José Luis Rodríguez Zapatero puso de moda el talante, y la disrupción de la nueva economía en la Era Digital esta atrayendo en oleadas una nueva obsesión por el talento. Y aunque no es lo mismo el talante que el talento (por más que algunos lo confundieran), de ambos conceptos tratan los nuevos modelos de liderazgo del siglo XXI en una economía digital que se basa en las personas, la innovación y los servicios. Y, a fin de cuentas, la excelencia en todo ello reside en el talento con talante de los profesionales.
Muchas multinacionales viven realmente obsesionadas por la captación y retención del talento como una tabla de salvación a la sostenibilidad de sus modelos de negocio. Directivos de todo el mundo leen con taquicardia cada nuevo ránking de las mejores empresas para trabajar, de las marcas más valoradas y de las organizaciones con mejor reputación entre sus empleados. Consultoras como ‘Great Place to Work’ viven entre algodones y mimos como si fueran jurados que conceden estrellas Michelin o soles de Repsol entre los más selectos restaurantes del mundo. Y muchos medios económicos de todo el mundo encontraron su piedra filosofal para nutrir de ingresos sus barbilampiñas haciendas, gracias a la publicidad extra de sus suplementos monográficos sobre estos ránkings de los mejores lugares para trabajar.
El presente no importa y el futuro está por diseñar. Es el nuevo axioma del management coetáneo. Sillicon Valley y las GAFA (Google, Appel, Facebook, Amazon) han generado tendencia respecto a que la innovación y la gestión del cambio dependen de las capacidades de sus equipos a la hora de diseñar nuevos servicios, nuevos productos y nuevos modelos de monetización. El inter-emprendimiento es otro de esos mantras repetidos una y otra vez dentro de las tecnológicas. Y todo ello va linealmente correlacionado con el talento humano de sus equipos.
El hallazgo de la persona como diamante en bruto de la competitividad en las organizaciones ha dinamitado los modelos jerárquicos, mecanicistas y autocráticos de liderazgo. Las empresas son transversales en su sociocracia de gestión interna. Y la talentocracia aflora como la cumbre de los sistemas de promoción interna.
Y si en la Era Digital lo más valioso es el talento, otro dinamitero que aparece en escena es el startapero. De esto saben mucho los gigantes del comercio tradicional, dinamitados por ecommerce de nuevo cuño; pero también lo sufren los gigantes grupos bancarios internacionales, a quienes le comen el queso de los nichos de mayor margen aquellas pequeñas empresas FinTech especializadas en crédito, pagos, servicios financieros, inversión, etc.
El talento no tiene tamaño. La atomización de los medios de comunicación. La pérdida de valor de los productos en un mundo de servicios. La disrupción del open source y plataformas low cost de programación y almacenamiento en la nube… muchos son los avances que apuntan a que el talento puede vivir libre y autónomo en el ecosistema digital sin necesidad de alinearse a empresa u organización mercantil alguna.
Las nuevas generaciones son desafectas a las grandes estructuras, a las marcas de siempre y al empleo estable. El emprendimiento resulta más sexy en el siglo XXI. Los funcionarios son una especie en peligro de extinción para los talentosos nativos digitales. El talento se impone y una nueva formulación del management de la talentocracia está echando raíces en nuestra Era Digital. Mucho está por venir, pero el talento llegó para quedarse en el corazón mismo de los Recursos Humanos y del liderazgo de la post verdad. Así sea. Sic transit!
Salvador Molina, presidente de Foro ECOFIN y de la Asociación Profesional de Profesionales de la Comunicación (ProCom-ATA).
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