Con su nuevo libro, ‘Repensando el liderazgo estratégico’, Federico Aznar Fernández-Montesinos se sirve de la experiencia militar para dar un nuevo giro al liderazgo en todos los ámbitos.
Federico Aznar Fernández-Montesinos es capitán de fragata, forma parte del instituto Español de Estudios Estratégicos, del CSEDEN y del Ministerio de Defensa y autor de ‘Repensando el liderazgo estratégico’. La obra está editada por Silex Ediciones y cuenta con los prologuistas Fernándo García Sánchez, almirante general y anterior jefe de Estado Mayor de la Defensa; y Jesús Nuño de la Rosa y Coloma, presidente de El Corte Inglés.
El libro es una aproximación humanista al liderazgo estratégico sirviéndose de la experiencia militar (española y anglosajona), de lo que de común se conoce como el “arte del general,” pero también de la Historia, la filosofía y de los grandes clásicos del pensamiento tanto contemporáneos como del mundo antiguo. Lo militar es un modelo que puede superponerse y potenciar otros. El ejemplo de jesuitas y templarios es evidente, pero también puede llevarse de modio relativamente fácil a las grandes corporaciones empresariales.
‘Repensando el liderazgo estratégico’ propone un ejercicio de convergencia. Hay muchos elementos comunes entre empresa y Fuerzas Armadas. Así, los niveles de decisión político, estratégico, operacional y táctico característicos de las decisiones militares son igualmente exportables a la empresa. A nivel club de fútbol en nivel táctico correspondería a un partido, el operacional a la Liga, el estratégico al conjunto de premios en que participa el equipo y el político quedaría fijado por los socios y determinado por los beneficios económicos.
El líder es una figura física y humana, pero también un espacio indeterminado que actúa como portal y conversor de realidades bien diferentes, transformando unas claves en otras y procurando la conexión entre la táctica y lo político.
El liderazgo estratégico es un liderazgo infrecuente tanto en el mundo militar como en la empresa, en la medida en que incorpora una dimensión intelectual, de creación de marcos, mientras reduce las responsabilidades operativas y aumenta la delegación. Esta posición tan trascedente y crítica, requiere además de nuevas habilidades que no se han podido desarrollar durante la carrera profesional.
A lo largo de la vida militar se ejerce la autoridad de un modo diferente en cada caso. Así, el liderazgo militar clásico, su expresión plástica, es el del Capitán, que montado sobre su caballo y desde el ejemplo, al frente de sus tropas, esto es, haciendo lo que predica, las conduce. Pero en el algún momento deberá asumir nuevas y más demandantes responsabilidades, habrá de bajar del caballo para ir a la oficina y liderar desde una posición no visible. Irá asumiendo así más responsabilidades de dirección y menos de ejecución, habrá de hacer cada vez menos de Capitán y cada vez más de Profeta.
La principal función del líder, en no pocas ocasiones aparece como dada, pero es él quien establece el marco referencial, el marco estratégico en que se desarrolla la acción táctica y ese es su cometido crítico y fundamental. La referencia adoptada enmarcará las soluciones posibles, a partir de ahí se selecciona una, diseñándose la estrategia para su logro que se evalúa, implementa y se monitorea. Se trata, en cualquier caso, de un diseño integral cuya ejecución, por lo general, controla el líder principalmente por excepción mientras establece el marco en que sus subordinados adoptan las decisiones.
Los líderes estratégico deben ser grandes simplificadores. De esta manera, crean un puente intelectual entre presente y futuro, y establecen las bases para una actuación positiva, el desarrollo y la transformación de la realidad actual, favoreciendo la sinergia y evitando que el esfuerzo y los recursos se dilapiden.
Al mismo tiempo, dirige la vida diaria de la organización y a partir de la resolución de problemas menores, con la experiencia y mutuo conocimiento, va ganando y manteniendo el consenso dentro y entre los diversos grupos así como con las organizaciones del entorno, normalizando la cooperación y explorando en nuevas formas sinérgicas.
Además precisa comunicar, difundir su idea, hacia dentro, horizontalmente, y hacia el exterior. Cada una de estas áreas requiere de una comunicación específica, con un objeto central, la visión del líder. Es imprescindible trasladar en términos comprensibles el propósito, la visión y la estrategia para que estos sean sentidos como realizables: es la narrativa estratégica la que los aúna. Los líderes son pivotes donde reposa la capacidad de comunicación de las organizaciones, que son una de sus principales prioridades. Por eso el liderazgo transformacional que estimula y empodera a través del ejemplo es una especial referencia en las Fuerzas Armadas.
El líder estratégico, como persona, ha de tener unas cualidades específicas. Debe ser capaz de pensar estratégicamente, aprehender la realidad en su complejidad, para poder sortear en la medida de lo posible los imponderables que se le presentarán; eso requiere de capacidades para la anticipación, de ser capaz de aceptar racionalmente los retos, de poder interpretar la realidad trasponiendo experiencias procedentes de otros ámbitos, del alineamiento de lo que resulta común tanto en el escenario como en la respuesta al mismo y de realizar un aprendizaje continuo. Aun es más, debe ser capaz de desaprender las claves que han posibilitado su éxito y reaprender las nuevas, adaptándose a la referencia estratégica y haciendo una provechosa relectura de su propia experiencia desde esta nueva clave.
El modelo de liderazgo que se propone engarza con la mejor tradición humanista para lo cual se hace una profunda reflexión buscando ampliar las opciones disponibles sobre la base de la reinterpretación de la propia experiencia bajo nuevas claves mientras, de la mano de los clásicos y de referentes actuales, se introducen sugerencias y material de reflexión.