Y entonces, ¿estamos saliendo de la crisis, o no?

Si el inicio de la crisis, que ya por larga nos está empezando a jugar problemas de falso recuerdo, fue una crisis institucional muy relacionada con los problemas de instituciones financieras y países con su deuda soberana; la crisis lo fue en toda su extensión cuando golpeó al consumo y a las clases medias.

Las familias y las clases medias pagaron en sus carnes la crisis más larga y más dura que se recuerda en nuestra democracia. Y ello se extiende al consumo y, por ende, al  comercio y a la hostelería.

La inexistencia de nómina a fin de mes, o lo que era peor, la sensación de que la nómina sí existía, estaba en riesgo claro. No había dinero para el café de la media mañana, la salida a cenar o ir de compras el fin de semana, y es eso y su efecto boomerang lo que constituyó la Crisis con mayúsculas.

Las cifras oficiales mostraban un deterioro progresivo y exponencial. Por ello, los créditos con impagos en el comercio alcanzaron a final de 2011 unos 5.461 millones de euros, para llegar a los 7.840 millones en 2012, y seguir creciendo hasta los 10.438 millones a cierre del 2013. Es decir, se duplicó en los dos últimos años como acumulación del deterioro en la calidad de vida y el nivel de ingresos de nuestras clases medias.

El stock de créditos bancarios había disminuido un 8,59% en un año, al pasar de 33.406 millones de euros a 30.537 millones, y los impagos de particulares se producían sin control sobre el stock reducido del crédito bancario. Adicionalmente dichos impagos nos podían ser solventados, ni siquiera mediante cualquier práctica negociadora, ya que en muchos casos, ni la propuesta de quitas, nuevos plazos, podía paliar una situación de incobrabilidad absoluta.

Pues bien, el paralelismo existente entre el inicio de la crisis y la situación actual es altísimo, a mi entender. Y es que si bien muchos tuvieron dudas en calificar como crisis la existencia de graves desequilibrios estructurales, pero que no golpeaba al tejido cotidiano, ahora el mero hecho de que la deuda soberana recupere crédito y spread, que no se generen impagos a la misma velocidad y que en el entorno macro se hayan dado pasos espectaculares, la salida de la Crisis con mayúsculas es todavía una utopía de telediario.

Quizás, por mi especialidad profesional,  para mí la salida de la Crisis será el momento en el que se conjuguen dos factores económicos y sociológicos claros de recuperación sólida:

1- El momento en que un número considerable de particulares puedan empezar a renegociar sus créditos fallidos y que, por tanto, empiecen a regularizar situaciones ahora posibles, como fruto de estar ya preparados para recoger nuevos créditos, proyectos personales y profesionales sin problema, como consecuencia  de que exista una cierta seguridad sobre sus ingresos reales y presentes.

2- El crédito bancario retorne a crecimientos positivos, pero no cuantitativamente. Quiero decir, no porque por un empeño/necesidad comience a fluir el crédito a empresas y particulares. Pero no solo a ‘startups’, no solo a empresas de altísima solvencia o de enorme recorrido, sino cuando la extensión del crédito vuelva a ser asequible al resto de los mortales a proyectos con cierto riesgo controlado de impago. Como se dice comúnmente, no solo cuando se vuelvan a abrir proyectos de alta tecnología o nuevos sectores, sino cuando veamos abrir una peluquería no ‘low-cost’ en el barrio, esa podría ser una señal inequívoca.

Es curioso que sintiéndome optimista por naturaleza, debo decir que los datos que observo personal y profesionalmente no me permiten hoy decir que ya tengo datos para ese optimismo que irradia en la prensa escrita o comentada, ya que ninguno de esos efectos pequeños casi irrisorios se está produciendo en grado considerable. Pero no dejo de albergar esperanzas, y siguiendo con el paralelismo antes mencionado, la tendencia es la deseada para alcanzar ese fin.

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