Instituciones académicas europeas: vanguardia en investigación organizacional

Artículo realizado por: Salvador Molina, presidente de ECOFIN, José Luis Zunni, director de ecofin.es, Javier Espina Hellín, miembro de ECOFIN Business Schools Group, y Eduardo Rebollada Casado, miembro del blog Management & Leadership de ECOFIN.

Los avances imparables en la psicología social y especialmente en la organizacional nos hacen entender y comprender nuevos enfoques sobre la conducta y comportamiento de las personas que son tremendamente útiles para analizar las características actuales del liderazgo.

Es evidente que los líderes evolucionan porque la sociedad evoluciona. Probablemente, hace cincuenta años, un líder importante en el ámbito empresarial era determinante en el grado de influencia que sus acciones tenían tanto en el mundo de los negocios como la sociedad en general. También es cierto que la época de las grandes corporaciones norteamericanas de los años 60 del siglo pasado dio testimonio de una serie de historias que nutren hoy la doctrina del management y el liderazgo.

Pero como todo lo que se mueve en el campo de las ciencias sociales y económicas está en permanente mutación, es imposible (más bien poco práctico) comparar las formas de actuación de los ‘viejos líderes’ de entonces con los actuales, a los que se identifican en los últimos años como líderes efectivos. Aquello que caracterizaba el liderazgo convencional en el inicio de lo que puede considerase partida de nacimiento del management actual, gracias a la evolución en el campo de la psicología organizacional y especialmente el amplio espectro que abarcan las competencias emocionales, nos obliga a reconsiderar muchos aspectos que han sufrido una gran evolución (para nosotros del todo positiva) y que configuran un tipo de organización más humana y preocupada por la gente.

De ahí que estemos siguiendo la investigación reciente en este campo nos sorprenda, porque se trata que la “teoría de las organizaciones” es quizás uno de los campos del conocimiento que más ha sufrido el impacto de la evolución social en todas sus vertientes.

Es por ello que nos hemos detenido hoy en una nueva investigación que explica otra manera de proyectar la capacidad de liderazgo, que entendemos que es algo que debería tomarse muy en serio a tenor de las pruebas empíricas presentadas.

En cierto aspecto el viejo refrán de que “la vestimenta hace al monje”, respecto a la idea de que una persona con aspiraciones de dirigir y/o liderar debe vestirse acorde con su categoría para poder obtener el éxito, subyace en las nuevas investigaciones.

La vestimenta no lo es todo, pero la apariencia es parte fundamental para inspirar confianza de que esa persona (candidato) es un aspirante digno para el puesto. Pero no se puede dejarlo sólo circunscripto al tema de la vestimenta. Obviamente tiene que haber otras formas de medir las habilidades en el liderazgo. Claro está, además de las convencionales sobre capacidades técnicas y en los últimos años, la gran valoración que se hace de sus competencias emocionales, investigaciones recientes confirman que podría ser tan simple como cuidarse la salud y el aspecto físico.

Un estudio publicado el pasado 5 de noviembre en ‘Frontiers in Human Neuroscience’ sentencia que la mayoría de la gente ignora (o no le da importancia) a los rasgos faciales que pueden hacer que una persona parezca inteligente, aunque existe en la gente una preferencia abrumadora sobre las personas que se ven saludables (el aspecto que se trasluce en el rostro).

Los investigadores llegaron a esta conclusión al tener los participantes del estudio fotos del mismo hombre con ajustes digitales que le hacía parecer más o menos inteligente y más o menos saludable. No se explicó la naturaleza de estos retoques digitales. Se pidió a los participantes que dijeran cuál de los hombres en las fotos sería capaz de hacer mejor el trabajo como director general de una empresa. De acuerdo con los resultados, más de dos tercios de los participantes optaron por el hombre con la tez más sana como el líder más poderoso.

El investigador principal, el Dr. Brian Spisak, explicó que los resultados del estudio demuestran que siempre vale la pena para los aspirantes a líderes tener un aspecto saludable, lo que explica por qué los políticos y ejecutivos a menudo ponen un gran esfuerzo, tiempo y dinero en su apariencia. En el caso de que usted sea una persona que quiera ser elegida para una posición de liderazgo, parecer inteligente es como un elemento más en un contexto de una situación específica, en el que la salud parece ser importante en general teniendo en cuenta una variedad de factores.

