Durante los últimos años China ha sido el país preferido por muchos inversores. Entre comienzos de 2003 y octubre de 2010 las cotizaciones de sus acciones se han multiplicado por más de seis (índice HSCEI, calculado en moneda local), y el país incluso ha encajado relativamente bien la crisis financiera. No obstante, en estos momentos se registra en todo el mundo una evolución política y monetaria que podría modificar de manera duradera las variables fundamentales de la economía mundial, y por tanto también las de China y sus mercados financieros.
SUMARIOS:
“China es el mejor ejemplo de que las tasas de crecimiento de una economía nacional y la rentabilidad de las acciones pueden seguir rumbos dispares”
“Los títulos nacionales de consumo están ahora, a nuestro parecer, demasiado caros”
Las últimas intervenciones del banco emisor estadounidense (Fed) se dirigen a financiar el déficit presupuestario del país, lo cual comporta una inundación de liquidez a escala mundial y un considerable debilitamiento del dólar. Para China esto significa toda una serie de problemas. Dado que el sector exportador sigue siendo el principal pilar para el empleo y la generación de renta y que, al mismo tiempo, los exportadores chinos no suelen obtener más que un margen de beneficios muy estrecho, Pekín no quiere arriesgarse a una fuerte revalorización de su propia moneda. De ahí que continúe manteniendo el yuan estable frente al dólar. Con ello, por un lado, los crecientes precios de las materias primas en dólares avivan la inflación, sobre todo en lo que respecta a los alimentos. Por otra parte, la política monetaria de la Fed, sumamente expansiva, influye directamente en gran medida sobre la economía de mayor crecimiento del mundo.
Sobre todo en Hong Kong, pero progresivamente también en la China continental, esta evolución de los acontecimientos está propiciando un boom inversor y empuja hacia arriba los precios de los inmuebles. El Gobierno de Pekín ya lleva meses contrarrestándolo e intentando ―no sin éxito― desviar ese enorme auge del sector inmobiliario desde las ricas regiones del sur y el este del país hacia el interior del mismo, cuya economía está menos desarrollada. En cambio, es probable que las recientes subidas de los tipos de interés apenas tengan efecto, pues el nivel absoluto sobre el que se mueven es demasiado bajo.
China es el mejor ejemplo de que las tasas de crecimiento de una economía nacional y la rentabilidad de las acciones pueden seguir rumbos dispares: la correlación entre el aumento del PIB de la República Popular y la evolución de sus bolsas no es grande. El factor decisivo es hasta qué punto un país emplea productivamente su capital, y en ese sentido el modelo chino de economía dirigida por el Estado, mercados financieros de acceso restringido y elevada dependencia de las exportaciones muestra con claridad sus puntos débiles.
Asimismo, hay otra razón más de que los mercados chinos de renta variable se estén comportando este año peor que los de otros grandes países emergentes, como Brasil o la India: la oleada de salidas a bolsa producida recientemente ha sustraído mucha liquidez al mercado. Ya en el primer semestre de 2010 hemos asistido a 176 nuevas emisiones, tras las 99 salidas al parqué de 2009. Y este verano el Banco Agrícola de China, el último de los cuatro grandes bancos estatales, ha completado la mayor salida a bolsa de todos los tiempos. En general, el sector financiero está sobreponderado en los índices bursátiles. El índice HSCEI (Hang-Seng-Composite-Enterprise-Index), por ejemplo, está integrado actualmente en más del 55% por bancos y aseguradoras.
Tras las recientes caídas de las cotizaciones, el nivel de valoración del mercado accionarial chino es, no obstante, moderado, tanto en términos históricos como en comparación con la India y otros mercados asiáticos. Por esa razón, Raiffeisen Capital Management ve la renta variable china con optimismo para los próximos 3 ó 6 meses, máxime si se debilitara el dólar. Los títulos nacionales de consumo están ahora, a nuestro parecer, demasiado caros. Por ello hemos dejado de sobreponderar ese sector y damos preferencia actualmente a los bancos y a las compañías inmobiliarias: dos sectores que han pasado dificultades durante los últimos 9 meses. Sin embargo, a largo plazo está por ver si las medidas extremadamente agresivas del banco central estadounidense y la agudización de los conflictos monetarios que traerán consigo no tendrán para China ―al igual que para la economía mundial en su conjunto― un efecto bumerán, de modo que terminen causando considerablemente más daños que beneficios.