La motivación convierte la ambición en acción

“Si quieres ser feliz, establece una meta que dirija tus pensamientos, libere tu energía e inspire tus esperanzas”  (Andrew Carnegie)

La conducta humana está, básicamente, centrada en la satisfacción de las propias necesidades. Pensar bajo el principio de “y de esto, ¿qué saco Yo?” es lo que convierte la ambición en acción, es lo que nos impulsa a perseverar en el camino con disciplina y tesón y a conseguir aquello que ambicionamos.

A veces los planes de futuro que tenemos reservados no se materializan porque no estamos verdaderamente motivados. No existe vínculo entre deseo y voluntad.

 “Tres facultades hay en el hombre: la razón que esclarece y domina;  el coraje o animo que actúa, y los sentidos que obedecen” (Platón)

Escuchar de forma acertada la  voz interior que nos habla: “Yo  ¿Qué deseo hacer?, ¿por qué? y  para que”, descubrir el motivo por el cual  se provoca un comportamiento determinado e indagar qué es lo que influye en nuestro estado de ánimo es lo que permite motivarnos y nos lleva a realizar esfuerzos extraordinarios para conseguir nuestras metas.

La ventaja de actuar bajo el influjo de la motivación interna, hacer lo que nos gusta, es lo que da pie a conocer la influencia de la emoción en la capacidad de pensar, planificar, materializar, perseverar y no abandonar nuestros objetivos, metas realistas bien elegidas al alcance de nuestras habilidades y capacidades, así como a descubrir cómo ello influye en el comportamiento del otro a la hora de satisfacer nuestros deseos.

ELSA

Actitud inteligente a la hora de motivarse es promover estados emocionales de bienestar donde se acrecienta la capacidad de pensar con flexibilidad, y se estimula la búsqueda de soluciones. Donde sentimientos de infelicidad no nublen la razón y donde la capacidad de autocontrol de impulsos se acreciente, demorando la  gratificación  inmediata.

Es un hecho probado  que la mente emocional es más rápida e impulsiva que la mente racional. Sabemos que toda emoción lleva asociado un  impulso de actuación. La  persona primero siente y luego actúa,  se acerca o aleja de las situaciones en función del estado emocional que le genera, me siento bien o me siento mal.

El autocontrol de impulsos solo se obtiene cuando la persona trabaja sus emociones, las  reconoce  y las  adecua al momento,  y se capacita en lo que llamamos aplazar la recompensa. La diferencia entre un ganador y perdedor reside en su  visión de futuro y capacidad  para posponer la gratificación inmediata por una posterior, a medio o largo plazo, más beneficiosa y duradera. Ejemplo de ello es el estudiante que renuncia a salir con un  amigo, placer inmediato, y  quedarse en casa estudiando para aprobar un examen.

Pero motivar también es alentar, influir en  los demás; hacer que el otro se mueva en nuestra misma dirección para  favorecer  el éxito de nuestra acción.Conlleva crear un escenario donde no existan conflictos,un espacio  donde se suscite y despierte el interés del otro haciéndole cómplice de nuestras emociones así como de nuestra  ilusión, pasión, optimismo y esperanza; y en donde todos obtengan una compensación. Esto sin duda es  la llave que abre el mundo a la  influencia en el otro, y a hacer  que los objetivos personales sean objetivos  compartidos.

La comunicación empática, la forma en que decimos las cosas y más aun en como las trasmitimos, juega un papel determinante y afecta directamente y de forma importante  en el comportamiento del otro.Trasmitir de forma correcta, validar al otro con aserciones como  “me interesa mucho tu opinión sobre…”, “que te parece sí…”,“como harías..”, es el medio para descubrir las ideas y las distintas percepciones ,es lo que permite  compartir  poder e influencia , es lo que diferencia el método expositivo del método dialógico.

Elsa Martí Barceló, médico de familia y directora de la Escuela de Liderazgo Emocional (ELE).

 

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