Por Salvador Molina, presidente del Foro ECOFIN.
Para muchos, durante largo tiempo, la toma de decisiones ha sido el mero fruto de razonamientos lógicos. En realidad, este modo de ver las cosas no fue siempre así. No en vano, los egipcios, al enterrar a quienes podían pagarse un proceso de momificación nunca extraían el corazón, frente a lo que hacían con el resto de las vísceras. Ya en ‘El libro de los muertos’ se recogía la importancia de las decisiones vitales, que se entendían tomadas con la luz de la razón, pero que en última instancia dependían del corazón (sobre este tema, resulta de gran interés el libro ‘Egipto, escuela de directivos’, de Javier Fernández Aguado, otro de los imprescindibles del management contemporáneo mundial).
Goleman es un gran divulgador, periodista y hombre de la comunicación. Goleman ha sabido difundir de manera brillante ideas que hace muchos siglos que estaban rondando. Entre otras: ¿por qué determinadas personas parecen dotadas con un don especial que les lleva a vivir bien, aunque no cuenten con una inteligencia mayor? O también, ¿por qué no siempre el alumno aparentemente más inteligente llega a convertirse en el profesional con mayor éxito? En fin, ese habitual debate entre talento y esfuerzo, entre habilidades innatas y conocimiento adquirido, entre buenos expedientes académicos vs. éxito empresarial.
En definitiva, la gran cuestión a la que Goleman trata de hallar respuesta es: ¿por qué algunas personas son más capaces que otras para afrontar contratiempos, obviar estorbos y contemplar las dificultades bajo un ángulo novedoso?
En su obra más conocida, ‘La inteligencia Emocional’, Goleman trata de demostrar cómo lo que él denomina precisamente inteligencia emocional puede ser analizada y posteriormente desarrollada. Aunque el concepto sea muy semejante al de Zubiri –anterior en el tiempo y muchísimo más profundo intelectualmente- de ‘inteligencia sentiente’, Goleman ha sabido vender bien su reinvención, llegando –según él mismo informa en su web- a vender más de cinco millones de ejemplares de su libro.
Goleman detalla que la inteligencia emocional facilita tomar conciencia de las propias emociones, percibir los sentimientos de los demás, asumir las frustraciones que se presentan inevitablemente en el trabajo, incrementar la capacidad de trabajar en equipo y favorecer una actitud empática y social, que brindará mayores probabilidades tanto de desarrollo profesional como personal. En un lenguaje muy cercano y periodístico, Goleman ha presentado un concepto novedoso en el management, pero que se asienta en las teorías filosóficas precedentes que estaban algo olvidadas, devolviendo al corazón y al sentimiento una posición hasta entonces supeditada a la Era de la Razón que durante más de tres siglos imperó en las Humanidades y en las Ciencias. De esta manera abrió la puerta a otros pensadores e investigadores que han llegado a desarrollar cosas tan aparentemente distantes pero tan cercanas como la Programación NeruoLinguística (PNL), donde la razón descubre ámbitos no racionales del ser humano.
Tras el éxito de su primer libro, Goleman ha continuado escribiendo obras relacionadas con el motivo de su éxito, abordando temas como la inteligencia social o la inteligencia ecológica. Estos libros no ha obtenido la fama ni la difusión del anterior, pero le han permitido seguir presente en muchos foros de todo el mundo.
Como tantos otros autores ha unido su nombre, siquiera transitoriamente, al de Harvard. Es una demostración más de cómo teniendo una buena idea, lo más relevante es la capacidad para darle el marketing adecuado. Goleman no es un pensador profundo, pero sí un ejemplo de divulgación científica realmente espectacular. Un ejemplo de la importancia de la transmisión del conocimiento a través de la Comunicación y de la Divulgación, un arte no siempre copado por los periodistas y literatos, pero donde éstos tienen un papel esencial.