Nadie gobierna en sentido fuerte si no es capaz de responder consistentemente, ante el espejo, a la pregunta: ¿quién soy yo?.
¿Cómo orientará a otros quien no es capaz de afrontar él mismo las cuestiones esenciales de la propia vida? Se podrán lograr objetivos cuantificables, y tal vez desarrollar cuentas de explotación sabrosas, pero gobernar personas es más que eso.