Artículo realizado por: Salvador Molina, presidente de ECOFIN, José Luis Zunni, director de ecofin.es, Eduardo Rebollada Casado.
¿Es posible erradicar para siempre nuestros malos hábitos? Es evidente que cambiarlos implica modificar todo nuestro comportamiento. En la conducta humana, pocas fuerzas son tan poderosas como nuestros hábitos, para bien o para mal.
Si cada mañana de cada día durante los cinco días de la semana, tomamos cuatro cafés y dos o tres bollos, este hábito que le reconforta puede llevarle directamente a la tumba. Así de claro. En cambio, si su hábito es ponerse el chandal y salir a practicar footing durante media hora antes de desayunar e ir a trabajar, este hábito le mantendrá no sólo en forma, sino que mejorará su salud, porque su sistema circulatorio y toda la fisiología de su organismo trabajará en su beneficio. ¡Pero cuidado! Sean buenos o malos, todos nuestros hábitos tienen un común denominador: una vez que los hemos adoptado y forman parte de nuestra vida y rutina es muy difícil eliminarlos.
Nos ha interesado la explicación que da Jenny C. Evans en su libro ‘The Resiliency rEvolution’ (La revolución de la resiliencia), cuya tesis es que en nuestro interior cohabita un hombre/mujer cavernícola, a pesar de que es la misma persona que vive en el siglo XXI. Una especie de contrasentido vital (las cavernas y la revolución digital) dentro de nuestra fisiología, porque lo que afirma Evans es que nuestro ADN se ha modificado muy poco después de 10.000 años de existencia.
O sea, que al igual que Carl Sagan explicaba en la más famosa serie de divulgación científica ‘Cosmos’ qué era el cerebro, Evans también señala a una parte de nuestro principal órgano como primitivo, típico de un hombre del paleolítico, pero que coexiste con otra parte del cerebro más moderna, la del lóbulo frontal, que es la parte más moderna del desarrollo cerebral y nos ubica sin lugar a dudas en personas inteligentes de 2015.
Evans llama a este hombre de las cavernas interior ‘Sneaky Pete’ y sostiene que a pesar de nuestros esfuerzos por resistirnos a determinadas tentaciones, caemos finalmente en los viejos hábitos que nos hacen daño. Estos patrones de comportamiento tienen un responsable del cual ‘Pete’ es el culpable. O sea, nuestra propia consciencia que llama a la puerta y nos despierta, pero a veces sin éxito porque una y otra vez caemos en la misma trampa. Asumiendo entonces que el hábito está conduciendo nuestra vida.
El viejo cerebro al que se refiere Evans (es el R2 que llama Sagan), no sólo es en el que subyacen nuestros instintos básicos más primitivos, sino que habría una interconexión con la más reciente y evolucionada parte del cerebro (lóbulo frontal), responsable del pensamiento crítico y también de las emociones. Cuando esto ocurre, las personas nos dejamos llevar por esos gustos, hábitos y comportamientos que nos hacen daño (alimentación, falta de sueño, tabaco, alcohol, etc.) y crean una conducta adictiva que hacen del mal hábito una auténtica condena en vida.
Pero tanto Evans como otros expertos en el comportamiento creen con total convicción que estos hábitos pueden eliminarse con fuerza de voluntad y con un poco de esfuerzo en superar nuestra conducta perniciosa, aunque a veces lleve tiempo.
El tiempo se convierte en un factor clave, tanto desde el punto de vista negativo (un mal hábito que tiene años de existencia en nuestra conducta), como en cuántos meses necesitaremos para ir corrigiendo ese comportamiento.
Evans sostiene que en vez de luchar en contra del mal hábito, debemos trabajar con él. Algo así como cuando hemos tratado el problema del arrepentimiento, que sosteníamos que era mejor que vivir arrepintiéndose de algo que habíamos hecho, aprender a vivir con ese hecho y seguir nuestra vida. No debemos compadecernos de nosotros mismos, sino actuar y saber convivir con ello.
