El poder de la palabra

En la inmortal obra de Shakespeare dedicada a Julio César, el momento más dramático sucede cuando Marco Antonio ofrece un panegírico de Julio César sobre el asesinato del líder romano. Se pone de pie frente a una multitud y se dirige a ellos con uno de los más famosos monólogos de la literatura universal, haciendo las críticas al mismo tiempo que alabanzas de César, pero a continuación de cada una de estas dedicatorias, la frase que finalmente levanta a la multitud en contra de los asesinos es: “Ellos son hombres honorables”, en referencia a Bruto y los cómplices.

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¿A qué se debe este cambio de actitud en la plebe? Sin duda, al uso magistral de las palabras de parte de Marco Antonio, afirmando una y otra vez cosas como: “Se dijo que César sentía gran devoción por las riquezas y los honores personales y que eran mayores que su amor por Roma, pero trajo a Roma muchos prisioneros de guerra, cuyos rescates llenaron el tesoro público. ¿Puede verse en esto la ambición de César?…pero ellos son hombres honorables”. Y después de varias alocuciones como esta, los ciudadanos romanos comprenden la injusticia del asesinato perpetrado contra su líder.

Pero el poder de la palabra no es patrimonio exclusivo de las piezas clásicas de teatro o de los grandes narradores de los siglos XIX y XX.  Es el instrumento más decisivo que un líder tiene, en cualquier ámbito de la actividad humana. Pero el indudable poder de la palabra es función directa de cómo se use, aunque también hay que tener en cuenta que algunas palabras tienen por sí solas un gran poder. Son aquellas que le permiten al líder conseguir de las personas lo que realmente quiere que éstas hagan y de la forma que él (la dirección) establece. O sea, que la capacidad de influencia para que las personas sigan a su líder, si bien está en el ejemplo incuestionable que son sus acciones realizadas, parte siempre del buen uso de las palabras.

El tono en la palabra denota intencionalidad. Una de las claves en el ejercicio del buen liderazgo, es la palabra certera en el momento preciso. Ser persuasivo en el uso del lenguaje es el camino más directo para incrementar el poder de influencia sobre las personas.

El diálogo interno (la comunicación que mantenemos con nosotros mismos) es muy importante, porque constituye la base (nuestros valores y principios) de la palabra que después saldrá por nuestra boca. De alguna manera, está creando el ambiente mental con el cual vamos a actuar, lo que marcará nuestra actitud frente a cada uno de los trabajos de cada día, así como a los retos que nos enfrentamos. Y este proceso, cuyo producto final es la palabra, condiciona y determina la relación que tengamos con cada una de las personas con las que intercambiemos experiencias laborales, personales, etc. Puede ser un ahuyentador de personas o un elemento de convergencia, de ahí que el líder efectivo mida la cantidad y calidad de las palabras que utilice. Las palabras tienen poder, porque están indicando el grado de responsabilidad con las que las decimos. El nivel de confianza y credibilidad que generan en las personas que dirigimos.

Pero tengamos en cuenta una cosa: la palabra es en sí misma un pensamiento inteligente, porque cuando es articulada por nuestra boca para que los demás nos escuchen, ya ha sido procesada y decidida instantes antes en nuestro cerebro, sea por nuestra parte crítica racional o por la emocional.

Si Ud. está por asumir un puesto de responsabilidad con personal a cargo, empiece a pensar y prestar mucha atención a lo que dice y cómo lo dice. Y un consejo, cuidado con la conjugación de los tiempos verbales. Los líderes que se precian no utilizan el condicional (debería, gustaría, recomendaría, etc.) sino el futuro simple, porque es el que marca la acción (deberá, gustará, recomendará).

1º) La forma en cómo el líder se dirige a los demás

En todo momento debe surgir con claridad, tanto en su mirada como la expresión de su cara, que tiene empatía, que ya florece en su discurso que haga en público o a nivel individual de los diferentes miembros de los equipos antes que las mismas acciones. Cuando las personas perciben esa empatía y preocupación, desde el momento mismo en que el líder pronuncia sus palabras, gran parte del camino del entendimiento y comprensión entre personal y dirección queda soslayada.

2º) La acción que sigue a las palabras

Cuando el líder explica las razones de por qué se van a implementar determinadas acciones, su capacidad de persuasión se dirige simultáneamente tanto a la capacidad crítica como emocional de las personas (hemisferios izquierdo y derecho del cerebro), porque se esfuerza en explicar al mismo tiempo que motivar a cada miembro de los diferentes grupos de tareas, para que vayan haciéndose una idea de cuáles son los nuevos escenarios en los que les va tocar actuar.

