Cuando Wayne Dyer relata “Una mujer me preguntó -¿Cuáles son los obstáculos para mi felicidad?-. Le respondí: -La creencia de que tiene límites-“, está refiriéndose a las barreras que nosotros mismos nos ponemos para nuestro crecimiento personal.
Wayne Walter Dyer (1940-2015) fue un relevante psicólogo estadounidensey escritor de libros de autoayuda. Psicoterapeuta y doctor en psicología fue profesor en la St. Johns University de Nueva York y autor del bestseller ‘Tus Zonas Erróneas’ (1976).
Como consecuencia de la vertiginosidad y profundidad de los cambios a los que tenemos que adaptarnos, seguimos necesitando las personas y la sociedad en su conjunto, de la importantísima ayuda que es la psicología, tanto en el ámbito clínico como el social.
Dyer a pesar de no estar entre nosotros, en su portal de Internet Dr. Wayne Dyer sigue aportándonos cuál es la inspiración del día (Dailyinspiration), por ejemplo, “sepa que por cada acto de maldad aparente, hay un millón de actos de bondad… y es ahí donde necesita centrar su atención”.
¿Positivismo ilusionista o una posición realista que está así predeterminada por el género humano? Afirmo que nuestra especie en general confirma la tesis de Dyer, de que son millones las acciones de personas consideradas comunes (también les llamamos ordinarias) en todo el mundo, que desde que se levantan hasta que se acuestan hacen esfuerzos para sacar a sus respectivas familias adelante, llevando a cabo acciones normales que son las auténticas valedoras de la evolución de las sociedades y países.
En otros términos: la gente ordinaria trabaja, construye naciones, logra el crecimiento y solo es una minoría de líderes (siempre dictadores y anti-demócratas) los que nos llevan a la guerra y los conflictos. No es un valor declarativo, sino la evidencia de sucesos históricos que se repiten una y otra vez a lo largo de los siglos.
Dyer tiene un punto de vista humanista, diría que en su máximo nivel posible para el estudio e investigación en el campo psicológico, porque justamente pertenece a una rama de la psicología que el desarrolló y entra de lleno en ese ámbito en el que prevalece lo humano por encima de cualquier otra consideración.
De ahí que afirma que “cuando juzgas a otra persona no lo estás definiendo, sólo lo estás haciendo contigo”, en clara alusión a que tenemos cierta tendencia (diría gran defecto) a establecer tópicos y prejuicios, generalmente sin el necesario soporte de evidencia que, de ser un proceso judicial, sería considerado falta de pruebas. Pero a esto estamos acostumbrados, llegando a exacerbar las opiniones que se convierten en sentencias cuando aún hay mucho recorrido por ver en cuanto a si esa persona o esa acción es reprobable. El ejemplo al que nos tienen acostumbrados en los últimos años es la llamada “pena del telediario”.
Dyer nos recuerda que “uno de los principios esenciales para vivir una vida inspiradora, es recordar que nuestros deseos no llegan en nuestro Schedule…sino cuando se suponen que tienen que llegar”, una manera de establecer parámetros de conducta para no desesperarnos innecesariamente porque los objetivos no los hemos alcanzado, o hemos sido suspendidos en el examen de una asignatura clave en nuestra carrera, o que finalmente no fuimos considerados para los ascensos que otros se llevaron en la empresa en la que trabajamos. No importa…todo lleva su tiempo y nuestra agenda (el Schedule referido) depende en gran parte de nuestro esfuerzo, dedicación y responsabilidad, pero también de una cantidad de imponderables que no podemos controlar.
Ante estas vicisitudes del entorno, Dyer también es concreto y creemos que ayuda de manera clara a que las personas aprendan a sacar fuerzas de su interior cuando crean que no las tienen. O también en situaciones en las que su percepción es que la causa por la que luchan está perdida. Por eso dice que “cuánto más veas en ti mismo lo que te gustaría ser y actúas como si lo que quieres ya está ahí (que lo has alcanzado), más estarás activando esas fuerzas que tenemos dormidas que nos ayudarán a transformar nuestros sueños en realidad”.
De eso se trata: lo que en liderazgo llamamos “energizar personas y equipos” para que estén siempre motivados y puedan no sólo cumplir con cada uno de los objetivos fijados, sino que sientan un elevado nivel de satisfacción por pertenecer a la organización. Es decir: asumen un compromiso con la empresa y la dirección.
Aplicando la tesis de Dyer en los equipos de trabajo, el líder tiene que enseñar y formar a su gente en la visualización de lo que se quiere alcanzar, porque cuando se está focalizando correctamente el qué, cómo, cuándo y quién, ya está descontada una conducta de entrega de cada una de las personas para que las cosas no sólo se hagan bien…sino que se lleguen a cumplir en los plazos exigidos.
La desesperación por las agendas tan exigentes que nos agobian cada día, confirma también la posición de Dyer, en que es frecuente no encontrarnos a nosotros mismos, creer que tenemos limitaciones cuando en realidad no las hay y estamos poniendo dificultades y trabas casi siempre de manera inconsciente. Especialmente, cuando las circunstancias nos hacen estar inseguros, tener dudas sobre la manera en que estamos haciendo las cosas, etc. Como la paciente que ilustra nuestro título de hoy.
Lo recomendable es actuar lo mejor que se pueda mientras simultáneamente estamos creando en nuestra mente el escenario en el que nos tocará llevar a cabo acciones futuras, porque estamos trabajando para ello aunque dicha circunstancia aún no se haya dado. Anticiparse mentalmente también es una forma de darnos energía.
Nos parece interesante dar réplica a otro de los pensamientos de Dyer que vale la pena tener en cuenta:“una mente en paz, que está centrada y no focalizada en hacer daño a otros, es mucho más fuerte que cualquier otra fuerza física del universo”.
Perdemos demasiado tiempo cada día preguntándonos qué piensa tal persona (o varias de ellas) de nosotros, tratando de interpretar cualquier comentario o runrún que llega a nuestros oídos. O sea, que efectivamente hay personas que actúan con malicia debido fundamentalmente a sus egoísmos e inseguridades. Pero nosotros deberíamos estar preocupándonos por cómo pensamos y qué es lo que estamos haciendo, especialmente que nada de lo que digamos, hagamos o sintamos pueda perjudicar a otra persona.
Del mismo modo, desvelarnos a nosotros mismos qué es lo que queremos hacer mañana, el día mañana (futuro más mediato) y en unos años más.
La paz y felicidad se encuentran siempre cuando aflora en nuestros sentimientos y emociones esa sensación de esperanza, que es posible lograr lo que anhelamos. Y siguiendo la filosofía de Dyer, no deprimirnos en exceso porque los logros obtenidos no son los que esperábamos, ni tampoco exagerar nuestra alegría al primer éxito que obtengamos, porque la vida se encarga ella solita de darnos el revés, como si de un partido de tenis se tratase.
La clave está en ser siempre conscientes que estamos jugando el partido, que hay sets que perdemos y otros que ganamos. Pero al final del camino, contarán en el balance de nuestra felicidad cómo hemos afrontado cada punto de juego que es cada uno de los días de nuestra vida.
Artículo realizado por José Luis Zunni, director de ecofin.es y vicepresidente de Foro ECOFIN.