La profundidad de la crisis del COVID nos ha pillado por sorpresa, pese a que veíamos que la ola se aproximaba, nos parecía imposible que llegara en igual medida a España. Nos sorprendió ver a los milaneses huir despavoridos de la zona roja días antes del confinamiento, parecía una película de terror, incluso frivolizamos, sí, frivolizamos la situación con chistes y memes … pero llegó contundente, y demostró que era implacable.
Estas semanas nos han cambiado a todos: A los que han perdido familiares y amigos, a los que no han podido ni acompañarlos ni despedirse, les quedará una cicatriz en el corazón y se preguntarán si las cosas pudieron hacerse de otra manera. A los que no, el aislamiento les ha permitido parar de golpe, volver a los básicos y reflexionar sobre lo divino y lo humano… tiempo para todo ha habido.
No siempre la vida te da la oportunidad de parar de golpe, vivir unas semanas sin ruido para escucharnos a nosotros mismos y descubrir realidades a las que, aunque teníamos cerca, dedicábamos poco tiempo. Me quedo con la botella medio llena, con las cosas que se han hecho bien, realmente bien y dejaremos para otro momento otras consideraciones.
Bravo por todos los empresarios y directivos que han luchado con uñas y dientes para mantener sus empresas a flote, para proteger el empleo, la salud de sus empleados y que han sido capaces de reinventar sus modelos de negocio para adaptarlos a nuevas realidades. En este momento, identificar bien las prioridades: empleados, clientes y tesorería era la única garantía de supervivencia. Nunca estamos totalmente preparados para lanzarnos al abismo, pero hay quien ha demostrado, que pese a no saberse preparado es capaz de hacerlo, luchar por lo que uno cree y sentirse responsable, no deja otra opción. Sin duda, sus clientes y sus empleados (presentes y futuros), valorarán su actitud y profesionalidad.
Bravo por el comportamiento ejemplar de la sociedad que, salvo excepciones, ha respetado las normas y se ha adaptado como ha podido a trabajar en casa, cuidar a los niños, ayudarles con las tareas, hacer las labores del hogar y convivir en espacios reducidos.
Bravo por el sector sanitario público y privado, por el esfuerzo ingente que han realizado, con escasez de medios, tomando decisiones difíciles y jugándose su propia vida.
Bravo por el despertar de la filantropía a la que estábamos poco acostumbrados. Cada uno desde sus posibilidades ha ayudado a que los momentos difíciles sean más fáciles. En esto estamos todos juntos y solo saldremos si remamos en la misma dirección. Ha aflorado la humanidad, el virus nos iguala a todos, por eso nos preocupa a todos, da igual cómo y dónde nos haya tocado vivir, el virus es riguroso y certero, no perdona.
Vemos la luz al final del túnel, una luz que, aunque no será plena hasta no tener vacunas y test masivos, nos aproxima a una nueva realidad ¿Seremos diferentes? ¿Seremos los mismos?… Cada experiencia vital va dejando marca en lo que somos como seres humanos y como sociedad y ésta no será menos. Los que lo hemos vivido hemos aprendido, pero ¿Podrán aprender generaciones futuras de lo que nosotros hemos aprendido?… Es difícil aprender a partir de la experiencia de otros… avanzaremos, pero mucho se olvidará igual que se han olvidado otros hechos históricos.
Sólo nos queda adaptarnos a esta nueva realidad, olvidarnos de lo que podía haber sido y no fue, de los planes que teníamos hace tan solo unos meses y enfocarnos en el aquí y en el ahora, seguir demostrando que es posible salir de la crisis reforzados, manteniendo los mismos valores que hemos demostrado en los momentos más duros.
En esta crisis, el liderazgo humanista ha dado un paso más, y ha demostrado que esta gestión tiene resultados mejores y nos hace sentir mejor. Tres palabras han subido al pódium del liderazgo: transparencia, vulnerabilidad y confianza:
Transparencia para comunicar la realidad, solo desde un buen diagnóstico es posible tomar decisiones adecuadas. La transparencia permite que cada colaborador desde su posición pueda ayudar a solucionar el problema global.
Vulnerabilidad, porque es algo que nos afecta a todos, el dolor, el miedo y la incertidumbre nos hacen sentirnos más cerca. Somos vulnerables al error, a no estar a la altura de las circunstancias y al impacto que esto pueda tener.
Confianza, ha quedado demostrado que el trabajo en remoto se realiza con igual o más responsabilidad, que muchos puestos son teletrabajables, que no necesitamos horarios…, el presencialismo y el control no caben en la era post-covid.
La recuperación será dura, volvemos a altas tasas de impago, aumento del paro, reducción del consumo y quizá deflación… todas ellas son viejas conocidas con las que tendremos que convivir…, salir de esto no es fácil, nunca lo ha sido, pero los ciclos empiezan y acaban, sólo falta establecer un plan viable y ponernos a trabajar en la buena dirección.
Prado García-Miguel, área Manager de Seguros, Planificación y Control, escribe de liderazgo, talento y equipos en www.gestionandotalento.com