La encrucijada de la banca española

Parece razonable afirmar que la industria financiera internacional, y la española en particular, han experimentado una profunda transformación en los últimos años.

Como consecuencia de la crisis financiera internacional que se inició a finales de 2007, las entidades financieras internacionales, y también las españolas, atravesaron una serie de vicisitudes que implicaron actuar sobre problemas de solvencia y liquidez de las mismas.

Por ello el legislador español puso en marcha una serie de acciones legales que comenzaron en 2010 con la nueva ley de cajas de ahorros así como con diversos aspectos relacionados con stress tests y otros relativos a la transparencia en relación a la exposición al sector inmobiliario por parte de las entidades financieras. A lo largo de los años 2011, 2012, 2013 y 2014 continuó dicha presión regulatoria derivada de la necesidad de incrementar y mejorar la estructura de capital de las entidades así como de la correcta valoración de sus activos y su capacidad de hacer frente a situaciones adversas (stress test). En esos años, destacan la creación de la SAREB en 2012 y la ley sobre Fundaciones Bancarias de 2013, así como los nuevos stress test, la normativa de Basilea III y la puesta en marcha del Mecanismo Único de Supervisión (MUS) en 2014 con lo que se inició de forma efectiva el proceso de Unión Bancaria en Europa.

Todo este conjunto normativo ha sido bien diseñado por el legislador español y podríamos decir que concluye a finales de 2014 con una banca española adecuadamente capitalizada y totalmente dispuesta desde la oferta al impulso del crédito que requieren los agentes económicos privados (empresas y familias) para su desarrollo económico.

Este proceso ha conllevado una profunda transformación del sector que se ha concentrado notablemente y que ha corregido excesos de capacidad del pasado. En el sector de cajas de ahorros, el número de entidades ha pasado de 45 a las 10 actuales. El número de oficinas bancarias se ha reducido un 31% desde los máximos de 2008 y el número de empleados del sector lo ha hecho en un 26% también desde los máximos del 2008.

Además de esta notable reducción de la capacidad instalada, el sector ha llevado a cabo un extraordinario esfuerzo de provisiones del orden de 267.500 millones de euros como consecuencia de la fuerte morosidad que ha sufrido el sector y que a finales del 2014 alcanzaba la cifra récord del 12,2%.

Las entidades, y todos los agentes económicos en general, han experimentado también un importante proceso de desapalancamiento llevando el ratio loan-to-deposits desde un 175% a finales del 2007 hasta el 117% a comienzos del 2015. También es de destacar el importante esfuerzo de capitalización que han realizado las entidades reforzando el core capital y su estructura de capital general.

En definitiva, podemos afirmar que hoy en día tenemos una banca española más solvente, con un excelente ratio de liquidez y sin duda, como ya hemos comentado, preparada desde la oferta para su específica función de financiación de particulares, empresas y sector público.

El doble ‘r’eto

En este difícil camino, hay dos elementos que se han deteriorado y que sin duda constituyen los dos desafíos de futuro para las entidades españolas. Curiosamente los dos comienzan por “r”, son: rentabilidad y reputación.

Las entidades bancarias españolas, e igual a nivel internacional, tienen que recuperar espacios reputacionales y de confianza que han perdido ante sus diferentes stakeholders (clientes, accionistas, empleados, sociedad en general). No va a ser un camino fácil, y sobre todo rápido; pero estoy seguro que las entidades españolas van a ser capaces de recuperar esa confianza por su histórica vocación de proximidad, social y de servicio hacia los segmentos servidos.

Además, lo tendrá que hacer elevando su rentabilidad sobre el capital invertido. En estos momentos, en general, la rentabilidad sobre el equity (ROE) de las entidades españolas está por debajo del coste de capital y esto no es sostenible en el tiempo.

Y todo ello en un contexto de bajos tipos de interés, una emergente actividad económica y nuevos desafíos sobre el modelo de distribución, la digitalización del negocio y la aparición de posibles nuevos competidores (los famosos fintech).

Sin embargo, soy totalmente optimista que la industria financiera española abordará estos retos con un éxito excelente y que continuará siendo una referencia mundial en su sector.

Artículo realizado por: Fernando Moroy Hueto, director de Relaciones Institucionales de Caixabank – D.T. Madrid.

27 - Fernando Moroy_La Caixa

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