El low-cost llega a los pijos de Wall Street

Los dueños del universo miran con desdén a las hormigas humanas que desfilan tras las ventanas de los rascacielos. Es el mito de películas como El lobo de Wall Street y tantas otras. Pero el glamuroso mundo de los gestores de inversión también comienza a desmoronarse por el cerco de los robots. La tecnología avanza a pasos agigantados y ya se puede decir que más del 22% de las inversiones que se realizan en España no las hacen los engominados pijos de la calle Serrano, Azca o Wall Street, sino que las ejecutan máquinas, robots, bots… robo advisors.

Si quiere comprar Telefónicas o Iberdrolas, ya no hace falta llamar a su agente de bolsa o a su banquero de confianza. Uno de cada cinco españoles encendemos nuestro ordenador o clicamos en nuestro teléfono móvil. Se enciende la plataforma web donde previamente hemos completado nuestro perfil de riesgo. Y allí, con más o menos encanto, un bots nos aconseja nuestra cesta de inversión y nos permite cambiarla, comprar, vender y mover posiciones. Es el pequeño Wall Street residente en nuestros bolsillos.

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La inteligencia artificial aplicada a estos roboadvisors permite confianza, certeza, seguridad, alertas y, sobre todo, generar unos productos low cost al alcance de todos los bolsillos. Cualquier tendero o secretaria puede ser el nuevo lobo de Wall Street. La tecnología lo ha hecho posible. La robótica y las máquinas que aprenden han hecho posible que las FinTech no sean una quimera, sino un bien de consumo diario en más de un 20% del mercado español de la inversión de particulares. Y eso, rompe muchos esquemas.

Las claves de la Revolución Digital

La revolución digital en la vida de las empresas se caracteriza por dos ejes de ruptura del status quo. El primer eje es la desintermediación. Es decir, que para poner en contacto a un comprador y a un vendedor, el que nos sobra es el comerciante con su sobreprecio de entre el 20 y el 50% del PVP (precio de venta al público) final. Así, la venta de billetes de avión o la compra de tickets para eventos ya no exige de agencias de viajes. Lo mismo ocurre con la industria informativa, la industria musical, el sector turístico o el comercio minorista con la electrónica o la moda, por ejemplo. Y esta ventaja del ahorro de la desintermediación conlleva la lógica revolución low-cost (bajo precio).

El segundo eje de la economía digital es la conversión de los negocios industriales en negocios de servicios. Es un clásico hablar de cómo los fabricantes de impresoras para particulares dejaron de ver el negocio en la venta de equipos (los suelen regalar con la compra de ordenadores o en otras promociones) para pasar a ser tiendas de repuestos de toners y cartuchos para las impresoras que nos han colocado previamente. Algo parecido pasó con las marcas especializadas en moda o deporte que bajo el lema de que ‘los fabriquen otros’, se deshicieron de sus complejos industriales y ahora son meras empresas de marketing que miman su marca y su diseño. El ejemplo habitual es Nike, pero podemos aplicarlo a todas las marcas de moda y prendas deportivas.

La reconversión industrial hacia el mundo de los servicios tiene su máximo exponente con la disrupción digital. La industria musical pasó de vender discos a vender descargas de canciones. La industria audiovisual dejó su obsesión por la taquilla de los cines y los DVD para vender descargas en plataformas de pago por visión (alquiler o venta). La industria del libro vive pendiente de la reventa de libros vía ebooks. Y las grandes marcas de Sillicon Valley como Apple obtienen mayores ingresos por sus plataformas de almacenamiento (la nube) y de descarga de servicios (música, cine, software, juegos, ecommerce, etc.), que por la venta de aparatos. Y en esa línea avanzan Facebook, Google, Amazon, etc.

El futuro está por llegar, pero el presente ya es mañana. ¡Adiós a los pijos de Wall Street!

Salvador Molina, presidente de Foro ECOFIN y consejero de Telemadrid

(Publicado en su web de Mediatics)

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