Buen liderazgo

En la Europa de este primer tercio de siglo XXI no parece que vayamos sobrados de buen liderazgo. En España, desde el 20-D los líderes políticos también han quedado retratados. Pero una sociedad como la española, muy moderna, evolucionada y con un amplio espíritu democrático, entiende perfectamente aunque los políticos crean que no, cuáles son los intereses personales y hasta dónde llega realmente su preocupación y esfuerzo por el interés general.

En otros términos: ¿han antepuesto el interés por España para desbloquear una situación que ya nos ha costado medio punto del PIB en seis meses o lo han supeditado a sus respectivos intereses personales y de partido? Parece que la segunda de las cuestiones es la que ha prevalecido.

Una de las definiciones de personalismo nos dice que es “la tendencia a subordinar el interés común a las miras personales”, lo que significa que su excesivo personalismo es perjudicial para el partido. Como dice el refranero español, “al que le quepa el sayo que se lo ponga”.

Juegos de poder y bien común

Ya en el mundo antiguo preocupaba la idea de poder, aunque siempre ha estado vinculada a lo que se considera bien común. Cuando el filósofo Platón se refería a cuál era la forma ideal del Estado tuvo en cuenta que la estructura sociopolítica encontrara justificación en la máxima aspiración de realizar la idea del bien. El sustrato que aún sigue siendo válido en la teoría de Platón, es que el Estado surge respondiendo a la necesidad de superar las limitaciones individuales de los ciudadanos, que no están en condiciones de satisfacer todas sus necesidades. De ahí que la finalidad de la estructuración de un Estado es para el verdadero bien: general, abstracto y trascendente.

Vayamos ahora al estricto sentido doctrinario del término liderazgo y nos sorprenderán algunas cuestiones que con frecuencia no se tienen en consideración, o quedan solapadas por las distorsiones que el propio ejercicio de un mal liderazgo provoca.

¿Puede hablarse de liderazgo y libertad? Sin duda, la historia de la humanidad ha subido escalones en cuanto a los grados de libertad que la sociedad iba adquiriendo, pero de la mano de un liderazgo que expresamente se preocupaba por estas pequeñas y grandes victorias. El sufragio de la mujer en la primera mitad del siglo XX o la lucha que aún se sigue librando en organizaciones de todo el mundo en cuanto a la igualdad en el trabajo que debe existir entre hombres y mujeres, son ejemplos de las barreras ideológicas, políticas, culturales, etc. que siempre han tenido que romper los buenos líderes, tanto hombres como mujeres.

Líderes (2)

En el liderazgo ejercido durante los últimos quince años se ha priorizado lo que llamamos ‘el triángulo del éxito’ que es el que reúne en la personalidad del líder tres factores que deben operar simultáneamente: las habilidades, las actitudes y el conocimiento. Obviamente, la experiencia y el know-how son fundamentales, pero no menos lo son las habilidades directivas entre las cuales las competencias emocionales juegan el rol principal. En definitiva, la actitud de un líder es producto de la combinación de estos factores y está condicionada especialmente por el tipo de personalidad que posee.

Estamos tan habituados al cambio que ya nada nos sorprende. El líder efectivo se diferencia por tener una habilidad natural para adaptarse al cambio. En el caso de los grandes líderes de la Historia no sólo era su capacidad de adaptación, sino que la auténtica medida de su inteligencia radicaba en que podían impulsar el cambio. Propiciar que la sociedad cambie no es lo mismo que adaptarse.

¿Hemos visto esto en los líderes políticos españoles desde el 20-D? Parece que están lejos de propiciar el cambio, al contrario nos están ofreciendo más de lo mismo. Esto es lo terrible: no poder vislumbrar un cambio real de actitud de la política y los políticos, porque están lejos de las cualidades más convencionales y respetadas del buen liderazgo.

Muchos de los problemas en la vida se deben a dos razones: actuamos sin pensar o nos quedamos estáticos pensando sin actuar. ¿No le suena esto familiar en los últimos tiempos? ¿No encaja perfectamente en la epidemia de inmovilismo debido a aires de grandeza no justificados, o de una visión sesgada de la realidad?

Nelson Mandela afirmaba que él jamás perdía porque cuando no ganaba siempre aprendía algo. ¿Alguno de nuestros políticos está dispuesto a perder y al mismo tiempo aprender? El ejemplo de Mandela no es muy adecuado porque la distancia con cualquiera de los políticos actuales del mundo, incluido el presidente Obama, es demasiado grande. Pero sí es bueno cuando extraemos las enseñanzas de estos grandes hombres y también de grandes mujeres de la historia contemporánea.

