Ya han transcurrido 113 años desde que una organización de Mujeres Socialistas celebraba en 1909 en Estados Unidos el primer Día Internacional de la Mujer, en apoyo a dos huelgas que pasarían a la historia de este país (la de 1857 y la de 1908). Fue en Nueva York y Chicago dónde tuvieron seguimiento, y los datos e información de la época hablan de unas 15.000 mujeres que recorrieron las calles de “La Gran Manzana”.
Al año siguiente tuvo lugar el Segundo Encuentro Internacional Socialista de Mujeres, en Copenhague, Dinamarca. Y esta ocasión sigue siendo la fecha clave para las reivindicaciones de la mujer en todo el mundo, ya que fue la que fijó el 8 de marzo como el “Día Internacional de la Mujer”. Aunque tuvieron que transcurrir 65 años para que en 1975, Naciones Unidas reconociera el día de manera oficial. Esta injustificada demora sería inconcebible hoy día para cualquier incorporación de una reivindicación en el glosario universal de derechos de las personas.
¿Por qué es importante el Día Internacional de la Mujer?
Las mujeres en cualquier estamento de la sociedad en el que participen, desde obreras a consejeras delegadas de corporaciones, tienen una obligación con una cantidad impresionante de asociaciones de mujeres que durante todo el siglo XX y lo que va del XXI, trabajaron denodadamente en pos de una definitiva igualdad de género. Pero también tienen una responsabilidad por no ceder en la lucha de lo que aún queda mucho camino por recorrer y reivindicaciones que incorporar.
En 1911, solo ocho países permitían que las mujeres votaran, dándose la circunstancia habitual de que el mismo salario por el mismo trabajo era algo inexistente, y llegados el caso, cuando a la mujer se le permitía trabajar.
En el inicio del siglo XX la primera marcha trataba de poner fin a las nefastas e insalubres condiciones en que soportaban las personas en el lugar de trabajo, así como la igualdad de derechos, la igualdad salarial y el fin de la explotación. Pero dependiendo en qué latitud del planeta nos encontremos, habrá objetivos que aún en países del tercer mundo estén muy lejos de ser cumplidos; otros ya se habrán cumplido en un porcentaje importante, aunque aún insuficiente, caso de nuestro entorno europeo, porque, en definitiva, los derechos inalienables de la mujer aún no están totalmente asegurados en ninguna nación de la tierra. Y este punto sobre la fragilidad de las garantías de los derechos de la mujer también es algo inaceptable.
António Guterres, el secretario general de Naciones Unidas, y el derecho fundamental de la igualdad de género
Cuando el secretario general de Naciones Unidas estaba reseñando los compromisos para 2023 que son prioridad de la institución que preside, hizo la siguiente advertencia mundial: “la igualdad de género es tanto un derecho humano fundamental como una solución a algunos de nuestros mayores desafíos globales. Pero la mitad de la humanidad se ve frenada por el abuso de los derechos humanos más generalizado de nuestro tiempo. La igualdad de género es una cuestión de poder. El patriarcado, con milenios de poder detrás de él, se está reafirmando. Las Naciones Unidas están luchando y defendiendo los derechos de las mujeres y las niñas en todas partes”.
Sin duda los Objetivos de Desarrollo Sostenible fijados por Naciones Unidas, que vienen siendo como la biblia de la conducta de los pueblos y naciones del mundo, no pueden prescindir de la igualdad de género como uno de los más importantes fundamentos de los derechos del hombre y la mujer. No se podrán entender reuniones del G7 o del G20, o del Fondo Monetario o del Foro de Davos, en un futuro próximo, si no se tiene de parte de los máximos líderes políticos de todo el mundo, la evidencia que el avance en los derechos de la mujer en todas las instancias es imparable y que está absolutamente garantizado.
Del mismo modo, los líderes políticos mundiales deben estar seguidos a la par por los otros líderes de interés para el crecimiento de los países, como son los empresarios, CEO’s, directivos, profesionales, etc., que desde millones de empresas y con una incidencia cada vez mayor de los procesos de internacionalización de los mercados y globalización de los negocios, no pueden siquiera pensar en que la dirección de países y organizaciones no esté al menos casi al 50% representada por mujeres en todos los ámbitos políticos, culturales, sociales, económicos, etc.
Los resultados de la participación en puestos de alta dirección y de gran responsabilidad en el ámbito privado, así como las experiencias de mujeres en el poder político en los últimos años, ha puesto de manifiesto que cuando una mujer está actuando y tomando decisiones como primera y última responsable de un equipo de personas en las organizaciones, o de medidas que impactarán en millones de ciudadanos de su país, cuando esa decisión es política, son decisiones muy pensadas, discutidas y prudentemente adoptadas.
Mujeres líderes que se caracterizan por ser más empáticas, tolerantes, dialogantes, sensibles al sufrimiento y a la razón de ser de las relaciones interpersonales, bajo la convicción profunda que tiene toda mujer sobre que “el otro también existe”. Su inteligencia emocional ha demostrado que evita los conflictos y cuando estos afloran los resuelve con mayor facilidad en cuanto a la proximidad, el acercamiento, la comprensión de las diferentes situaciones, especialmente de los más vulnerables.
¿Y por qué esta especial sensibilidad a los más desprotegidos?
Porque la mujer históricamente y a diferencia del hombre, siempre ha sido la más vulnerable. Por eso se adapta mejor, comprende mejor, también sufre mejor porque es más sensible, se pone en la situación de los demás, trata de buscar vías alternativas y es una excelente negociadora demostrado en ambos ámbitos de la política y el empresarial.
