Adiós al mejor sabueso de las Finanzas, don Emilio Botín III. Pero que nadie se equivoque: Emilio Botín Sanz de Sautuola y García de los Ríos nunca fue un banquero. Bien es verdad, que es difícil de definir a un banquero. En principio, se supone que un banquero es alguien capaz de tomar y prestar dinero, ganando tanto al que da, como del que recibe. Y esto no corresponde al perfil de don Emilio, que en paz descanse. Si eso fuera así, Don Emilio Botín habría dejado en herencia un banquito español de provincias. Sin embargo, Santander es un auténtico fórmula 1 de la banca mundial.
¿Qué hizo diferente a la casta de los Botín? Don Emilio III ya lo decía a las claras: “Hay que devorar antes de que te devoren”. Pero no era por mal carácter o por un exceso de lecturas de Wall Street. Ya se lo había dicho de palabra su abuelo y lo había visto practicar a padre y a abuelo, aún con alguno de sus compañeros empresarios con los que fundara el banco. El negocio es el negocio, y la amistad es otra cosa. A don Emilio Botín López, el primero de la saga, no le tembló el pulso y así lo dejó en herencia.
Pero hay algo más que banqueros en los genes de los Botín. Lo primero es tener el reloj en Canarias. Una horita antes que los demás: ordena la guerra del pasivo, y en pleno fragor lanza la batalla del activo, y cuando todos otean la crisis decide ser el primero en vender todos sus inmuebles (salvo el palacio de Santander) y hasta sus carteras de morosos… y cuando todos niegan el crédito, se adelanta en marzo de 2014 en enviar una circular a todos sus directores de sucursal para que salgan a la calle a invitar a café a sus clientes y a ofrecerles crédito. Y todos, todos, detrás de él imitando conducta.

Santander sacrifica su solvencia por las Américas
- der sacrifica las Américas – 1997
Recuerdo que en 1997, cuando era editor y director de la revista ‘Mercado de Riesgos’, don Emilio se las tuvo con Mariano Rubio, todopoderoso gobernador del Banco de España. Entonces como ahora, el regular estaba obsesionado con el ratio de capital. Y don Emilio había pegado el pelotazo en pleno Wall Street. Compró entre 1991 y 1995 un banco que nadie quería (sus auditores externos e internos volvieron de Nueva York desaconsejando la compra… y esto me lo ha dicho uno de ellos), y tuvo que venderlo por presión del Banco de España, pero en una operación que triplicó la inversión: pagó 650 millones de dólares por algo que revendió a 2.000 millones cuatro años más tarde. Y allí fue cuando todo el pulmón mundial de las finanzas se sorprendió de aquel advenedizo llegado de un lugar llamado España (no sabían si eso era Europa o Latam) que se había colado en el First Fidelity de New Jersey (un banco local sin pedigree) y que había revendido a precio de oro al First Fidelity de Carolina del Norte. Así lo recogimos en la revista ‘Mercado de Riesgos’ y lo recordamos en medio de las tensiones de 1997 en pleno proceso de americanización del Santander: México, Argentina, Chile, Colombia, Venezuela y Puerto Rico.
Y de crisis a crisis. Nadie puede olvidar que el Santander fue el banco más pequeño de los tres que oparon al gigante holandés ABN Amro. La historia es conocida: ABN Amro y los otros dos postores (Bank of Scotland y Fortis) acabaron quebrados, nacionalizados y rescatados parcialmente con fondos públicos. ¿Botín? Botín se quedó con dos cosas. Los dos bancos italianos los revendió antes de firmar la compra (más de 3.000 millones de euros de plusvalías) y con ello liquidó el monto total de la operación ABN, por lo que le salió de gratis la actual joya de la corona: Brasil, ese banquito que en los momentos de crisis le ha reportado un tercio de las ganancias al grupo.
Muchos a esto le llaman con el título de especulador o ‘financiero’, por eso su cuestionamiento como ‘banquero’ entre algunos de sus pares en otras entidades. Yo he vivido esta misma discusión en el seno de algunos jurados de premios bancarios en los que no salió vencedor. En fin, la envidia es muy mala. Pero sea lo que fuere como profesional de la banca, Emilio Botín era todo intuición, osadía, liderazgo, anticipación y un par de buenas razones.
La cuestión ahora es: ¿ese gen hereditario en los Emilio I, Emilio II y Emilio III no hará discriminación por razón de sexo?
Sinceramente, creo que no, sino todo lo contrario.
Pero esto daría para otro artículo…
Salvador Molina, presidente del Foro ECOFIN