¿Qué capacidad de mover los sentimientos tiene un buen líder? Son ambiciosos por naturaleza, pero cuando el deseo de llegar a las estrellas se supedita a la más profunda y sana intención de llegar a los corazones, a esto le llamamos sabiduría.

El término sabiduría también les queda lejos a los políticos actuales europeos y, en algunos casos, también a los españoles. Pero daremos un voto de confianza a ver si por fin aflora aunque sea la mínima sabiduría necesaria para desbloquear la situación en la cual se encuentra España.

¿Qué es lo que pasa por la cabeza de los líderes políticos en situaciones como la celebración de segundas elecciones? Si fueran organizaciones privadas con actuaciones en diferentes mercados, al igual que la filosofía de las grandes corporaciones multinacionales, una de las más importantes preocupaciones debería ser cuando aquellas personas más apasionadas y con iniciativa, se quedan quietas. Caen en el inmovilismo. Perdieron la motivación y existe una fuerza que los frena.

El líder efectivo evitará a toda costa este tipo de situaciones que provoca atascos en el crecimiento y desarrollo de cualquier organización. Porque justamente la diferencia entre un directivo que aspira a ser líder pero que no da la talla respecto a otro que sí es un líder efectivo, radica en que el primero en vez de insuflar la luz que necesitan sus empleados enciende fuego bajo sus pies.

Poder (2)

¿Y en el líder político? Estamos asistiendo a un postureo permanente en el que los líderes más jóvenes del panorama político creen que afirmar cosas como “garantizamos un gobierno de cambio y progreso” es doctrina suficiente para que la ciudadanía lo compre. El liderazgo no puede ser dado, hay que ganárselo. Tampoco puede ser quitado, sino que sencillamente se pierde por falta de competencia. Y en este punto han quedado perfectamente identificados, en mayor o menor medida, todos los líderes políticos, aunque aún tienen margen de maniobra para que puedan redimirse.

Sin entrar en partidismos políticos, porque nuestros lectores conocen perfectamente de nuestra posición aséptica respecto a cualquier tipo de compromiso y condicionamiento, creemos necesario convertirnos en un recordatorio de lo que no se debe hacer en el buen liderazgo.

Nos referíamos más arriba a propiciar el cambio. Peter Drucker aseguraba que la forma más efectiva de gestionar el cambio es creándolo”.

¿Hemos visto esto en los políticos españoles? ¿O es que se han quedado atrapados exclusivamente en sus respectivos intereses personales, a veces de partido? En el liderazgo político se produce la paradoja de la telaraña: cuánto más se preocupa un político por su interés personal, aunque se resista a creerlo, más quedará atrapado en su propia red de falsas promesas, ideología barata o descripción de una realidad fantasiosa que ya nadie cree.

Entonces vienen las prisas para evitar la muerte súbita o la muerte más lenta, pero muerte al fin y al cabo. Y esto es lo que le está ocurriendo, por ejemplo al PSOE, que desde su dirección en Ferraz sigue insistiendo en que no habrá abstención para facilitar un gobierno presidido por Mariano Rajoy. A pesar de que algunas voces dentro del propio partido están diciendo que la ciudadanía les ha enviado a la oposición y deben dejar gobernar.

¿Puede el interés personal de Pedro Sánchez prevalecer sobre el sentido común de muchos de sus barones? Si esto ocurre así en el Comité Federal de este sábado 9 de julio, el personalismo ataviado del poder que da la secretaría general llevará a cometer uno de los principales errores del liderazgo que un buen líder no puede cometer.

Y esto es lo que debe entenderse. Lo tremendo es que los núcleos duros de personas allegadas a un líder, por la propia subsistencia de su liderazgo y de las personas que lo rodean, puedan sostener que la tierra es plana con tal de permanecer en el poder. Y actitudes de este tipo también son condenables antes o después en el liderazgo, sea con la expulsión o con la caída en el mayor de los silencios, que es cuando ya nadie les escucha. Coloquialmente se llama “caer en desgracia”. Pero mientras tanto obligan a la ciudadanía a comulgar con ruedas de molino.

Estamos necesitados de pasear de las manos de un buen liderazgo. Tan grave es huir de la realidad como aplazar sine die situaciones en aras del bien común. Los líderes que apelen a este tipo de conductas serán castigados severamente no sólo por la ciudadanía, sino también por sus propios correligionarios.

Artículo coordinado por José Luis Zunni director de ecofin.es en colaboración con Salvador Molina presidente de ECOFIN, Javier Espina Hellín miembro de ECOFIN Business Schools Group, y Ximo Salas, miembro del ECOFIN Management & Leadership de ECOFIN. 

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