Mientras tanto, los autores del estudio concluyeron: “el atractivo está en parte impulsado por las señales para la salud, y los líderes saludables es probable que sean de excepcional importancia para la viabilidad del grupo”.

¿Cuáles son las conclusiones que podemos extrapolar del estudio?

Cuidar de uno mismo es tan importante como cuidar nuestro desempeño en la organización.

Eso significa conseguir dormir lo suficiente, hacer ejercicio, y una dieta equilibrada.

Las investigaciones realizadas hasta la fecha indican que los seguidores del líder tienden a coincidir de manera contingente con las cualidades particulares del líder, teniendo en cuenta la evolución que este líder tiene que hacer en su comportamiento para enfrentarse a situaciones evolutivamente consistentes que requieren una acción colectiva (es decir, en el contexto específico de los prototipos de liderazgo cognitivos, que traducido al lenguaje organizacional se refiere a los equipos). Existe un procesamiento de la información que todos hacemos cuando observamos y categorizamos a una persona, por lo que se le está sometiendo a una clasificación que ordena ciertas cualidades, como de primer orden del contexto general y de los demás como de segunda orden o de contexto específico. 

Para investigar más a fondo este fenómeno de la categorización contingente se analizó el ‘halo atractivo’, una señal facial de primer orden que desvía significativamente las preferencias de liderazgo.

Mientras se siente atraída la persona por el atractivo facial, manipulamos de forma independiente las señales faciales subyacentes que nos indican cuál es la percepción que hacemos sobre su salud e inteligencia. Para poder realizar la prueba empírica, los participantes tuvieron que tener en cuenta cuatro dinámicas organizativas que requiere el liderazgo, aunque enfrentadas como sigue:

– Competencia vs. cooperación entre grupos (equipos de trabajo).

– Explorar el cambio vs. explotación (cualquier forma) en el trabajo.

Se esperaba que los diferentes requisitos de las cuatro dinámicas seleccionarían de manera contingente a los líderes relativamente saludables (aspecto que se percibía de sus facciones) y de aspecto inteligente. Pero los investigadores se encontraron con que la percepción de la inteligencia a través del factor facial era un rasgo de segundo orden respecto a la consideración que merecía para los grupos un líder que en los tiempos actuales pudiera gestionar bien a los grupos (capacidad para mantener la cohesión y colaboración), mientras que la impresión sobre el aspecto de la salud era importante para los participantes en términos generales (cualquier contexto de análisis). Esto lleva a concluir que la salud es percibida como un rasgo de primer orden.

Los resultados también indican que la salud percibida por los rasgos faciales afecta positivamente a la masculinidad, mientras que la inteligencia facial afecta negativamente la masculinidad, lo que puede explicar en parte la elección del líder según sean los contextos ambientales.

El amplio campo científico que se conoce como comportamiento organizacional, es el estudio y aplicación del conocimiento acerca de cómo las personas, los individuos y los grupos actúan en las organizaciones. Para ello se apela a un enfoque sistémico, ya que se interpretan las relaciones personas-organización en términos de la persona (como una unidad), su relación con todo el grupo, además de con toda la organización, lo que hace que esté analizando el sistema social en su totalidad.

La finalidad de los investigadores en este campo es lograr aproximaciones más ajustadas para que ayuden a la construcción de mejores relaciones, teniendo en cuenta los objetivos humanos (personas y grupos); los objetivos de la organización; considerar en su totalidad los objetivos sociales y el impacto que el estudio de estas relaciones tienen a nivel organizacional y social en general.

Por eso es un ámbito que aún tiene mucho que decir y del cual no sólo se extraerán conclusiones útiles para los fines científicos de comprender mejor la conducta humana y el comportamiento administrativo, sino en qué cosas están influenciando el cambio social y por qué. Éste último es un auténtico desafío, porque está delimitando cuáles serán las nuevas líneas arquitectónicas de diseño social, lo que es del todo relevante para las políticas de los gobiernos referidas a la investigación desde las instituciones académicas y los incentivos que fiscalmente y por otros medios puedan darse para que no cese el estudio de fenómenos, cuya única meta debe ser mejorar la calidad de vida de la sociedad y conocer mejor qué cosas nos motivan y conducen nuestra vida.

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