Más allá de la cultura del esfuerzo

¡La cultura del esfuerzo no está de moda! Si puedo cruzar por el atajo, ¿para qué dar un rodeo? Parece que el trabajo constante y sacrificado ha perdido valor en la sociedad en la que vivimos. Las generaciones de menos de treinta años han nacido en un mundo en paz, confortable, saludable, solidario y económicamente estable. Además, han crecido en paralelo al desarrollo de la sociedad y la economía digital. ¡Todo está al alcance de un click! Desde documentar un trabajo a cenar esta noche, todo está disponible con sólo apretar un botón. ¿Para qué mirarse en el espejo de otras generaciones acostumbradas a sufrir, sacrificarse, endudarse o ahorrar para el futuro?

Sin embargo, la Sociedad actual tampoco está totalmente alineada al sueño de Hollywood del éxito rápido, las celebrities y el deportista milmillonario. ¡La cultura del éxito sin mérito y sin valores tampoco está de moda!

Y en este mar abierto, embravecido e incierto, ¿cómo encontrar un liderazgo ajustado a los tiempos?, que pondere el esfuerzo y el compromiso a la vez que estimule el éxito, la recompensa y el crecimiento profesional.

 “Hágase usted merecedor y digno del esfuerzo”.

El Management coetáneo está lleno de fórmulas mágicas que nos señalan otros caminos hacia el bienestar, las organizaciones saludables, los directivos no tóxicos, el cambio hacia estructuras horizontales, la promoción de la colaboración, el intraemprendimiento, el activismo social corporativo, espacios de trabajo wellbing, la cocreación, la felicacia, etc.

¿Cómo podemos liderar cuando aquellos profesionales a nuestro cargo no se estimulan ni por el palo y la zanahoria, el esfuerzo y la recompensa económica? Pues muy sencillo, ha llegado el momento de crecer como líder y como persona. Es el momento de pensar en las personas que pluricelularmente constituyen su empresa, su departamenteo o su equipo.

Lo importante es el camino

Cuántas veces hemos escuchado a personas más o menos próximas, decir que lo importante es el esfuerzo independientemente del resultado que finalmente se obtenga. Desde la óptica del liderazgo, técnicamente se dice que lo que vale es el camino más allá de la meta alcanzada.

Es evidente que no vamos a cometer el error de no considerar la importancia que tiene el resultado tanto en la vida personal como profesional. Pero cuánto más sepamos valorar el esfuerzo que hacemos y que los demás hacen por nosotros, mejor podremos comprender las diferentes situaciones a las que a diario nos enfrentamos, nos gusten o no.

Con frecuencia, por motivos de la tensión, se producen en las relaciones interpersonales respuestas poco adecuadas, que duelen al receptor de las mismas. Pero en una demostración de comprensión por la situación de la otra persona tan próxima a ella, calla o mantiene unas palabras de aliento, de apoyo y manifiesta sensibilidad para ponerse en el lugar de la otra persona.

Es necesario que el afectado comprenda que está siendo sentido su sufrimiento, o pena, o dolor. Sin llegar a estas emociones tan sentidas, puede estar formando parte de un apoyo solidario que hace falta para sacar adelante un trabajo o atravesar ese mal momento que está pasando la empresa.

Nada se nos regala en la vida y poco puede esperarse del factor aleatorio. Sólo ese sentimiento de satisfacción por el deber cumplido, haciendo nuestro trabajo, cumpliendo con nuestras responsabilidades y especialmente tratando de ser solidarios en las ayudas que damos y al mismo tiempo recibimos de los demás.

Todos podemos ser merecedores y dignos del esfuerzo; pero hay que tener por filosofía saber compartir dicha lucha, porque no es lógico que ese esfuerzo provenga siempre de los demás y de nuestra parte exista poca demostración. Es importante que esa actitud de sacrificio aflore hasta por los poros de la piel.

De ahí que cuando hablamos de la dignidad de la persona para ser merecedora del esfuerzo de los demás, sólo exijamos que más allá de reconocerlo lo exprese de alguna manera. Puede ser en silencio, sin palabras, pero que ese agradecimiento se devuelva en hechos por el esfuerzo recibido de la otra persona.

Estamos viviendo tiempos convulsos en los que pareciera que la materia va ganando por 3 a 1 al espíritu, porque lamentablemente y con demasiada frecuencia se impone el dinero a los principios y valores. Esto ha llevado a la sociedad actual a perder el sentido de lo que significa el esfuerzo y pareciera que ya no se cree en él.

La historia y la sociología nos enseñan que las sociedades que pierden la memoria o que no le dan la importancia que merece,es difícil que tengan un futuro libre de tropiezos y pueden volver a caer en los errores del pasado.

En el plano personal, aquella cultura en la que se nos educaba en el esfuerzo y respeto puede ser considerado por muchas personas como algo pasado de moda, porque la tecnología nos alivia toda esa fuerza y dedicación que teníamos que poner para lograr nuestras tareas. También es un error pensar de esta forma, porque la innovación tecnológica también implica que para recibir las comodidades y facilidades que nos brinda, debemos seguir capacitándonos y formándonos en todos los procesos que la transformación digital nos impone tanto a organizaciones como personas.

