Límites autoimpuestos y oportunidades perdidas

En plena Edad Media, un rey muy despiadado con los prisioneros que hacía, les daba a elegir entre dos opciones: que los mataran de un flechazo o que abriesen una inmensa puerta que tenía grabados cadáveres cubiertos de sangre. Pero les advertía que detrás de esa puerta les estaría esperando.

Todos elegían morir a manos dei los arqueros, aunque un día al terminar la guerra, un soldado que durante mucho tiempo había servido al rey se dirigió a él para preguntarle:

– Señor, ¿puedo hacerle una pregunta?

– Dime, soldado.

– Señor… ¿qué se esconde detrás de la puerta? El rey contestó… Ve y mira tú mismo.

El soldado abrió temerosamente la puerta y a medida que lo hacía, los rayos de sol entraban y la luz invadió el ambiente, donde finalmente descubrió que la puerta se abría sobre un camino que conducía hacia la libertad.

Entonces ante lo atónico que se había quedado el soldado, el rey le dijo: ”Yo les daba la oportunidad de elegir, pero todos preferían morir a arriesgarse a abrir esa puerta”.

Como tantos relatos que, a pesar de ser ficción, nos ilustran sobre la forma en que nos comportamos los seres humanos y cómo reaccionamos ante las dificultades, o por el contrario, cómo encaramos el camino del éxito.

¿Cuántas puertas dejamos de abrir por el miedo a arriesgar? ¿Cuántas veces perdemos la libertad y morimos por dentro, solamente por sentir miedo de abrir la puerta de nuestros sueños?

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Las personas se enfrentan con frecuencia a ciertas creencias que están en su mente y que les impide cambiar, porque sus límites no provienen del entorno, sino de su interior. No debemos despreciar todo lo que sucede a nuestro alrededor y cómo nos adaptamos porque no cabe duda que tiene importancia en cuanto a la forma que priorizamos nuestras acciones y tomamos decisiones. Pero casi siempre una parte importante del límite que nos imponemos al éxito, proviene de nuestro mapa mental de principios y valores a los que nos aferramos, porque forman parte de nuestra psicología personal. Determinan nuestra conducta y forma de comportarnos en la vida.

De ahí que cuando somos conscientes de estas limitaciones, porque nos hemos dado cuenta de que encontramos cierta incapacidad de hacer o afrontar algo, tenemos que examinar nuestros pensamientos. Cuanto mayor sea nuestra apertura mental, más fácil nos será volver a construir nuestros escenarios mentales y crear esas oportunidades para ir en pos de lo que ansiamos y queremos.

La preocupación de las personas que buscan el éxito es llegar a cualquier precio a su meta. Los líderes efectivos buscan llegar a la meta asumiendo el menor coste posible dentro de los recursos disponibles, humanos y materiales. Eso sí, tienen la pericia y experiencia para eliminar la mayor cantidad de obstáculos que se anteponen en el camino.

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Cuando no se ejerce ese liderazgo efectivo, terminan viéndose los obstáculos como algo casi normal que interrumpe nuestro camino. Se convierte en una debilidad personal por la que se malogran muchas oportunidades que finalmente se pierden. Determinar cuándo un límite u obstáculo que se tiene delante es una nueva ocasión para demostrar lo que vale el equipo, en vez de eludir la responsabilidad, es tarea de los líderes efectivos.

Ignorar obstáculos es ampliar las fronteras del éxito

Si hacemos caso o nos preocupan demasiado las fronteras mentales, todos aquellos límites que nos auto-imponemos, es evidente que se nos esfuman una cantidad de ocasiones en las que podemos triunfar y pasarán a la lista de oportunidades perdidas. La consigna es hacer caso omiso de los obstáculos, aunque hay que diferenciar temeridad y estupidez del necesario coraje y valor que hay que tener para romper con los límites. El valor que tiene una persona para afrontar una situación delicada es importantísimo, pero no menos la disciplina que tenga para llevar a cabo sus acciones.

Una de las cosas más difíciles de lograr del equipo que dirige el líder, es que no queden atrapados en la zona de confort, aquella que les es cómoda y evita asumir riesgos.

Muchas son las organizaciones y personas en las que no hay voluntad de romper las fronteras, porque se han contagiado por el temor de otras personas que en la organización hicieron escuchar su voz, obviamente con posiciones negativas y que siembran dudas. Esto puede llevar a cierta lentitud en implementar una acción por temores infundados, que es tan o más peligroso que haber hecho una mala planificación estratégica, que siempre se podrá corregir o cambiar. La experiencia indica que es más fácil hacer un ajuste técnico que modificar una psicología individual cuando está cerrada al cambio y al esfuerzo.

La cuestión es que el estilo del líder que triunfa, sabiendo que no se deja atrapar por límites ni obstáculos, tiene claro que él hace las cosas de manera diferente a cómo la están haciendo los demás. Sea por la competencia de éstas o, incluso, a nivel interno de la organización, porque hay otras personas con mando y responsabilidad que están siempre metiendo temor en personal y equipos, evitando ese riesgo que antes o después hay que asumir si se quiere mantener el liderazgo empresarial en su sector.

Cuando la personalidad es firme y se cuenta con fuerza mental para afrontar los nuevos retos, el líder reorienta a su personal hacia los espacios de posibilidades que se tiene en ese momento. Ver claro no es fácil. Más bien requiere templanza.

Se puede elegir entre dos caminos: aceptar límites y dejar que le impidan hacer lo que quiera hacer, o mirar más allá de ellos y ver oportunidades. No hay empresa fácil. Nada se nos presenta como regalo en la vida, hay que pelearlo.

La templanza la tendrá que aplicar el líder para implementar las acciones que cree que tiene que llevar a cabo. No es sencillo abrirse paso entre los demás mientras tiene que demostrar que vale, sea su producto, su decisión en el entorno organizacional en el que trabaja, etc.

Este proceso no es una carretera con un conjunto de señales que le están indicando el camino a seguir. Más bien, tendrá señales confusas al principio. Porque el miedo no es que quede guardado en un cajón de un armario. El miedo siempre existe, empezando por el que se tiene de fracasar. La cuestión es cómo el líder lo gestiona y enseña a personas y equipos a no temerle ni a las crisis ni al cambio y menos a los nuevos desafíos. Es decir, como si de un termostato se tratase, un nivel razonable de miedo que no obnubile e impida pasar esos límites, ver detrás de las fronteras que se creía, existían delante y empezar a recoger oportunidades. De eso se trata.

Existen errores tanto empresariales como personales que se pagan caros, siendo el impacto que tengan diferentes en intensidad, pero en ambos pasan factura. No hay que olvidarse entonces de que el miedo es el peor de los errores. ¿Por qué tener miedo a emprender o a crecer? Es necesario creer en la idea que uno tiene, fortalecer la confianza en nosotros mismos, desterrando tópicos como que el éxito sólo se puede encontrar a determinada edad. ¡Falso! No hay límites al éxito producidos por la edad, sólo fronteras mentales que nos inhiben de seguir intentándolo ante el menor traspié que hayamos tenido.

Artículo coordinado por José Luis Zunni director de ecofin.es en colaboración con Salvador Molina presidente de ECOFIN, Javier Espina Hellín miembro de ECOFIN Business Schools Group, y Ximo Salas, miembro del ECOFIN Management & Leadership de ECOFIN.

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