Afganistán enterró el liderazgo de Occidente

Orden más contraorden, ¡desorden! Es un principio básico del liderazgo castrense que ha hecho posible siglos de disciplina militar y respeto a la cadena de mando. Sin embargo, los titubeos del líder civil de la Casa Blanca, sumado a errores de análisis de la inteligencia y la contrainteligencia dieron al traste con un símbolo del fin de una era mundial de liderazgo de Occidente, que trasladó desde la Vieja Europa a los Estados Unidos un mandato que ha saltado por los aires en Kabul.

Los grandes reveses que nos ha presentado la historia en los últimos veinte años, sin duda arrancan el 11 de septiembre de 2001 con el colapso de las Torres Gemelas como símbolo macabro del ataque al epítome del desarrollo occidental, seguida de la Crisis Financiera Internacional de 2008-2009 y, para cerrar la segunda década de este siglo XXI, la pandemia del Covid-19 de 2020.

Pero no debemos engañarnos: el desenlace final durante estos días pasados de la crisis afgana, cuando se pase revista dentro de otros veinte años a los hechos que se convierten en puntos de inflexión de la historia, sin duda, será parte de ese futuro relato.

Los procesos de conquista del Imperio Romano a lo largo de la historia deben servirnos para reflexionar sobre qué es lo que ha sucedido estas últimas dos décadas en Afganistán. Roma necesitó dos siglos para instalar en Hispania un modelo político y social acorde a sus valores, teniendo en cuenta que las ventajas con las que contaban los romanos eran mayores a lo que en estos años se hizo en tierra afgana.

Hubo una violenta resistencia de las tribus hispanas que se opusieron a los romanos, que además no estaba coordinada a lo ancho de todo el territorio. Hispania no había estado unificada antes de la llegada de los romanos, ni política ni ideológicamente. Y como la historia se basa en hechos y no en especulaciones, el Afganistán de los tiempos recientes contaba con el tejido que nucleaba al Islam Sunita, que incrementaba la capacidad de resistencia de los talibanes. La conquista de Hispania hizo que los romanos que se fueron estableciendo en la Península Ibérica, les uniera un esfuerzo civil y un interés económico que en el caso de Afganistán han permanecido disociados del grueso de la población occidental.

Fue la foto de la verguenza. Mientras casi una treintena de países occidentales abandonaban Afganistan de manera vergonzante apiñados en el aeropuerto de Kabul, China hacía acto de presencia en Kabul y relevaba a Occidente.

Pero una cosa es la información que nos abruma y nos desespera por la impotencia que nos produce ver a miles y miles de afganos, familias enteras que dan sus hijos a los soldados norteamericanos para que puedan tener la posibilidad de escapar de ese infierno, y otra muy diferente el necesario debate de ideas y de reflexión al que lamentablemente estamos dejando de estar acostumbrados.

Nuestro propósito desde el inicio de nuestras contribuciones doctrinarias al liderazgo y al management no ha sido otro que contribuir a comprender mejor qué es lo que las organizaciones y las sociedades, en general, deben hacer para estar mejor y más eficientemente gestionadas.

Todo nuestro esfuerzo por ahondar en el liderazgo efectivo no ha tenido más objetivo que buscar la mejora de la calidad de vida de las personas que dependen por millones de las decisiones estratégicas que toman a diario gobiernos, instituciones y empresas.

La imparable decadencia de Occidente

Cuando, en 1918, se publica la monumental obra “La decadencia de Occidente”, de Oswald Spengler, se  logró describir la decadencia de nuestra civilización; eso significa que dicha decadencia había empezado mucho antes. Los movimientos evolutivos, tanto los biológicos como los culturales, son imperceptibles al principio. Cuando se hacen visibles, están ya muy avanzados en su desarrollo y generalmente sucede, que se produce un punto de no retorno, como el fracaso que estaba cantado en la retirada de las tropas americanas en Afganistán.

Paul ‘t Hart que es profesor de Administración Pública en la Escuela de Gobernanza de Utrecht y decano asociado en la Escuela de Gobierno de los Países Bajos en La Haya reflexiona diciendo que “cómo operan los líderes políticos cuando ‘la política habitual’ se ve bruscamente perturbada por formas importantes de adversidad aguda”, distinguiendo que los orígenes de esta adversidad pueden ser naturales o provocados por el hombre; pueden provenir de fuentes exógenas (accidentes o conflictos en otros lugares; terroristas internacionales; vecinos agraviados o agresivos) o de fuentes internas (es decir, corrupción, fraude, mala gestión, estancamiento).

