Discurso europeista pronunciado por Iñigo Méndez de Vigo, actual ministro de Educación, Cultura y Deporte, durante la clausura del VIII Congreso ECOFIN 2015 siendo Secretario de Estado de Relaciones con la Unión Europea.
Rimbaud fue un poeta precoz que escribió su obra joven y luego no volvió a escribir nada más. Pues bien, Rimbaud dijo una vez: “Marx (Carlos, no don Groucho) es el faro que alumbra el mundo”. Yo espero que me recuerden ustedes con un mejor faro que el que fue don Carlos Marx a la hora de resolver los problemas del mundo.
Han tenido ustedes unas jornadas en las que han hablado de los ‘Tres retos IN de la empresa española’. Yo tengo probablemente poco que añadir a lo que se ha dicho aquí en estas jornadas. Déjenme simplemente compartir con ustedes algunas reflexiones sobre el momento que atravesamos, en aquello a lo que yo me dedico, que es Europa. Me parece que es enormemente importante la percepción que se tiene en Europa de España. Yo fui, antes de ocupar el cargo donde estoy en estos momentos, diputado al Parlamento Europeo. Fueron veinte años muy provechosos e importantes en mi vida. El Parlamento es una institución poco conocida, probablemente muchas veces minusvalorada. La verdad es que el organismo en el que yo entré no tenía competencias y hoy es un colegislador.

Ronald Bunzl, Íñígo Méndez de Vigo y Salvador Molina.
Yo recuerdo que vi el paso de ese Parlamento (los americanos decían el Micky Mouse Parliment) a colegislador en el año 1994. Fui una tarde a mi despacho de Estrasburgo. Eran las cinco de la tarde de un lunes del mes de enero. Había caído la tarde y abrí la puerta de mi despacho; encendí la luz y… ¡la sorpresa! Mi fax estaba lleno de papeles. Sorprendente. Dije: “Bueno, ¿qué pasa aquí?”. Y empecé a leer las cartas que me habían llegado por fax y todas eran de compañías de constructores de coches españoles que me advertían: “¡Ojo!, esta semana se va a aprobar en el Parlamento Europeo y usted va a tomar parte en una votación de una directiva sobre tubos de escape de los coches”. Y me decían: “Oiga, como se aprueben las enmiendas tal, tal y tal, esto será la ruina para los constructores de coches en España”. ¡La apocalipsis! No sé cuántos millones de parados. Y aquí vi que todas las cartas eran idénticas, del presidente de Ford de España, del presidente de Renault… Comprobé que mis compañeros habían recibido lo mismo. Y me dije: “¿Qué ha pasado aquí?”.
¿Saben ustedes lo que había pasado? Que alguien inteligente se había dado cuenta de la entrada en vigor del Tratado de Maastricht, en enero del año 1994, y por tanto el Parlamento Europeo, ese Parlamento que calificaban antes como Micky Mouse Parliment, que no contaba para nada, que emitía dictámenes consultivos, de pronto se había convertido, por obra y gracia del Tratado de Maastricht, en colegislador. Y por tanto, lo que decía el Parlamento Europeo valía tanto como lo que decían los gobiernos que se sentaban en el Consejo. Amigo, lo que decía el Parlamento Europeo era muy importante.
El resultado de esta operación que les cuento fue que el informe, creo que de un socialdemócrata alemán, que había obtenido la unanimidad en la comisión correspondiente, al llegar al pleno fue derrotado de forma inmisericorde. Porque cuando tú das a un Parlamento Europeo competencias, generalmente éste las ejerce con responsabilidad. Cuando estás jugándote, como nos decían aquellas cartas, puestos de trabajo, te lo tomas en serio. Y por tanto, el Parlamento Europeo cumplió y rechazó aquella propuesta.
La fama de España
¿Qué imagen tenía de España esa Europa que yo he conocido? Yo creo que España ha tenido siempre una buena imagen hasta los últimos años, hasta el 2008 en adelante. La crisis económica hizo estragos en toda Europa, pero en España se tomaron decisiones económicas equivocadas que llevaron a una pérdida de confianza en nuestro país. Yo solía contar, medio en broma medio en serio, que durante muchísimos años, cuando yo cogía un ascensor en el Parlamento Europeo para acudir a mi despacho, que estaba en la planta undécima, me preguntaban cómo iban las cosas. Pero llegó un momento, en 2009-2010, en el que ir en ascensor era peliagudo, porque decían: “¿Qué están haciendo ustedes en España? ¿Cómo van las cosas de mal? ¿Pero qué es esto?”. Eso afectó a nuestra credibilidad.
Y eso no es una cuestión puramente teórica o afectiva. Es algo que tiene una traducción directa en los aspectos financieros y económicos de las empresas. Esa pérdida de confianza, esa confusión sobre lo que está pasando, se traduce al final en temas como la prima de riesgo. La sensación de que un país, que iba bien, de pronto va mal lleva a unos malos resultados económicos. Por eso uno de los objetivos que ha tenido el Gobierno ha sido la recuperación de la confianza. Y esto no era sencillo porque por entonces, en 2011, se tenía en mente que no existía una crisis del euro, ni de la zona euro. Lo que había eran determinados países de la zona euro que estaban en crisis por no haber hecho los deberes económicos. Consecuencia de ello es que si hacíamos los deberes, si después de haber suspendido en junio, nos íbamos a septiembre, si nos repescaban en uno de esos exámenes, si cumplíamos, significaba que pasaríamos a una mejor situación.
