Cómo no ser un ludópata del trabajo

El juego genera adicción, tan peligrosa o más que la adicción física de la droga. Pero, ¿sabías que también es adictivo el trabajo? El mito del autónomo trabajando día y noche en su proyecto o micropyme es algo extensivo a los directivos, empresarios y ejecutivos de empresa. ¿Eres adicto al trabajo?

Cuando eres un apasionado de lo que haces todo el tiempo, el trabajo no parece ser una carga. Estás manteniendo una relación especial con tu función y responsabilidad. Una especie de enamoramiento. Sin embargo, con el paso del tiempo, las responsabilidades y tareas se acumulan y se empieza a tener que gestionar una lista interminable de cosas que consideramos pendientes, algunas ordinarias y otras que merecen toda nuestra atención, sea por su naturaleza o por la urgencia con las que hay que tratarlas.

A medida que esta acumulación de responsabilidades se produce varias veces al día o a la semana, nos va invadiendo un sentimiento de frustración, junto a un elevado nivel de estrés como consecuencia de no saber con precisión cuándo ni cómo van a poder terminarse las tareas planificadas.

Es evidente que la línea divisoria entre el empleado,  jefe o líder, que puede entrar en la categoría de adicto al trabajo y el sentimiento de placer por lo que hace, puede quedar un poco difuminada. Esto lleva a confundir a muchas personas en posiciones de liderazgo, que realmente son auténticos adictos a su trabajo, porque la pasión que sienten por lo que hacen y el elevado compromiso que se han fijado con la organización y el personal, especialmente los miembros de los equipos más próximos al líder, termina siendo alarmantemente negativa para la salud física y mental.

Reglas que surgen de la experiencia para combatir esta adicción 

1.- Se pueden establecer ciertos límites personales para que no nos excedamos en el compromiso.

Los principios y valores de actuación del líder son los que determinan tanto los actos conscientes como inconscientes, por lo que la forma en la que nos conducimos en la vida está predeterminada por aquellos. Ahora bien, un factor que los líderes efectivos aplican en sus relaciones interpersonales es la flexibilidad. Por tanto, si bien es la garantía en la relación con el personal y mandos intermedios, también debe serlo para fijar esas fronteras que no deben pasar y terminar convirtiendo su pasión en una adicción.

Creemos que controlamos el balance de nuestra vida profesional y personal, que estamos haciendo las cosas bien y que las circunstancias exigen grandes sacrificios. Pero, en realidad, la parte sacrificada es siempre la misma: la personal y familiar.

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Como consecuencias directas podemos encontrar el malestar que le provoque en el trato con las personas de su círculo más íntimo, porque está demasiado irritado por el exceso de trabajo, responsabilidad y estrés. La cara buena, sin embargo, la muestra ante el personal, terceros, consejo de administración, instituciones con las que se relaciona la organización, etc. La otra cara, la que refleja el estado de ánimo, afectada por el esfuerzo que ha hecho para no mostrar ese agobio al personal, termina pasando factura a los que no tienen nada que ver en ello. De ahí que la pasión por el trabajo no pueda ni deba convertirse en un arma arrojadiza que afecte a las relaciones personales.

Se debe establecer una agenda pero es imprescindible respetarla a rajatabla. Es el mejor consejo que se puede dar para evitar la multitud de inconvenientes a nivel laboral y para no colapsar, en sentido negativo, la ausencia que la familia echa en falta.

¿Cuál es el primer paso entonces para desactivar este virus de adicción al trabajo?

Tomar conciencia de lo que realmente podemos hacer cada día. Tener claras las prioridades. No todas las cosas valen igual, ya que muchas responderán a cuestiones operativas que, en principio, no deberían ofrecer dificultades. Otras, aunque las menos, son de tipo extraordinario, pero en tiempos de crisis o de salida de la crisis como la actual, lamentablemente entran a formar parte de una agenda en la que no deberían estar, justamente porque su frecuencia se ha incrementado y no estaba en los planes de la organización. Es más: algunas cuestiones ni siquiera se pasan por la cabeza del líder más experimentado.

En definitiva, las prioridades deben balancear lo que podemos hacer cada día y el resto que debemos dejar libre para nuestra vida personal. La regla que termina cumpliéndose una y otra vez, cada jornada y cada semana, es que decimos también recurrentemente a nuestra familia que tenga paciencia porque son días excepcionales. Lo grave, es cuando lo que sucede lo estamos calificando de extraordinario, porque si bien hay que atenderlo prioritariamente, es el camino directo a otro día en el que se le ha quitado tiempo a la vida personal, al ocio, al descanso, etc.