El esfuerzo y el honor

Es costumbre recurrir a los ejemplos que nos da la vida, como el de los directores de cine y los mensajes de sus obras. Es una fórmula para poder interpretar esa realidad tan dura y difícil que nos toca cada día.

Aquí el esfuerzo va de la mano del honor, pero una vez que lean estas líneas, verán que no es una exageración, porque lo que debemos extraer como mensaje es que siempre el cambio en nuestra actitud es posible para intentar emular los tantos y buenos ejemplos que la vida real nos pone delante.

El mérito de los cineastas y de los autores en general, es traducirnos a un lenguaje fácil de comprender. Pueden ser aspectos dramáticos; pero que en el caso que les relato a continuación, se convierten en un hilo de esperanza. Aún hay mucha humanidad entre nosotros.

En la película ‘Saving private Ryan’ (Salvar al soldado Ryan) dirigida por Steven Spielberg, relata la historia basada en una novela, en la que el general George Marshall, Jefe del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos, es informado de que tres de los cuatro hermanos de la familia Ryan han muerto en la Segunda Guerra Mundial en combate, con pocos días de diferencia. Todos los esfuerzos se centran en buscar y encontrar al cuarto hermano que se piensa que está vivo en algún lugar de Normandía.

Lo que me ha impactado siempre de este filme es la escena final en que el capitán del pelotón encuentra finalmente al soldado Ryan y es herido de muerte. Entonces le dice con sus últimas fuerzas: “Hágase usted merecedor y digno del esfuerzo”.

Siempre me ha impresionado el mensaje que le da al soldado que rescata y por el cual él finalmente muere. ¿Es que me he vuelto demasiado sensible? No. Lo que me pregunto es si practicamos algo tan simple como el reconocimiento y agradecimiento hacia los demás.

¿Somos nosotros merecedores y dignos del esfuerzo y sacrificio que otros hacen por nosotros de forma natural? Parece que no somos conscientes o que no le damos la importancia que deberíamos darle. Como si fuera algo que los demás están obligados por el sólo hecho de tener determinado vínculo con nosotros.

Si nos mirásemos más a menudo hacia nuestro interior buscando los valores y principios que guían nuestra vida, seguramente encontraremos muchas razones que subyacen en nuestras propias raíces, para dar las gracias. Son errores que nos pesarán en la vida cada vez que cumplamos más años y seamos reacios a reconocer y agradecer. Dar un abrazo fraterno cuyo valor no tiene precio en dinero; pero que sí llena cualquier corazón.

Cuántas veces nos hemos detenido al recordar o expresar el nombre de un ser querido que ya no está, como queriendo pedir perdón por todo aquello que no hemos agradecido suficientemente.

Decía un poeta anónimo mexicano que los mausoleos de los cementerios contienen infinidad de frases y despedidas que jamás hemos pronunciado”. No debemos arrepentirnos de las palabras que decimos, sino de aquellas que no hemos tenido el valor de gritar para que el resto del mundo se entere.

Aquel compañero de equipo que está siempre en todas las ocasiones, frente al otro que por el contrario huye cada vez que puede de esos encuentros necesarios. Hay que expresar la gratitud por una acción realizada en nuestro beneficio.

Pero si sólo me ha cambiado su hora por la mía, no es para tanto”. Sí lo es, porque esa persona cambió su hora de trabajo y también de su vida para que su compañero tuviese el tiempo que a lo mejor necesita para una cuestión tan noble, como llevar su hijo al médico. Pero no es menos noble la acción de esa persona que ha permitido que usted pueda haber ido a la consulta de ese médico en un horario que originalmente no podía. Con un gracias es suficiente pensará; pero qué le parece si lo expresa por ejemplo: “estoy en deuda contigo, menos mal que me has cambiado el turno porque no podría haber ido al médico. Gracias”.

¿Es esto pedir demasiado? ¿Y no será que cuando un jefe o un mando intermedio pide y pide y no agradece jamás, se va resquebrajando la confianza en el grupo? ¿Se pierde ese clima agradable que genera una comunicación directa, sincera y especialmente sensible, a los problemas que plantea el equipo? Por supuesto que sí.

¿Pero sabe lo que es más importante si nos hacemos merecedores y dignos del esfuerzo de los demás? Que ese favor que nos hacen, ese esfuerzo y sacrificio, caso de los padres para que los hijos tengan una carrera, se convierte en un necesario camino de apoyo que nosotros daremos a los demás. Y que como los que antes lo hicieron con nosotros, no pediremos nada a cambio, sólo diremos: sé merecedor y digno de este esfuerzo. Ser dignos en la vida es vivir con honor, más allá de riquezas y otras formas de poder.

Ahora entiendo, cuando alguna vez escuché de una persona allegada a la familia del cual dijeron: “Mil seiscientas personas estuvieron en su entierro, esto da idea de su carácter y de lo que significó para todos nosotros”.

Artículo realizado por José Luis Zunni, director de ecofin.es y vicepresidente de Foro ECOFIN.

 

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