Pero lo que importa para este experto del análisis político desde la perspectiva del liderazgo político es que “sus consecuencias (físicas, psicológicas y políticas) deben manejarse, a menudo bajo condiciones de presión de tiempo, alta incertidumbre y estrés colectivo”.

Nos parece que es imprescindible detenernos en estas valoraciones del análisis del liderazgo político, porque, como bien señala Paul ‘t Hart, las crisis son episodios cuyo impacto no puede controlarse simplemente mediante una astuta gestión de incidentes sobre el terreno, especialmente cuando la interrupción en cuestión plantea dudas generalizadas sobre la eficacia y la legitimidad de los titulares de cargos públicos, las instituciones existentes, los paradigmas políticos establecidos o incluso del orden político en su conjunto.

Esta descripción que hace viene como anillo al dedo a lo que estaba sucediendo en Afganistán. Porque, de hecho, los occidentales con Estados Unidos a la cabeza estaban sobre el terreno. La cuestión es si a esa interrupción referida (en el caso afgano Europa y Estados Unidos) la vieron venir.

Nos tememos que no, porque una vez más Occidente, de manera infantil, creyó que el dominio del terreno solo por las armas y gobiernos títeres podrían terminar triunfando sobre talibanes que seguían su ofensiva desde las cuevas, generando adeptos en las tribus de su inmenso territorio, y que tampoco habría corrupción política que malograba las ayudas a la población. Los talibanes hacían su guerra desde la periferia, no necesitaban entrar en Kabul

Las experiencias no aprendidas durante el siglo XX

Por mirarse tanto al ombligo, Europa, cuna de Occidente, fue también la tumba de millones y millones de soldados y civiles inocentes durante las dos Guerras Mundiales del siglo pasado. Pero lo que parece que los occidentales no terminamos de aprender, como bien lo definió Spengler, es que existen otras culturas y realidades, que no somos el centro del mundo y la historia. Que este complejo de superioridad ha llevado, siempre, de manera inexorable, a gestiones lamentables en la salida de los territorios externos de Europa, caso de los procesos de descolonización en África durante el siglo XX.

Pero lo peor de todo es que Occidente siempre ha elegido un pacifismo estúpido, caso del Pacto de Munich, que fueron aprobados y firmados durante la noche del 30 de septiembre de 1938 por los jefes de gobierno de Reino Unido, Francia, Italia y Alemania con el objetivo de solucionar la Crisis de los Sudetes. Pero lo que se escondía y no se veía o no se quería ver era que no ponía en consideración la realidad trágica que se cernía en el Viejo Continente con el proceso de máxima efervescencia del nacionalsocialismo alemán y la infantil creencia de que con Hitler se podía negociar, cuando en realidad terminaría traicionando a Europa y al mundo, como lo están haciendo y lo harán ahora los talibanes.

Pero con el agravante de que en el presente se vuelve a cometer el mismo error, creyendo que son personas de principios y que se puede negociar con ellos, cuando sabe perfectamente el estado mayor conjunto de Estados Unidos que, una vez que dejaron el país, Europa no tiene ni fuerza de choque ni decisión política de peso que cuente en la comunidad de naciones, y que también, como finalmente lo ha hecho, se va con el rabo entre las piernas.

Hay que asumir que las consecuencias son mucho mayores aún en el tiempo, habida cuenta de las miles y miles de víctimas afganas y de militares extranjeros que han dejado su vida en esta guerra, porque lo que se juega es una cuestión geoestratégica en el que entran en el tablero mundial dos operadores privilegiados en este momento de cobardía occidental: China y Rusia. Pero tampoco aquí debe acabar el análisis, ya que está el potencial peligro que significa cualquier resurgimiento del Estado Islámico, a pesar que los talibanes se aliaron con el ejército estadounidense para combatirlos.

Desde esta tribuna hemos defendido siempre los derechos humanos y la búsqueda de un liderazgo humanista. Pero esto significa que nunca defenderemos las actitudes pusilánimes de líderes occidentales, en este caso con Biden a la cabeza y seguidos de la mansa Europa, que se cree que haciendo política de evacuación de refugiados ya cumple su misión en el mundo.

Europa necesita un ejército fuerte y decisión política para actuar

Nada más lejos de la realidad, porque lo que necesita la Unión Europea es un poderoso ejército de choque que no tendría que retirarse como lo ha hecho, si por razones que desconocemos lo hace el policía del mundo con el argumento (entre otros más) de que a los contribuyentes estadounidenses les ha costado 70.000 millones de dólares la experiencia bélica de Afganistán.