2.- Desconectarse de la tecnología al menos una vez a la semana.

En la Edad Media eran flechas, catapultas, lanzas, etc. En el siglo XXI las armas de comunicación son los mails, whatsapps, sms, circulares, intranets, la búsqueda obsesiva de cualquier cosa en Google y un largo etc., que hace que mantengamos una hiperconectividad a cualquiera de los dispositivos electrónicos con los que contamos.

¿Por qué decimos que son armas? Porque estamos librando una batalla diaria de comunicación dentro y fuera de la empresa. Campos de batalla son el mercado y también, con frecuencia, las relaciones interpersonales en las que ha sobrevenido un conflicto. Son armas muy eficaces porque llevan nuestra palabra y pensamiento. Pero tienen que ser oportunas y precisas. En caso de que nos obsesionemos con cada mensaje, comentario, instrucción, etc., seguimos embarcados en el camino del estrés y la sensación de que nuestro día no acabará nunca y que siempre quedarán tareas pendientes por resolver.

Una cuestión esencial a resolver para llevar una vida equilibrada es que en medio de los dos puntos de permanencia más larga de horas de cada día, el trabajo y nuestra casa, debemos gestionar el trayecto, demoras, esperas y demás momentos en los que parece que si no aprovechamos la tecnología, está nos expulsará del mercado. Siempre creyendo que somos imprescindibles en el trabajo y que todo el personal que dirigimos nos necesita en cuerpo y espíritu 24 horas de 24, lo que es un despropósito. El diagnóstico para este tipo de situaciones es que hemos entrado en el peligroso terreno de la adicción al trabajo. Que no hay fin de cada jornada, ni en la semana y menos en el mes.adictos-al-trabajo-2

Un empresario destacado del sector de medios publicitarios durante una reunión interdepartamental de la agencia que presidía, llegó media hora tarde y el resto de directores estaban en la sala de reuniones inmóviles esperando. Cuando llegó, se disculpó echando la culpa al tráfico y, en vez de iniciar la discusión del tema que tenían en el orden del día, se dedicó diez minutos a llamarles la atención por haber perdido media hora en la sala cuando no debieron acudir hasta que él llegara, porque había avisado desde su coche que venía con retraso.

La pregunta es si tal actitud es coherente con el papel de líder o no. Se supone que sus directores tienen una experiencia profesional y saben conducirse de manera eficaz en la organización, por lo que ese momento lo aprovecharon para intercambiar algunos pareceres con sus colegas de temas que no estaban entre los que se iban a tratar, pero que formaba parte de la buena relación interpersonal, digamos camaradería. Es más, comentarios sobre fútbol y otras cuestiones lúdicas relajan siempre al auditorio. Incluso a veces, uno de los integrantes de la reunión puede aportar un dato surgido de una cita que él haya mantenido con alguna persona externa a la organización que aporte luz sobre lo que se va a tratar. Por eso, no sólo desluce la figura del líder actuar como lo hizo este empresario, sino que puede coartar que cierta información valiosa pueda ser aprovechada por toda la dirección de la empresa.

Lo que debió haber hecho al llegar es haber provocado un espacio añadido de distensión, comentando sobre el tráfico o el partido de Champions. Lo que traicionó a este presidente y consejero delegado fue su casi febril obsesión por no perder un minuto, lo que le convirtió siempre, aunque nunca lo admitió, en un adicto al trabajo.

Ese momento de intercambio informal de opiniones es la propia vida de las organizaciones que ya tienen un buen ritmo de trabajo y responsabilidad, siendo necesario respirar esos instantes de paz y tranquilidad. Porque cuando se retoma el tema al llegar el presidente, todos vuelven a la realidad y podrán gestionar mejor y más relajados, la urgencia y la convivencia.

En el día a día son las notificaciones, sonidos diversos, recordatorios, los que colman con frecuencia nuestra paciencia. Desconectar de ellos es también volver a la realidad. No todo está perdido si a una persona no se la localiza durante dos horas.

La recuperación de un sentido de auto-control y la soledad, puede ayudar a descubrir ideas innovadoras y creativas, porque sabemos que las mejores siempre han surgido de un momento de calma y sensación de quietud que tanto bien hacen a la mente y al cuerpo. Y una cuestión importante: si bien alguna idea fantástica ha surgido, no significa que tengamos que implementarla de manera inmediata.

Artículo coordinado por José Luis Zunni director de ecofin.es en colaboración con Salvador Molina presidente de ECOFIN, Javier Espina Hellín miembro de ECOFIN Business Schools Group, y Ximo Salas, miembro del ECOFIN Management & Leadership de ECOFIN.

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