Ana Irusta
Directora de Diversidad de Banesto
Licenciada en Económicas, MBA por ICADE, 15 años en Banesto, 4 en red comercial y 11 en Recursos Humanos: Jefe de Personal de Asturias – Cantabria, Directora de Recursos Humanos de Servicios Centrales y en la actualidad Directora de Recursos Humanos de banca mayorista y banca privada. Desde 2002 también Directora de Diversidad
El concepto conciliación de vida personal y vida profesional está tan gastado que ya nos suena un poco a broma. Hemos abusado del término partiendo de una incoherencia, y es que las personas tienen dos vidas, no una. No se me olvida lo que me ocurre en el trabajo cuando me marcho, ni concibo desenchufarme al entrar en el banco y olvidar todo lo relativo a mi familia, amigos, aficiones, etc. Lo que hacemos fuera del entorno laboral es una fuente de ideas, problemas y aprendizajes que inevitablemente van a tener repercusión en nuestro trabajo, y viceversa.
La cuestión está en cómo hacer que convivan las dos esferas, personal y laboral, de manera que el equilibrio sea sostenible y satisfactorio para todas las partes. Los horarios que tenemos no ayudan mucho a esto pero tampoco consiguen que seamos más productivos, sino todo lo contrario. Echar la culpa a nuestra cultura de horarios no soluciona nada, hay que convivir con ello y tratar de lograr un equilibrio adecuado. Para ello, contamos ya con amplios catálogos de medidas en las empresas. Las soluciones que pasan por una reducción del tiempo de trabajo implican una merma salarial que no todo el mundo está en posición de asumir por lo que muchas veces no son la respuesta. Sin embargo, en el contexto actual es probable que haya empresas a las que les pueda interesar el trabajo a tiempo parcial como vía de reducción de costes y que encuentren a personas interesadas en esta posibilidad, cuyo talento estaba infrautilizado por no poder o no querer asumir una jornada de trabajo a tiempo completo. Otras veces, las soluciones se ofrecen en forma de flexibilidad, temporal o espacial, que no a todos gusta gestionar. Pero el aumento del trabajo a distancia, los dispositivos que permiten conectarse desde cualquier lugar y el trabajo por objetivos, nos lleva a que estas formas de trabajo flexible sean una realidad imparable.
Más allá de las medidas de conciliación, hay una receta que funciona. Compruebo constantemente que aquellas personas que han logrado tener la confianza de sus jefes están comprometidas con su trabajo. Jefes que a cambio les devuelven autonomía, respaldo y flexibilidad, lo que genera a su vez mayor involucración, responsabilidad y satisfacción. Y mayor compromiso. Este círculo virtuoso del compromiso y la confianza es difícil que se produzca si no te gusta tu trabajo y lo entiendes como un mero intercambio de tiempo por dinero. También es complicado que exista si no hay calidad directiva de la que requiere el siglo XXI y se sigue utilizando un enfoque de ‘mano de obra’.
Ahora tenemos ‘cerebros de obra’ (término de B. Muñoz-Seca, profesora del IESE) que no se desenchufan de las cuestiones personales al llegar al trabajo ni de las cuestiones laborales cuando salen del mismo, que les mueven las emociones tanto o más que las razones, que trabajan para cumplir objetivos y plazos, no horarios, y que quieren vivir una vida equilibrada, no dos.