Los niños, esas víctimas inocentes de la telebasura

Si la codicia de los poderosos de Wall Street llevó a la mayor crisis conocida de los mercados financieros mundiales, qué no hará la codicia de los poderosos de la Televisión afanados como están en la medición de audiencias, la contraprogramación, los oligopolios de publicidad y exclusivas, los ingredientes más picantes para retener televidentes volátiles y, en definitiva, la telebasura como derivada final de todo ello.

La televisión sigue siendo la matriarca que asienta en torno a ella a millones de familias españolas. Aunque su liderazgo se vio amenazado con la competencia de Internet y las redes sociales, sigue siendo el medio predilecto para el consumo audiovisual. De hecho, un estudio reciente de Samsung e Ipsos asegura que el 85% de los españoles ve la tele a diario. Además, es el medio de comunicación más camaleónico y exitoso en su adaptación al cambiante espectro transmedia, consiguiendo que las redes sociales no compitan; sino que sirvan, a la difusión de sus contenidos, protagonistas y programas.

La simbiosis es perfecta; pero lo será aún más con la estandarización de los televisores inteligentes conectados a la televisión por internet, la televisión a la carta, el video club on line, la interactividad con los programas, la doble pantalla, etc., etc.

Conector y modelador de personas

La cultural colectiva durante medio siglo se ha cocinado en el salón de casa, reconvertido en la sala de ver la televisión. La democracia, la diversidad cultural, la difusión de ideas y valores, la nueva ética… todo se ha cocinado desde ese micro ondas del salón instalado en todos los hogares españoles. Sin embargo, los contenidos con valores entraron en decadencia. Primero se cortó nuestra relación con la Tierra, enterrando documentales como los de Cousteau o Félix Rodríguez de la Fuente, luego los espacios de debate cultural (La Clave, por ejemplo).

La gran afrenta social, sobre todo, vino en estos años del siglo XXI; donde los pequeños de la casa han dejado de ser educados desde espacios televisivos con valores como Barrio Sésamo, La Casa del Reloj o El Club Trastos (Telemadrid) para ser moneda de cambio en captación de audiencias con dibujos animados comprados al peso en el mercado internacional donde ni el lenguaje, ni las formas, ni la educación acompañan a los paradigmas infantiles que se les brinda como modelos de conducta a los peques (y no hablo sólo de Shin Chan, ¡qué también!).

Los programas infantiles están siendo objeto de controversia por los mensajes negativos que estos espacios trasmiten de forma velada o evidente a los más indefensos del hogar. Bezdiario y otros medios han desenterrado el hacha de guerra en defensa de la infancia, y yo me uno a ellos. Deberíamos detenernos todos a reflexionar sobre el daño social que se está infiriendo a los ciudadanos del mañana. La emisión de contenidos que contienen mensajes perjudiciales puede tener efectos devastadores en la educación y conducta de los más pequeños.

Niñostv

Numerosos estudios han demostrado que los contenidos televisivos afectan a los niños y es habitual que éstos imiten los modelos que diariamente ven en la pequeña pantalla. Según un informe publicado el pasado mes de diciembre por el Colegio de Pedagogos de Cataluña, los niños pueden desarrollar problemas de socialización al ver recurrentemente determinadas series de animación, ya que algunos mensajes son difíciles de contextualizar para ellos sin la ayuda de un adulto.

El poder educativo que ejerce la televisión está cada vez más en entredicho y las cadenas se centran en ofrecer espacios de entretenimiento, independientemente de la edad que tengan sus receptores. Pero esto no es óbice para permitir que los espacios televisivos infantiles se centren en trasmitir valores superficiales y cargados de estereotipos.

La mayoría de estas series muestra un mundo en el que se valora ser hombre, blanco y joven, y se denigra el ser mujer, viejo, de piel oscura o extranjero.

Los estereotipos de género son frecuentes: la mayoría de los personajes femeninos son chicas presuntuosas, preocupadas por su aspecto físico y por agradar a los demás, pero con escasa inteligencia. Los masculinos, en cambio, suelen ser inteligentes, hábiles y con facilidad para desenvolverse en situaciones extremas.

Uno de los casos más llamativos es el de la serie Shin Chan, un niño de cinco años caprichoso, irresponsable, vago, chantajista y mimado que, además, es desconsiderado con sus amigos e irreverente con su familia. Pero ahí no queda todo, sino que sus padres son un compendio de machismo, intolerancia y comportamientos soeces, algo realmente inapropiado para el aprendizaje de los niños que se exponen a los contenidos de estos dibujos.

Tampoco podemos dejar de mencionar a las protagonistas de Monster High, un grupo de chicas maquilladas, con ropas ceñidas, tacones y minifaldas, obsesionadas por salir de compras.

Se trata de dos ejemplos muy extremos, pero que dejan patente que muchas series de dibujos animados que se emiten en nuestra televisión trasmiten valores, códigos y conductas perjudiciales para la infancia.

A esto se hay que sumar los anuncios que se emiten en las pausas publicitarias donde las diferencias entre los roles de género son muy acusadas. Muñecas, coches, cocinitas y videojuegos saltan continuamente a la pantalla para reclamar al público infantil su atención ante las Navidades.

Un niño puede pasarse casi mil horas anuales delante de la pequeña pantalla, por lo que su protagonismo es innegable. Recurren a ella no sólo para distraerse, sino porque les es ofrecida en el hogar y, en muchos casos, se convierte en su única compañía mientras los padres trabajan. A través de la programación observa conductas fundamentales para su forma de aprender y actuar, así como para su configuración de valores.

La familia no debe cerrar los ojos ante este problema y debe continuar trabajando en la utilización equilibrada de la televisión. Pero las cadenas también deben asumir responsabilidades. La primera y principal, respetar escrupulosamente el horario infantil y especialmente las franjas de protección reforzada. Pero, además, optar por productos que aporten modelos familiares, éticos, sociales y culturales cercanos a la realidad y que no transmitan valores inapropiados tales como conductas sexistas y violentas.

Todo esto ayudará a elevar la calidad de una televisión que, además, contribuirá al desarrollo intelectual, personal y emocional del niño así como a la creación de unos patrones recomendables para su crecimiento y sus relaciones familiares.

Lideremos una liga por la Calidad Audiovisual en España basada en empresas de televisión comprometidas con nuestra Infancia y con nuestros valores sociales. Ahí, me encontrarán.

Salvador Molina, presidente Foro ECOFIN y presidente de Telemadrid. 

Artículo publicado en bez.es

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