Imaginar cómo y para qué va a ser su comportamiento técnico y emocional individual, hace que la motivación crezca y el compromiso con la organización se afiance. Porque surge, sin que las personas se den cuenta, una especie de garantía de parte de la personalidad del líder, porque con sus palabras que preceden a las acciones está dosificando cantidades importantes de confianza y credibilidad en las decisiones que se están tomando y en las que cada una de las personas tiene la responsabilidad de participar.

3º) Las emociones guían la conducta

Si algo ha venido probando la doctrina del liderazgo, es que el líder puede asumir dos roles de manera simultánea, siendo que cuánta más experiencia tenga, mejor equilibrio demostrará en la aplicación de los mismos: liderazgo transaccional vs. liderazgo transformacional.

Una vez más el poder de la palabra se erige como una fuerza motivadora, porque el ámbito transaccional que corresponde a los aspectos convencionales de finanzas, presupuestos, contabilidad, resultados de explotación, etc. no persiguen influenciar a nadie, sino que muestran tendencias, rendimientos, etc. Es obvio, que con estas cifras y datos, sí se pueda hacer una crítica, o un ajuste a las diferentes actuaciones de las personas responsables. Es entonces el momento en que entra en escena el rol del líder transformacional, apelando al uso de la palabra para motivar, influir, incrementar el compromiso del personal, porque todas y cada una de las personas creen en la palabra y promesas del líder.

El poder de la palabra radica en dos frentes: para el momento en que las personas están asimilando lo que se les dice y están procesando con su capacidad lógica-crítica; simultáneamente o inmediatamente después de las primeras palabras que explican causas y fundamentos de las acciones (aspecto racional de las decisiones) surge la conexión automática de la causa-efecto en el ámbito emocional de la personalidad, siendo este efecto (la medición que el líder haga del tono, forma y oportunidad) la base de la actitud.

Cada persona asume una determinada actitud porque la palabra del líder ha impactado su área estrictamente emocional. Las habilidades que las personas posean para ejercer un determinado trabajo (aptitudes) son esenciales para que la dirección pueda probar la eficacia de los diferentes equipos y en cuánto influye en la eficiencia global de la organización. Pero una vez que los aspectos racionales están cubiertos, las aptitudes dejan paso a las actitudes, que sólo se mueven por motivos emocionales. Y la palabra del líder es la llave invisible de la buena predisposición y actitud de las personas. O sea, que es del todo imposible separar actitud de aptitud, así como aspecto crítico racional del emocional.

Una forma de probar la importancia de la palabra en la conducta de una persona, la tenemos cuando un discurso o una frase que haya escuchado, una lectura determinada que le ha impactado (incluso en la infancia), no sólo le hace reflexionar, sino que puede marcar de manera definitiva cómo esa persona se va a conducir en la vida.

Supongamos que se está discutiendo una baja en los ingresos por ventas, que puede deberse a diversos motivos. Se produce una reunión entre diversos departamentos con la finalidad de analizar las acciones que se han venido implementando y se escucha el feed-back de los diferentes responsables. Lógicamente, el análisis crítico en base a cifras e información es básico para poder hacer un diagnóstico y tomar las pertinentes medidas correctivas. Pero con esto solo no se puede convencer a un grupo humano, en que la situación está controlada y que no habrá consecuencias negativas para la empresa ni para sus integrantes.

Justamente, cuando se dan situaciones como la que presentamos, lamentablemente muy frecuente en momentos de crisis y en las que las empresas están sometidas a ajustes continuos por problemas financieros, se derivan de este tipo de situaciones ajustes de plantillas, se cierren delegaciones que no responden operativamente, etc. En cuanto entra el rol transformacional del líder (que debe aplicar de manera simultánea con el transaccional) sólo puede revertir el ánimo y actitud de la gente con las palabras adecuadas que tengan la carga emocional necesaria para motivar y tranquilizar.

Indicando una razón para cualquier decisión que se toma, ayuda a las personas a conectarse lógica y emocionalmente.

Artículo coordinado por José Luis Zunni director de ecofin.es. En colaboración con Salvador Molina presidente de ECOFIN, Javier Espina Hellín miembro de ECOFIN Business Schools Group, y Ximo Salas, miembro del ECOFIN Management & Leadership de ECOFIN.

 

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