante un año es Well-Being-Year (o WELLBY). Porque lo que se quiere maximizar, entre las personas de todas las generaciones presentes y futuras, es su número de WELLBY futuros, con una calificación. Las cosas que sucederán en el futuro son cada vez más inciertas cuanto más miramos y, por lo tanto, aplicamos una “tasa de descuento de tiempo puro” que los autores muestran como si se tratase de una fórmula de matemática financiera. Esta no es la finalidad de mi aportación de hoy, sino la cuestión ética y de valores, independientemente de la manera en que se la pueda medir, cosa que estos autores han ido por este camino.

Aunque nos parece interesante desde el punto de vista metodológico como lo plantean, haciendo 4 suposiciones claves:

1º) El bienestar se mide como el peso: la diferencia entre 3 y 4 es la misma que la diferencia entre 7 y 8. Existe buena evidencia de que cuando las personas responden preguntas, lo hacen de esta manera.

2º) Las personas que están muertas obtienen un puntaje de 0. Para validar esto, los investigadores están comenzando a preguntar a las personas qué punto en la escala es tan malo como estar muerto. Hasta el momento, no hay pruebas sólidas en contra de asumir que la respuesta es 0.

3º) Al evaluar los cambios producidos por una política, ignoraremos los cambios en el objetivo, que resultan de cambios en el número de nacimientos. Por lo tanto, los autores no han enfocado esencialmente en WELLBYs por persona nacida.

4º) Simplemente se suma la experiencia de bienestar, como recomendaba Bentham, sin dar más peso a la prevalencia de la miseria. Aclaran los autores que hacen esto porque elegir tales ponderaciones es una cuestión ética en la que las personas difieren, aunque los encargados de formular políticas individuales pueden desear utilizarlas.

Los autores señalan que hasta hace poco no era posible aplicar el enfoque WELLBY a las políticas públicas por falta de información cuantitativa directa sobre el bienestar. Sin duda esto que afirman es un dato objetivo. Por tanto, los efectos sobre el bienestar debían inferirse de las elecciones de las personas, y el análisis de coste-beneficio realizado de esta manera solo podía aplicarse a una gama limitada de opciones de políticas. Creemos que en la medida que haya una sincera preocupación por las personas mayores, como se tiene en la cultura oriental, también en Occidente esa limitación de opciones a la que hacen referencia los autores, iría neutralizándose; pero esto requiere un cambio de cultura hacia las generaciones mayores que han aportado todo lo que han podido a sus respectivas sociedades, posibilitando que sus generaciones hijas y nietas disfruten de un bienestar que ellos no habían gozado. Por ello, es justo la búsqueda de esta fórmula del bienestar.

Compartimos un pensamiento de los autores al decir que “ahora, sin embargo, la ciencia de la felicidad proporciona evidencia directa sobre el bienestar medido y lo que lo afecta. Esto hace posible analizar la política de manera cuantitativa en una gama mucho más amplia de áreas de política. Puede que los números no sean perfectos, pero es mucho mejor usar números empíricos que puras corazonadas”. Nos parece una afirmación realista y que deberían de tener en cuenta los gestores políticos en su programas y presupuestos.

El cambio de chip hacia darle un mayor valor a la vida larga y con bienestar es un beneficio que parece no se está viendo como debiera en las clases dirigentes. Y esto no solo es una cuestión ética, de justicia y derechos, sino una cuestión muy práctica, porque mirado desde la óptica de que la esperanza de vida se ha hecho mucho más larga en los últimos cincuenta años (por poner un período) habrá siempre más gente dispuesta a vivir bien, disfrutar con razonabilidad una felicidad mucho más duradera y con salud, por ello que vayan cambiando los modelos de crecimiento macroeconómico y social los planificadores, ya que como la realidad del incremento de temperatura media del planeta también seguirá habiendo un incremento de la calidad de vida y longevidad que demandará bienestar en todas las sociedades del mundo.

José Luis Zunni es director de ecofin.es y vicepresidente de FORO Ecofin. Director de ECOFIN Business School y coordinador de ECOFIN Management & Leadership. Director del Centro de Liderazgo de la EEN (Escuela Europea de Negocios) y coordinador académico de la Red e Latam del grupo media-tics.com. Miembro de la Junta Directiva de Governance2014. Conferenciante. Ponente de Seminarios de Liderazgo y Management de la EEN y coordinador del FORO DE MANAGEMENT Y NUEVA ECONOMÍA DE LA EEN. Autor de ‘Inteligencia Emocional para la Gestión. Un nuevo liderazgo empresarial’, coautor de ‘Liderar es sencillo. Management & Liderazgo’ y coautor con Ximo Salas de ‘Leader’s time (Tiempo del líder)’.

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