Los cambios ‘violentos’ (pretender erradicar un mal hábito de la noche a la mañana) no terminan acoplándose demasiado bien a lo que nuestra parte primitiva nos manda. Hay que ir educándolo y, poco a poco, el cambio no se convertirá en un factor estresante.
Evans dice, y con razón, que si uno pasa de realizar cero ejercicio a practicarlo siete días a la semana, eso va a activar a ‘Sneaky Pete’ “y él va a alucinar”. Ajustes de menor a mayor, de manera que el cerebro primitivo no se altere ni se estrese demasiado, es la manera de que vayamos eliminando los malos hábitos. Entonces, y esto es lo más importante, podrán efectuarse los cambios exitosos a largo plazo.
Evans cree al igual que otras corrientes doctrinarias que es muy importante adaptar el entorno, adecuarlo a los cambios que somos conscientes que debemos realizar. Evans llama a esto la creación de ‘microclimas predeterminados óptimos’.
Una de las más difundidas doctrinas corresponde a otro de los grandes estudiosos del comportamiento humano, Robert Epstein (Universidad de California), que llevó a cabo un ambicioso estudio sobre la conducta de los hombres a través de los tiempos. Se centró en cuáles eran las técnicas que el hombre ha utilizado a lo largo de más de 200 años con la finalidad de cambiar de conducta.
Lo sorprendente de la investigación de Epstein es que pudo hacer una síntesis de todo el período analizado sólo en tres hábitos:
– Cambia tu mundo.
– Vigila tu comportamiento.
– Comprométete.
Para el primero de ellos, ¿qué significaba para Epstein “cambiar el mundo”? De algún modo se corresponde con la creación de los microclimas de Evans. O sea, Epstein cree que la eficacia de acondicionar el propio espacio para lograr el cambio exterior ha quedado bien probada en varios estudios. Somos influenciables a este elemento externo que nos agrada y nos hace sentir mejor.
En cuanto al segundo hábito de Epstein, que corresponde a “vigilar nuestro comportamiento”, se refiere al autocontrol. Es el caso de que cuando hacemos una dieta y nos pesamos a diario, seguramente bajaremos porque nos estamos vigilando si efectivamente perdemos kilos.
En cuanto al tercer hábito, que Epstein lo alude como “comprométete”, o sea el compromiso que asumimos, sea con otras personas o con nosotros mismos, al que los psicólogos llaman ‘contingencia de reforzamiento’, es cuando por ejemplo salimos a practicar footing con un vecino tres veces por semana y salvo fuerza mayor no fallamos porque entonces estamos dejando solo a nuestro compañero.
La obra de Evans pretende ser la solución al estrés, en lugar de dejar que éste afecte la vida. De ahí que lo importante de su tesis es enseñar a cómo hacerse más resistente a los factores negativos que nos afectan y producen estrés.
Tanto Evans como Epstein son conscientes de la importancia que los malos hábitos tienen no sólo para la persona que los sufre, sino para su entorno. Las relaciones interpersonales en las organizaciones se construyen también poco a poco en base a la confianza, la cohesión de equipo, la comunicación fluida y transparente, la honradez, además de las necesarias dosis de empatía, colaboracionismo y sensibilidad por los demás.
Es evidente que el papel del líder efectivo tendrá que lidiar muchas veces en contra de malos hábitos de algunos de los miembros de su equipo, que no significa que luche en contra de la persona. El líder sabrá hacerlo como el analgésico que elimina el estado gripal y la fiebre, pero no perjudica a la persona, por el contrario la libera. Del mismo modo, el mal hábito saldrá de la lista de comportamientos que producen problemas en las relaciones personales y en la propia salud física y mental de quien los sufre. Las personas ganan. Las organizaciones ganan. Los hábitos negativos no conducirán más nuestras vidas.