La necesaria participación social y política de la mujer
La participación social y política en la lucha por una igualdad de género, es una agenda permanente de obligado cumplimiento que líderes políticos y empresariales deben tener como una especie de manual corporativo. Las metas que las sociedades modernas deben establecer para la integración de la mujer sin paliativos en cualquier nivel organizativo público y/o privado, requiere seguir identificando los obstáculos que aún persisten en la mente de muchos hombres y también instituciones.
Circunstancias que persisten todavía porque vienen de una trayectoria de décadas bajo su predominio excluyente hacia la mujer, que se siguen resistiendo a pesar que el tiempo actual ya la ha puesto como pieza clave del determinismo histórico político, social y económico.

Jornada especial del 8M de Madrid Woman’s Week 2023 / Imagen: Inés Nieto
La capacidad de las personas o grupos para obtener de las instituciones del estado u otros actores de la realidad económica y social, el goce efectivo de sus derechos, es algo que se aprende no porque exista, sino porque se ejerce. Un derecho como es el de la mujer a la igualdad absoluta en todos los órdenes de la vida, no es teoría sino práctica. Se ejecuta y a medida que se hace, se aprende de los errores, pero se integra en la cultura. Y esto es lo que más ha costado en los últimos veinte años.
Una forma clave de ejercer los derechos sociales y políticos es a través de la participación. Esto es válido hoy, nadie lo discute, pero como ha sido históricamente negada la igualdad de género, las mujeres se vieron obligadas a una lucha sin cuartel. Ellas han escrito páginas esenciales en las que todas las expresiones que dieron, forman parte de los más importantes movimientos sociales de la historia contemporánea.
Es por ello imperativo, que desde las instituciones y cualquier forma de liderazgo que se ejerza, esta lucha de décadas no cese, si bien hoy será con otras variables, pero las mujeres no pueden dar ningún paso atrás en las conquistas ya logradas. Tampoco pueden dejar de hacer nuevos esfuerzos por las conquistas aún por lograr, porque si se conformasen con lo obtenido hasta el presente (cuestión que no lo van a hacer), sería tremendamente negativo para la sociedad en su conjunto, porque se estaría posponiendo la gran transformación que la actualidad exige.
No es cuestión de transformación digital si lo que se transforma es deficiente desde el punto de vista de la igualdad, inacabada desde el punto de vista de la equidad y especialmente, no es justa, por lo que dicha transformación tecnológica por más disruptiva que sea, fallará por la base. Si queremos empresas e instituciones políticas cada vez más humanizadas, que las personas sean el centro de las decisiones, la mujer tiene que estar a la par en la toma de decisiones.
Sin duda no podemos negar que en materia de igualdad y de participación de la mujer en la realidad social española se han hecho avances notables. Por un lado “romper el techo de cristal” (falta bastante por cumplir al respecto), por otro, la eterna vinculación de la mujer por su propia biología, por ser la “fábrica” más importante, por el cuidado de los hijos y la gestión del hogar como no lo hacen los hombres (cuidado de niños, mayores, enfermos, etc.), siendo la maternidad la principal desventaja histórica que ha tenido.
En las organizaciones se ha dado preferencia histórica para el crecimiento y desarrollo de una carrera a los hombres. Por tanto, la sociedad actual, los políticos, los empresarios, los legisladores, todos los ámbitos en los que se cuecen las conductas (también las normativas que nos damos) para convivir en una sociedad organizada, pujante, justa y moderna, no puede prescindir ni un minuto más, sin la integración absoluta de la mujer en todos los niveles de la sociedad.
El derecho y la economía son esenciales para transformar la sociedad, no solo la tecnología. La igualdad de género va más allá del propio orden jurídico, es una cuestión de supervivencia de nuestra cultura desde el mismo momento que la evidencia nos muestra que la mujer no es la que ha impuesto estereotipos discriminatorios, no ha propiciado la desigualdad ni la injustica ni la inequidad, y menos aún las guerras.
Porque haya estado tradicionalmente vinculada al hogar y a la familia, no se le puede quitar el derecho a la igualdad de oportunidades.
Es por ello que un proverbio mexicano en referencia al rol de la mujer en la sociedad, dice: “una casa no se apoya en el suelo…sino siempre en una mujer”, en clara referencia a ser el soporte, donde mayores y menores se apoyan, porque de otra manera, sin una mujer no puede entenderse la evolución de las naciones.
Desde MWW nosotros decimos que también, al igual que el proverbio mexicano, la mujer es el suelo, pero agregamos: es el auténtico impulso de la sociedad actual para que tengamos un crecimiento y desarrollo justo y equitativo, exento de discriminaciones de todo tipo, y en la que la igualdad de género tenga el mismo rango de autoridad que le hemos dado al horizonte 2030 respecto a la lucha por preservar el medio ambiente, la biodiversidad y la huella de carbono. La lucha por la igualdad de género no es una más, sino es la dirección…es el camino… que gobiernos, organizaciones y sociedades deben asumir del mismo modo que asumimos que los seres humanos tienen derecho a la educación y la salud.
Seguiremos trabajando desde MWW por no ceder en ninguno de los avances, por incorporar a la lucha los que faltan, por diseñar un camino sobre aquellas cosas que aún hoy no se han puesto sobre la mesa, porque todavía no se han creado. Pero no nos preocupa lo que vendrá cuando la cultura ya tiene incorporada la mujer de pleno derecho en todas las instancias. No hacerlo, sería como desoír la digitalización y volver a la Revolución Industrial: un contrasentido de la historia.
Artículo escrito por:
José Luis Zunni, CEO y presidente del Instituto Europeo Ecofin de Liderazgo (IEEL), vicepresidente del Foro Ecofin y director de ecofin.es,
Carmen García, presidenta de la Fundación Woman’s Week y vicepesidenta del Instituto Europeo Ecofin de Liderazgo (IEEL).