En el año 2007, durante la antesala de la crisis global, definía el entorno desarrollado en el marco del capitalismo, como ‘oceánico’, por sus especiales características: global, dinámico, cambiante, sobre-comunicado, sobre-relacionado, sobre-dimensionado y más competitivo que nunca.
Un entorno que no iba a cambiar, advertía por aquel entonces, en cuanto a su dinamismo creciente, y que nos iba a obligar a todos a tener que permanecer en un estado constante de cambio. Y así ha sido y va a seguir siendo, por cuanto que las características que lo definen, van a seguir reforzándose constantemente unas a otras, desarrollando una energía imparable que no tiene vuelta atrás.
Por ello la capacidad de adaptación al cambio, de algún modo se nos ha quedado obsoleta. Esta nos ha preparado para afrontar los cambios, pero ahora tenemos que ir más allá desarrollando la capacidad de vivir en el cambio, que es la capacidad de crecer en él. Se trata de integrar el cambio en nuestras vidas y en las vidas de nuestras organizaciones, hasta lograr una dinámica altamente eficaz de crecimiento aprovechando eficazmente toda esa energía.
Desde esta perspectiva definí el movimiento inteligente, como la capacidad de evolucionar en el entorno, con la máxima eficacia y con el mínimo coste, aprovechando todo ese potencial cinético, al igual que un surfista hace con las olas.
Hablo entonces de crecer dinámica e inteligentemente desde el cambio como oportunidad, algo que implica en el mismo sentido a personas, equipos y organizaciones, pero que sólo puede lograrse, en todo caso, desde una eficaz orientación a las personas.
Es aquí donde el Growth Management se ha aplicado, y se está aplicando cada vez por más líderes en todo el mundo, quienes profundamente alineados con su sentido y práctica, lo ven como una excelente alternativa al Management tradicional, tal y como se ha ido desarrollando en las últimas décadas, fuertemente orientado a los objetivos.
Y es que estamos comprobando una y otra vez, como la excesiva orientación a los objetivos por parte de demasiados líderes, termina por resultar contraproducente para el desarrollo y puesta en valor del talento de las personas en los equipos, algo que muestra la experiencia y respalda la ciencia, logrando una gran perdida de potencial de crecimiento.
Sin embargo cuando los líderes comprenden que en el entorno actual lo único realmente eficaz es hacer de las personas su principal objetivo, los resultados siempre son superiores, pues las metas son cada vez más altas y se alcanzan con mayor facilidad.
Y es que, pese a todo, estamos en el entorno más propicio que ha habido nunca para crecer. Sólo tenemos que aprender a gestionar nuestro propio crecimiento de otro modo, pues tanto personas como organizaciones nos desarrollamos a través de nuevos desafíos, saliendo de nuestra zona de confort, adentrándonos en la incertidumbre y encontrando nuevos caminos, nuevas motivaciones y capacidades que nos llevan a un lugar mejor que en el que estamos, ha hacer realidad esos sueños que en algún momento creímos inalcanzables.
En definitiva, crecemos en el cambio. Y ahora el entorno nos saca constantemente de nuestra zona conocida, no invita a replantearnos la forma en la que pensamos, sentimos y hacemos, incluso el modo en el que vivimos, y como líderes, el modelo desde el que hacemos empresa. Nos alienta a crecer desde una nueva visión permanentemente conectada con nosotros mismos, en relación con los parámetros de necesidad de búsqueda personal que nos marca a cada momento la dinámica desarrollada, la que define en definitiva, el modo en el que mejor podemos crecer como personas, como organizaciones y como sociedad en general.
Por todo ello, es la progresiva integración del cambio en la dinámica de las personas, quienes impulsadas por sus líderes, consultores, coaches o referentes, se van aplicando con sentido, consciencia y responsabilidad en vivir un proceso constante de autodescubrimiento, lo que sin duda marca una gran diferencia.
Este proceso, que poco a poco va siendo manejado autónomamente por cada persona, eleva de manera continuada y sostenible, la motivación, el compromiso y en general la competencia, minimizando la resistencia al cambio, la pérdida de energía, y poniendo en valor un mayor potencial, lo que termina por generar definitivamente una dinámica altamente eficaz de crecimiento tanto a nivel personal como organizacional.
Podemos inspirarnos en el mantra del Growth Management, ´personas que cambian, organizaciones que crecen´, para comprender que en un mundo altamente dinámico, el cambio en lo personal es la única base sólida y sostenible posible para el crecimiento empresarial, económico y social.
Por todo ello, es paradójicamente el propio entorno desarrollado en el marco del capitalismo, el que nos impulsa ahora a crecer desde nuevas premisas capital-humanistas capaces de poner en valor lo mejor de las personas, logrando en ellas un mayor compromiso, competencia y felicidad.
El sistema capitalista evoluciona inevitablemente de manera natural, igual que este lo hizo desde el Feudalismo, al ser incapaz de gestionar eficaz, responsable y sosteniblemente, bajo sus propios principios, la relación entre el entorno, las personas y las organizaciones.
Del mismo modo, el Management también lo hace hacia un Growth Management que se aplica en dar respuesta eficaz a todo ello, pero en definitiva, cada uno de nosotros tenemos la última palabra.
Artículo escrito por Ignacio Bernabé, founder & president of The Growth Management® Science Company, Growth Management® International Expert Consultant, coach y speaker.