El liderazgo no es un “país” para cobardes

El liderazgo no es un estado, pero es fundamental para que éstos se regulen. No pertenece a ninguna organización, pero es patrimonio común de las que son punteras. No es un atributo, sino sólo un verbo que lo define como acción. Porque es más importante la acción de liderar que el liderazgo en sí mismo.

 

Cada líder tiene sus propias características, que le llevan a tomar determinadas acciones. Decide en base a su “olfato” y experiencia, pero especialmente por su capacidad de anticipación al cambio (intuición). El líder tampoco es en sí mismo importante, sino el proceso de toma de decisiones que lleva a que se implementen acciones, sea en la política o en las organizaciones, para que se cumplan los objetivos previstos.

 

Por eso, el liderazgo siempre termina valorándose por los hechos (obras son amores y no buenas razones).

 

Pero hoy debatimos si caben en ese gran “estado” de cosas, actitudes que puedan refutarse como cobardes, pusilánimes, falseadoras de la verdad, indignas e hipócritas. Les aseguro que ninguna de ellas entra en el concepto liderazgo, menos aún cuando nos referimos a los grandes líderes de la historia, pudiendo en el presente, circunscribir este liderazgo valiente al que nos referimos y respetamos, como el que encaja en la expresión técnica “liderazgo efectivo”.

 

Muchas veces para comprender una cosa, como en matemáticas, es conveniente partir del “teorema del absurdo” para poder abarcar mejor el concepto que pretendemos definir y explicar. Por tanto, si analizamos cuáles pueden ser acciones cobardes de líderes organizacionales y/o políticos, automáticamente estamos definiendo por exclusión, lo que el término liderazgo significa, o dicho de otra forma, lo que evidentemente no incluye ni aprueba.

 

¿Cuál es el arma favorita del cobarde?

Desde ya que utiliza diversas, pero una que le da resultado (al menos eso cree) es la mentira. Un jefe de equipo, incluso un director de departamento, puede valerse de la mentira para obtener beneficios personales o para desacreditar a otras personas. Generalmente las que le molestan, porque cree que están haciendo carrera y pueden “enturbiarle” sus planes, simplemente porque esta persona es bien vista en la alta dirección.

 

Por eso, es frecuente que esta tipología de directivo o jefe “cobarde” se manifiesta en la falta de cobertura que haga de su gente frente a la dirección, especialmente cuando sobreviene un problema, que lo lleva inmediatamente a descargar las culpas y responsabilidades en el equipo y/o en cualquier persona menos en la de él mismo. Pero incluso cuando hay un nivel de satisfacción en la dirección por los resultados obtenidos, que lógicamente es mérito de todos, se encargará él de manipular la verdad y acomodar las circunstancias para parecer (o al menos esforzarse) como el único destinatario merecedor de las buenas críticas y ponderaciones sobre el trabajo del equipo.

 

Ese “quedar bien con los de arriba” a costa de “machacar” a los de abajo, le lleva a situaciones extremas. Esto implica tomar decisiones que sabe no favorecen a su gente, pero al no plantar cara a la dirección ni saber defender las razones por las cuales habría que hacer las cosas de otra manera, con otra asignación de recursos materiales y humanos, prefiere –sin importarle las consecuencias- descargar todo ese nuevo trabajo con cambio de horarios y rotaciones, por ejemplo, que afectarán a su gente, porque él ya ha tenido el visto bueno de la dirección por aceptar la responsabilidad y eso es lo único que le importa.

 

No dándose cuenta que pueda que la valoración que se haga de él a corto sea muy favorable desde la dirección, pero sí es seguro, que si ésta tiene un poco de criterio, a medio plazo, tendrán que corregir las acciones implementadas y entonces quién quedará descalificado es este director “cobarde”, aunque nuevamente buscará “descargar” las responsabilidades en alguien más.

 

Lamentablemente a lo largo de mi vida profesional, he visto cómo, a pesar de darse una situación como la descrita, que con el tiempo queda en evidencia, se las arreglará para “crear otra situación ficticia” echando balones fuera y seguramente, ese espíritu cobarde, le habrá hecho tener bien cubierta su espalda, por saber cosas, a veces en él ámbito personal de un director, que digámoslo con todas las palabras: lo tiene “bien cogido”, por lo cual difícilmente se atrevan a “tocarlo”.

 

Un directivo o jefe de estas características, no es sólo que no sabe gestionar un conflicto, sino que los provoca. Muchos de éstos se generan por promesas vacías que jamás se cumplen, porque prometió cosas en nombre de la organización que no se pueden cumplir porque nunca estuvieron en la filosofía de la empresa. Pero él las utilizó de forma torticera para motivar a la gente de manera fraudulenta. Porque toda su vida es un fraude.

 

La cobardía en el ámbito político

Lamentablemente hemos estado asistiendo en la Unión Europea, dese iniciada la crisis de 2008-2009, especialmente en los momentos de más “beligerancia” en contra de la estabilidad del euro en 2012, que ha habido líderes políticos “cobardes” en Bruselas y no eran españoles. No se le puede achacar toda la responsabilidad a la Sra. Merkel, sino a los funcionarios europeos de altísima responsabilidad, que como el presidente de la Comisión Europea José Manuel Durao Barroso, que ahora recién está empezando a “desenbuchar” porque no tiene nada que perder y habla de la ezquizofrenia política que ha invadido las altas esferas de la UE.

 

¿Podemos decir que Durao Barroso haya sido un cobarde? Dijimos al inicio, que actitudes como la hipocresía o ser pusilánime entraban en la tipología de una personalidad cobarde. Pues bien, hablar ahora no le da mérito, solamente valor informativo a muchas cosas que ya sospechábamos.

 

Pero lo que sí es un barómetro tremendamente negativo para su futuro político, porque el momento para haber hablado y “pegado un puñetazo en la mesa” era hace dos o tres años. Pero el problema es que ese “nivel de cobardía” anidaba en casi todos los miembros de la Comisión e incluso en el Parlamento Europeo.

 

De haber sido menos “cobardes” la austeridad no se hubiera convertido en un “austericidio” especialmente en los países mediterráneos.

 

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