En Afganistán vendrá ahora el sufrimiento de mujeres y niños, las muertes, la persecución de los colaboradores con el ejército invasor y, lo peor de todo, un gobierno teocrático que, como sabemos, cada vez que entra la religión en el ámbito político, se termina volviendo a una edad media social y mental, por imposición por la fuerza de culturas anticuadas y discriminatorias respecto de la mujer. No es el atraso social lo grave, sino la absoluta pérdida de derechos humanos.

Esto quedará en la conciencia de Occidente como un peso que no podremos exculpar ni en cien años más.

¿Es que no se da cuenta Occidente y los líderes mediocres que tiene de que se está librando una batalla que es por el dominio del mundo, buscando la imposición de una religión y un modo de vida que nada tiene que ver con una sociedad moderna y civilizada?

¿Es que no ha aprendido con los fracasos de las políticas de inclusión de los inmigrantes, bajo la forma francesa que ha generado “ghettos” y discriminación o la inglesa, con la inclusión, pero que incluso segundas generaciones de ingleses que eran seducidos por imanes sin escrúpulos les obligaban a atentados terroristas?

También hemos leído en los últimos días opiniones tales como la de SAMI NAÏR en el diaro El País, el pasado 3 de agosto, en el que reafirma nuestra posición respecto a los talibanes al decir que “estos últimos meses han ido desarrollando una suerte de diplomacia para el reconocimiento internacional de su legitimidad: el pasado 8 de julio, Rusia recibió una delegación de talibanes para definir las relaciones futuras; recientemente, China hizo lo mismo para “hablar de paz”; Pakistán, vecino comprensivo desde siempre, no hace menos, y mientras, Turquía se encuentra expectante porque prevé gestionar nuevas afluencias de refugiados que huirán del avance talibán”. En realidad, es una auténtica ironía del destino que haya una delegación talibán para definir el futuro de relaciones y mostrarse cínicamente en las televisiones como hombres de paz.

El 18 de julio de 2020 en plena pandemia, el semanario The Economist titulaba a sus habituales “special reports” (informes especiales) “Global leadership is missing in action” (El liderazgo global está perdido en acción), en el cual hacía referencia a que setenta y seis años atrás, los líderes mundiales diseñaron la paz incluso mientras luchaban en la guerra. Y lo que sugiere es que los líderes de hoy deben hacer algo similar.

Pero Occidente parece como ese escolar rebelde que no quiere aprender la lección. No la había aprendido en aquellos años previos a la Segunda Guerra Mundial y aún hoy en 2021 sigue con problemas para aprenderla.

La necesaria reconducción del liderazgo político europeo

El liderazgo de la Unión Europea debe reconducirse sin complejos a no ser solo el espacio económico más grande del mundo, sino el de mayor peso político del orbe. Y las lecciones aprendidas de lo que ocurre sobre el terreno es que aún hoy, después de casi 80 años de haber derrotado a Alemania y a los nazis, no se ha internalizado en el liderazgo político en Bruselas, que es imprescindible adquirir esa posición geoestratégica.

Porque, ante cualquier movimiento militar en respuesta a una agresión terrorista, tiene respuesta primero de Estados Unidos, seguido inmediatamente de Reino Unido (que ya no es UE) y después Francia, pero de ahí no pasa, ya que no pueden hacer el resto de países europeos más que apoyo logístico, caso del español, que muy respetablemente se han jugado el pellejo también sobre el terreno.

El tablero de ajedrez del mundo exige mover ficha. En Afganistán hemos sacrificado un alfil. No podemos seguir sacrificando piezas y dejar que nos hagan jaque mate los grupos terroristas islámicos, los talibanes que pregonan que son hombres de paz, ni dormirnos frente al imparable avance tecnológico de China, la crisis no resuelta de Oriente Medio y el imperialismo ruso que, cada dos por tres, muestra sus garras.

Europa necesita un liderazgo fuerte y no más Pactos de Munich.

Artículo coordinado por José Luis Zunni, director de ecofin.es, vicepresidente de Foro ECOFIN y autor del libro recién publicado ‘El Cubo del Líder’ (Ed. Kolima; disponible a la venta pinchando aquí), en colaboración con Salvador Molina, presidente de Foro ECOFIN, y Antonio Alonso, presidente de la AEEN (Asociación Española de Escuela de Negocios) y secretario general de EUPHE (European Union of Private Higher Education).

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