Proceso de recuperación
La valoración que hicimos entonces desde el Gobierno consistió en decir: “No, yo creo que están ustedes equivocados”. Eso es parte de la verdad, pero no toda. El problema que tenía la zona euro es que los inversores no creían que fuera a subsistir. Recuerdo, antes de llegar al Gobierno en septiembre de 2011, en una cena que organizó el entonces presidente del Banco Santander, Emilio Botín, que alguien dijo que las apuestas a favor de la pervivencia del euro estaban 70-30, 70 a favor. Recuerdo que cuando oí eso, pensé que era un disparate. Pero tenía razón quien decía aquello. Yo se lo reconocí a Emilio tiempo después. Es verdad que el euro estuvo en serio peligro, porque la idea de que los problemas de determinadas economías eran de ellas mismas y no de la zona euro, era falsa. El problema que tuvo la zona euro durante mucho tiempo es que había gente que pensaba que no iba a pervivir tal y como estaba configurada. Recuerdo en el año 2012, tener varias reuniones con inversores y explicarles las reformas que estaba acometiendo el Gobierno de España y me miraban con cara de pena. Con cara de “este hombre se está esforzando en explicarnos que las cosas van a ir mejor pero nosotros no lo creemos”.
Por tanto, el primer elemento fundamental de recuperación de la confianza no fue en nuestro país sino en la zona euro. El Consejo Europeo de junio de 2012 fue decisivo. La intervención del presidente del Banco Central, de Draghi, fue decisiva, pero también lo fueron las reformas acometidas después.
Creo que los líderes, cuando se habla de liderazgo en Europa, muchas veces tienen una actitud un tanto despreciativa. Muchas veces tendemos a creer que cualquier tiempo pasado fue mejor. Yo creo que no es cierto. Hace poco presenté un libro, de Victoria Martín de la Torre, sobre los padres fundadores. En su libro te hace ver que los padres fundadores tuvieron que resolver obstáculos terroríficos, lo pasaron fatal y fueron enormemente desgraciados (o alguno de ellos). Las dificultades eran enormes. Quiero decir con ello que aquellos tuvieron un gran liderazgo. Y ahora no hay liderazgo. Es verdad, tuvieron perseverancia y acertaron en decisiones fundamentales. Creo que también, los líderes políticos europeos acertaron en ese Consejo Europeo, al que me he referido, de julio de 2012 cuando, junto con Draghi, dijeron “vamos a hacer todo lo necesario para salvar al euro”. El euro no es cualquier cosa. No es una política más de la Unión Europea (UE), está en su ADN. Por tanto, harán todo lo necesario para salvarlo. Y lo hicieron, tomaron medidas.
Eso forma parte de la recuperación de la credibilidad, primero del euro y luego también de España. La segunda parte es que en España hemos tomado medidas que han servido para recuperar la confianza. Ayer me entrevistaba la BBC. El tema era el posible referéndum británico para la salida o no de la UE. Y me preguntaban “cómo explica usted el milagro español en la economía”. Lo que ha pasado en España ha sido la aplicación de decisiones económicas correctas con determinación y con reformas. Eso es lo que produce que, en estos momentos, España esté a la cabeza del crecimiento en la zona euro. Solo hace dos años estábamos en recesión. En ese tiempo hemos pegado un vuelco muy considerable a la situación y eso nos fortalece enormemente.
Mi experiencia en la UE es que uno es fuerte en Europa, cuando es fuerte en casa. Si uno tiene malos resultados en casa, es muy difícil ser fuerte en Europa. España representa, en estos momentos, el éxito de las políticas europeas. Cuando se critican las políticas que Europa ha impulsado, nosotros somos el ejemplo del éxito de esa combinación de reducción del déficit público, con reformas y con políticas de crecimiento. Creo que hoy la situación en la que se encuentra España es completamente diferente a aquella en la que se encontraba nuestro país hace tres años.
Hay un factor que es muy importante en estos momentos que se llama la confianza, que es muy difícil de definir. Todos hablamos muchas veces de la confianza que tienes en unos o en otros. Lo que necesita en estos momentos España es recuperar la confianza en sí misma. Es verdad que lo hemos pasado muy mal, hemos tenido una crisis muy profunda, muy acentuada. Es verdad que se ha desbaratado parte de aquel sistema que habíamos creado. Pero creo, también, que los resultados macroeconómicos, al final, son solamente un reflejo de la realidad. La otra parte de la realidad nos corresponde a nosotros ponerla en práctica y esa es la confianza que tenemos que tener en nuestra capacidad para cambiar las cosas.
¡Hay que arriesgar!
Y esa es la única reflexión, el único mensaje que quería decirles, que si nosotros somos capaces de ver que la situación ha cambiado, que las variables son buenas, que estamos en la buena dirección, también tenemos que hacer un esfuerzo y asumir un riesgo. La crisis nos ha dejado con el chip del conservadurismo. Es un error, hay que arriesgar. Yo creo que en estos momentos la UE promueve y facilita esto. Creo que el Plan Juncker es una buena señal para promover inversiones. Los proyectos que tiene el comisario Hill, del mercado de capitales, también van en la buena dirección.
Yo soy de los que creen que es la sociedad civil, que son las empresas, los empresarios, los autónomos. Desde luego no lo es el Estado. Al Estado lo que le compete es favorecer esto. Pero son ustedes los que tienen que poner en marcha ese proceso, que ya en Europa es admirado.
Por tanto yo sólo puedo darles ánimos para que acometan esa tarea, tarea de la uno puede sentirse orgulloso en la vida.