De las ruinas tanto en términos económicos como en términos de civilización siempre surgió la transformación. Esta vez, acelerada tras la pandemia del COVID-19, dicha transformación será digital y de inspiración tecno-científica. A diferencia de las conquistas sociales, los cambios tecnológicos y científicos son irreversibles y hoy no se puede ya comprender el mundo sin ellos.
Durante los últimos 20 años, la tecnología y la digitalización han cambiado nuestras vidas y pocos entienden nuestro día a día sin el móvil, ese ‘dispositivo inteligente’ que ya nos facilita todo. El presente, y no digamos el futuro, será de las sociedades que hayan implementado en su gestión la digitalización, también el de las ciudades que hayan desplegado servicios ofrecidos a través del móvil y de los países que entiendan que el desarrollo tecnológico y la digitalización será su valor diferencial a nivel de prosperidad y desarrollo económico.
Vivimos en la era de la hiperconectividad. En la actualidad existen más de seis mil millones de personas que no se separan de su móvil. Los ordenadores son ya 60 veces más rápidos que en 2013. No hay marcha atrás para este poderoso binomio entre tecnología y seres humanos que provocará transformaciones urbanísticas profundas que puedan evitar el colapso desde el punto de vista de la gestión de turistas, la contaminación, el tráfico, el ruido y, al mismo tiempo, preservar la salud de la actual y futuras pandemias. Incluso mientras acabamos con el COVID-19, veremos una aceleración sin precedentes de esta “cuarta revolución” que se concreta en los siguientes ejes:
a) Las ciudades inteligentes serán, sin ambages, más relevantes que los estados-nación. Las ciudades consumen, al igual que producen, alrededor del 80% del PIB de los países consumiendo a la vez en torno al 75% de la energía que se produce a nivel mundial. Los edificios acaparan casi el 45% de dicha energía. El desafío energético es claro. Veremos respuestas provenientes de la universalización generalizada de estaciones energéticas virtuales, sistemas de climatización e iluminación regulados mediante sensores y algoritmos, y complementados con monitorizaciones vecinales o locales (sistemas de reporte vecinal-local en tiempo real mediante notificaciones “push” vía sms o redes virtuales de mensajería).
Del grado de digitalización en las ciudades y del uso inteligente de la tecnología punta, es decir, de soluciones de software vinculadas con sensores, máquinas autónomas y dispositivos manejados por los ciudadanos, así como “sistemas de Aprendizaje Adaptativo” dentro de redes de IoT (Internet de las Cosas) dependerá ineludiblemente nuestra supervivencia y la sostenibilidad del planeta en un contexto que sea capaz de integrar y mejorar la Educación, la Sanidad, la atención primaria, las emergencias y el cuidad de los mayores; las infraestructuras urbanas; el transporte de mercancías y personas y la seguridad dentro de las ciudades.
b) El futuro pasa por “soluciones de movilidad” progresivamente autónomas que sirvan a las necesidades de cada ciudadano sin concebir el acto absurdo de aparcar con asiduidad. Los coches se podrán comunicar entre sí, compartiendo opciones, mapas de datos, previsiones de tráfico, meteorológicas, etc en tiempo real. La movilidad se consumirá en minutos y el usuario no poseerá el coche sino “minutos de coche” en usufructo.
c) Ya las redes WIFI transportan más del 50% del tráfico IP global. La transferencia de conocimiento en tiempo real gracias al ecosistema de Internet ha permitido paliar los efectos devastadores de la pandemia del COVID-19. Igual que la transferencia de conocimiento vía imprenta sirvió para que autores pudieran inspirarse en los grandes clásicos que le precedieron, la transferencia de conocimiento en milésimas de segundo en el siglo XXI tendrá un carácter inimaginable años antes.
d) Este incipiente contexto internacional catapultado por la tecnología va a comportar muchas novedades en las pautas de consumo y, por añadidura, en la toma de decisiones, en los precios, en los procesos productivos de bienes y servicios dentro de la economía relacionada, en las estructuras empresariales, pero sobre todo, en las estrategias comerciales. La fábrica fue en el siglo XX el centro de la cadena de valor. En siglo XXI, el de las economías digitales, la soberanía es del ciudadano digital, un ciudadano que exigirá a los legisladores y empresas que se preserve la propiedad en general, aspecto troncal de las democracias liberales, pero también la seguridad de sus datos.
Bienvenidos al presente de la digitalización de nuestras vidas.
Antonio Cantalapiedra, cofundador de Woonivers