Demostración evidente de que no se sabe dirigir es que los empleados deseen que el directivo no esté presente (o que lo echen de la empresa, o incluso que… se muera).
Es bueno que quien hace cabeza se pregunte qué piensan de él sus subordinados.
Alguno se llevará sorpresas al comprobar que hay incluso preparativos para organizar una fiesta el día en que desaparezca de la escena, y que la celebración no tendrá como motivo el pesar.